martes, 24 de mayo de 2011

Cumpleaños de Caricias perplejas y presentación de Nostalgia armada en Zaragoza y Barcelona


El pasado 18 de mayo este blog cumplió tres años.  Dado que todas las cosas ocurren a la vez, como pisándose los talones, he preferido unir en una sola entrada ese cumpleaños y las presentaciones de Nostalgia armada en Zaragoza y Barcelona. Quiero dejar un recuerdo en el blog y, a la vez, tengo ganas de que todo vuelva a la normalidad de los textos y los poemas. De alguna manera, se enfrenta el deseo de contar las peripecias de la Nostalgia, tan unida al blog que prácticamente los lectores habituales asististeis a su crecimiento en directo, y el deseo de recuperar este espacio como lo que siempre fue para mí: un momento nocturno dedicado a escribir y compartir lo escrito y también a pasear virtualmente por algunas casas ajenas, abiertas como ésta no sólo a los amigos que ya conocemos, sino precisamente a todo lo que está por conocer.  Ahora que hay tantas ofertas distintas y parece haber un trasvase claro de la blogosfera a otras redes sociales que también tienen su interés y son quizá más rápidas y fáciles, yo sigo sintiéndome bien en este espacio tejido sobre la red con textos y lectores. Por aquí seguiremos. Me gusta que admita mi ritmo pausado con la misma naturalidad con la que admite otros mucho más trepidantes. De todas formas, mi tranquilidad no es más que una intención...

El jueves presentamos en Zaragoza, en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés, Nostalgia armada.  La sala estuvo llena y, en la mesa, me acompañaron dos amigos: José María Pérez Collados, escritor y responsable del sello Nuevos Rumbos, y Nacho Escuín, poeta y editor de Eclipsados. Oír algunos de mis poemas en la voz de María Confussion y Carmen Aliaga, acompañadas por el teclado de Faustino Cortés, me emocionó. De alguna manera, una vez presentado el libro, uno siente que lo ha soltado definitivamente y que lo ha dejado en las manos de quien debe estar: los demás. Entre la mucha gente a la que saludé, amigos, familia, lectores, recuerdo la carita cansada de Marta Navarro, más pendiente de la plaza del Pilar que del paseo de Independencia todos estos días, pero guardándonos un poco de su tiempo entre tanto ajetreo. También a Almudena Vidorreta, que se fue rápidamente para el Candy Warhol.  Me quedé con ganas de saludar a  David Mayor, al que vi entre la gente, pero hubo de irse un poco antes del final.  María Teresa Gómez Puertas tuvo la amabilidad de hacer algunas fotos y su marido, Víctor, me editó un breve vídeo.  Se ve un poco raro pero nos sirve de recuerdo. Acabamos la noche en una terraza del paseo de Independencia charlando con algunos amigos: Blackbird, Eva Antón, José María Pérez, Mariano Ibeas, Santiago Gascón, Ángel Sobreviela, María Confussion, Faustino... y luego nos fuimos a cenar y se nos unió Angós, que era el que me faltaba.  Muchísimas gracias a todos.
   



Ayer nos fuimos a Barcelona, para presentar allí, junto a Juan Manuel Macías y su Tránsito, nuestra Nostalgia.  Hace ahora dos años que estuve en La Cigale por primera vez y, de aquellas lecturas, surgió precisamente mi primera publicación, la plaquette que guardo como un tesoro. Me encantó volver a ver a unos cuantos amigos: Juan Vico y Álex Chico -coordinadores del ciclo-, Sergio GasparGemma Pellicer, Efi CuberoDavid "el pianista", Susana Pozo, Ana Alcubierre, Lourdes Roselló o Marisa Razquin.  También fue muy especial conocer por fin a quienes ya eran amigos por vía virtual y epistolar: Eduardo Moga, que nos regaló unas generosas palabras a modo de presentación, y Agustín Calvo Galán... Y a todos los demás: Ángel CerviñoLaia López, Ernesto Fratarola, Dimitra Kontou, Ginés S. Cutillas... mi agradecimiento va para todos los que se acercaron a acompañarnos, conozca su nombre o no.  Angós se olvidó la cámara, otra vez;-), aunque pudimos tomar tres o cuatro fotografías con el móvil en la cena que siguió a la lectura.  A las doce, como la Cenicienta, salí corriendo de la fiesta y hoy, desde Zaragoza, me sorprende la repentina sensación de pasado, quizá acrecentada por el cansancio y la felicidad.

Con Eduardo Moga y Juan Manuel Macías, en La
Cigale.

