lunes, 1 de junio de 2009

Andábata IX: Acelerando



Me ha venido la regla, así que lo de ayer era síndrome premenstrual, lo de hoy es síndrome menstrual y lo de la semana que viene podremos considerarlo síndrome postmenstrual. Y andando. En el probable caso de que el síndrome continúe las dos semanas que me quedan libres, no habrá más remedio que tener una charla con mi querida Marta y que me dé tranquimazines, que para eso es enfermera, no te fastidia, y para eso es amiga mía, no te fastidia. O, si no, la llamo y que me los dé mañana mismo, no te fastidia. Yo realmente no me puedo creer que todo sea cuestión de química, pero sé que las pastillas de colores quitan la tristeza porque lo he visto con mis propios ojos, o más bien lo he sentido con mis propias emociones, en fin, algo así. Y, sin embargo, sigo sin creerlo. No sé. O sin confiar. No sé. No me fío de la química pero mucho menos me fío de mis nervios, y mañana me presento otra vez al dichoso examen de conducir, ay, Dios.

Mañana es mucho decir, más bien me examino dentro de cuatro horas. Son las cinco de la mañana y no me puedo dormir. Me examino por séptima vez, ahí es nada. Es bonito: tal vez el sentido de mi vida radique en batir extraños récords. Lo mismo que la gente salía por la tele para demostrar al mundo que era capaz, por poner un ejemplo, de fumar por las orejas, yo podría ir y contestar a la pregunta: “¿Y usted qué sabe hacer?” con un saleroso: “Suspender quinientas veces el examen de conducir y comerme de una sentada un yogur de fresa a punto de caducar, otro natural ya caducado, tres pepinillos, un filete de jamón de York sospechosamente oscuro, dos cebolletas, unos pocos krispis, medio bote de mermelada casera abierta desde el año que reinó Carolo y un trozo de pan duro”. “¿Y por qué esa curiosa mezcla?”, me preguntará el presentador con cara de lelo. “Pues mire usted”- le diré- “porque me estoy especializando en no comprar comida para no poder atiborrarme a las cinco de la mañana y así luego puedo rebuscar a ver qué encuentro, y siempre descubre una algo que debía haber tirado a la basura y no tiró, y de esta manera se atiborra una igual pero tiene todo ese interés añadido de no saber si acabaré en el hospital con alguna intoxicación o qué”. “Ah”, dirá el presentador, “qué original es nuestra invitada, qué hermoso es el hecho de tener imaginación para poder usarla tanto”.

Aunque este trozo de carne de membrillo cubierto de moho no me lo como, es demasiado asqueroso incluso para mí. Me voy a fumar un cigarrillo y a tomarme ese tranquimazín que tengo por ahí guardado; pero antes tiro esta porquería a la basura, no vaya a ser que mañana esté más desesperada y me dé por recortar el moho y comerme el resto, no sería la primera vez.

Bueno, el presentador es un degenerado y tanta barbaridad le despierta la libido. Me mira a los ojos y me pregunta:

- ¿Estudias o trabajas?
- Trabajo.
- Qué interesante, cuéntame…

Cuéntame. Ojalá Dios exista y me escuche, ojalá tenga tiempo para mí y yo no esté aquí hablando sola, riéndome de mis tonterías para no llorar, para no querer entender que esto no es ninguna sandez, esto se llama ansiedad oral y hace tiempo que no puedo controlarlo. Está bien tener sentido del humor, pero eso no me salvará si no dejo de desperdiciar mi voluntad entregándola sólo en mi trabajo, antes en mis estudios, casi siempre en Álvaro.

Aquí estoy yo, a punto de envejecer, maltratándome. Necesito ayuda.

Pero toda situación es susceptible de empeorar, qué gran verdad; resulta que ahora el público siente pena, sabe que va en serio. Basta, guapa, a la cama de una puta vez. El presentador ya no quiere ligar conmigo pero le encantaría que llorase para ganar audiencia. Lo tienes claro, gilipollas, con los cursis como tú se me va el hambre. Muy bien, niña, así se habla, vamos a la cama, no fumes más.

Álvaro duerme como un bendito y despide un calor que a lo mejor me devuelve la sensatez y el sueño perdido. Me aprieto a él y siento que le quiero todo lo que sé querer, ojalá sea suficiente. Cuéntame…

Vale, pero antes pensamos en cosas agradables: Soy de verdad una niña, mi padre viene hacia mí en un domingo de sol, hay gente y arena y yo miro el mar y juego con un barreñito de plástico lleno de agua y jabón de pompas lujosas que crujen con la brisa y brillan con el sol, formando arcoíris aceitosos sobre sus contornos perfectamente lisos, tan suaves y efímeros, tan delicados. Duérmete ya.

