Atrapados por lo que vemos (o
podríamos ver) con una simple búsqueda, nos hemos convertido en ruedas de
molino, estrellitas de un universo en expansión o deshechos planetarios
atraídos por la inmensa fuerza de un potente agujero negro, soportando esta
presión maravillosamente activa al borde de un inesperado horizonte de sucesos.
Era fácil ir cayendo. Nunca pasaba nada. Necesitamos la cercanía de los otros como
siempre, a la clásica manera de la noche de los tiempos, mas le fuimos
encontrando ventajas al hecho cierto de que también pudiese ser falsa o lejana.
Así fueron surgiendo textos, textos y textos; imágenes, películas y atajos
hacia miles de datos sorprendentes. Pero no nos tocamos, y así fuimos también
inalcanzables.
A salvo de todo contacto
humano, miles de ojos comenzaron a actuar, acompañados de una confusa sensación
de perdurabilidad, provisionalidad y descuido, como si escribiésemos sobre la
arena pero alguien nos tomase una foto que pensara guardar en un armario
mágico. Entre el conocimiento más especializado, una marea negra de erratas que
jamás corregiremos, la crueldad del que se considera impune, el atrevimiento
del cobarde junto a las más altas cimas de la ternura, la inseguridad, la
pérdida del tiempo, la compasión y el talento compartido. Generosidad que no espera nada a cambio,
amistad, anoréxicas, góticos, escritores, políticos, periodistas, viciosos,
lobos, planetas, versos, autobombo, belleza, una historia de amor, cien mil
envidias. Vida. Tristes suicidas de ojos
limpios. Piratas. Listos. Tontos. Publicidad. Política. Profundos lagos oscuros. Deep web. Fotos de amaneceres. Sabiduría… Y
tú. Tal vez porque tu primer comentario fue como pisar una pequeña parcela de
la luna que pudiste habitar. Y te gustaba.
Por eso te quedaste y
participas de este vals donde se mezclan
apellidos y pseudónimos, aparente anonimato y firmas estelares, caldo
oscuro en el que alguien puede encontrar tu DNI si sabe buscarlo, puede
encontrar tu casa, tu trabajo, tu mirada. Qué extraña y peligrosa inmunidad,
qué gran ruleta rusa de intenciones. En
alguna de las vueltas del vals mi vestido rozó el perfil de alquien. También hubiera podido chocar conmigo misma y
no reconocerme.
En cualquier caso –creo- esto es literatura y, de una extraña forma,
todo es normal. Los tiempos. Nunca pasará
nada.
2 comentarios:
Es lo que tiene lanzar una botella al mar del ciberespacio. Esa botella, multiplicada, llega a muchas playas.
Salu2, Olga.
A veces es sorprendente, sí. Y también nosotros recibimos tantas cosas. Somos a la vez el mar, la playa, el mensaje y la botella.
Salu2, Diego. ¡Buen viaje!
Publicar un comentario