Me llega por fin el nuevo número de la revista Turia. Dirigida por Raúl Maícas, Turia es una de las revistas literarias más prestigiosas del panorama nacional actual.. En esta ocasión encontramos entre sus hojas un cartapacio dedicado a Gerardo Diego, conversaciones con autores como Antonio Muñoz Molina y textos y poemas de muchos otros: Álvaro Pombo, Chantall Maillard, Eloy Sánchez Rosillo, Javier Sánchez Menéndez, Jaime Siles, Eduardo Moga, Alberto Santamaría, Lorenzo Oliván, Agustín Fernández Mayo, Gabriel Sopeña, Anne Sexton... (para ver nómina completa, clic AQUÍ).
En él aparece también mi poema más reciente: Hic sunt dracones. Lo incluí a última hora en El mar del otro lado. Prácticamente libro y revista han salido a la vez, pero un retraso en el correo hizo que recogiese mi ejemplar de Turia hace un par de días y que hoy quiera considerarla un especial regalo de cumpleaños.
Hic sunt dracones era la expresión utilizada en los viejos mapas para referirse a territorios inexplorados posiblemente llenos de criaturas peligrosas: a partir de aquí, encontrarás dragones. Advertencia o invitación, que cada viajero decida. En cualquier caso, a partir de aquí... habrá que tener cuidado.
Has venido a buscarme
cuando ya unos hombres me recuerdan a otros,
tus miradas a otras, tus palabras
a otras que hace tiempo me dijeron.
Y cuando ya he buscado detrás de las canciones,
de los nombres que acarició mi lengua,
de los cuerpos que ardieron ante mí.
Tantos incendios
fueron luces fugaces apenas presentidas
a lo lejos por dios o por el diablo
o por quien sea
que gobierne ese páramo desde el que me sonríes.
Debo decirte cuando me preguntas
en qué pienso o qué me preocupa
que vivir es también negarse a hacerlo.
Cómo voy a contarte las cosas que me pasan,
la sangre que me hierve mientras guardo
las formas y la voz. Y también guardo
algunas cicatrices y locas estampidas
de bisontes azules contra mi corazón,
los bisontes azules que golpean
y corren hacia mí o desde mí o acaso
galopan sobre mí. A veces duermen
dóciles por mis venas; tengo entonces
la sangre acariciada por un frágil ejército
de niños navegantes.
Pero cómo decirte que me duelen
y me gustan, sentirlos es sentir
y así es mi extraña vida. Si despierta
de noche la manada, yo quisiera
ser ellos, no ser yo; correr con ellos
-brutales y magníficos-, son ellos
mis canciones de amor.
Has venido a buscarme cuando sé
que estoy perdida. Vete
tras tu triste pedazo de realidad, conquista
con tu sangre tus propios desengaños.