jueves, 30 de mayo de 2013

Una cita con El buen amor

El próximo jueves presentamos por fin El buen amor.   Hoy aparece en el Heraldo una reseña de Santiago Gascón que se hace eco de la presentación y del libro.  Aprovecho para agradecer también a Álvaro Valverde su bienvenida, a Antón Castro su mención (aquí, aquí), y muy especialmente a Enrique Baltanás su particular lectura: aquí.  A su aire, El buen amor va haciendo su camino.

  (Clic sobre las imágenes para leer)

El lunes estaremos en la Feria del libro de Zaragoza, de seis a nueve de la tarde, en la Caseta de la Asociación Aragonesa de Escritores.  Muchos libros, muchos autores, mucho que ver.



Pero el jueves os esperamos a todos en El pedacito de cielo:


viernes, 24 de mayo de 2013

Cinco años de blog, antología y entrevista

Cinco años ya. Reconozco sentir una cierta nostalgia por otros momentos en los que los blogs contaban con más vida, aunque quizá con menos firmas "importantes". La blogosfera es como un pueblo en cuyas calles cada día te encuentras una nueva casa abandonada. Entra dentro de lo normal, supongo, porque cinco años es mucho tiempo y todo esto es provisional. ¿Alguien tenía un plan cuando empezó? Yo no, desde luego. Seguro que, de planearlo, nada hubiese salido igual. Mejor seguir el curso de la apetencia, escribir, barajar tiempos de silencio y palabras y dejarse llevar entre textos, poemas y noticias que a veces se acumulan.  De momento, cinco años.

Este cumple viene acompañado de la reciente publicación de mi segunda novela -El Buen Amor- y de la recuperación de un proyecto que se paralizó el año pasado: Algunos cisnes negros, el compendio de las prosas del blog. Verá por fin la luz tras el verano, si el tiempo y la autoridad no lo impiden. 

Por otra parte, Vakxikon.gr publicó a finales de abril la antología de poesía hispanoamericana contemporánea, Ανθολογία Σύγχρονης Ισπανόφωνης Ποίησης. de la que se fueron mostrando entregas en la revista de la editorial. Las traducciones, la edición y el prólogo son de Ati Solerti; el epílogo, de Mario Domínguez Parra, que actuó también de asesor.  Treinta y siete poetas antologados (nómina completa: aquí),  Entre sus páginas (134-138), tres poemas míos: Todo, Distinto amor e Hic sunt dracones.





Ayer acudí a los estudios de Aragón Radio para asistir al programa Escúchate, un buen sitio para hablar de lo divino y de lo humano (y también de El buen amor) con Javier Vázquez y sus colaboradores

martes, 30 de abril de 2013

Duermevela en Cuaderno ático

Se puede descargar en formatos PDF y DJVU
clic AQUÍ 
Acaba de nacer Cuaderno ático, una revista de poesía. La dirige Juan Manuel Macías. Su marca: una sobria y elegante factura, perfección tipográfica y textos de muy distintos autores.  Tengo el honor de haber colaborado en su número inaugural con un poema, junto a textos de Martín López-VegaEduardo Moga Julio César Galán, María Ángeles Pérez López, Sergio GasparAntonio Rivero TaravilloJuan VicoJavier Lostalé,Mario Domínguez Parra, Ángel CerviñoLuis Miguel Rabanal, Jeannette L. ClariondMaría Antonia Ortega, Álex Chico y José Luis Piquero, además de traducciones de Goethe , Vasilis Laliotis y Cavafisa cargo de José Luis Gómez Toré,  Mario Domínguez Parra y el propio Juan Manuel, respectivamente.
Larga vida. 


DUERMEVELA

Las noches de los pensamientos ciegos
avanzan
aterradas de mar.
La vela que navega,
la que ya se ha apagado para siempre;
el mar, como un fantasma,
cede su sangre al viento y la marea
tira y tira de mí.
Mi corazón y el mundo hipnotizados,
los niños en el vientre de sus madres,
la arena de las playas,
los días de verano:
todo acaba danzando,
buceando,
moviendo las caderas de la tierra
agotada e impúdica.
Penélope, perdida la esperanza y el nombre,
es una mujer lenta que recuerda
un baile que olvidó.
Y el baile es ley y número y misterio.

