viernes, 4 de mayo de 2012

Demonios en el jardín




Mi abuela Felisa decía que si no existieran los ricos, ¿de qué íbamos a vivir los pobres?  Lo decía con el convencimiento brutal de la simpleza.  Es justo al revés, pero en esa inversión de la lógica ella demostraba poseer sobradamente cosas que ahora los psicólogos no se cansan de nombrar: inteligencia emocional y resiliencia.  Una mezcla de buena fe, aguante y desamparo. Desde los ocho años se ganó la vida trabajando en casas ajenas, trabajando para otros por casi nada.  No perdió un minuto en odiarlos.  No podía permitírselo.  La conciencia social la hubiese llevado a un purgatorio estéril porque ella no tenía ninguna posibilidad de cambiar su realidad y necesitamos no sé si amar pero, al menos, no odiar todo lo que nos rodea.  Hablaba de sus señores con sincero cariño. Crecí sin poder entenderlo.

Seguramente, en lo personal,  la trataron razonablemente bien.  Aquellos buenos cristianos no encontrarían ni motivos para tener mala conciencia, que es una cosa que suele empañar mucho las relaciones humanas. Pero eso es dar carta de naturaleza a lo indigno y a lo injusto. Cocinar un sancocho con el concepto de caridad y el de explotación y el de así son las cosas.  Para mí aquellos tiempos son un símbolo oscuro que me hace ver algunas cosas muy claras. No lo puedo evitar. Puedo decir en mi favor que, conscientemente, no he permitido que nadie manipule ese tipo de sentimientos y que procuro que mis opiniones no estén siempre contaminadas por ellos.  Pero cuesta. Hay situaciones y actitudes que los convocan con la eficacia de un sortilegio dirigido a un demonio expectante. Últimamente, demasiadas.

Me digo a mí misma que debo controlar mis prejuicios, pero a lo mejor todo es mucho más simple: tal vez no quiero pensar en ello porque es más cómodo aceptar lo inaceptable cuando lo inaceptable parece imposible de cambiar. Me siento mal si me dejo llevar por esos sentimientos y  me siento peor si intento ahogarlos, como si traicionase algo. 

Si tuviese la inteligencia emocional de mi abuela o, en su defecto, la simple caradura de muchos políticos, la autoridad que se regalan a sí mismos algunos escritores o la seguridad de los opinadores profesionales, me convencería a mí misma de que tengo el derecho –o hasta el deber moral y todo- de pensar lo que pienso, de que tengo razón; dejaría de preguntarme cosas y a lo mejor le sacaba algún partido, siquiera literario, al asunto.  El problema es que la injusticia me sigue preocupando, incluso la mía.  Y que el conflicto (interior) es mi casa. Si no, ¿por qué hablar de esto? ¿Por qué así?

34 comentarios:

Dyhego dijo...

Olga:
Hace unos días saqué del videoclub la película "Criadas y señoras". Al leer tu texto me ha venido a la cabeza. Tampoco me entra en la cabeza que la criada negra pueda llegar a querer al niño blanco a su cuidado... Supongo que es fácil ver los toros desde la barrera. También me vienen a la cabeza cientos de preguntas: ¿es mejor revelarse frontalmente? ¿o es preferible hacerlo con mano izquierda? ¿La inteligencia emocional nos indica la segunda o la primera opción?
En fin, vivo sin vivir en mí...
Salu2, Olga.

Anónimo dijo...

Ay Olga, cómo te entiendo!
Mi abuela también sirvió en una casa y yo siempre he sentido un algo difuso por esa gente, que con los años he identificado con odio leve.
¡Qué difícil es para nosotros entender esa situación! Criarse en libertad te estropea el piloto automático que enciende la resignación como método de supervivencia. No tengo claro si es eso es mejor o peor en términos absolutos.
Y todo ello unido a la capacidad de pensar, nos lleva a un conflicto interior permanente.
Igual deberíamos pasarnos a alguna filosofía oriental que nos permita verlo todo con ecuanimidad y sin sentimientos. : )
Meli

Miguel Cobo dijo...

Excelente reflexión, Olga. Lúcida, íntima, emocionante, sincera.

Mi reconocimiento.

Olga Bernad dijo...

No he visto esa peli, Dieguico. Pero a mí no me parece difícil de entender que una criada negra pueda llegar a querer al niño que cuida; de hecho, me parece muy natural. Las personas necesitamos lazos afectivos con lo que nos rodea, por injusta que sea la situación, y un niño nunca es culpable de nada. Pero en este caso, la niña era mi abuela. Yo no tengo respuestas y no sé lo que es mejor, pero a veces, ante determinadas circunstancias, siento un tirón en el estómago que me hace entender algunas cosas de mí misma que preferiría ignorar.
Salu2, mesié. Y viva viviendo en usted, deje los misticismos para las almas puras;-)

Olga Bernad dijo...