Con Sergio Gaspar y Juan Manuel Macías

Con Luis, Álex Chico, Ángel Cerviño, Ginés S. Cutillas y Gemma Pellicer
  
Con Susana Pozo, Juan Vico y David, "el pianista".
Nota: el viernes 27 de mayo estaré leyendo en la Sala Albéniz (21,30 h., C/ Cadena, 5) junto a otras poetas incluidas en la antología YIN.  La tarde del 29 de mayo y el 5 de junio estaremos firmando ejemplares en la Feria del Libro de Zaragoza, en Olifante y el viernes, 3 de junio, firmaré ejemplares de mis libros en la  caseta de la Asociación Aragonesa de Escritores. Por otra parte, el 2 de junio, invitada por Manuel Forega, leeré un pequeño fragmento de su Litiasis en el Arena Rock (21 h. Plaza Utrillas, 3).  Ojalá nos veamos.

Gracias a Ernesto Fratarola y José María Ariño por sus crónicas sobre ambas presentaciones. La de José María Ariño (José Marco) ha aparecido también en la página Reseñas literarias. Gracias también a María Teresa Gómez Puertas y Manuel Arribas, por acompañarme y dejar un recuerdo en sus respectivos  blogs.  
 
27 de mayo:  Comienza la feria del libro en Zaragoza

sábado, 14 de mayo de 2011

Nostalgia armada vista por Enrique Villagrasa y los alumnos de 5º del C.E.I.P Tomás Alvira/ Presentaciones en Zaragoza y Barcelona

De un tiempo a esta parte, con la reciente publicación de Nostalgia armada, este cuaderno se ha convertido por fin en lo que nunca fue: una bitácora.  Una especie de diario donde dejar constancia de las rutas, casi todas imprevistas, que el libro va recorriendo. 
El jueves se publicó en el Heraldo de Aragón, en la revista de Artes y Letras una reseña de Enrique Villagrasa que ya guardo entre mi especial “colección de lecturas”.

(Clic sobre la imagen para ampliar)

Por otra parte, la casualidad volvió a ofrecerme uno de esos regalos inesperados que de vez en cuando se nos otorgan.  Pilar, profesora de 5º del C.E.I.P. Tomás Alvira, me invitó a aistir a su clase  el jueves por  la tarde para charlar con sus alumnos sobre poesía.  Allí me mostraron todo lo que habían estado trabajando con mis poemas, sus análisis, lo que pensaban y lo que sentían.  Sin duda, fui yo quien más aprendió.  Al final me entregaron un libro hecho por ellos mismos, centrándose en el poema Terco mayo. Podéis pasar sus páginas virtualmente haciendo clic sobre la imagen.  Creo que es el regalo más especial que he recibido nunca:


Y por fin el jueves 19, coincidiendo con el tercer “cumpleaños” del blog,  se presentará Nostalgia armada en Zaragoza.  Os espero a todos:
(clic sobre las imágenes para ampliar)
  Para los que no puedan venir aquí, el lunes 23 nos acercamos a Barcelona.  Estaremos en muy buena compañía:
  ¡Hasta la vuelta! 

17 de mayoYa va quedando menos... gracias a todos los que os habéis hecho eco en facebook y otros sitios y, especialmente, a Mariano Ibeas, a dos Ángeles: Sobreviela y Cerviño, que anuncian en sus repectivos blogs ambas presentaciones, a Juan Manuel, a los responsables del ciclo de La Cigale, Juan Vico y Álex Chico, y a la página web de DVD ediciones.

18 de mayoGracias también a Elías Moro por la recomendación de hoy en su blog .

viernes, 6 de mayo de 2011

Nº 4 de la revista Isla de Siltolá/ Nostalgia armada vista por Juan Manuel Macías

Javier Sánchez Menéndez anuncia ya en la página de la editorial la aparición del nº 4 de la revista Isla de Siltolá.  El proyecto crece en cada número y llega, en esta ocasión, con un inédito de Juan Ramón Jiménez y unas interesantísimas colaboraciones.  Con una vocación inclusiva a la par que rigurosa, la revista demuestra su intención de sumar... y seguir.  AQUÍ pueden ver la nómina completa.  En el apartado crítico, donde  evidentemente los libros de Siltolá tienen su sitio, se reseñan publicaciones de cualquier otro sello.  La reciente aparición de Nostalgia armada tiene también su hueco en este número, con un excelente texto de Juan Manuel Macías que aquí guardo:    


