miércoles, 26 de agosto de 2009

Cara oscura

Una tarde de este maldito agosto, al volver del trabajo, mi hijo me contó intentando no llorar que, durante la noche, los perros abandonados habían destrozado a su gata preferida. La encontraron por la mañana al borde del camino, cerca de nuestra puerta. Un extraño amasijo de vísceras y sangre. Supieron que era ella porque ya no volvió.

Toda esa majestad mordida y muerta. Yo sé que para mí todos los gatos son seres literarios, herederos inconscientes y caprichosos de un imperio perdido no sé dónde. Pero su forma de andar no era literatura, su maullido caliente, el seductor ronroneo interesado; su forma de ignorarnos otras veces, esa indiferencia entre aristocrática e inocente de los que no se saben bellos o no les importa.

No, su manera de andar no era mentira, la delicada precisión de sus pisadas, la gracia de los gestos que yo no comprendía. Ella siempre pareció entenderlo todo, si es que quería pararse a mirarlo. No hay nada que entender, pequeña Luna, a veces en la noche la realidad se nos come a dentelladas. Nada puede la gracia contra el brutal mordisco de los perros. Tus paseos lunares tenían cara oscura.

Olga Bernad

50 comentarios:

Máster en nubes dijo...

Qué pena, Olga, la gracia tiene poco a veces que hacer cuando hay mordiscos, qué razón tienes.

En cualquier caso, mira que ya es raro que un perro llegue a atrapar a un gato (si está sano el último, claro), al menos por experiencia lo digo, son unos auténticos inútiles éstos frente a la agilidad y rapidez gatuna.

Lo siento por tu hijo que se habrá llevado un señor disgusto, pero maullará Luna a otra Luna más grande y más verdadera, (ni un gorrión cae...;-) Un besico para ese niño.

Ángel Sobreviela dijo...

A veces creo que deberíamos observar estos fenómenos con la mirada imparcial del realizador de documentales. Pero de todos modos, el texto es muy bueno, y gustará especialmente a todos los que somos amigos de los gatos, al igual que Baudelaire, Eliot o Lovecraft.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

La vida es injusta, y la vida es animal.

Un beso a tu hijo.

Marta dijo...

Cuánto lo siento, Olga. Yo también adoro a los gatos (a los animales en general). Qué pena. Un beso.

Olga Bernad dijo...

Aurora, qué pena. No sé qué pasó.
A veces se juntan los perros abandonados cerca del polígono. Van por el borde de la carretera formando una banda temible, grandes perros, pequeños, sucios, desamparados, juntos. Y Luna seguía con sus celos y sus salidas nocturnas. Víctor la quería, pero los perros no piensan en sandeces. Si Víctor no llora, cómo voy a llorar yo.
Así son las cosas, aunque hagamos poesía. Ni siquiera es importante, es una pena huérfana.

Olga Bernad dijo...

Yo nunca filmaré documentales, Ángel, soy consciente de mis limitaciones para la imparcialidad. Pero escribir me sitúa (un poco) en la realidad. Siento vergüenza si no digo lo que siento, pero también vergüenza de dejarme llevar. Escribir no es como sentir y, sin embargo, esa brutalidad, ese momento en el que no hubo nadie más que ella y los perros me molesta y, como otras veces, parece que escribirlo te ayuda a comprender, o te consuela, no sé cómo explicarlo. Parece que es lo único que puedo hacer, una especie de foto de su gracia, de algo que también era verdad.

Olga Bernad dijo...

Sí, Javier, y la luna es una piedra, como el corazón de los perros.
Y con lo que hay es con lo que tenemos que contar.
Víctor ya es un hombrecito. Está en las fiestas del pueblo, se olvidará antes que yo.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Gracias, Marta. ¿Sabes qué voy a hacer, hoy que estoy sola y puedo? Llorarme a gritos una canción de Janis, la más triste. Así se me pasan las cosas, gastándolas

José Miguel Ridao dijo...

Siempre está ahí esa cara oscura amenazante, Olga, pero gracias a Dios muy pocas veces sabemos de ella. Lamento que os haya tocado a vosotros. Tenía que ser en agosto...