El principio del sueño tiene una voz de coro
de doncellas, caballos y muchachos
que buscaban su muerte en ese mar.
Mis pensamientos dejan su costura,
como bellas y ajadas putas ensimismadas,
sacerdotisas presas
cuyo destino el tiempo envileció,
que no saben si esperan o descansan o son
más allá de este mar y de esta noche larga.
Como si todo fuese una tormenta
a punto de caer
sobre una plaza llena
de músicos rotundos y cobardes
(tan rectos, jesuíticos, soberbios)
los condenados santos del reino del rencor.

¿Y de qué me acusaban esos músicos?
¿Y qué les hice yo?
¿Por qué se suicidaban los caballos?
¿Por qué me puse alegre cuando el viento
se llevaba muy lejos los papeles?
Y por qué vuelve ahora la mirada tristísima
de aquel amigo al que insulté en mi infancia,
aquel dolor tan limpio en otros ojos
(si luego ha habido tantos otros ojos).
La carita de niña de la virgen
en los cuadros antiguos.
La mirada de hambre de aquel hombre
que inundó de palomas mis pulmones.
(Fumaba
como si él estuviera bebiéndose mi alma,
y respiraba yo de su ansiedad asmática
como si el aire fuera de cal caliente y vino).
La vez que me perdí sobre una cama.
La vez que me perdí dentro de un bosque.
Todas las veces que alguien me buscaba.
La vez que te encontré.
La vez que yo miraba fijamente
tu copa de cristal y se hizo añicos.
Sé que me asusté tanto que quería
pensar en otra cosa. Pero nunca
paraba de llover. Nunca paraba.
No sé, todas las veces
que no me has visto hundirme en estas aguas.
Un millón de caballos angustiados
cansados de callarse,
viniendo en avalancha y aún callados,
parecen pronunciar con la mirada
que todo tiene fin salvo el silencio
y las olas del mar.

Y por qué regresar si no podré salvarlos,
si al sueño viene todo menos tú.
Mira otra vez y duerme.
Todo se va cayendo sin ruido al mismo pozo
acogedor y oscuro
como el beso de un príncipe,
como la suavidad de su tiniebla.

miércoles, 24 de abril de 2013

Libros y días

En el Heraldo.  Veintitrés de abril.  Libros que han marcado tu vida.  Veintitrés recuerdos de otros tantos autores. Yo tendría mil deudas que pagar, pero da gusto saldar alguna.

El buen amor, recién salido del horno, estuvo en la mesa de NUEVOS RUMBOS, en el Paseo de Independencia.  Gracias a todos los que os acercasteis por acogerlo así, lo pasamos muy bien y nos acompañó hasta el buen tiempo.


Añado ahora, conforme me van llegando, algunas fotos del día de ayer... qué prisa se da el pasado (o el futuro).  O será el presente lo que se me escapa siempre, no sé, allí estuvimos:






De buena mañana, frente a correos, entre Olifante y Eclipsados. Primeros curiosos




A firmar...




Amigas y lectoras que pasan hasta dentro, muy felices con su Amor (sabían que obsequiábamos a nuestros lectores con vino).





Amigas que se acaban llevando también la botella de vino.











Muchísima gente, sobre todo entre las doce y las dos.







Gente encantadora.








A estos los amo.








Alrededor de la matriarca, Maruja Collados, sus hijos -responsables de la editorial-, algunos amigos y escritores.









Se acabó el vino...





Estuvo también nuestro amor (duro amor, pero amor)  entre los 23 libros para el 23 de abril que Antón Castro recomendó en Heraldo.es: AQUÍ. Un día estupendo para recordar.  

lunes, 15 de abril de 2013

Mi nueva novela: El buen amor


Acabo de recibir las cajas con los primeros ejemplares de mi nueva novela. En breve estará en las librerías.  Es tarde y la luz es mala, pero no quería esperar mejor momento. Le he hecho unas fotos con el móvil, lo he traído aquí, el primer lugar donde compartí algunos textos con los demás. Yo no sé qué decir, como en esos encuentros que hemos esperado mucho tiempo.  Lo miro.  Lo toco. Me gusta este preciso instante. 

