martes, 17 de noviembre de 2009

Amigos invisibles

A Josep Alfred P. C., que ya no recordará quién soy.

Cuando era muy joven, un amigo me dijo que me había empachado de lucidez. Él era perspicaz, así que yo dediqué unos cuantos años de mi vida a demostrarle al mundo que podía ser tan inconsciente como cualquiera. Uno puede apagar la pequeña vela que la vida le ha puesto en la mano y seguir a tientas, porque la oscuridad es más acogedora que la intemperie.

Si un día volvemos a encenderla, en un extraño gesto de curiosidad y nostalgia, descubriremos que no podemos ver con luz. Avanzar a tientas es ya una costumbre, una manera de vivir; y el mundo abierto, una nueva noche de hirientes claridades que duelen y encandilan. Volver a ver el mundo iluminado, mirar las cosas serenamente, sin que las suavice la confusa e implacable borrachera de las excusas cotidianas, sin que las desdibuje un poco la irreflexión, ocupando toda la sensibilidad, con el alma lavada de la intoxicadora bruma de la experiencia, duele en los ojos y en el corazón.

Avanzo a tientas y sigue haciendo frío. Carpeta en la mano, tabaco en los bolsillos, sonrisas que calientan y entretienen. Y la misma estepa desplegada hacia el horizonte, inmensa, plana, inquebrantable. Sólo el tiempo se ha ido. Al fondo, alguna ermita guardará su virgen como las murallas protegen a los pueblos que siempre, siempre, hubieran preferido crecer junto a algún río. Aquí, la asfixiante vulnerabilidad del llano, el agua remansada, la incertidumbre del pozo, bendito manantial o trampa líquida; tal vez veneno agarrándose a la sangre lentamente, metal pesado acumulándose sin prisa en cada corazón. Uno nunca sabe, pero hay que beber.

Tal vez a ese amigo, en aquel tiempo, hubiera podido contarle que pienso en ti a menudo como pensaría en un amado muerto que me protege desde el cielo (si tú fueses mi amado, si tú estuvieses muerto, si el cielo existiese, si tu lugar fuera aquél).

Algo parecido a un hombre se me aparece cada vez que encuentro agua y abro bien los ojos. Señala líneas con el dedo; escribo. En mitad del llano, una huella puede ser también una senda. Alrededor, el mismo abismo horizontal e indiferente. Adentro, esas ganas de ir hacia delante; y de no ir completamente sola.

Olga Bernad
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NOTICIERO
19 de noviembre: Si el martes la web de la casa del libro nos mantenía por segunda semana entre los autores aragoneses más vendidos, hoy, la lista del Heraldo de Aragón, configurada con los datos de varias librerías aragonesas, muestra que las Caricias siguen adquiriéndose. Un libro de poesía entre novelas. Es bonito mientras dura. Gracias por vuestro interés.
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Hace un año:
Los lobos del jardín
Ver para creer
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46 comentarios:

Manuel Arribas dijo...

Todos tenemos un amigo en la distancia del recuerdo, recuerdo esparcido como el humo en no se sabe que espacio infinito.

Un abrazo

Alfaraz dijo...

Sólo decir, Olga, que intuyendo cierta apología de la amistad, he recordado aquel Sin Ángel de la Guarda esta noche que leía ayer.


.

Izarbe dijo...

Cómo te fluyen las palabras, aunque no sé de qué me sorprendo conociéndote cómo eres. Qué bonito y qué sincero: "Avanzar a tientas es ya una costumbre, una manera de vivir", tienes más razón que un Santo, como dice mi madre.
Espero que nos veamos esta semana, nos faltará el tiempo para todo en tan poco rato.
Un abrazo

ana dijo...

Nunca avanzamos solos del todo... ese es mi presentimiento a pesar del cansancio, siempre está ese amigo invisible, esa pequeña candela... no, no vamos del todo solos. Esa es mi percepción a pesar de ese ir a tientas, a pesar de no poder mirar las cosas serenamente... A este lado permanece siempre una pequeña candela encendida, pero bueno, es verdad que yo nací en un lugar habitado por un río, río de vida.