Un fuerte abrazo.

Ramiro Rosón dijo...

Olga, hoy has abordado el tema de los horrores de la vida, esos sucesos, de más o menos relevancia, que nos desasosiegan y nos desvelan lo frágiles que son la belleza y la vida. Quizá deberíamos plantearnos si los responsables de la muerte de esa gata no son los perros, sino sus antiguos dueños, quienes de mala manera los abandonaron en las calles. Por desgracia, todavía muchos consideran a los perros como si fueran objetos, en vez de seres vivos. Quizá esos que mencionas estarían hambrientos y por ello se ensañaron con la pobre gata. Quizá aprendieron su brutalidad de unos dueños brutales que los azotaban o los mantenían en pésimas condiciones.

Sin embargo, más que la crueldad de los animales, me preocupa y angustia la crueldad de los hombres. La primera es a veces tremenda, pero, en el fondo, no es sino la consecuencia de un instinto; la segunda es de veras espantosa, enloquecedora y enigmática en su atrocidad. En última instancia, no sabemos de dónde proviene la crueldad humana; los episodios más aciagos de la historia, como Auschwitz o Hiroshima, son un misterio angustioso. Adorno decía que después de Auschwitz no puede escribirse poesía; sin embargo, yo creo que después de Auschwitz es un deber moral escribir poesía, para no rendirnos ante la crueldad, para recordarnos a nosotros mismos que la vida, si lo queremos, puede tener un sentido.

Perdóname esta divagación; a veces no puedo evitar las divagaciones. Lamento la tristeza de tu hijo y la tuya. Saludos afectuosos.

Juan Manuel Macías dijo...

(...)
"
El gato es inquietante, no es de este mundo. Tiene
el enorme prestigio de haber sido ya Dios.
¿Habéis notado cuando nos mira soñoliento?
Parece que nos dice: la vida es sucesión
de ritmos sexuales. Sexo tiene la luz,
sexo tiene la estrella, sexo tiene la flor.
Y mira derramando su alma verde en la sombra.
Nosotros vemos todos detrás al gran cabrón.
Su espíritu es andrógino de sexos ya marchitos,
languidez femenina y vibrar de varón,
un espíritu raro de inocencia y lujuria,
vejez y juventud casadas con amor.
Son Felipes segundos dogmáticos y altivos,
odian por fiel al perro, por servil al ratón,
admiten las caricias con gesto distinguido
y nos miran con aire sereno y superior.
Me parecen maestros de alta melancolía,
podrían curar tristezas de civilización.
(...)"


Esto es un fragmento de un poema poco conocido de Lorca, Canción novísima de los gatos. Título estupendo, claro, y muy cool, porque no hay nada tan moderno y clásico a la maneraa más adorablemente contradictoria como el gato. No sé si soy experto en ellos, pero tengo muchos y comen como limas. Alguno se me ha muerto en los brazos y me ha hecho llorar como un tonto. ste verano se me ha muerto una perfecta imitación de siamesa llamada Jimena. No sólo los perros, sino también los coches son sus grandes enemigos. En fin, tu texto es precioso, como siempre. Perdona mi ausencia. El trabajo y los monstruos cotidianos me tienen frito. Pero no dejo de leerte.
Besos.
P.D.: Por cierto, es curioso subrayar que los griegos no conocían a los gatos (o viceversa). Usaban como animal doméstico para cazar ratones a las comadrejas. Ahí sí que metieron la pata estrepitosamente, como la historia ha demostrado. Estos griegos y su enorme "tristeza de civilización"...

Olga Bernad dijo...