Se publica en Nuevos Rumbos, y siempre agradeceré a José María Pérez Collados la dedicación personal a este libro, su enamorada lectura, el cuidado de cada detalle. La portada es de Jose Herrero y la edición se acompaña con ilustraciones suyas y de Antonio G. Oliete, y también con un breve texto de contraportada a cargo de Francisco José Martínez Morán.

Pero ahora mismo no podría decir nada más, salvo que me encantaría que os lo llevaseis a la cama...

Nota de 22 de abril: Aunque todavía no se ha distribuido, mañana estaremos firmando ejemplares en la mesa de NUEVOS RUMBOS en el paseo de Independencia de Zaragoza, con ocasión de la Feria del Libro.  También se encuentra ya disponible para ser encargado directamente a la editorial: AQUÍ


domingo, 31 de marzo de 2013

Leones en Turia

El día 20 de marzo se presentó en el Teatro Principal de Zaragoza el último número de la Revista Turia. El agravamiento de la enfermedad de mi suegro, que murió a la mañana siguiente, me impidió asistir.  Me hubiera gustado mucho.  Hacía más de diez años que Turia no se presentaba en Zaragoza y había prometido a Raúl Maícas, apenas unos días antes, hacer lo posible por estar ahí.  No pudo ser. Pero al menos entre sus páginas quedaron mis leones, todavía hambrientos, en una compañía inmejorable.  Me gusta celebrar la primavera con una buena noticia, porque lo mejor del año queda aún por delante, porque hoy cumplo yo misma otro año más, porque a pesar de los pesares revistas como Turia siguen, porque todo debe seguir. Que no se nos muera el hambre. 



DE NUEVO LOS LEONES

Han vuelto los leones escondidos
con más plomo en los ojos y, en los dientes,
su hambre de horizontes y de sangre.
En las selvas dormidas del instinto
la conciencia es a veces un animal despierto.

Seis presas son seis cuerpos sobre el suelo
para una sola fiesta de la carne.
Si con nada tenías suficiente,
suficiente sería que no hubieras
ni siquiera empezado a contar víctimas.

Porque será imposible regresar
sin que en el alma pesen tantos cuerpos.


lunes, 25 de marzo de 2013

No es país para viejos

(La fotografía es de Fernando González Seral)
El jueves pasado, después de una enfermedad que duró varios meses, murió Antonio, mi suegro.  Un agricultor que mañana hubiera cumplido ochenta y cinco años.  Su tiempo y su paisaje estuvieron llenos de campo y trabajo hasta el final.  Ninguna queja.  La fortaleza amable de un extraño vikingo nacido en el secano, surcando toda la vida mares de cereal bajo cielos pesados como plomo, contundentes, impasibles. Pero él tenía la ternura recia y sin aspavientos de los fuertes, el aguante de los hombres buenos y ni la enfermedad consiguió arrebatarle lo que era.  No sabría escribir nada que se pareciese a lo que siento, no sé si es bueno intentarlo. 

Es doloroso pensar en la última etapa, el periplo de hospitales, altas, nuevos ingresos, nuevas y rápidas altas, como si el sistema no quisiera gastar un euro de más en una persona anciana que no tenía ya esperanza de recuperación, como si con su trabajo desde los ocho años no se hubiese ganado sobradamente su primer ingreso en la Seguridad Social, como si él tuviese la culpa de que su cuerpo no pudiese más. La sensación de angustia cuando, aun reconociendo su dependencia total, cualquier ayuda (si llegaba) iba a tardar meses o años.  Primero te arruinas; luego, ya veremos. O no veremos: lo normal es que, en la espera, te mueras. La sensación de no saber qué hacer.  No es país para viejos y no tengo muy claro que tampoco lo sea para jóvenes. He sentido asco y tristeza por todos nosotros.

