Soltando un perro. Dedicado a todas las mujeres lectoras -que son muchas-, que acaban sus noches en brazos de algún libro.
LA ELEGIDA
Ha sido muy hermoso, como siempre,
dejarme secuestrar por tus caricias.
Lo esperaba y has sido lo esperado
y, mientras tú cumplías tu destino,
yo he jugado las cartas que tenía:
hormonas y horizontes
y esa curiosa sed de alma del cuerpo.
Arco de aliento, flecha del deseo,
jadeo de animal que muere y mata,
resurrección y pan de cada día.
Ya está, mi amor, apaga el cigarrillo,
tu lado de la luz y mi silencio.
Hace treinta segundos
que mis ojos añoran mi mesilla.
Sobre el lomo del libro que ahora duerme me espera
--a mí, soy su elegida--
el exacto galope que me adentra en mí misma.
Un noble potro oscuro es mi montura,
el mar más lento ruge dentro y lejos.
Dios duerme, yo me escapo;
a veces mi alma tiembla como el aire
cuajado de tambores de sus guerras.
(Olga Bernad, “Perros de noviembre”, Ediciones de la Isla de Siltolá, Colección
Siltolá Poesía, 2016)