A veces me concentro en un solo pensamiento
y no hay alrededores.
Hay un estruendo sordo de ventanas abiertas,
una pequeña barca a la deriva
(y el mar es aún tan grande como siempre).
Hay tormentas muy lejos, tan adentro,
y hay mil palabras blancas y tu sangre
es el espejo oscuro de la mía.
Hay, en fin, un final porque hubo un tiempo.
Y me derramo en él como una copa
llena que sueña que estará vacía.
Creo que pienso en ti. Pero quién sabe.
8 comentarios:
También tu poesía es tan grande como siempre, con esa sencillez entreverada de quién sabe qué misterio. Un espléndido estruendo de ventanas abiertas cuando menos lo esperamos.
Yo tampoco sé cuándo esperarlo, Durrell. Ni cómo. Pero a veces llega y ahí estoy, de imaginaria. Es lo único que puedo hacer.
(Y gracias :)
Maravilloso. Concluye el poema y ese estruendo sordo de ventanas abiertas sigue haciendo temblar el silencio.
Besos.
Ave, Gloria, llena eres de savia. De savia sabia.
Olga:
¡Me encanta la duda del final! Le da un tono como irónico, mordaz, secreto, "chulapón" y muy humano.
Salu2 marinos.
Juan Manuel, recuerdo una conversación sobre ¿poesía? (tal vez) en la que te dije que yo era muy partidaria del temblor:) Si no tiembla al menos el silencio... mejor seguir en él.
Besos y gracias.
Gracias, bendito Miguel:) Mayo trae mucha savia en movimiento, como una marea enorme formada de muchas pequeñitas y sincrónicas. QuizÁ el poema forma parte, tan pequeño, de esa gran marea.
Ay, mesié, qué cosas me hacéis ver a veces... Gracias por tu mirada sobre el poema.
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