Qué cierto, Meli. La resignación como método de supervivencia. Qué desprestigiado está ese método y cuántas vidas habrá salvado en la historia de la humanidad. Sin embargo, entre no tener aguante (que nos hace, en el fondo, muy débiles) y no tener ninguna conciencia, hay un territorio muy amplio en el que siempre va a surgir algún grado de conflicto interior. Salvo para toda esa gente a la que no admiro (pero desde luego envidio) que están absolutamente seguros de su posición, de lo que piensan y hasta de lo que deberían pensar los demás. Y te lo sueltan tan contentos de su mala baba o hasta de su buenismo, igual me da.
Yo no me paso a ninguna filosofía oriental; eso, al menos, lo tengo claro. Cuando me da por la espiritualidad, tengo muy cerca la Virgen del Pilar que, como todo el mundo sabe, es el único Dios verdadero;-)

Olga Bernad dijo...

Sincera desde luego lo es. Gracias por el reconocimiento y, sobre todo, gracias por la emoción, Miguel, pues algo que quiero evitar es el uso de un tono excesivamente sentimental para estas cosas (me parece un chantaje al lector, no me gusta que me lo hagan y no quisiera hacerlo), y tal vez con ello me arriesgue a no transmitir lo que evidentemente a ti sí te ha llegado. Gracias.

veridiana dijo...

¿Acaso no somos todos esclavos?

Todos los trabajos son dignos,aunque no vayan unidos a la riqueza y al bienestar.

Un beso.

MªTeresa Gómez Puertas dijo...

Yo estoy con tu abuela odiar es una perdida de tiempo y energía...y tu tienes el derecho a opinar lo que quieras, faltaría más....

Olga Bernad dijo...

Veridiana, seguramente todos somos esclavos en alguna medida, pero hay algún rato que unos lo son mucho más que otros. En cuanto a la dignidad de todos los trabajos... la frase está bien, pero me pasma lo que puede llegar a hacerse con una buena frase, como con un buen catecismo: "El trabajo os hará libres", decía un cartel a las puertas de Auschwitz.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Es una pérdida de tiempo, Tere, pero odiar es tan humano e inevitable a veces como amar. Yo sé que tengo derecho a opinar lo que quiera (como los demás) y eso no me causa ningún problema; lo que intento precisamente, como ya te he dicho, es reconocer mis demonios y no darlos tampoco por buenos. Y que cada cual haga con los suyos lo que sepa;-)

veridiana dijo...

Ya,conozco Auschwitz,y no creo otro lugar más terrorífico que ese.
Claro que hay muchas frases:" El trabajo es un castigo diario"
Que el mundo es ingrato,desigual ya lo sabemos,pero creo que a tu abuela le daría un 10.
En cuanto a tus demonios..."si contemplaran tu rostro se irían a otro lugar".
Besos.

Olga Bernad dijo...

Está claro que yo también le daría un 10, Circe. Jamás fue una resentida. Y se murió de vieja. Yo tengo muchos menos motivos que ella, pero también habrá que plantar cara alguna vez, sobre todo si tenemos alguna posibilidad de hacerlo, precisamente porque otros no pueden ¿no? ¿Lo contrario no es comodidad?
Y, bueno, mi rostro a veces es un poema, te lo aseguro;-)

pispireta dijo...

llamalo inteligencia emocional o simplemente que era una bellisima persona.aun en estos tiempos se sigue teniendo relacion con alguna de esas personas a las cuales sirvio,pero porque ellas quisieron tenerla,eso significara algo.....

Olga Bernad dijo...

Ay, pispireta;-) Por supuesto, significa lo que tú dices. Las cosas entonces eran así, pero habrá que intentar (o al menos desear) que nadie se vea en la necesidad de trabajar a los ocho años, aunque la gente para la que trabaje sea muy buena. Que esas circunstancias no se repitan a ser posible para nadie. ¿Te gustaría ver a tu hijo en ellas?

Anónimo dijo...

La honradez -emocional, intelectual-es una de las virtudes más puñeteras de alcanzar. Leyendo este texto puedo adivinar que tu abuela y tú no sois (érais) tan diferentes... Que tengas un feliz fin de semana, Olga, a pesar de los demonios.

Olga Bernad dijo...

