Lilith (John Collier) |
A quién preguntaremos por la página en blanco,
el cielo y el infierno de los nombres
que hemos dejado atrás. Fue la memoria
-mi dulce prostituta melancólica-
la que acunó en sus brazos tu presencia.
Yo te hubiese mirado
con ojos de quien ya no debe nada,
con ojos de quien sabe
que las deudas saldadas tampoco traen la paz.
Y esa memoria,
recuperada a fuerza de perderse,
sabe mentir, mentir, mentir; lo sabe,
sabe que aún espero que me mienta.
No la mueven, violentas, las verdades
que acaban siendo siempre plaza ajena;
ella levanta
un lejano rumor en mi conciencia
con su sonido de ciudad sitiada,
terca, aturdida, insumisa y triste.
Cuando mi corazón quiere arder en su frente,
ella alumbra el error, cierra las puertas.
Apagará la luz cuando me vaya,
en el mismo momento en que otros lleguen.
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