lunes, 26 de octubre de 2009

Monedas para el músico

Me he arrancado del pecho otra llama invisible.
La dejé con torpeza en el reverso
de un libro o de una carta.

Y, luego, en los bolsillos,
buscar unas monedas para el músico.
El violín de la calle limpia el aire
y vuelve cierto un mundo que vigila.

La belleza se ha muerto de esperarte.
Le hablé de mi impaciencia,
de mi forma
de cerrar filas, manos, versos, puertas,
por mantener a salvo una mirada.

Cerrar los ojos y dejar que el músico
se me lleve con él a cualquier parte.

No estuve en Samarcanda, conocía
los cuentos orientales, y me hablaste
de los aromas suaves de la seda,
de su olor de colores.
Sarracenos rompiendo el horizonte.

Si se perdió la voz de las leyendas
no fue por culpa mía.
¿Con qué razones miraré a lo lejos?
Ahora que la llama se ha clavado
en la mano que usé para guardarla,
miro la herida abierta,
miro el mundo.
Sólo el violín perdona la tristeza.

Olga Bernad
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NOTICIERO
26 de octubre: Nuevo eco de las Caricias Perplejas en el blog de Antón Castro. Julio Castelló también las hace visibles en su tablón de anuncios. Gracias a ambos por sentirlas y ayudar a que se sientan.
27 de octubre: Antonio Rivero Taravillo escribe en su blog sobre los tres últimos títulos de la colección Siltolá. Gracias por esa generosidad con las Caricias.
28 de octubre: José Manuel Benítez Ariza me regala este bombón en su Columna de humo. (Gracias, José Manuel;-) No me resisto a copiar su parte central:

En una mañana festiva me leí el libro de Olga Bernad, Caricias perplejas. La lectura de poesía, digan lo que digan los panegiristas del género (entre los que no me encuentro, pese a cultivarlo), es siempre superflua. Por eso es un lujo y un placer. Luego puede tener otras utilidades añadidas, no digo que no. Pero lo verdaderamente lujoso, e incluso lujurioso, de la poesía es su gratuidad. Un poco de sol, unas horas de ocio absoluto, un cierto trasiego en la casa, del que previamente te has desentendido, porque la vida en familia admite estos pactos tácitos... Leo estos poemas en los que tan claramente se manifiesta el gusto de escribir more metrico, con naturalidad y sin aparente esfuerzo. Hablar en endecasílabos, como se dice que los castellanohablantes tendemos a hablar en octosílabos -yo creo que eso sólo ocurría antes de Garcilaso-. Olga Bernad tiene ese don de la métrica interiorizada, hecha ritmo del hablar; y ello, sin que en su poesía haya demasiados elementos que apunten a eso que se ha llamado "tono conversacional", y que tantas veces ha degenerado en un amaneramiento más, o en objetos verbales tan acartonados como los "monólogos dramáticos" de Robert Browning, que tanto gustaban a Cernuda... No: la poesía de Olga Bernad no apunta a esa ficción, se conforma con ser palabra gozosamente entregada a su ritmo. Es retóricamente abundante, a la manera en que lo era la poesía del mejor Neruda o de Miguel Hernández, pero su retórica nunca parece superflua o innecesaria. Si acaso, concuerda con la sensualidad que aflora en algunos de sus poemas. No en vano en este libro se habla de "caricias" desde el título mismo. Uno lo ha leído con curiosidad, primero, luego con placer y creciente entusiasmo. Y lo cierra con la satisfacción de quien constata que, si bien todo se ha dicho ya, como dicen algunos, siempre es posible añadir una modulación personal a lo ya dicho.
A Olga Bernad la descubrimos en este mundillo de los blogs, que muchos juzgaban poco menos que la perdicion de quienes habíamos caído en semejante vicio, agravado además por la circunstancia de que quienes escribimos en este medio eludimos las dos grandes consideraciones de respetabilidad de las que suelen blasonar los escritores: la publicación de libros y/o la remuneración por la labor realizada. Escribir gratis y tener lectores que no compran libros. Vaya negocio. Y, sin embargo, de este semillero empiezan a salir buenos frutos. Uno es éste. Y no el único, por cierto.

Caricias perplejas estará por fin disponible esta semana en la Casa del Libro de Zaragoza (C/San Miguel). Despacito, pero van llegando...
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Hace un año:
Andábata XXX: Corazón (A piece of my heart)
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52 comentarios:

Juanma dijo...

El poema no puede ser más elegante ni tener mayor sensibilidad. El verso final es de una gran belleza, él solo abre otro poema.

En fin, muchas gracias. Me encantó.