Heredé muchas cosas de ella, como de mi otra abuela (de ninguna de las dos heredé mucho dinero, como podrás imaginar;-) Últimamente, las situaciones injustas que tenemos seguramente todos delante de las narices (y lo que te rondaré) me producen el mismo tirón de estómago que aquellas historias de mis abuelas sobre su infancia. Tal vez por eso me ha venido aquella frase a la mente, la frase del principio. Nunca he pensado que las cosas sean sencillas y que todo sea tan simple como ponerse a bramar contra la injusticia (que es, al final, como no decir nada). Pero no decir nada... ¿qué es?

pispireta dijo...

tienes razon,no quiero ver a mi hijo en esa situacion....pero yo me tiraba por la relacion rico-pobre.la verdad es que ella a parte de ser muy buena,tuvo la suerte de tener uno dueños buenos...

Olga Bernad dijo...

El quid de la cuestión está en que "tuvo la suerte". Lo terrible es que la pobreza deja a los desfavorecidos al pairo de la bondad (o maldad) de los no tan desfavorecidos. Quizá las relaciones laborales, sobre todo ahora que trabajar se considera un privilegio, estén volviendo por esos derroteros que parecían olvidados. Me parece terrible. "Tuvo unos dueños", ¿nunca te rechinó esa frase? El pasado ya no importa mucho, pero me da miedo el presente y veo el futuro bastante negro, la verdad.

Alfredo J Ramos dijo...

Por el título, tu entrada me ha traído a la memoria aquella película de Gutiérrez Aragón que, entre otras potentes escenas, incluía una carga de la gris caballería franquista contra los estudiantes con gran estruendo y añicos de cristales... (una escena, por cierto, que pocos años antes había vivido "literalmente" en la Facultad de CC II de la Complutense: siempre he pensado que MGA también debió de vivirla y la recreó en su film).

Es un tema peliagudo el que planteas, Olga, y lo haces con una gran franqueza y hondura, y sin esos maniqueísmos tan groseros como habituales en las discusiones sobre lo que pasa y nos pasa. El que se sienta libre de demonios pastando en sus adentros tal vez tampoco sea capaz de percibir la verdadera naturaleza del ángel (un demonio en potencia, por cierto). Bueno, no sé si mis metáforas aclaran mucho, pero tus palabras me parecen muy cuerdas. Y sabias. Gracias por compartirlas.

Olga Bernad dijo...

No llegué a ver nunca la película, pero recuerdo el título. Tal vez por eso dejé "en el jardín" y no "en mi jardín" que era mi opción primera. Demonios, en cualquier caso. Creo que no habré tocado estos temas más de dos o tres ocasiones. Me da miedo que se me vaya el tono y, a la vez, quiero ser sincera. Escribir como se piensa y ya está. Sin embargo, te confieso que odio el abuso sentimentaloide casi tanto como el que destila una violenta seguridad que ofende. Dentro de mis dudas y con algún demonio a cuestas, alguna cosa clara tengo. Espero transmitir eso, aunque tampoco estoy segura de conseguirlo. Tu lectura me da un poco de tranquilidad y me ayuda, como pensar en todo esto, a reconocer también algunos de los ángeles que me guardan. Son más, así que no hay que quejarse (y esperemos que no acaben cayendo;-)
Muchas gracias, Alfredo, de verdad.

Sergio Astorga dijo...

Olga, tocas de nuevo una perplejidad: la honradez y tu tiempo. Cómo vives lo que te toca. Cómo evitas ser aplastado por el otro. Cómo vives la catástrofe o el oro del vivir.

Que la virgen del Pilar o la morenita del Tepeyac o Xipetotec, nos guarde del sentimentalismo.

Abrazos hoy.

Olga Bernad dijo...

...pero que nos guarde también los sentimientos. No quiero (tampoco) parecerme a los que son de piedra.
Abrazos, Sergio. Gracias.

Mery dijo...

El conflicto interior es también mi casa, Olga, a veces una mansión inmensa, a veces una chabolita endeble.
Lo injusto es que en pleno s.XXI haya aún zonas donde se trabaje desde la tierna infancia y con nulas posibilidades de escapar de ello.
¡Cuántas vidas sacrificadas por todas partes!
Un abrazo

Olga Bernad dijo...

Ya lo creo, vivimos en una especie de reserva india y ni siquiera nos damos cuenta. Pero las condiciones son así de duras en buena parte del mundo, y lo fueron aquí no hace tanto tiempo. De vez en cuando, la realidad nos quita alguna venda de los ojos... sobre lo que hay y sobre lo que podría llegar a haber. La cuestión es cómo encarar eso sin entregarse a todos los demonios.
Un abrazo, Mery, y muchas gracias por la lectura.

