Fui una niña tan solitaria que nadie lo notó. Tal vez dejar que se noten la tristeza y la soledad sea sólo una curiosa petición de ayuda y yo no pensé que la necesitaba. Y nunca me mostré. Mientras la niña guapa y lista coleccionaba éxitos y amigos y la adolescente besos, ella, la otra, se fue quedando cada vez más escondida, haciendo lo vergonzoso, el trabajo sucio de su mitad, la que llora por cosas que no puedes contar a nadie y la que aprende cuando nadie a tu alrededor quiere aprender. No la dejé hacer amigos ni conocer gente como ella, porque la niña lista, representante de su clase por votación popular, comprendió pronto lo mal que les iba en la vida a toda esa cuadrilla: los que no encajan, los vulnerables, los despreciados, los olvidados, los políticamente incorrectos, los verdaderamente insumisos. Nadie es la palabra que la acompaña siempre, por eso ella es la más triste, el destartalado escondite de mi sensibilidad.
Como todos los niños encerrados, no creció bien; pero ella se las arregló para sobrevivir y , un día, cuando no fueron los amigos, ni los amantes, ni los chicos que me besaban en el parque, sino Dios mismo el que me puso contra el paredón, mientras la chica lista se moría de miedo y de dolor y corría despavorida hacia ninguna parte, fue ella la que se quedó de pie y sostuvo la mirada del ejecutor y la mía, ella le convenció de que no disparase y luego siguió leyendo sin esperar ni un poco de mi agradecimiento. La mujer que soy no sería nadie sin ella.
Una tarde la saqué a pasear un rato y ahora no deja de llamar a la puerta, está ahí, de pie, arregladita, con su carpeta en la mano para tener algo a lo que agarrarse, con sus ojitos de miope que no saben mirar como yo, con esa palidez sin remedio que nunca le permitirá lucir mis escotes en primavera, sin novio y con los labios sin pintar, más terca que una mula, susurrando sílabas. Creo que quiere eso que llamamos libertad, la muy ilusa, y su parte del inmenso mundo loco que tal vez acabará con ella, tan sensible y desarmada. Aunque puede que no. A su manera se ha hecho fuerte y aguanta sin respirar mucho más que yo.
Ojalá haya alguien por ahí que quiera hablar con ella.
Olga Bernad