domingo, 23 de diciembre de 2012

La Navidad, el fin del mundo, la procrastinación.

Dos semanas apartada de estos pagos y la Navidad ha vuelto a casa. Con un futuro que todos pintan de negro pero sin fin del mundo (de momento) ni profecía Maya que se cumpla, yo vuelvo a poner el Belén deprisa y corriendo y pienso en cartas a los Reyes Magos.  Me doy cuenta de que lo único que quiero es tiempo. Ese que siempre se me escapa entre los dedos.  Tiempo para hacer. Tiempo para perder. Tiempo para ser. Y nadie sabe cuánto le traen cada año los Reyes. Pienso también en la gente que me falta. Cada fallecimiento, un pequeño y terrible fin del mundo, una estrella que se apaga, un no lo sé.  Cada vida, una antorcha que late, que aún late, que aún podemos mirar. Soles occidere et redire possunt, nobis,cum semel occidit bervis lux... etc.

He recordado esta nota que el año pasado, por estas fechas, encontré para mi sorpresa entre los papeles de mi hijo pequeño. Me entristeció entonces que ya hubiese entrado en el reino de la procrastinación, del cual nunca se regresa del todo. Esos "deveres" que siempre se dejan para mañana. Pero hoy, al volver a leerla, pienso en el coraje de hacer planes, de mezclar la obligación con la devoción y poner nuestra voluntad a hacer equilibrios con ambas y con  el tiempo, la brevis lux, la vida. Aquel día Adrián hizo muchas cosas. 

Aunque nada salga nunca perfecto, os deseo una feliz Navidad y un nuevo año lleno de planes, juegos, besos, trabajo... y "deveres" cumplidos.    

miércoles, 5 de diciembre de 2012

De rendiciones (Himnótica IV)

A veces me gustaría formar parte de un ejército, de un coro, de un grupo poético, de una asociación de madres, de una tertulia parroquial, de un club de fans, de un partido político, de una secta.  Para cualquiera de esas cosas me ha faltado siempre convicción, madera, disciplina. Ganas.Y sin embargo ahora pienso en ello y me produce un sentimiento de descanso tan dulce como una tentación. No preguntarte una vez más cosas que ya están respondidas, no buscar el tono en el silencio o entre el ruido (donde no se oye nada, tampoco), que al final te hagan un funeral bonito. De un ejército ruso, sí, con ese idioma tan de ejército y tan dulce, con ese alfabeto del doctor Zhivago. Me gustaría luchar con mis amigos, cantar con mis amigos, creer con mis amigos, ganar con mis amigos, perder con mis amigos, sonreír pronunciando Kalinka (ka-lin ka-ka-lin  ka-ka-lin  ka-ka-lin...). Qué  hermosa es esa voz sostenida por todos los soldados. Qué hermosa es esa voz.  No estoy hablando en broma.  Y por qué tengo entonces la sensación de que pensarlo es rendirse. Y rendirse ante quién, si solo querría cantar con todos. Y yo, qué cansada estoy.




Nota de 7 de diciembre:  Un amigo me envía un vídeo. Hay cosas que solo se pueden hacer (bien) con otros. Y no tienen que ver con rendiciones sino con victorias. Y alivian el cansancio.  También es verdad.  Reconozcamos al menos que la publicidad es el último reducto de la genialidad. First we take the bus, then we take Berlin (he pensado).