"Uno puede apagar la pequeña vela que la vida le ha puesto en la mano y seguir a tientas, porque la oscuridad es más acogedora que la intemperie".

Ojalá te pudiera servir mi pequeña candela, en esos instantes de oscuridad...

Un abrazo.

Gemma dijo...

"Avanzo a tientas y sigue haciendo frío. Carpeta en la mano, tabaco en los bolsillos, sonrisas que calientan y entretienen. Y la misma estepa desplegada hacia el horizonte, inmensa, plana, inquebrantable. Sólo el tiempo se ha ido".

Ese abismo que es la línea del horizonte con la que escribes se me antoja toda una poética de la vida. ;-)

El tiempo se va pero nos regala amigos visibles en el recuerdo.
Besos

enrique dijo...

"Cuando era muy joven", o sea, antesdeayer mismo...

Ángeles dijo...

Que bien escribes, que capacidad de dejarnos al lector (al menos a mi)con el corazón abierto esperando más palabras, más caricas.
Un beso

colorprimario dijo...

No sé si lo que describes es algo así como "ley de vida". LLega un punto en que la lucidez tiene un precio más alto que el ser solamente uno más. Hay que pasar como cualquiera que prefiera no comprender el mundo, sus horrores infinitos o de andar por casa. Acaso porque ciertas luces pueden cegarnos de soledad, de innecesaria individualidad o de una comprensión excesiva ante cosas que es preferible ignorar.

Un abrazo, Olga.

...Un placer pasar, siempre.

D.

Araceli Esteves dijo...

"Una huella puede ser también una senda" Pues claro que sí, Olga. Por tu huella caminamos algunos a veces. Y nos gusta.

Anabel dijo...

"Empacharse de lucidez", me encanta la expresión. A mí me decían que era muy formal, creo que conseguí quitarme la etiqueta.

Y sí, cuando se lleva mucho tiempo caminando a ciegas, uno se acostumbra, sin embargo es mucho más difícil acostumbrarse a caminar solo.

Creo que el 27 nos conoceremos.

Un beso,

Anabel, la Cuentista

Olga Bernad dijo...

A veces, Manuel, te acuerdas de la gente que en su momento no supiste apreciar del todo; el tiempo hace valorar las cosas de otra forma y eso te sirve con los nuevos amigos visibles (e incluso con los invisibles, sí;-)
Un abrazo

Olga Bernad dijo...

Alfaraz, sí, en cuanto me descuido hago apología de esas cosas, je. Fíjate, yo estaba pensando en Ver para creer y en el Ejercicio literario nº 29, pero creo que el texto tiene más relación con ese poema, es verdad. Ningún texto, consciente o inconscientemente, parte de cero. Siempre retomamos nuestras obsesiones y dialogamos con las palabras propias y ajenas. Gracias por estar ocupándote de las caricias, ojalá las disfrutes.

Olga Bernad dijo...

Izarbe, las palabras fluyen a veces y, otras, se estancan. Hasta que algo agita el agua y volvemos a empezar. Tu madre sabe mucho;-) Esta semana sin falta aprovechamos un recreo; yo hablo mañana con la problemática Iseo y concretamos.
Un abrazo, guapa.

Olga Bernad dijo...

Ana, yo tampoco creo que avancemos solos del todo. Al menos en intención, buscamos alguna cercanía. Muchas veces me fijo en los niños pequeños cuando llevo a los míos al parque. Buscan a los otros con una naturalidad total, sin subterfugios. Y, donde no hay nadie, se inventan amigos invisibles. Yo también;-) Hay escenarios sobre los que siempre estamos solos, los más íntimos, algunos importantes. Allí empleamos lo aprendido y lo que otros nos dieron. Y el recuerdo y la imaginación.
A mí me sirve mucho vuestra compañía para seguir escribiendo, que es un asunto bastante solitario, por cierto.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Yo creo que hay paisajes que puedes evitar durante mucho tiempo y, al final, es el tiempo lo único que has perdido. Estás donde estabas, hay que avanzar (o algo así;-) Es que no sé explicarlo ahora, jeje. Lo tenía claro mientras escribí el texto, sabía a quién quería, con quién hubiera podido contar.
La realidad de los amigos visibles es impagable, pero, bueno, supongo que una chica puede soñar;-))))
Un beso y gracias siempre, Gema.