A pesar de todo, el personal que le atendió fue siempre amable con él, era imposible no cogerle cariño a un hombre que, con el último aliento, aún tenía ganas de agradecer lo que se hacía por él, de mandar besos a las enfermeras y de ser razonablemente feliz incluso en esa situación.  Por fortuna, su nivel de comprensión se fue ofuscando, la terca realidad no lo atrapó del todo y nunca fue plenamente consciente de su extrema gravedad.  Olvidaba las continuas y terribles humillaciones a las que nuestro cuerpo nos somete cuando no nos responde. Volvía a sonreír. La lluvia le hacía pensar en los trigales. Le hubiera encantado ver, una vez más, un campo de trigo en primavera. No siempre tengo claro si Dios existe o no, pero hoy se me partiría el corazón si no existiese.  ¿A dónde irán, entonces, todos los hombres buenos?

Hoy he encontrado esta fotografía.  Feliz en su tractor en medio del secano.
Descanse en paz.
          

miércoles, 13 de marzo de 2013

Andábata en la cárcel



Ayer Andábata y yo fuimos a la cárcel de Daroca, invitadas por Javier Aguirre. Desde la Biblioteca de Aragón se desarrolla un Programa de colaboración con los Centros Penitenciarios, a resultas de un convenio firmado en 2010 entre el Ministerio del Interior y el Gobierno de la Comunidad.  Dentro de esas actividades, se realiza un Club de Lectura que incluye la visita de los autores.  Javier Mesa, Coordinador de Formación del Centro, acudió muy temprano a nuestra cita en Zaragoza para llevarnos hasta allí.

Muchas veces había pasado cerca de sus muros, visibles desde la carretera cercana, durante algún viaje por los alrededores. El edificio tenía para mí la contundencia de un búnker y la extrañeza de los espejismos; me dejaba en la cabeza el eco de un interrogante. Siempre me pregunté qué historias alojaba.  No imaginé que un día traspasaría esos muros, no para hacer preguntas sino para contestarlas.  No por sus historias sino por las mías.

Al entrar, el primer corredor me atrapó la conciencia: el peso excesivo de su realidad sin concesiones lo convertía casi en un escenario. Un lugar cinematográfico, un no-lugar.  Ni un solo detalle que aliviase la estética carcelaria. Cemento. Muros.  Alambre.  Nada.  Después muchas puertas, algún trámite, escaleras, presentaciones. Personas. Rafael Aparicio, director del Centro Penitenciario, que apoya decididamente las actividades de este tipo, aunque sean malos tiempos para la lírica y haya que contar también con la generosidad de las editoriales que ceden los ejemplares de los libros (gracias, de nuevo, a Juan Manzano que desde Paréntesis hizo también un esfuerzo para que esto fuese posible).  Y por fin el Módulo Sociocultural, la escuela en palabras de los presos, devolviéndole al nombre naturalidad y eficacia.  Un cigarro en el patio en compañía de Jaime Castejón, coordinador de Programas, que había leído la novela y quiso asistir al coloquio.  La visión de quien conoce muy bien el suelo que pisa.

Lo curioso es que, desde que entré en el aula de redacción de la revista La Oca Loca, el lugar donde nos reunimos con ellos, pasaron apenas dos minutos y me olvidé de los muros y de mis preguntas.  La afluencia hizo que estuviésemos muy cerca, sillas en corro, personas que hablan. Me acogió la atención con la que habían leído el libro, el interés que mostraron, la agudeza de las reflexiones, lo poco que les costó entrar -y hacerme entrar- en conversación. Las distintas edades de los lectores, el tema de la novela y sus muchos caminos periféricos hicieron que se interesasen por cuestiones también muy distintas, pero en todos fue común un respeto sin afectaciones innecesarias, la intención de que yo me sintiese bien y una cordialidad que sólo pude pagar con la misma moneda.  

Comprendí que yo no tenía nada que juzgar, que el momento me pedía cosas sencillas pero importantes: mirar a los ojos de las personas que me hablaban.  Escuchar y contestar con sinceridad.  Aprender. Sé que Andábata está muerta y así se lo dije a ellos.  No hay gladiador que pase de los 30 años y yo ya los he pasado.  El impulso que creó ese personaje es ya otra cosa.  Pero entendí que en ese instante el libro era también, más que el aula de la cárcel, el lugar real que nos reunía. Y, por un breve tiempo que bien pudiera ser una tregua, no importaba de qué estábamos rodeados, por qué caminos habíamos llegado hasta allí ni a dónde iríamos luego.  Desde su tumba imaginaria, esa gladiadora sin cuartel notó latir una vez más su corazón de palabras.