Un beso.

Olga Bernad dijo...

Seguramente, en muchas ocasiones, unos poemas nos llevan a otros. Los comenzamos sobre el rumor de algún último verso, como el que retoma un asunto pendiente. Quizá ello nos lleva a un poemario, hasta que el punto final es final.
Muchas gracias, Juanma, me alegro mucho de que te guste y de que hayas "reincidido", volviendo por aquí a leer.
Un beso.

Gemma dijo...

"Sólo el violín perdona la tristeza."

Y también tus versos.
Otro beso

Olga Bernad dijo...

A veces dan ganas de decir, como Sabina: "perdón por la tristeza".
Pero miras el mundo y da la sensación de que no, no se perdona. Mejor tragársela o convivir con ella como con un íntimo y puñetero animal de compañía.
Un beso, Gemma.

Angós dijo...

Igual es el precio a pagar por verle a la seda un olor de colores.
Yo nunca lo veré.
Es precioso.

Olga Bernad dijo...

Suena a pacto, Angós. No sé si salgo ganando o perdiendo, pero hay que conformarse, supongo.
Lo malo es que ves y sientes otras muchas cosas, no siempre agradables de sentir, pero mejor no dar la tabarra más de la cuenta;-)
Intentar oler el rastro hermoso hasta de la tristeza.
Me alegro muchísimo de que te guste.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Las dos últimas estrofas son preciosas. Me alegro de que sigas enferma de poesía.

Olga Bernad dijo...

Los cuatro últimos días he estado enferma de algo más que de poesía.
Todavía llevo la voz como una carracla, pero va sonando;-)
De la poesía, a veces, me gusta hasta la fiebre. Bendita enfermedad.
Y mil gracias, Jesús.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Hola Olga.

Deseo que estés mejor.

El comienzo es brutal, brutalmente bueno. Y el final también.

Me quedo con eso.

Recibe mi abrazo.

Juan Manuel Macías dijo...

La voz segura, la voluntad que exige los límites del poema para que nada falte o sobre y la emoción. Todo en su sitio. Incluso el violín y Samarcanda. La expedición léxica a Samarcanda es muy puñetera. Muy pocos poetas han regresado para contarlo. Tú no sólo has regresado con toda naturalidad sino que, además, nos traes un tesoro. Entre tanto gilicancionero que uno lee por ahí esto es un oasis donde uno quisiera quedarse a vivir. No ya unas sílabas que buscan la música, sino que nos miran serenamente desde la música, como si nada.
Besos, Olga. Y, además, mi enhorabuena por todas las cosas merecidas que te suceden y otras que llegarán... ;-)

Olga Bernad dijo...

Me encanta ser brutal, en este caso;-)
Procuro serlo de forma elegante, eso sí, pero...
Y ya estoy mejor, Javier; hoy incluso he ido a trabajar y, por teléfono, me hubieras reconocido.
Muchas gracias siempre y un fuerte abrazo, gaditano.

Olga Bernad dijo...

Juan Manuel, me lees no sólo el poema sino el pensamiento. Miedo dan los violines y las Samarcandas, como las lunas manoseadas y, sin embargo, la luna sigue siendo la luna y yo iré a donde quiera a pesar de que el riesgo es en el fondo mucho mayor que si nos refugiásemos en otras piruetas. Si regreso o no, asunto mío. ¿Serenidad? No, pero me conformo con que no me tiemble la voz mientras me late el pecho, je.
Gracias por ese comentario y por la enhorabuena plural. Últimamente ha habido mucho que celebrar, pero ninguna música tendría sentido sin un oído receptivo. Gracias por serlo, hoy como tantas veces.
Besos.

Miguel dijo...

Las leyendas corrieron a cebarse de nuevos asuntos literarios sobre el horizonte curvo e ilusorio que tanto nos apena y nos cansa a los que deseamos remontar la corriente infinita sin lamentaciones o estigmas.
El poema tiene un trasunto amatorio, ya expresado, que viene bien recordar de tu mano. Me da que pensar también sobre la proximidad de la alegría y el desmentido continuo de la plenitud como una quimera.
Si el recurrente violín toca de nuevo, que así sea para nuestro consuelo. Me niego a trivializar el espíritu, bajarlo aún de su trascendencia, aunque cualquier otro asunto poético lo ignore... por eso la primera lectura de tu poema ha sido emocionante, y a pesar de que al releerlo me detuviese en símbolos o consideraciones que han caducado ya para muchos lectores, la primera y la útima estrofa, me han satisfecho como si tú misma hubieras tocado el violín y yo estuviera profundamente trite.
Besos, Olga.