Ha sido un agosto maldito, José Miguel, voy a celebrar el día en que se termine. Ni siquiera pensaba colgar entrada hasta septiembre, pero esta tarde necesitaba venir, el blog tenía algo de casa. ¿A quién le cuento que estoy triste por un gato?
Aquí todo tiene sus propias leyes;-)
Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

Ramiro, la cara oscura está ahí, como esperando su turno. Yo no culpo a los perros por ser lo que son, pero me duele pensar en ella destrozada. No porque la crueldad sea natural deja de estremecerme. También es natural en el hombre: Auschwitz, Hiroshima, Belchite. Pero no es enigmática, no tiene magia, sino una plana realidad terrible. Y, mientras tanto, yo me acuerdo de su forma de andar, me gusta recordarla ahora igual que entonces me gustaba mirarla. También eso es verdad. Ella no era ni mejor ni peor que los perros, pero sí metía en la inquebrantable vulgaridad del suelo que pisaba, una especie de magia, esa otra verdad que trae todo lo bello. Y era mía, era la mía.
Puedes venir a divagar siempre que quieras, eres muy bienvenido;-)

Olga Bernad dijo...

Juan Manuel, sólo me faltaba saber que ha muerto Jimena. Nunca me llegaste a mandar la foto.
Son contradictorios desde nuestro soberbio punto de vista, desde nuestro limitado catálogo de formas de entender. Siguen sus leyes animales perfectamente inocentes y, por encima de ellas, parecen entender cosas. Es en lo único que se parecen a un hombre (te miran y te haces la ilusión de que te entienden;-) Es una broma absurda, lo sé. Estoy contenta de que vuelvas por esta casa a pesar de todo, del trabajo y los monstruos; sé que estás por ahí, con Demóstenes y toda esa gente, con tus proyectos.
Me alegro de que te guste el texto, me parece que ahora otros la han imaginado y unas cuantas Lunas distintas han revivido un poco a la auténtica. Un trozo de piel seca junto a la carretera no era el final que se merecía Luna, ni Jimena, después de haber sido diosas, ellas, maestras de alta melancolía que hubieran podido curar tristezas de civilización.
Besos.

Olga Bernad dijo...

Ana, me había llegado un comentario tuyo precioso y ha desaparecido. A veces me dicen que me han mandado comentarios y yo no los he visto... pero éste estaba en la bandeja ahora mismo.
Lo siento. Si puedes, reenvíalo.
Saludos.

Julio Castelló dijo...

Nunca sé qué decir en los funerales.
Un abrazo.
("Supieron que era ella porque ya no volvió". Pura seda, puro caminar de gata...)

Olga Bernad dijo...

Tapando grietas con seda, Julio, así me paso la vida (y mordiendo paredes, fíjate qué aficiones;-)
Gracias por venir, aunque no sepas qué decir en los funerales.
Un beso.

Eduardo dijo...

Me has hecho quererla por un momento, sin haberla conocido. Supongo que le pasará a cuantos se pasen por aquí y han tenido animales, en concreto gatos. Un abrazo para ti y para el niño.

Olga Bernad dijo...

"Quererla por un momento", Eduardo, quizá porque cuando escribimos de alguien o de algo que sentimos profundamente, lo ponemos de pie.
Mil gracias.
Me hace muy feliz tu comentario.

Manuel Arribas dijo...

La vida en el mundo "animal" es así de cruel. La noche sirve de escenario para los más los "crímenes" más viles en entre los "seres"


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La vida debe continuar y seguro que otro "miau" os volverá a deleitar con sus maneras.

Olga Bernad dijo...

Sí, la noche (tan bonita) es peligrosa. Es más fácil que salga lo escondido.
Que la vida continue y otros gatos anden con sus maneras es también una cosa muy triste. Como si nada ni nadie tuviera importancia...
Yo la fijo a ella en mi memoria, ella, la mía. Esa no vuelve.

María dijo...

Vaya... penita por tu nene. Los críos lo pasan mal con estas cosas. Espero que pronto encuentre otra gata favorita... :-)

Besos

Olga Bernad dijo...

Sí, seguramente así será, así es siempre.
No somos fieles ni al amor, cómo vamos a serlo al dolor, supongo que eso forma parte de nuestra pequeñez y de nuestra grandeza.
Un beso.

Ramiro Rosón dijo...