Me monto en un coche y acelero tanto y tanto que súbitamente estoy en un avión, un avión precioso y loco, sin rumbo y sin control. Todos tenemos que saltar, es una orden, y debemos utilizar unos paracaídas azules que son como sombreros o como setas ligeras y venenosas. Me muero de miedo pero salto con todo el mundo y, asombrosamente, la sensación de caer es tan emocionante y divertida, las setas brillan como burbujas húmedas, la gente sonríe… A pesar de que sigo teniendo miedo, la verdad es que según me voy acercando soy consciente de que lo voy a conseguir: voy a sobrevivir a esta caída. Noto cómo entro en el agua de una gran piscina, cómo rompo una corriente helada con mis pies. Ahora tengo miedo a clavarme un cuchillo que llevo en la mano (era indispensable saltar con él), miedo a no controlar toda esa fuerza del choque contra el agua. Pero no me lo clavo, sino que pierdo el puñal al hundirme más y más, se me escapa de la mano o me lo quitan. Buceo hacia arriba para pedir ayuda. La piscina está llena de gente porque es una hermosa mañana de verano. Todo el mundo busca mi cuchillo, yo vuelvo a sumergirme y voy palpando a ciegas el fondo, noto algo suave, abro los ojos y aquí, debajo de la almohada -¡en mi propia cama!- me encuentro un racimo de uva moscatel y un anillo de plata con una piedra transparente engarzada. Una niña ha encontrado mi puñal y me lo entrega. Ya está, por fin voy a comerme tranquilamente mis uvas, pero resulta que no puedo porque descubro que son de cristal. No importa, las miraré durante mucho tiempo, me parecen un regalo del cielo. Siento una paz increíble… Entonces suena una alarma desquiciada que vuelve a traer la prisa y la locura, y sé que tendremos que volver a saltar, y no sé cómo haré para caer nuevamente de pie sin clavarme el cuchillo, y además sin romper el racimo de uva, sin perder el anillo, sin dejar de creer… Estampo el despertador contra la pared como única solución practicable. Qué ganas más tontas de llorar y llorar. Tiempo muerto.

Una hora después me siento en el coche, ajusto los espejos, espero a que el examinador me diga que arranque. Acelero.

Olga Bernad
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Hace un año:
Semper Fidelis
El retrato de Lucrecia
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51 comentarios:

colorprimario dijo...

Vaya... Trepidante es poco. Me cuesta distinguir ciertas partes soñadas de las reales (menos el final, claro), no sé si por recurso tuyo o si es que yo estoy algo espeso por ser la una de la mañana. En cualquier caso, me parece que es un texto lleno de buenos detalles (lo de la ansiedad oral me ha parecido insuperable). Intentaré leerlo de nuevo con la canción de Sabina de fondo, que seguro que está a la altura lo uno de lo otro.


Saludos...

D.

Olga Bernad dijo...

Oh. Alguien despierto;-)
Estoy tan cansada que no sé si puedo contestarte bien. Recuerdo que una de las preocupaciones de este capítulo fue mostrar la imaginaria del desvelo, y luego ir mezclando la vigilia y el primer sueño con imágenes traídas voluntariamente, para caer al final en la espiral del sueño. Me parecía que hablar de la ansiedad era peligroso, pero entonces lo consideraba necesario.
En fin, esta Andábata sigue su marcha, estoy revisándola completamente, y me gusta soltar pequeñas teselas del mosaico para comentarlas con vosotros.
Te agradezco la lectura y las palabras, D.
Buenas noches:-)

Miguel dijo...

Dios mío, Olga, ¿habías fumado? Más que un sueño, parece un viaje, una realidad forzosa y puesta en escena para mortificarte durante el día. Pero es un sueño, poco compensatorio, que acaba en llanto. Yo creo que,esa noche,renegaste de otros símbolos con los que haber descansado de la inquietud y el frenesí del día. Estabas puesta a punto para darlo todo, víctima de tu propio carácter. Yo creo que te encontrabas sola, en este relato, al volante y en la vida, después de compatir retos comunes como el dichoso examen...en estos sueños siempre se llora por hondas lejanías, no son ganas tontas.
Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

Me habría fumado más de un paquete, como casi siempre, pero nada más (lo que me faltaba;-)) Lo de víctima de tu propio carácter me llega al alma, jeje, no sabes cuánto aciertas. Pero Andábata es una ficción. Una ficción donde vomité un montón de cosas ciertas, pero ficción. El carné de conducir, la ansiedad, el frenesí de un sueño, los episodios imaginados… cosas que nos pasan a todos, yo los vivo a mi manera y la ficción me permite llegar hasta donde quiero, y es en el fondo más verdad que si escribiese un diario, limitado por acontecimientos exactamente reales. Pero quiero hacerlo bien.
Sola al volante se está siempre, aunque es muy agradable comentarlo con otros;-)
Gracias por venir, Miguel, y ahora sí que me acuesto;-)

Jesús dijo...