Máster en nubes dijo...

Oye ¿y esto salió con el catarro o cuando éste se estaba incubando? Me gusta todo y especialemente esa imapciencia y el cerrar filas etc. para mantener a salvo una mirada.

Unas monedas siempre para los músicos que nos acompañan en el metro o donde sea. Y un abrazo para ti fuerte.

Aurora

Ramiro Rosón dijo...

“Cerrar los ojos y dejar que el músico
se me lleve con él a cualquier parte”.

Cuántas veces a uno le sorprende el hallazgo inesperado y deslumbrante de la belleza, que surge de la pura casualidad, como el músico ambulante que exhibe su virtuosismo en la esquina de cualquier plaza o calle y que uno descubre, sin habérselo propuesto, en sus vaivenes cotidianos. La belleza es tanto más hermosa cuanto más insospechado es su descubrimiento.

Un abrazo, Olga.

José Miguel Ridao dijo...

Me gusta especialmente el verso "La belleza se ha muerto de esperarte". Y el final, como siempre, redondo. Das mucha importancia a los versos finales como remate del poema, y creo que haces bien, es tu sello, no me canso de repetírtelo. Eso no impide que alguna vez quieras hacer algún poema más homogéneo, que muera solo, no sé.

Un beso.

Olga Bernad dijo...

Qué bonita esa imagen, Miguel. A través de la lectura yo puedo ser el músico para otros;-) Y llevarlos conmigo a cualquier parte... Hay que suspender la incredulidad del que lee y montarlo al lomo de una yegua muy difícil de mantener viva, pero mucho más difícil de agotar: la poesía.
Gracias por ser tan buen compañero de viaje.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Aurora, esto me salió al final del verano, cuando me tuve que curar la tristeza a golpe de drogas legales. Pensaba guardarlo, pero alguna lectura me llevó a pensar que a veces tenemos que pedir perdón hasta por la tristeza, precisamente a quien no le importa ni nuestra alegría. Eso me llevó a sacarlo. Pero ya nada de eso importa. El poema me importa.
Y vos;-)
Abrazo enorme.

Olga Bernad dijo...

Si no hay sorpresa, Ramiro, es mucho más difícil la admiración. Y la belleza necesita ser admirada. Si no, se muere de pena. Música en el aire, letras sobre un libro, gestos en la calle... la belleza convierte el mundo en un espacio para la complicidad. Aunque sea a veces un anjelo tan (auto)destructivo y sería tal vez menos doloroso vivir sin él: no desear, como en esas raras filosofías orientales...
Pero bueno, que nos siga acariciando o golpeando, y que sepamos verla.
Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

José Miguel, me encanta que a unos les guste el principio, a otros el final, y otros destaquen frases centrales. Yo intento que el poema sea bueno entero, del principio al final, pero igual que cada palabra me importa, y cada verso lleva su música, también el poema lleva su propio ritmo y el final es muy importante. En cualquier caso,los poemas siempre "mueren" solos: ese punto final lo ponen ellos. Yo procuro no confundirme y reconocerlo cuando llega.
Un besazo mío y un saludo de parte de Angós.

ana dijo...

El perdón sostenido en la melodía de un violín. Melodía que expande la tristeza hasta hacerla etérea, habitada ya desde el aire, el mismo aire que se respira. Paz. Perdón. Y al final una leve sonrisa... instantánea.

... Gracias Olga.

Y que siempre se balancee la fuerza de tus palabras sobre la tristeza que a rachas siempre se habita. Un abrazo.

Maria Luisa dijo...

Querida Olga.

Quizá sea repetitivo pero es un placer leerte, sentirte...
Me gusta decirlo, eres ¡Genial!

Creo que yo he encontrado en ti mi "Samarcanda"

Besos, muchos, muchos.

Olga Bernad dijo...

Perdón sostenido. Hermosa idea, Ana. Aunque haya que cerrar los ojos a muchas cosas y lo único que siga abierto sea una herida. Me gusta que al final veas una especie de sonrisa, eso prueba lo delicada que es tu manera de sentir. Es lo bueno que tienen los poemas, que cada uno ve lo que lleva dentro.
Gracias por tus palabras y tus deseos.
Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

Tú aquí te puedes repetir y hacer lo que quieras, Reina;-)
Ay, esa Samarcanda de nuestro deseo, ese nombre lleno de símbolos... un poco grande me viene, je.
Un montón de besos también para ti.

María dijo...

El violín callejero perdona la tristeza... como los poemas del poeta callejero (leí tu comentario, Olga, gracias...)...

Cerrar los ojos... y que la música se lleve esa tristeza, y de paso, si puede, esa llama esa llama.

