sábado, 31 de mayo de 2008

Secretos provisionales

Adrián está en el tiempo de los secretos, quiere tener secretos a toda costa y venir a contármelos con esa voz misteriosa y esa carita seria de no me traiciones. Y viene y cuchichea palabras importantes que sólo yo puedo saber, que yo le guardo con mi corazón hechizado por su inocencia, por cada piedra redonda y perfecta, por la mentira dicha o las pesetas rubias que mi padre le dio y él mira con reverencia, como miraríamos un tesoro antiguo. Buscamos escondites que son nuevos secretos y me canta en secreto la canción del soldado, llevamos un considerable embrollo de secretos y ya no sé qué se puede decir y qué no, e intento que la lista sea más corta, pero él está estrenando todos los misterios y no quiero ser yo quien le demuestre que no es inagotable ese encanto cotidiano, insólito y sencillo, y que a veces me aburro o estoy muy cansada de palabras.

Cree de verdad que tengo extraordinarios poderes de curación y consuelo y que sé muchas cosas. Y yo me muero de pena porque no sé muchas cosas, ni siquiera sé cuánto durará esta complicidad que ya se me va escapando mientras él aprende tantas letras nuevas. Yo deseo que aprenda cada día y verlo crecer y, a la vez, que todo se quede así, que pueda seguir cantándole mi repertorio loco de canciones sin que su sentido común me juzgue y el mío me lo impida, seguir durmiendo con él cuando tiene miedo y haciendo desaparecer todas las formas raras de las sombras con sólo entrar en su habitación.


Olga Bernad

jueves, 29 de mayo de 2008

Visita a la ciudad fantasma

Vuelven luces azules en la noche
que recibe los besos y los ata,
los obliga a las almas y a los labios
en toda la ciudad y en aquel tiempo.
En todo aquel silencio no alumbraba
más voz que tú. ¿Sabías que recuerdo
nocturnos calendarios de las calles
y una difusa línea de tranvías
que te llevó a lugares menos ciertos?
Sabías que recuerdo y que no estuve.
Crucé las calles y miré al silencio
(vi la lenta renuncia del silencio),
hablé con los relojes, los desnudos
fantasmas que convoca tu tristeza.

Olga Bernad

Actualización de 03/02/2009: Aunque en su momento no publiqué la dedicatoria, entre otras cosas porque no sabía enlazar, este poema está dedicado a Antonio Azuaga y fue escrito al hilo de su Ciudad fantasma . Posteriormente, hubo secuela.
Me encanta dejar esta tardía constancia.

martes, 27 de mayo de 2008

Cuando llegue

La magia tiene que ver con los deseos, con las palabras, con los números. Sobre todo, tiene que ver con los hombres: los que desean, los que inventan los números y las palabras, los que cuentan los deseos con palabras y cuentan las palabras, los que quieren saber quiénes son. Quieren que Dios les mire en todas las cosas, y lo hace. Igual que el diablo galopa hacia cada persona, sin que se pueda evitar.

Puedes rezar o intentar hacer magia, puedes quedarte de pie o acurrucarte, cerrar los ojos o cansarte de hablar; puedes buscar la segura frialdad del silencio o el arriesgado calor de los amigos. Puedes disponerte a morir o empezar a adoptar gestos de esclavo, pero ¿qué harás de verdad cuando llegue? Serás tú, ya verás. Verás lo que eres.


Olga Bernad

domingo, 25 de mayo de 2008

Todo

Sé desde hace algún tiempo
que ya nada sería suficiente,
salvo absolutamente todo.
Y no sé qué es todo,
no sabría pedirlo ni explicarlo,
no sabría tal vez reconocerlo.
Pero lo quiero todo.
Y no sé si sería suficiente.

Olga Bernad

sábado, 24 de mayo de 2008

Palabras elegidas

Dice que es muy valiente y, no, no le asusta la oscuridad, sólo la mata el desconcierto. Pero cuando ella imagina, parece que yo miento y que yo invento. A veces no disimulo nada: lo que pasa es que no sé cómo explicarme. Y eso es un problema cuando ya no quieres leer ni que te hablen, lo que quieres es escribir.

