martes, 25 de febrero de 2014

Contra mundum

Contra lo que yo misma sinceramente pienso
-y contra lo que digo-,
conozco lo que amo.

La verdad es tan cierta, tan terca, tan presente
que basta descuidarse un miserable
segundo de tristeza,
basta cerrar los ojos un momento,
y se extiende como una niebla densa
sobre la realidad; suave se acuesta
contra el mundo y las cosas.

Y me tumba despacio y a su lado.


Los ojos de los muertos (el cortometraje)

Seis meses después de su estreno, y tras su participación en varios Festivales y Muestras a nivel nacional y su emisión por televisión el pasado sábado, Raúl Guíu, director de Los ojos de los muertos, me avisa de que el corto ya se puede verse en abierto.  A finales del verano adelantamos por aquí su banda sonora, para la cual me habían solicitado un poema del libro Nostalgia armada, publicado en Ediciones de la Isla de Siltolá en 2011. Oírlo en los minutos finales, musicado por Cuti Vericad e interpretado por su grupo, me hace la misma ilusión que el día del estreno. 
Un proyecto sencillo y original que concentra en 8 minutos una historia vista a través de los ojos de los personajes muertos.  Me gusta mucho guardarlo aquí por fin.  Espero que lo disfrutéis:

Dirección y guión: Raúl Guíu
Producción: José María Guíu
Producción ejecutiva: Francisco Javier Millán
Fotografía y operador de cámara: Roberto Torrado
Edición: Roberto Torrado
Música Original: Cuti Vericad sobre un poema de Olga Bernad
Actores: Alfonso Palomares, María Díaz de Rada y Tomás Martín

viernes, 21 de febrero de 2014

Fumar, amar.


Una vez dejé de fumar durante seis meses. Nadie que no haya tenido una adicción de verdad podrá entenderlo. Fue toda una experiencia. A mí me costó lágrimas, hubo tardes en las que lloré de auténtica pena porque nada tenía sentido ya: ni salir de trabajar, ni tomar un café con los amigos, ni leer, ni escribir ni -sin entrar en más detalles- ninguna otra actividad antes tan grata. No merecía la pena porque después, después, después quería fumarme un cigarrillo y resistirse era tan duro que resultaba preferible no hacer nada, solamente aguantar entre cosas banales con un no entre las cejas. Dormía horas y horas. Cosía botones. Me iba al cine. Pero un buen día me levanté y, a mitad de mañana, me di cuenta de que no había pensado en el tabaco, de que había vivido normalmente y sin sufrir. Y me hizo gracia. Una noche salí a cenar. Y no fumé. Y no pasó nada. Y luego salí otra noche, y otra. Pensé que yo había vivido mi adicción como se vive un amor cuando se es muy joven. Tu sangre te lo pide, tu pensamiento lo llama, estás verdaderamente enferma sin él. Pero sabes que él no te hace feliz ni te hace mejor y, de repente, una tarde, ves que has pasado cinco horas sin echarlo de menos. Y al día siguiente son diez, y al mes ya casi no te acuerdas. Y eso te libera. Pero, en el caso del amor, también te deja un poco huérfana. Ya no se enciende la noche por una sonrisa o por una frase que tal vez significa algo, ni una mirada te traspasa como una espada ni una palabra suya bastará para sanarte. A cambio de no sentir una ansiedad constante pierdes toda esa extraña luz con la que antes mirabas las cosas. De dónde saldrá esa luz, por qué vendrá, a dónde se va luego.



Nota: Desde la semana pasada está en el aire el número 3 de la revista CUADERNO ÁTICO. La sobriedad y la elegancia que Juan Manuel Macías imprime a sus textos se deja sentir también en su forma de editar. Junto a una interesantísima compañia, en la sección LA BIBLIOTECA (pp.92-94) aparece un texto de Algunos cisnes negros, mi último libro, que recopiló algunas prosas de este blog: La pesadora de perlas.  Toda la revista, AQUÍ.