Qué gran poema, Olga. Precioso.

Besos

Mery dijo...

Alguien ha dicho por ahí arriba que estás enferma de poesía y qué frase mas bella para enmarcar tus versos.
Cuando te leo, ese violín y esa llama hieren suavemente mi corazón también.
Precioso poema.
Un beso

Olga Bernad dijo...

No me lo agradezcas, Rocío; es más, a veces tengo ganas de disculparme porque es imposible leer todos los blogs que ya conozco, pero me paso de vez en cuando por casi todos y repaso entradas. Me tocó especialmente esa entrada, por el cariño con el que hablabas de una figura tan curiosa.
Gracias por unirlo a este poema, pero la llama... esa llama es una lanza en el costado. Te la arrancas y se queda el hueco.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Me gusta que te duela (un poco;-)
Y también me ha gustado mucho esa frase, Mery.
Lo que ya no me gusta tanto es que pierdas las buenas costumbres: ¡qué horas más sensatas! Aunque hoy me has leído hasta la intención, porque con este catarro me conviene irme pronto a la cama y juro que no me quedaré por aquí...
Buenas noches, morena.

Antonio Azuaga dijo...

Bien sabes tú, Olga, que la poesía es traducción; que el poeta es un traductor simultáneo, un demiurgo que anda con el alma entre las cosas que vemos todos y a todos nos conmueven... Y todos perseguimos y perdemos todos. Bien sabes tú que el poeta es un filtro, un intérprete, que nos pone más cerca de nosotros mismos de lo que nunca hemos estado. Perfectamente lo sabes…

Lo haces perfectamente.

Un beso. Es bellísimo

Mery dijo...

Cuida ese catarro y ponte buena.
Ya ves qué horas y aún sigo por aquí, jajaja.
Un beso medicinal, si se pudiera

lolo dijo...

No te quedes, Olga, descansa.
Y que se vayan llenando los huecos que dejan las llamas. Tal vez la belleza sigue esperando.
Cúrate, anda.

Olga Bernad dijo...

Traductor simultáneo, aproximador de la parte del alma que se nos escapa... lo sé porque lo he sentido, porque otros me han hecho sentir así. Leerlos me hace entender lo que dices; escribir...no sé dónde reside la razón última, salvo en algo que sólo acierto a llamar pasión y a lo mejor sólo es necesidad. Pero si a ti te gusta, me compensa;-)
Dos besos, le mandas uno a tu caballero. Que me acuerdo de él.

Olga Bernad dijo...

Je, je, Mery Morena, ¿no creerías que ibas a acostarte antes que yo? Pues no. Ya me iba, de verdad, pero he dicho: "Voy a ver si ha venido alguien". Y ya he caído. Pero la (re)visita es medicinal.
Me voy a la cama, que sí, y sin fumar;-)))

Olga Bernad dijo...

Lolo, madraza;-) Me curo en un pis-pas, mujer; y sí, me acuesto ya.

Bueno, los huecos no se llenan del todo, siempre falta algo. La capacidad del alma para regenerarse es como la del cuerpo: sorprendente pero limitada. Todas las heridas dejan, al menos, cicatriz. Tienen su propia belleza.

lolo dijo...

Es verdad, las cicatrices también tienen su belleza.
Me ha encantado el poema.

Olga Bernad dijo...

¡Lolo! No me provoques, que las cicatrices son un tema que me encanta y me veo trasnochando como siempre;-)))) mira, para no enrollarme y como tú te incorporaste más tarde al blog, te remito aquí y aquí.
Espero que te gusten.
(Gracias por lo del poema).

MªTeresa Gómez Puertas dijo...

Caricias nos das tu y vaya si me dejas "perpleja"...cuando pienso que ya no, que no te superas brota de tu magnifica cabeza otro maravilloso poema....
Gracia Olga...muchas gracias, muchísimas gracias por compartirlo con nosotros.

Olga Bernad dijo...

Aunque este poema está ya muy lejos del libro, no se me va la costumbre de acariciar, o al menos de intentarlo;-) Espero que lo mejor esté siempre por escribir. Y compartirlo no es generosidad, es necesidad.
Gracias a ti, compa, por aceptar siempre el juego.

Alejandro Muñoz dijo...

Creo que ya te dije que había que leerte despacito. Creo que es la cuarta o quinta vez que entro esta semana en tu blog, para dejar que el músico se me lleve con él a cualquier parte.

Menuda caja de bombones.

gbp dijo...

Me quedo con estos versos, son como un cuento dentro de esta maravilla de poema.

