Dos semanas apartada de estos pagos y la Navidad ha vuelto a casa. Con un futuro que todos pintan de negro pero sin fin del mundo (de momento) ni profecía Maya que se cumpla, yo vuelvo a poner el Belén deprisa y corriendo y pienso en cartas a los Reyes Magos. Me doy cuenta de que lo único que quiero es tiempo. Ese que siempre se me escapa entre los dedos. Tiempo para hacer. Tiempo para perder. Tiempo para ser. Y nadie sabe cuánto le traen cada año los Reyes. Pienso también en la gente que me falta. Cada fallecimiento, un pequeño y terrible fin del mundo, una estrella que se apaga, un no lo sé. Cada vida, una antorcha que late, que aún late, que aún podemos mirar. Soles occidere et redire possunt, nobis,cum semel occidit bervis lux... etc.
He recordado esta nota que el año pasado, por estas fechas, encontré para mi sorpresa entre los papeles de mi hijo pequeño. Me entristeció entonces que ya hubiese entrado en el reino de la procrastinación, del cual nunca se regresa del todo. Esos "deveres" que siempre se dejan para mañana. Pero hoy, al volver a leerla, pienso en el coraje de hacer planes, de mezclar la obligación con la devoción y poner nuestra voluntad a hacer equilibrios con ambas y con el tiempo, la brevis lux, la vida. Aquel día Adrián hizo muchas cosas.
He recordado esta nota que el año pasado, por estas fechas, encontré para mi sorpresa entre los papeles de mi hijo pequeño. Me entristeció entonces que ya hubiese entrado en el reino de la procrastinación, del cual nunca se regresa del todo. Esos "deveres" que siempre se dejan para mañana. Pero hoy, al volver a leerla, pienso en el coraje de hacer planes, de mezclar la obligación con la devoción y poner nuestra voluntad a hacer equilibrios con ambas y con el tiempo, la brevis lux, la vida. Aquel día Adrián hizo muchas cosas.
Aunque nada salga nunca perfecto, os deseo una feliz Navidad y un nuevo año lleno de planes, juegos, besos, trabajo... y "deveres" cumplidos.