Recibo esta semana dos alegrías juntas. El lunes, Antonio Rivero Taravillo daba noticia de mis "Perros de noviembre" en su mítico FUEGO CON NIEVE tal que así, con poema incluido:
Consolidando su voz como una de las más importantes hoy de las letras aragonesas, Olga Bernad publica Perros de noviembre,
su cuarto libro de poesía. Su dicción clásica, serena, compite con el
onirismo desordenado de no pocas de las composiciones. Está bien que así
sea: son nupcias que me recuerdan a las que establecen las obras de
poetas que ella admira como Julio Martínez Mesanza o Juan Eduardo
Cirlot. Del buen hacer de Bernad, y de estas dos características que
digo, es el poema que reproduzco como invitación a su jauría otoñal:
ESTA NOCHE
Todas las noches son como esta noche,
todas las noches fueron como ésta;
cuando el mundo nació, ya era de noche.
Y en la excesiva noche de los tiempos
alguien soñó que nada pasaría.
Si te dejas caer hoy por mi sueño,
prometo protegerte de esa nada.
Seguros hacia dentro de la noche,
arrastraré hasta el fondo tus demonios;
al fondo de la noche, donde el tiempo
se convierte despacio en otra cosa.
http://fuegoconnieve.blogspot.com.es/2016/05/perros-de-noviembre.html
.
Hoy por la mañana me he encontrado esta reseña en el blog de Álvaro Valverde. He recibido la noticia en medio del tráfico, mientras cruzaba la ciudad
camino del trabajo. Por un momento, a caballo de mi corsa azul de 1999,
me he sentido una diva o una cantante de jazz. La magia de la palabra. Y
me ha hecho mucha gracia. Muy en serio: grazie tante. Por la minuciosa
lectura, por la atención:
LA BERNAD
Sí, digo "la Bernad", en tono cordial,
porque esta poeta zaragozana tiene algo de diva, y no por su "fama
superlativa" (qué necesidad) ni porque vaya de estrella por la vida,
sino por ese aire de cantante de ópera o de jazz que uno le encuentra
cuando ve alguna fotografía suya, siempre con un aire de misterio, como
la que le hizo María Teresa Gómez Puertas y que ilustra una de las
primeras páginas de su libro Perros de noviembre (La Isla de Siltolá). Es el cuarto de poesía que publica, tras El mar del otro lado, Nostalgia armada y Caricias perplejas, de 2009. Fiel a sus principios poéticos y vitales, que aquí son una y la misma cosa, Olga Bernad
apuesta por la pasión. Desde el principio, a partir de una cita de
Bukowski: "Encuentra lo que amas y deja que te mate". No podía haber
elegido mejor. De eso va este intenso puñado de poemas donde el amor es
absoluto protagonista. Dos versos certeros inician el discurso: "Todos
los héroes eran hombres solos". "Todos los héroes eran hombres tristes".
El primero y el último de "Todos los héroes". Y más adelante, en esa
línea de aciertos: "Seguí pensando en ti tan en silencio / que a veces
ni yo misma lo sabía".
De entre los muchos símbolos, la noche. En "Esta noche", por ejemplo.
Noche donde se abisman los sentimientos, siempre encontrados. Sí, hay
algo de oscuro y hasta de maldito en este libro. De amor, ya se dijo, y
de desamor. "Alejarse de alguien es como irse del mar / cuando acaba el
verano", leemos. O: "Dejar de amar a alguien se parece / tanto a perder
la fe". En el filo de la navaja: "asombrado / de que al amor le guste
parecerse / un poco al fin del mundo".
Otra fidelidad: el ritmo, que ella consigue, sobre todo, a base de
endecasílabos, aunque en este libro uno aprecie un cambio en la música,
menos clásico. Como noto una mayor complejidad en el planteamiento de la
obra (entendida en su conjunto) y en la resolución lingüística de cada
poema en particular. La sintaxis ha cambiado. Hay una mayor elaboración y
abundan los sutiles juegos de palabras.
Poemas destinados a un tú cernudiano y a un yo autobiográfico, sin que
por ello estemos ante una poesía confesional o intimista, en su más
rancio sentido.
Y un poema paradigmático y logrado: "La vida extrema": "Soñé que un
animal me perseguía", un verso de once sílabas que me recuerda a otros
de nuestro acervo literario, aunque en clave contemporánea. De Martínez
Mesanza, pongo por caso.
En "Los perros y la nada" leemos: "La luna y yo, los perros y la nada, /
y la vida cayendo / como una absurda lluvia incomprensible". "Conozco
lo que amo", afirma. Y luego, en "No fear": "No he crecido en
valor sino en misterio, / esa forma poética y absurda / de nombrar lo
escondido / para calmar el mar de la impaciencia".
"Spira Mirabilis" es un poema largo donde Bernad demuestra de
nuevo su solvencia. Como en "Maldito duende", "La tristeza de los
apátridas" o "Escrito para amar".
Como dijo Antón Castro (que acaba de publicar El musgo del bosque),
"Olga Bernad posee una voz personal. Es minuciosa, tiene capacidad para
crear imágenes vigorosas e inesperadas. Su poesía posee clima y
tensión, ritmo y evocación, aspira a la belleza, incluso a la terrible,
se atreve a abordar temas dolorosos o exultantes con libertad. Demuestra
una convicción absoluta en la fuerza de las palabras. Cree en la vida
extrema del lenguaje. Siempre está en el camino, aunque haya estado la
tormenta. Y es ahí, en pleno tránsito, donde la sorprende la
inspiración".
http://mayora.blogspot.com.es/2016/05/la-bernad.html