Todos conocemos gente con la cabeza llena de ideas, pero un cuento siempre se ha escrito con palabras puestas una detrás de otra y tienes que elegir, tienes que decidir entre unas u otras, jugando todo el rato al juego desquiciado del sí o el no para que quepa Roma, que quepa el peregrino, todas las intenciones, la luz, la lluvia y mayo, todos los lirios torcidos y todo en líneas rectas. Es imposible.


Olga Bernad

miércoles, 21 de mayo de 2008

Deudas

Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas.


Me encantaron estos versos antes de saber nada sobre Quevedo ni su intensa poesía, casi nada sobre Roma, salvo que allí pasaban grandiosas películas de amor y guerra; antes de buscar: me gustan desde la primera vez que los oí. No los leí, me los dijeron, y esa persona me transmitió tal vez un poco de lo que él sabía y acercó a mis oídos el no sé qué que quedan balbuciendo.

He olvidado lecciones bien aprendidas y he dejado de aprender otras, pero recuerdo ese extraño placer doloroso, oh, peregrino, y esa Roma que no acabas de encontrar.


Olga Bernad

martes, 20 de mayo de 2008

Desde el puerto

Parecías un lento petrolero
ensimismado bajo un sol de escarcha.
Y el corazón atado tras el buque
se mecía aún más lento sobre el agua;
y el descampado gris y azul del agua
otro mar de metal oscurecía:
mar negro sobre el mar en mi mirada.

Olga Bernad

domingo, 18 de mayo de 2008

Ella y yo

Fui una niña tan solitaria que nadie lo notó. Tal vez dejar que se noten la tristeza y la soledad sea sólo una curiosa petición de ayuda y yo no pensé que la necesitaba. Y nunca me mostré. Mientras la niña guapa y lista coleccionaba éxitos y amigos y la adolescente besos, ella, la otra, se fue quedando cada vez más escondida, haciendo lo vergonzoso, el trabajo sucio de su mitad, la que llora por cosas que no puedes contar a nadie y la que aprende cuando nadie a tu alrededor quiere aprender. No la dejé hacer amigos ni conocer gente como ella, porque la niña lista, representante de su clase por votación popular, comprendió pronto lo mal que les iba en la vida a toda esa cuadrilla: los que no encajan, los vulnerables, los despreciados, los olvidados, los políticamente incorrectos, los verdaderamente insumisos. Nadie es la palabra que la acompaña siempre, por eso ella es la más triste, el destartalado escondite de mi sensibilidad.

Como todos los niños encerrados, no creció bien; pero ella se las arregló para sobrevivir y , un día, cuando no fueron los amigos, ni los amantes, ni los chicos que me besaban en el parque, sino Dios mismo el que me puso contra el paredón, mientras la chica lista se moría de miedo y de dolor y corría despavorida hacia ninguna parte, fue ella la que se quedó de pie y sostuvo la mirada del ejecutor y la mía, ella le convenció de que no disparase y luego siguió leyendo sin esperar ni un poco de mi agradecimiento. La mujer que soy no sería nadie sin ella.

Una tarde la saqué a pasear un rato y ahora no deja de llamar a la puerta, está ahí, de pie, arregladita, con su carpeta en la mano para tener algo a lo que agarrarse, con sus ojitos de miope que no saben mirar como yo, con esa palidez sin remedio que nunca le permitirá lucir mis escotes en primavera, sin novio y con los labios sin pintar, más terca que una mula, susurrando sílabas. Creo que quiere eso que llamamos libertad, la muy ilusa, y su parte del inmenso mundo loco que tal vez acabará con ella, tan sensible y desarmada. Aunque puede que no. A su manera se ha hecho fuerte y aguanta sin respirar mucho más que yo.

Ojalá haya alguien por ahí que quiera hablar con ella.


Olga Bernad