Olga Bernad dijo...

Es usted un caballero, Enrique, jeje. No tan antesdeayer, hablo de los 13 o catorce años hasta los dieciocho. Una época de un egoismo bestial, sin mala intención, pero bestial. Qué pena no haber valorado en su justa medida a ciertas personas y haberlas dejado perder. En fin.

Olga Bernad dijo...

Oh, Ángeles, me encanta eso de dejar al lector “con el corazón abierto, esperando más palabras”… pues tarde o temprano llegarán, siempre vienen. Gracias por venir a recogerlas, no tiene sentido hablar en el desierto.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Sí, D., la lucidez hace daño cuando no sirve de nada, “como un cuchillo sin mango que hiere la mano de su dueño” dijo no sé quién. Quizá en la primera juventud, cuando no tienes recursos frente al mundo, sobra una lucidez que sólo haga sangrar. La pervertimos rápidamente con mil vendas. Es nuestra capacidad de supervivencia, que nunca se muere del todo. Pero lo malo no es hacerse el tonto, lo malo es que te acostumbras. No sé. Imaginar a alguien que pueda acompañarte ante tantísima vulnerabilidad es un poco absurdo, sí, tal vez José Alfredo lo hubiera entendido, o se hubiera reído. Me hubiera escuchado. Y no es poco. Gracias por hacerlo.
Un abrazo, y sigue pasándote. No renunciemos a los pequeños placeres;-)

Olga Bernad dijo...

Bueno, Araceli: yo sigo otras huellas, otros siguen las mías… es bonito. Espero que no caminemos en círculo;-) Aunque eso también tiene su misterio. Recuerdo que un amigo, Carlos, escribió algo al respecto hace un tiempo.
Sigamos.

Olga Bernad dijo...

Mi amigo era muy inteligente, Anabel, no es una manera de hablar: lo era. Me hizo algunos diagnósticos muy precisos. Huí un poco de él; ahora, cuando intuyo cualidades parecidas, acudo como una mariposa hacia la luz, revoloteo, intento acaricias, me chamusco las alas. Ojalá esté acudiendo a luces verdaderas, porque es muy difícil caminar solo, pero aún más difícil es desandar lo andado.
Estupenda noticia lo de que vienes el 27. Salúdame, por favor.
Un beso.

Antonio Azuaga dijo...

Pues si Josep Alfred P.C. padece ese tipo de amnesia y no recuerda quién eres, es que Josep Alfred, con todos mis respetos, era un poco tonto. No se puede pasar junto a palabras de tantos quilates y olvidarse después de la joyería…

Ah, no se me vaya a olvidar a mi esto: ¡qué bellísima prosa, Olga!

Un beso.

Olga Bernad dijo...

No, pobre, era bueno y listo, pero a veces tenemos toda la culpa de que nos olviden. Han pasado muchos años, por eso supongo que no me recordará. Yo sí le recuerdo porque es una cuestión de justicia: aprendí mucho más con él que él comigo, (o podía haber aprendido mucho, al menos). Ahora escucharía mis historias sobre mi amigo invisible con la misma inteligencia teñida de afecto, seguro.
Bueno, te lo cuento a ti, que haces exactamente eso. Pero ahora soy más lista: procuraré que no te me escapes, je.
Un beso, Antonio, y muchas gracias. Que te parezca una bellísima prosa no es lo de menos.

Dyhego dijo...

Acabo de escuchar tu entrevista.

Olga Bernad dijo...

¿Y...? Uf.
¿A que se te han pasado las ganas de llamarme de usted?
Ves.
Bueno, muchas gracias por tu atención, Dyhego, y bienvenido por aquí;-)

Miguel dijo...