Vuelvo para solidarizarme contigo. Yo también he llorado por un animal; en mi caso, era un canario que tenía en el patio de mi casa y murió enfermo de convulsiones hace algunos meses. Lo llamábamos “Plumi”, aunque el nombre sonara infantil, porque tenía un poco de plumón en su espalda, a ambos lados de sus alas. El pobre cantaba muy bien; era un tenor sobresaliente y me alegraba los días cantando ;-) Cuando murió, lo pusimos en una cajita negra de cartón y lo enterramos bajo un laurel de Indias, en un parque de Santa Cruz. No te asombres si un día ves una entrada en mi blog con el título de “Elegía a un canario muerto” u otro similar.

En fin, ya sea por una gata o por un canario, ambos hemos sentido la pérdida de un animal querido. El dolor se te irá con el tiempo; como decía Voltaire en uno de sus cuentos, “el tiempo es el único que consuela”. Pero siempre te quedará el recuerdo de esa gata que daba paseos bajo la luna, igual que a mí me queda el de ese canario que trinaba todas las mañanas.

Saludos de nuevo.

Olga Bernad dijo...

Querido Ramiro, con el paso del tiempo, una de las poquísimas cosas que he aprendido es lo importante que es guardarse un recuerdo limpio de las peores cosas. Si lo intento incluso con las personas (y a veces lo consigo;-) cómo no recordarla a ella, como tú a tu pájaro, cada vez más suavemente, con lo sencillo que era quererla.
No es fácil labrarse un pasado digno;-) pero esas presencias nos ayudan.
Simplemente, ella no se merecía ser una víctima de sus paseos, salió para vivir, pensando que volver era lo normal. Es curioso que en un blog titulado caricias perplejas, sólo piense ahora en la perplejidad de un vulgar y brutal zarpazo.
Gracias por estar ahí, te veo leyendo y leyendo y le das sentido a esto.

Fernando dijo...

a veces tenemos la ternura desbordada y una cosa de la vida nos golpea...yo me siento felino y me da pena el final de un animal que mueve tantos sentimientos...pero es una enseñanza más de la vida seguro que para tu hijo...un beso...ya nos queda menos para octubre...y volverá la campana..

Olga Bernad dijo...

Mira, yo creo que tengo la ternura desbordada desde que nací; pero, dentro de su desbordamiento, la tengo atada y bien atada. Es una cuestión de pudor. Pero hay cosas que ponen en peligro ese control y las pequeñas tragedias suelen ser gotas que colman vasos hartos de no salirse de sus límites. ¿Qué hacer con todo eso? No negarlo, esperar a que amaine, escribir, recordar la parte buena (eso nos hizo amar algo, cualquier cosa, por eso la echamos de menos)y procurar seguir encontrando gestos que merezcan la pena.
En septiembre viene el libro, en octubre volveremos por la campana... agosto terminará algún día, digo yo;-)
Un beso.

Enrique Baltanás dijo...

Impactado. Pero la vida, en general, es así de cruel. Pero los perros no tienen "culpa" en sentido estricto. Los humanos, sí.
El alma de los gatos, que la tienen, no es inmortal (vamos, según Snato Tomás), pero eso no impide que la la sigamos recordando, incluso los que no hemos llegado a conocerla.

Olga Bernad dijo...

Impactada estuve yo. Perpleja ante la brutalidad innecesaria, aunque no sea más que un miserable ejemplo de la realidad.
Puede que la vida sea así generalmente pero, la mayor parte de las veces, no tendría por qué. No es así: la hacemos así. En los humanos es peor, está claro. Ya he dicho que no culpo a los perros por ser lo que son.
Yo no sé si Santo Tomás tendrá razón, pero he puesto mi inteligencia, mi memoria, mi voluntad, para dejar esta foto de su paso por aquí. También un poco de corazón, sí.
Gracias por venir a verla.

Iseo dijo...

Ay Olga, me alegro de no haber sido testigo de una imagen tan cruel como esa. Son animales, se puede entender, siguen su instinto. La pena es que esto también sucede a veces con las personas y eso sí que se me escapa al entendimiento. Besos

Olga Bernad dijo...

"No hay nada que entender", querida Iseo, "a veces en la noche la realidad se nos come a dentelladas".
Pero tú estás ahí, en la realidad, haciéndola un poco menos incomprensible.
Gracias.

enrique dijo...