Vuestra lectura le dio vida.  Solo puedo decir gracias.


lunes, 4 de marzo de 2013

Sailing



Sobre las grandes frases navegamos.
Busco los precipicios y no existen.
No se puede llegar hasta el final, las rutas
ruedan sobre sí mismas en un planeta de agua.
El mar jamás se acaba y las mareas
no obedecieron nunca más orden que su fuerza,
el vaivén de campana de su ritmo.
Para decir adiós sería preciso
que el viento nos hubiera reunido
(que el viento nos hubiera destruido).
Que el viento nos olvide y que tú seas
sólo un viejo que llora repitiendo algún nombre.


martes, 26 de febrero de 2013

El fuego una vez más

(Y una vieja canción metida en la cabeza).



Cómo no echar de menos el fuego del corazón que enciende y limpia el mundo. Sentada al borde de un montón de certezas, mirando a un horizonte tan plano y tan difícil de defender, cómo hacer para que la frialdad no avance igual que un ejército entrenado.  No es que no sepa amar o perdonar, es que la mayor parte de cada día concreto esas cosas no importan.  No da tiempo.  A pesar de saber dónde está lo esencial, a pesar de saber que la vida es siempre corta (incluso cuando es larga) y tan inexorable como un dios vengativo, hay días que miro hacia dentro y no encuentro piedad.  Y mejor no esperarla tampoco de los otros.  Pensamientos de viejos, diría yo de joven.

Soñé que me acercaba a un hombre alto y rubio, fuerte como un vikingo.  Tenía la mirada nublada por un azul de acero y estaba parado en medio de una calle de Sevilla con la expresión de un animal polar y solitario aturdido en el absurdo centro de una fiesta nocturna. Esa mirada azul que me envolvía me dejaba en los huesos una sensación blanda.  Reza por mí, me dijo.  O se lo dije yo.  Perdidos y conscientes, desconcertados por la soledad y por todo lo que jamás tendrá remedio.  Qué será de nosotros.

Elías Moro recuperó hace poco un poema mío en su blog, dentro de su febrero literario. Gracias por compartirlo. Los poemas y el pan se alegran de ir de boca en boca.  

viernes, 11 de enero de 2013

Ironías de la vida

A Marta y Álvaro, que me hicieron pasar un buen rato.

Quedo con dos amigos y me animan a explotar mi vena irónica. Ya otros lectores me han animado a lo mismo alguna vez y yo sé que no sé explicar bien los sentimientos enfrentados que me produce el concepto. Para resumir, les digo: “En general, estoy en contra de la ironía”.Y no me gusta que las venas exploten, prefiero que sigan siendo cauce, curso y contención.Acabamos riéndonos muchísimo (menos mal que también estoy en contra de la coherencia total y así se lo demostré a mis amigos).

No son más que frases, un pobre recurso para poner de manifiesto un hartazgo: tengo el paladar estragado de tanto saborear ese tono suelto, poco exigente, presuntamente gracioso, estudiadamente superficial y no sé hasta qué punto calculadamente descuidado o descuidado a secas, que lo mismo sirve para analizar una novela que para tornarse puñetero y poner verde a alguien (o incluso para ambas cosas a la vez), eso sí, sin asumir las consecuencias, pues hablamos en broma y hay que tener sentido del humor y respetar y todo eso.

Entendámonos, no es que pretenda hacer una apología de la brusquedad para parecer más auténticos, esa es también la excusa a la que se agarran los sinceros profesionales para soltar sus hieles sin parar y quedarse tan anchos.  Por supuesto estoy también en contra, como cualquier persona un poco civilizada, de todo exceso de sinceridad innecesaria, esa actitud adolescente y cuadriculada que no acierta ni a intuir que la realidad es un mapa con muchas carreteras y que a lo mejor aún no las hemos recorrido todas. Pero, si finalmente uno decide ponerse estupendo, estoy en contra de que lo haga en broma para evitar que el otro pueda, al menos, mandarlo un poco a la mierda seriamente. Vaya, que estoy en contra de un montón de cosas: ¿Qué me dicen de la gente que te cuenta “su” verdad como si el posesivo fuese una patente de corso y la verdad un mar de plastilina? Yendo más allá, también me cabrean bastante los que “no tienen prejuicios” y, encima, no quieren que los tengas tú.  ¿Pero dónde has vivido?, ¿en el limbo?, ¿nunca has sacado conclusiones de la experiencia?  Pues entonces tienes prejuicios y, si no los tienes, vete a buscarlos porque son útiles como pocas cosas en la vida.  O vuelve a juzgar cada día, con la mente en blanco que ya nunca poseerás, cada hecho al que te enfrentes.