Quizás la altisonante Iluminación que tanto emboba, confunde y llena el buche de monjes y santones, se exlique en tres líneas de tu precioso texto; a mí me trae el recuerdo de aquellos barcos que tocababan sus campanitas para sortear el tráfico de los que salían a la mar de pesca durante la madrugada. En tal caso, si se puede extrapolar a nuestras vidas, la iluminación precisa es sencilla y práctica.
La arrogancia de la juventud, propensa a defender cuestiones inviolables (lo que ahora hacemos en soledad), es un caudal de gracia que compartiste, a pesar de ese atisbo de lucidez contrariada en manos más maduras que bien pudieron ser las de tu inteligente amigo. Tu nuevo texto me deja al lado de los que prefieren la "luz"; y me ha traido recuerdos de los mismos errores,y la gratitud que debo a estas manos sagradas que dejan constancia de nuestros pasos atascados en su bondad,es decir,en el presente de su cálculo fácil. Verdaderamente, no estamos solos; ni tan ciegos como para esperar otra iluminación o, si lo prefieres, el tanteo de la sombras.
Me he alargado, pero lo que te comento es fruto de la primera lectura de tu entrega. Siempre me apasiona leerte y releerte. Así que vuelvo de nuevo sobre el texto, amparandome en el silencio y nuevas sugerencias que ya no dejaré escritas.
Muchas gracias, Olga. Salud.

José Miguel Ridao dijo...

Seguro que se acuerda, Olga. Hay cosas y personas que nunca se olvidan.

Un abrazo.

Dyhego dijo...

Tiene(s) una bonita voz. ¿Seguro que no canta(s)?
Estoy leyendo s/tu poemario pero tardo mucho porque soy muy bruto con la poesía y si me doy un atracón no me entero de nada. Voy poema a poema de vez en cuando.
Un saludo

ONDA dijo...

Bonita manera de evocar tus musas, eso es lo que creo ver en tu prosa querida amiga, aunque quizá este equivocado.
Un abrazo

Olga Bernad dijo...

Sí, Miguel, hay presencias que son como las campanitas de esos barcos, las que orientaban a los que salían a pescar de madrugada. Me parece una comparación preciosa, ese sonido es luz. Ese sonido podría ser el recuerdo de José Alfredo. Pero mi amigo invisible es la intuición de la luz alta: no, no es altisonante, pero en algún lado está toda la luz, a la que alguna vez le dimos la espalda.
Ya sabes que este blog es tuyo también, puedes alargarte todo lo que quieras, porque no estamos del todo solos y esto es un espacio para demostrarlo;-)
Un fuerte abrazo.

Olga Bernad dijo...

¿Tu crees que se acordará, José MIguel? Me gusta mucho creerlo. No lo sé, hace tantos años. Pensé en mandarle el libro, aunque no sé muy bien dónde.
No sé, tendré que pensarlo.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Dyhego, veo que no se le pasan del todo las ganas de tratarme de usted. Yo lo hago por respeto a la edad, jeje. Me gusta, en serio.
Ay,cantar canto mucho, sobre todo delante de Adrián (pero muy mal, muy mal)y ya empieza a no hacerle gracia. Tiene cinco años y ya algo de sentido común. Volveré a la soledad de mis conciertos pronto;-)
Lee el poemario a tu ritmo y placer, aquí tu lectura es un premio. No creo en el carnet de lector competente, sino en lo que puede sentir cada uno. Eso es un asunto muy serio.
Un saludo y muchas gracias.

Olga Bernad dijo...

No te equivocas, Ignacio, en absoluto: inspiración en medio del folio, protección en medio de la estepa, compañía para el camino, dedos que señalan líneas y marcan huellas. Mi amigo invisible es genial;-)
Un beso.

MªTeresa Gómez Puertas dijo...

Algo parecido a un hombre se me aparece cada vez que encuentro agua y abro bien los ojos. Señala líneas con el dedo; escribo. En mitad del llano, una huella puede ser también una senda. Alrededor, el mismo abismo horizontal e indiferente. Adentro, esas ganas de ir hacia delante; y de no ir completamente sola.
Olga,¿Esto es prosa? esto es poesia pura y de la buena,de la tuya,a la que me has acostumbrado y de la que no voy a dejar de beber...como la que pega la boca al caño para no desperdiciar ni una gota...
No se que más decirte que espero más libros y más exitos,que no me extraña nada que salgas entre los más vendidos.
besos y gracias de nuevo.