"El violín de la calle limpia el aire
y vuelve cierto un mundo que vigila."

Qué bonito, cariño. Besitos

Sergio Astorga dijo...

Olga, sutil fontana de apremio de amor “que desde sarracenos oasis me provoca” dice López Velarde, fue inevitable que me viniera el recuerdo de este verso, serán los delicados perfumes de los jardines de Samarcanda y ese violín que los concita. ¿Será el roce suave de la tela que dice la leyenda lo que se añora?

El poema es una llama invisible.

Abrazos en vigilia.
Sergio Astorga

Olga Bernad dijo...

Alejandro, qué bien. Me gusta que vengas muchas veces y que te metas no sólo en el blog sino también en el poema. El poema es lo que importa.
A veces compartimos bombones y otras aperitivos con vinagre. Lo que haya;-)

Olga Bernad dijo...

Gema, cuentos dentro de cuentos y violines el aire. Un poquito de magia, por caridad;-)
Me alegro de que te guste, sister.
Kisses.

Olga Bernad dijo...

Sergio, me encanta jugar contigo a los poemas encadenados, je. Voy a tirar del hilo de ese verso...
Abrazos hasta allí, tan lejos.

Izarbe dijo...

Como cada poema tuyo, es un gusto leerlo y releerlo. Me encantan estos versos:
"Cerrar los ojos y dejar que el músico
se me lleve con él a cualquier parte."
Ojalá, muchas veces, pudiéramos cerrar los ojos y evadirnos de todo, aunque sólo sea por unos instantes.
Un abrazo

s dijo...

¡joder, Olga, qué casualidad, me has cogido leyendo este magnífico poema tuyo cuando he recibido tus comentarios!

Me ha encantado este poema, le veo más soltura de la habitual, que ya es decir. Me encanta esa tristeza que perdona a tiempo el músico.

Gracias por tus comentarios. Nada, que estoy de retirada...jajaja...No me apetece mucho estar por internet. Nada Grave como diría el poeta.

Por cierto, enhorabuena por todas esas cosas que leo por aquí...¡Cuántas...jajaja! Avanti, Olga.

Abrazos.

Olga Bernad dijo...

Me encanta que cada cual elija unos versos distintos, eso les da vida a todos. Tú has coincidido con Ramiro.
Cerrar los ojos y entregarse a la corriente que se nos lleva. No está mal de vez en cuando, no... lo malo es si no puedes volver.
Gracias, Izarbe, sé que vas "de cráneo" y espero que venir te haya servido para evadirte un poco de tanto trabajo.
Abrazos.

Olga Bernad dijo...

Eso se llama telepatía, Sergio; de repente me he acordado de que llevaba bastante días sin pasarme por tu blog, no sabía nada de que habías decidido parar hace un tiempo. A veces uno se cansa, se desmotiva o, simplemente, prefiere callar. Espero que aproveches el silencio y que sigas viniendo a leer.
Gracias por esa alegría y por tus palabras sobre mi triste poema;-)
Un fuerte abrazo.

lolo dijo...

miro la herida abierta,
miro el mundo.

Hice la visita guiada por las heridas, allí y allí.

Hoy me quedo con ésto.
Gracias, Olga.

Blackbird dijo...

Tu poema suena, y por eso me he dejado atrapar por los recuerdos de canciones, cosa que no pasaba hace bastante tiempo cuando he volado a “Zure tristura” de Imanol y me he paseado por el Llach de “Astres”. Estarán en otro idioma pero en una sensibilidad tan densa se flota perfectamente. Y me he dejado chispear por tu poema y por las canciones y te sale uno de esos momentos tontos que ya no pasan casi y echas de menos un poco de silencio a estas horas, todavía de dibujos, para no desconectar demasiado rápido y aterrizar de nuevo en la rutina... Pero es imposible, creo que me tomaré una sportchuche.
Besicos

Blackbird in Lazy Town.

Olga Bernad dijo...

Al final hay que mirar el mundo,Lolo, se vuelve del olor de colores de la seda y queda el mundo. Y las heridas abiertas. Y la belleza de un violín sonando. La vida.

Sí, te vi por allí, mañana iré yo, que hoy otra vez se me han hecho las tantas;-)
Besos de buenas noches.

Olga Bernad dijo...

Black, Zure tristura es una canción preciosa y una de las favoritas del rugbylari; en cuanto cierre, la oigo y me voy a la cama. Ahora sí hay silencio, y me encanta leer tu comentario y dejarme "chispear" por él, como tú por mi poema. "Momentos que ya no pasan casi", dices.
Es verdad;-)
Besicos.

Olga in dreaming empire.