Los seres gatunos siempre me han fascinado e inquietado a partes iguales.
Y cierto es que son muy literarios; para ejemplo el hermoso texto que nos has dejado.
Lo siento de veras.

MªTeresa Gómez Puertas dijo...

Vi algo peor si cabe entre seres humanos ayer mismo....me mandaron un correo con la grabación...no salio en ningún telediario ni nada,lo patearon y lo dejaron medio muerto en un centro comercial (aun tengo el estomago revuelto) como a Luna...
Pero de tu tristeza ha salido un bello relato de pena, ojala yo supiera escribir sobre ese pobre desconocido.

Driver dijo...

Veamos qué se puede hacer.
Tal vez contarle un cuento a tu hijo, y a tí misma.

LUNA.

Buenas tardes.
Mi nombre es Luna.
Soy una gata maragata.
Pasos delicados en la penumbra de la casa.
Esta noche he salido a curiosear por los alrededores.
El mundo de la noche me atrae.

Cajas y cajones.
Olores y zumbidos.
Son mis mejores ruidos.

Brillos y oscuridades.
En una teja, aparece,
la más grata,
de las oportunidades.

Persigo ratones,
alondras y gorriones.
En todas las estaciones.

Y cuando salto al vacío,
me río, me río.
Siempre me río.

Mis amos me cuidaron,
con esmero y cariño.
Fue bonita la vida con los humanos.
Y me acuerdo del crío.

No tengáis pena por mí,
sólo fue una pelea,
ahora vigilo sin fín,
aupada,
saltando estrellas.

Hablaré de vosotros,
aquí en las alturas.
Pensad que me lo pasa muy bien.
Mi vida fue...
Simple literatura.

Saltando estrellas estoy.
Persiguiendo galaxias.
Tras el ratón del tiempo.
Disfrutando con ánsias.

Olga Bernad dijo...

Algo inquietante y fascinante tienen los gatos, sí, eso es. Los gatos y los "seres gatunos". Para muestra, el precioso poema que nos dejó Juan Manuel, y tantos otros.
El problema es que, cuando el gato es tuyo, deja de ser sólo literatura. Sin embargo, escribir es también a veces una manera de aceptar, o al menos de "digerir" lo inaceptable.
Muchas gracias, Enrique.

Olga Bernad dijo...

Tere, la brutalidad sin sentido deja un vacío en el estómago en forma de interrogación, un desconsuelo.
Ese pobre desconocido podemos ser cualquiera de nosotros. Y quizá también los que le pegan. Alguna vez lo somos, no todos dan patadas, la maldad es a veces más sutil. En los animales no hay maldad, su brutalidad es inocente; en nosotros, no.
En fin, yo veo la bondad unida a la inteligencia, fíjate, aunque ahora se mida en grados de hijoputez o algo así.
Después de ver una agresión sólo se le ocurren a uno pensamientos tristes, pero luego todo se normaliza, generalmente con ayuda de otros gestos.
Gracias por el tuyo y ojalá se te pase pronto esa impresión, no todo es así, compa;-)

Olga Bernad dijo...

¡Driver! Me encontré tu comentario después de responder a Enrique y Tere, y parece que alguien me estuviera oyendo.
La realidad no es sólo literatura, pero para escribir hay que pensar, y pensar puede acabar curándonos. Y, sobre todo, frente a la brutalidad sin sentido de la que hablaba Tere, el gesto humilde, brillante, tierno, de que alguien que no te conoce de nada te escriba un cuento.
También pasan estas cosas;-)
Mil gracias, anónimo Driver, siempre que te veo conduciendo por ahí me haces sonreír.
Se lo leeré a Víctor.
Un beso.

Angós dijo...

También algún día le gustará leer esto.
Como todo lo demás.

Es una maravilla.
Sacas la varita mágica como ya te dijeron una vez. No soy original pero es lo que más se acerca a lo que pienso cuando leo lo que escribes.

Olga Bernad dijo...

Angós, tú vas a acabar siendo poeta;-)
Pasar la varita mágica sobre la muerte es muy difícil.
Algún día Víctor (e incluso Adrián, al que sólo le interesan los pokemon;-) juzgarán todas las cosas que escribo. Es raro pensarlo. Su tristeza de niño estará también guardada aquí.