¿Qué busco entonces en una conversación, en un libro, en una persona, en mí misma? Algo muy normal:.bastaría con un poco de comunicación sin aspavientos (y sin tono constantemente “poético” o "buenista", a poder ser), un mínimo de conocimiento, un grado de autoexigencia mayor del que exigimos a los otros, una simple falta de mala fe, un cierto control de cosas tan humanas como la cobardía o la envidia. Un no necesitar herir o cumplimentar gratuitamente al de enfrente. Dejar eso para cuando debamos hacerlo muy en serio, y que entonces no nos dé vergüenza ser generosos.  Bastaría con tener alguna gracia, supongo.


Si mañana estáis por Zaragoza, aquí os esperamos.  Serios y formales.



domingo, 23 de diciembre de 2012

La Navidad, el fin del mundo, la procrastinación.

Dos semanas apartada de estos pagos y la Navidad ha vuelto a casa. Con un futuro que todos pintan de negro pero sin fin del mundo (de momento) ni profecía Maya que se cumpla, yo vuelvo a poner el Belén deprisa y corriendo y pienso en cartas a los Reyes Magos.  Me doy cuenta de que lo único que quiero es tiempo. Ese que siempre se me escapa entre los dedos.  Tiempo para hacer. Tiempo para perder. Tiempo para ser. Y nadie sabe cuánto le traen cada año los Reyes. Pienso también en la gente que me falta. Cada fallecimiento, un pequeño y terrible fin del mundo, una estrella que se apaga, un no lo sé.  Cada vida, una antorcha que late, que aún late, que aún podemos mirar. Soles occidere et redire possunt, nobis,cum semel occidit bervis lux... etc.

He recordado esta nota que el año pasado, por estas fechas, encontré para mi sorpresa entre los papeles de mi hijo pequeño. Me entristeció entonces que ya hubiese entrado en el reino de la procrastinación, del cual nunca se regresa del todo. Esos "deveres" que siempre se dejan para mañana. Pero hoy, al volver a leerla, pienso en el coraje de hacer planes, de mezclar la obligación con la devoción y poner nuestra voluntad a hacer equilibrios con ambas y con  el tiempo, la brevis lux, la vida. Aquel día Adrián hizo muchas cosas. 

Aunque nada salga nunca perfecto, os deseo una feliz Navidad y un nuevo año lleno de planes, juegos, besos, trabajo... y "deveres" cumplidos.    

miércoles, 5 de diciembre de 2012

De rendiciones (Himnótica IV)

A veces me gustaría formar parte de un ejército, de un coro, de un grupo poético, de una asociación de madres, de una tertulia parroquial, de un club de fans, de un partido político, de una secta.  Para cualquiera de esas cosas me ha faltado siempre convicción, madera, disciplina. Ganas.Y sin embargo ahora pienso en ello y me produce un sentimiento de descanso tan dulce como una tentación. No preguntarte una vez más cosas que ya están respondidas, no buscar el tono en el silencio o entre el ruido (donde no se oye nada, tampoco), que al final te hagan un funeral bonito. De un ejército ruso, sí, con ese idioma tan de ejército y tan dulce, con ese alfabeto del doctor Zhivago. Me gustaría luchar con mis amigos, cantar con mis amigos, creer con mis amigos, ganar con mis amigos, perder con mis amigos, sonreír pronunciando Kalinka (ka-lin ka-ka-lin  ka-ka-lin  ka-ka-lin...). Qué  hermosa es esa voz sostenida por todos los soldados. Qué hermosa es esa voz.  No estoy hablando en broma.  Y por qué tengo entonces la sensación de que pensarlo es rendirse. Y rendirse ante quién, si solo querría cantar con todos. Y yo, qué cansada estoy.




