“Aquel
amor insólito que alguien
encontró en cualquier parte
y fue el comienzo
encontró en cualquier parte
y fue el comienzo
o el
fin de una tristeza”.
Víctor
Botas
BUSCADORES
Qué buscaba yo en ti, o en todos
o en mí misma.
Qué buscas tú en los libros y en
los rostros,
en las fotografías que cobijas
como un dios o un pastor
inquieto por la huida constante
de un inmenso
rebaño, un rebaño de imágenes que
guardas
para que en la memoria no se
pierdan,
aunque posiblemente tú jamás
volverás a mirarlas.
Qué salvamos en todas las costumbres
alzadas como lanzas
contra el feroz engaño de la vida
y el atroz desengaño de la
muerte.
Yo te recuerdo a veces en medio
de la tarde.
No eras el primero pero eras
por aquel tiempo el único.
El tiempo, mi elección, la
coincidencia.
Aunque queramos reducirlo todo
a paisajes quemados de cal y de
ironía
-tan aburrida y triste, tan
vulgar-,
aunque no te sorprenda
que te niegue tres veces cada
noche
ni a mí que tú me vendas cada vez
que me nombres
y que entonces
setenta veces siete te perdone,
y aunque jure que no y lo
repitamos
hasta que un día me parezca
cierto,
yo sé que al elegirte seguía una
llamada
desde el sitio en que duerme tu
conciencia.
Tú movías las olas de un mar superviviente
como un hondo hechicero,
y su lento oleaje me arrastraba
y en la llamada oía una verdad.
Pero ya no sé más. No sé
explicarlo