Anónimo dijo...

Olga, qué postura la tuya más templada y lejos de lo radical. Cuestionarse si no pecamos de injustos por considerar injusto lo que nos indigna... Me parece un arte que no está al alcance de cualquiera.

Y ¿sabes una casa? Hoy en día hay mucha gente que sigue opinando como tu abuela y que justifican la corrupción: son comensalistas, peces piloto que se alimentan de las migajas que dejan los tiburones tras el festín. Lamentable, indigno e injusto: yo ni me lo cuestiono, pero no tengo tanto temple, claro.

Un beso fuerte, bonita.

Olga Bernad dijo...

El problema es que mi abuela no "opinaba", vivió como pudo una situación que a algunos más débiles les hubiese machacado o les hubiese convertido en rencorosos sociales para siempre. Sus recursos culturales, sociales y económicos eran los que eran, así que ella se agarró al factor humano, que es algo que algunos son capaces de mantener más o menos limpio a pesar de cualquier circunstancia. No quiero juzgarla a ella- al contrario, quiero comprenderla y aprender y enfrentar con honestidad nuestra visión y la que pudo ser la suya- ni quiero juzgar a estas alturas a aquellos a los que sirvió (mucho menos en lo personal), no es eso, quiero pensar en lo que ahora somos capaces de hacer para que esas circunstancias no se repitan. Si no hubiera un divorcio total entre lo que se dice y lo que se hace, tanto en la vida pública como en la privada, no nos encontraríamos ante una sociedad tan tramposamente "justa". No quiero tampoco ser victimista, hay que tener un poco de vergüenza y reconocer que nuestras circunstancias han sido otras (en parte, gracias al esfuerzo de las generaciones anteriores). Si ahora somos comensalistas, no, no tenemos perdón de Dios, sobre todo en los casos en los que el que espera migajas (o millones de euros) muchas veces ni siquiera las necesita, se trata de simple avaricia, de una profunda corrupción. Mientras tanto, lo terrible es que la indefensión de una parte de la sociedad es cada vez una realidad más cierta. Con arrebatos justicieros literarios no se arregla mucho, ni con un manoseo sentimental del asunto, sino metiendo en nuestra vida algo que se parezca un poco al concepto de honestidad, de justicia y a lo mejor hasta de valentía. Y sí, para eso hace falta un poco de temple y aguantar el tirón del estómago. No te creas que siempre soy capaz, pero tengo claro que quisiera serlo.
Un beso, Arantxa, y mil gracias por la lectura.

samsa777 dijo...

Del hombre por el hombre: desde el inicio de los tiempos hasta la eternidad.

Y lo peor de todo es que los ciclos de auge se van, en efecto, repitiendo. Nos aproximamos, sin duda, a un punto álgido.

Olga Bernad dijo...

El joven autor de un libro que leí no hace mucho lo veía muy claro: “Eso nunca me sucederá a mí: una frase que ha movido el mundo durante siglos. Siempre, hacia el desastre”.

Peligro de vida, se llamaba el libro. No sé si te suena;-)

Angós dijo...

El temple, el aguante, la paciencia y todas esas cosas pueden ser una virtud pero también un defecto.

Olga Bernad dijo...

Claro. Cuando dejan de ser una cosa para pasar a ser otra hay que dejar de aguantar. Acertar con el límite es lo complicado. Toda sociedad tiene la fuerza del más débil de sus miembros.

Julio Castelló dijo...

Pues estarás ahora mismo, querida Olga, como una olla a presión. Y no hecho más leña al fuego, ni siquiera en imágenes, que, si no, me enciendo... y el médico me lo ha prohibido terminantemente.
Te recomiendo el nuevo blog de mi buen amigo Jaime Alejandre: El hundimiento del Maine.
http://www.elhundimientodelmaine.blogspot.com/

Olga Bernad dijo...

Yo casi siempre estoy como una olla a presión, querido Julio, por eso escribo una poesía tan serena, porque me pienso mucho los estallidos. Malos tiempos para las ollas a presión, indudablemente. Lo de la lírica es lo de menos.
Y gracias por la recomendación.

Teresa J. dijo...

Teneis mucha razòn,el problema en si es la injusticia, y muchas veces no podemos permanecer callados ante ella,admiro la actitud de tu abuelita y en el mundo hay tantas personas como ella que no pueden permitirse ni si quiera de opinar porque el trabajo los oprime.Optimo post.Teresa J.

Olga Bernad dijo...

Muchas gracias, Teresa J. Bienvenida.