Nota de 7 de diciembre:  Un amigo me envía un vídeo. Hay cosas que solo se pueden hacer (bien) con otros. Y no tienen que ver con rendiciones sino con victorias. Y alivian el cansancio.  También es verdad.  Reconozcamos al menos que la publicidad es el último reducto de la genialidad. First we take the bus, then we take Berlin (he pensado).

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El mismo abismo... y palabras para Turia

Querer (o no) saltar hacia el vacío
y descubrir despacio
que el vacío cayó hacia nuestro lado.
El boquete en el pecho, el que veíamos
entre la multitud, entre las calles
y en medio de los ojos (si sus ojos
nos dijeron que no).
El mismo abismo enfrente del espejo,
en el exacto centro de mis labios.
Y yo diciendo no, diciendo no, diciéndome:
tú no eres distinta de los otros.


Me llega el número 104 de la revista Turia. Me encuentro allí una reseña de Enrique Villagrasa sobre mi mar del otro lado. Una noticia cálida para un día de viento frío. Mil gracias.


jueves, 22 de noviembre de 2012

HIMNÓTICA 3

Al hilo de un pensamiento que se me ocurrió colgar en facebook, se inició una conversación en la que acabamos hablando de himnos personales. Desde entonces, me he puesto a repasar los míos.  La mayoría son lamentables, lo sé, pero voy a ser sincera sin motivos, por mi propia apetencia.  Diré solo la verdad.   Como el himno patrio tiene una letra tan absurda (chunda, chunda, tachundachundachunda, etc.) me refugio en los que va eligiendo mi corazón.  De lo que yo llamo "la generación excesiva" por su poco apego al concepto de naturalidad (los cantantes de mi infancia) recordé en el diálogo el Qué sabe nadie del simpar Raphael; y también el number one: El rojo, rojo clavel de la Jurado.  Pocas cosas me hacen sentir igual que cantar esas canciones como una loca (eso sí, solamente en mi casa, para pasmo de mis pobres hijos y sus mentes infantiles).  Pero hay más.  En los últimos tiempos, cuando pienso en la libertad y en cosas así, me vienen a la cabeza los versos de Lorca – “Y ángeles negros volaban/ por el aire de Poniente./ Ángeles de largas trenzas/ y corazones de aceite”-.  Lorca me pone triste porque vio volar ángeles negros y al final fueron verdad. Sin embargo la libertad, tal y como uno la sueña de muy joven, puede que solo sea verdad en la imaginación y en las canciones.  Yo canto esta a voz en grito, y recuerdo también a Ernesto Sabato, pues él sabía que “nada puede el mundo contra un hombre que canta en la miseria”.  Ni contra una mujer. Libre.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Poetas muertos (y versos en la noche en Radio TEA FM)



Un día no querré escuchar más esta canción; entonces estaré muerta y formaré parte de la (más o menos) santa compaña que asusta a los niños o descansa en cementerios o se dispersa en cenizas sobre mares, montes y desiertos.  ¿Nos recordará alguien?, ¿seguirán nuestras cuentas abiertas, flotando en el limbo de las redes como fantasmas que no saben que están?  Cuando nos lleven flores y todos los vecinos hablen bien de nosotros, como si fuésemos poetas muertos, y alguien nos nombre (como si fuésemos poetas muertos) y alguien nos recuerde y no, ya no podamos volver, como les pasa a los poetas muertos. ¿No es bueno estar vivo?, seguiré preguntando.

Angie, odio esa tristeza en tus ojos, me diré a mí misma, como si estuviese viva.


Nota de 1 de noviembre: Ayer fui invitada a programa "Con versos en la noche" en TEA FM para conversar un rato con Fran picón e Ines Ramón. La experiencia en directo fue estupenda. Ya está disponible el podcast. Noviembre y unas pocas palabras.  

lunes, 15 de octubre de 2012

Pájaros en el ático (de los gatos)



PÁJAROS EN LA CABEZA

Lo que fecundan pájaros estériles
sobre tu centro abierto, disfrazado
de la fruta carnal que al menos sabe
dejarse devorar por otros labios.