Olga Bernad dijo...

Tere.
Llámalo como quieras pero léelo, tu entusiasmo me lleva de la mano, es cierto eso de que no vamos del todo solos. Hay gente y agua donde menos lo esperas, a pesar de empeñarnos a veces en buscar donde no la habrá nunca.
Besos, compa, y gracias por tu generosidad; aunque sé que te moleta que te diga esto, pero es generosidad, ya lo creo.

Cristian dijo...

Enganchado me tienes, texto que te hace reflexionar al menos por un instante, si podria haber conocido algo mas de aquel amigo ...

"...una huella puede ser también una senda..."

Besote.

Olga Bernad dijo...

Muy bien, Cristian, así me gusta;-) Hay que engancharse a algo en la vida, y ya no tenemos edades de audacias excesivas, mejor reflexionar ...
No, en serio, gracias, gracias.
Buen finde.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Un abrazo invisible.

Olga Bernad dijo...

Gracias, Javier. En mi época de boyicao me leí el Príncipito; monarquías aparte, me guardé el secreto del zorro y, sí: lo esencial es invisible a los ojos.
Abrazo con lazo.

Angós dijo...

Pues a mí me gusta bastante que seas visible. Y tú que lo veas.

Olga Bernad dijo...

Sí, reconozcamos que tiene su parte buena; pero hombre, déjame mis arrebatos espirituales;-)

Feliciti dijo...

Me ha encantado tu poemario Olga, lo compré esta tarde y acabo de cerrarlo, ha sido una deliciosa caricia, de una calidad impresionante. ¡Gracias!

Alejandro Muñoz dijo...

Todos nos empeñamos en demostrarle al mundo que podemos ser tan insconcientes como cualquiera. Debe ser una de las mejores formas de aprendizaje que de la vida.
Hay que beber y, de vez en cuando, emborracharse.

Me ha parecido un texto precioso.
Un abrazo, Olga BB

Blackbird dijo...

En este páramo atroz, quizás seas tú la única persona que, más allá de lo evidente y lo convencional, consigas ver lo que ves y sentir lo que sientes. Y entonces tú, que tienes el don, o el amigo invisible o lo que demonios sea, tienes la obligación moral de coger un lápiz en aquella cafetería y empezar a garabatear y a emborronar hasta que resulta lo que debe ser, lo que tenía que ser escrito.

Inconsecuentemente, resulta que a veces, con ello, enciendes una vela que alumbra a otros.

Besicos Olga, voz del desierto.
Desert trail rules!!

Olga Bernad dijo...

Amaia, ayer, cuando tú leíste el libro, hizo justo un año que lo terminé. Está en el pequeño epílogo con que lo cierro: 21 de noviembre de 2008. Cuando lo cerré, no pensé que esas caricias iban a poder compartirse en forma de libro, parecía demasiado difícil para una completa desconocida, pero... los caminos del señor son inescrutables;-)
Muchas gracias por tu lectura y bienvenida por aquí.

Olga Bernad dijo...

La inconsciencia más o menos voluntaria es una manera de defenderse, una especie de borrachera que nuble la realidad hasta que podamos soportarla. Enseñanza, pérdida de tiempo, manera de coger fuerzas... es, en todo caso, otra forma de esperar. No es la más sabia, creo. Pero hay que beber y, a falta de agua...BBs lo que encuentres;-)
Me alegra mucho que te haya gustado el texto,Alejandro, al final es lo único que se pretende.
Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

Eres un sol, Black (aunque resulte irónico con tu nombre;-) "el don, el amigo invisible o lo que demonios sea..." Lo curioso es que a mí mi amigo invisible me recuerda a Dios, pero así empezó la niña del exorcista, ag. Cuánto cuidado hay que tener con los dones, compañero;-)
La "obligación moral". Lo voy a hacer, lo estoy haciendo, puede ser una especie de deber o una necesidad o una de esas reglas del desierto, no sé.
Gracias por compartir el llano, es agradable vislumbrar otras hogueras.
Un beso.