Maria Luisa dijo...

Mi querida Olga-

Que tristeza se siente cuando un animal indefenso es atacado por otro que es voraz, vuestra pequeña Luna, la que os alegraba, la dulce, con su carácter,se ha ido de una manera brutal.
Apartar los momentos dolorosos y recordarla con su andar silencioso, con su mirada dulce y a veces felina, como una diosa de su raza, con su ronroneo.

Un abrazo a tu querido hijo.
Un beso lleno de cariño Olga.

gbp dijo...

"No hay nada que entender, pequeña Luna, a veces en la noche la realidad se nos come a dentelladas."
Cariño, aquí la lagrimita ya se me saltó, no soy tan fuerte como mi querido Víctor. Qué preciosidad de texto.
Mil besos para los dos y a recordar las mejores memorias.

Olga Bernad dijo...

María Luisa, quizá no hay animales sólo voraces ni totalmente indefensos, Luna no era solamente dulce, o no lo era siempre, pero no tenía nada que hacer frente a esos dientes (si la pillaban), y la pillaron. Sin embargo, era más bonita que todos los perros juntos. Ahora sus andares tienen también el aire de pregunta que nos deja lo que no vuelve; aunque no era su intención, no marcó los pasos, no hizo nada más que ser lo que era: una gata medio asilvestrada, con demasiada querencia por los tejados.
A ella no le importaría nada todo esto, mi hijo es sensible e insensible a partes iguales, como todos los que tienen más cosas por ver que por recordar. Y yo no tengo remedio. Sin embargo tú, que tanto has sufrido y que tienes en tu vida faltas tan importantes, aún tienes sentimientos como para dejar un poco de dulzura, incluso más de la que hay, y consolar la muerte de un gato ajeno.
Un beso, Reina, tú eres lo más bonito que pasea por esta calle;-)

Olga Bernad dijo...

Ay, sister, sister, entre mis ganas de aguantarme las lágrimas y tu manera de soltarlas, tiene que haber un término medio que tal vez sea Víctor. Que Dios le conserve la medida, la que yo no he encontrado nunca, aunque a veces me duele su sensibilidad. Más que su fortaleza.
Luna ya se ha vuelto fantasma, como Susi ¿Te acuerdas cuánto te hablaba de ella?. A Susi también la pillaron los perros, pero porque ya le faltaba una pata y era muy vieja. Pues sigue siendo un poco diosa, no hay manera;-)
Kisses.

Mery dijo...

Qué curioso, este verano me está resultando muy gatuno por varios flancos ¿querrá ésto decir algo?

Al margen de lo anecdótico, me apena lo que nos has contado, tan bellamente, por cierto.

Un fuerte, fortísmo abrazo, también para tu hijo.

Olga Bernad dijo...

Gracias, Mery.
Extraño verano.
Un fuerte abrazo, morena.

Anónimo dijo...

Mi gata se perdió hace poco. No hemos sabido qué ocurrió. Ya desesperamos de encontrarla. Su ausencia se nota. La echo de menos como si fuera una persona.
Un saludo cordial:
JLP

Olga Bernad dijo...

Sí,lo sé, lo leí en tu blog. (No comento pero lo leo hace tiempo, desde que asistí a tu lectura en Zaragoza). No sabía qué decir.
Los gatos son así: aburguesados y asilvestrados a partes iguales; curiosos.
Tal vez está bien, maullándole a la luna, quizá sólo ha olvidado el camino de vuelta.
Lo lamento mucho, se siente la ausencia, ya lo creo.
Bienvenido por aquí, José Luis.

entrenomadas dijo...

La belleza de los gestos felinos es algo que todo el mundo debería conocer. Se disfruta mirando esa majestuosidad de la que hablas.

Buen viaje a Luna, y un beso para ti, Olga.

Olga Bernad dijo...

La belleza del gesto felino, exactamente. Es en el gesto y la postura donde reside su elegancia, su majestad.
Son animales bellísimos.
A Luna le caerías muy bien, Marta.
Un beso.

Anónimo dijo...

AYYY BABY QUE PASO!