Es verdad que la primavera se acerca. Lo noto en muchas cosas, las normales: los almendros, las yemas de los árboles, el olor del domingo, el sonido de los tambores de Semana Santa que ensayan a lo lejos, mi sangre alborotada. Pero hay algo que vuelve cada vez, me viene a la cabeza de pronto y sé que ya está hecho, que se acabó el invierno. Es ese momento en el que coges el coche un domingo cualquiera para ir a comprar el periódico, te enciendes un cigarro, bajas la ventanilla, subes la radio, ponen una rumba, te cruzas con la poli - que te sonríe- y tú, mientras le devuelves la sonrisa, sientes por dentro otra vez esas ganas locas de atracar gasolineras.