     
Pudiéramos improvisar un mito donde el hombre descubre la poesía instantes después de descubrirse irremediablemente nostálgico. Si hubo un tiempo legendario en que la poesía vio la luz, ésta tuvo que aparecer definida en esa enfermedad por el regreso, nostálgica de todo y de sí misma. ¿Acaso no llevan las palabras un desesperado, siempre incumplido afán por regresar a aquello a lo que nombran? Olga Bernad no ha dejado de compartir con nosotros esa perplejidad esencial en sus versos, y ahora nos entrega su segundo poemario bajo un título que no sólo es bello (propio de quien sabe titular con tacto), sino también portador de un coraje poco habitual en tiempos alejandrinos o de variada gendarmería poética. Nostalgia armada supone, en efecto, una perfecta definición de lo que contienen sus páginas, compendiables, por ejemplo, en versos como estos: «¿Recordará esta casa aquel otoño?/Claro que no, no sé por qué te empeñas /en que algo quede cuando nada queda.»; pero también establece una dulce contradicción marcada por la rareza del adjetivo. Hay una entrega voluntariosa, casi marcial, en esa nostalgia. La minuciosidad en el equipamiento soldadesco que no deja resquicio a lo improvisado o a la simple y urgente expresión. Antes bien, hay un rito y un orden que nos recuerda, mejor que a un civilizado hoplita, a los ambiguos y complejos mapas de todo un Odiseo, el más nostálgico de los héroes, con su intelectualismo del sentimiento y su juanramoniana intelijencia.

Defender, limitar, almenar y construír la nostalgia paso a paso: eso es lo que la poeta hace admirablemente a lo largo de unos poemas que se suceden como episodios de una larga vigilia sonámbula en torno al yo que recuerda y siente. El yo que se reinventa en cada instante sucesivo, y se encuentra consigo una y otra vez: «Yo de nuevo./Soy yo. /Estamos yo y la vida.» Pero no caigamos en la superstición filológica o en el escrúpulo del biografismo (más manidos de lo que algunos actuales exorcistas del yo en poesía pudieran suponer), puesto que no es Olga Bernad la que nos está hablando desde cualquier posible realidad vital, sino sus propios poemas. El yo en poesía es una máscara más. Labrada de carne y hueso, si lo prefieren, o de palabras que quieren ser carne y hueso, pero máscara al fin y al cabo, siempre dispuesta a adaptarse a la voz que, eventualmente, pudiera darle vida. El poeta es una parte más del poema y Olga Bernad, autora de esa necesaria arquitectura, se esconde hábilmente, tan inalcanzable como la manzana de Safo.

Y estaremos satisfechos de no alcanzar nunca esa manzana. Pero los poemas, que es de lo que aquí se trata, también se nos muestran enormemente satisfechos de ser poemas desde el principio hasta el final: creen siempre en ellos mismos y logran, por tanto, hacernos partícipes de esa fe, sin echar mano de ningún medio ajeno a los simples resortes de la poesía. Quieren vivir y persistir en la lengua de la que son esclavos y dueños, en cada palabra donde asoma la voz, reinventada, de la tradición.

Domado el lenguaje a su albedrío, la poeta no escribe desde la temeraria preceptiva o el patrón aprendido del emulador. No cuenta las sílabas como quien cuenta los peldaños de una escalera. Hacer lo primero o lo segundo conduciría a no poder ver el verso o la escalera. Pero la poeta ve el verso porque sabe respirar y subir a través de él. Su materia no son las sílabas, tomadas en abstracto, sino la voz de los poemas que ha resonado en sus lecturas (la arcilla modelable de todo poeta), y así nos llegan sus endecasílabos con ese algo más que emerge por encima de la tautológica cifra once; con la naturalidad y los márgenes que definen la perfección, no por obedecer ciegamente a un canon a priori, sino porque conocen el secreto para tentar a nuestra escurridiza memoria.

Los poemas de Nostalgia armada se van acumulando dentro de lo que la poeta llama en un afinado epílogo «ese organismo vivo cuyo crecimiento es a la vez natural y misterioso». Hay unos cauces, sí, misteriosos: una directriz y un extraño destino que conforman el poemario y lo llevan por diversos paisajes como las cuerdas y trastes de un único instrumento: la épica sentimental de Al borde del invierno y la tristeza, los suaves escorzos de barroquismo en versos tan sonoros como «el mar de mar sembrado —el mar desconcertante/que estaba enamorado de la calma—» o la descarnada, intensa elegía colectiva de Belchite 2002. Y todo para concluir, de pronto, en mayo, un «terco mayo de ritos repetidos» que acude en nuestro rescate con la oscura intención de no salvarnos.

O para que descubramos, leyendo estos poemas memoriosos, la nostalgia, instantes después de aprender de cuántos inviernos puede estar fabricada una primavera.
Juan Manuel Macías . Publicado en el nº 4 (enero-abril 2011) de la revista Isla de Siltolá