Quisiera proteger de lo mezquino
tu malogrado asombro solitario.
No existe dios que lo sostenga, nadie
le rozará los dedos con su nombre.



El ático de los gatos es una revista literaria que sacó a la luz en mayo su primer número. Cuando, allá por febrero, Rosario Troncoso -directora y motor de este proyecto- me pidió algún poema para ese primer número, le entregué dos: Perfecto (que  iba a formar parte de El mar del otro lado, entonces a punto de publicarse)  y estos Pájaros en la cabeza, inéditos, que ahora traigo también aquí.  Enhorabuena a Rosario y a todo el equipo de personas que han puesto en marcha esta iniciativa.  Encantada de colaborar.  

                                                                                                                                                
Antón Castro recogió también, hace unos días, estos pájaros y algún otro en su blog, junto a unas preciosas fotografías de Imogen Cunningham.  Y Mariano Ibeas los llevó a su desván.  Gracias a ambos.

martes, 2 de octubre de 2012

Un hombre de verdad (Borrascosa Institutriz IX)

El siglo XX dobló definitivamente el cuello ante el escurridizo significado de la palabra originalidad.  Y el XXI no parece que vaya a levantarlo.  Todo el mundo se moría por ser original. Algunos lo consiguieron: cráneos privilegiados, cadáveres exquisitos, estrellas del rock, etcétera.  Pero la masificación de la originalidad como objetivo consiguió también que, al final, fuese el concepto de normalidad el que se volviese anormalmente elástico y acabase convertido en un caldo oscuro en el que todo se diluyó por igual.
 
Y, sin embargo, es tan tierno –por ejemplo- que a un joven le parezca digno de contar su primer polvo (o digno de olvidar, pero siempre digno de convertirse en literatura).  Y no literatura cualquiera, no. Literatura original, como el pecado, como un día lo fue el punk y luego el afterpunk y luego el postafterpunk donde yo perdí la cuenta.  Así es la primavera, repetitiva y nueva para siempre jamás. O los juguetes (nuevos). O la  tecnología. La originalidad montada en las noches de los trenes.

A veces, justo antes de dormirme, pienso que daría todo mi reino de borrascas por un hombre que quiera ser normal (no, no quiero decir normal).  Uno que no doble el cuello. Oh, capitán.  


miércoles, 26 de septiembre de 2012

Dejar de amar a alguien

Dejar de amar a alguien se parece
tanto a perder la fe.
La misma libertad vacía de hambre;
el mismo tiempo tiembla (tiembla y arde
en los mismos relojes aturdidos),
el de antes de amar, cuando había tiempo
para algo más que amar.
La estéril paz de antes de la guerra.
No hay nada más. El reino de la lluvia.
La hoguera de la antigua ansiedad rinde
un territorio negro
donde nievan estrellas apagadas.
Dejar de amar a alguien se parece
mucho a perder la fe.


 

  
Nota 27 septiembre: Esta tarde tendré el placer de presentar, junto a Luis Pérez Collados, la última novela de Santiago Gascón, Una familia normal, recientemente publicada en Xordica.  Será a las 20 h. en  el Salón de Actos del Edificio de Sindicatos, Plaza de la Catedral, en Teruel. Os esperamos.


domingo, 16 de septiembre de 2012

Όλγα Μπερνάντ (Traducida al griego)

Desde el año pasado, se viene publicando en la revista de literatura Vakxikon una antología de poesía española contemporanea traducida al griego, a cargo de Ati Solerti (y con la supervisión de Mario Domínguez Parra). Ayer vio la luz la tercera entrega, donde tengo el honor de que aparezcan tres de mis poemas: Todo y Distinto amor de Caricias perplejas, mi primer poemario; e Hic sunt Dracones del último, El mar del otro lado.

Esta antología se reunirá en un libro que la editorial Vakxikon publicará en 2013.

Dejo aquí la imagen griega de Todo, el más pequeño, el primero. Es una extraña alegría ver un poema llevado a otras lenguas, ver mi nombre en un idioma que me es a la vez desconcertantemente ajeno y propio.   Algo así siento.  Muchísimas gracias.


El enlace a esta tercera entrega : AQUÍ.