Qué bueno, qué bueno. Me ha gustado muchísimo, Olga.
Un abrazo.

Máster en nubes dijo...

Bueno, Olga, me encanta, y leído por la mañana prepara para una semana trepidante. Será ficción pero es real como la vida misma, lo del carnet de conducir ha hecho soñar -pesadillas- a mucha gente, yo todavía sueño que lo suspendí (y la carrera, y que salgo desnuda a la calle pero no me doy cuenta), o sea que entiendo a la protagonista hasta en el atracón nocturno.

A ver si lo publicas, vamos a ver
Aurora

Olga Bernad dijo...

Suso, ¡me has mandado el abrazo por partida doble! Como eran exactos, dejo uno;-) Me alegro mucho de que te guste Andábata. No sé si podré sacar muchos más, porque son 35 capítulos y ya he colgado seis (o parte de ellos), pero alguno más caerá.
Un abrazo y muchísimas gracias.

Olga Bernad dijo...

Ay, Aurora, con la plaquette a punto de salir y esperando las galeradas de mi primer poemario, te aseguro que la prisa (que nunca he tenido) por publicar esta Andábata es inexistente. Dedicaré el verano a ponerla a punto de una buena vez y luego ya veremos.
El carné de conducir, los exámenes (yo todavía sueño con que no he terminado la carreta, con que me quedan un par de asignaturas que no recordaba y me examinan al día siguiente, cosas así) son el elemento discordante, la gota que a veces colma el vaso de un montón de frágiles equilibrios sobre los que se sustenta nuestra vida. Ahora mismo, la crisis golpea mi estabilidad de una manera bastante feroz, y quizá por eso he recordado este capítulo un poco desquiciado.
Besazos.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

A ver Olga, estable y sin crisis. ¿Vale?

Hombre, que peazo de relato "trepidante" como dicen tus álogos, y yo afirmo.

Venga, a ser creando.

Un abrazo.

Pd. Me ha gustado mucho.

Olga Bernad dijo...

Jeje, ¿estable y sin crisis? Miedo me dan las aguas remansadas, en las que siempre, siempre hay misterios de mujer (no sé quién dijo eso, pero qué bonito y qué verdad:-)
Procuraremos, de todas formas, caer de pie y todas esas cosas.
Me alegro de que te guste, sé que esto es demasiado largo para una entrada, lo sé, pero no me resisto a dejar algún trocito de vez en cuando...
Mil gracias, Javier.
Abrazos.

Araceli Esteves dijo...

Me ha gustado mucho, todo todito. Maravillosa catarsis.
Pero espera a añadir a la lista de desequilibrios hormonales la peri-menopausia, la menopausia propiamente dicha y la post.
Bueno, hay mujeres que no se enteran, dicen. Yo no estoy en ese grupo, digo. Un beso.

Olga Bernad dijo...

Jo:-))))
Esperaremos tranquilas y seguras de que todo desastre hormonal previsible llegará con puntualidad de novio educado.
Con ocuparme de los niños y de los síndromes premenstruales, menstruales y postmenstruales tengo, de momento, bastante...
Qué vida ésta, hija.
Cuando toque, vete tú a saber lo que soñaremos, pero haremos otra maravillosa catarsis de esas y punto;-)
Gracias, Araceli.
Un besazo.

Mery dijo...

Lo del racimo de uvas debajo de la almohada tiene su punto, sobre todo si no apareció despachurrado.

Estas ansiedades e indeguridades nos traen de cabeza a las mujeres, con regla y sin regla. En esos momentos estaría muy bien volver a tener los brazos de una madre, acunando nuestros miedos al mundo.
Muy bien contado, Olga, como siempre.

Un beso

Olga Bernad dijo...

Lo volví de cristal para evitar despachurramientos en la almohada. La mentalidad práctica me sale cuando debe, incluso en sueños;-)
Es verdad lo de las ansiedades y la inseguridad, no sé muy bien cómo lo llevan ellos, mis amigos son muy pudorosos con sus angustias, las chicas contamos más, creo. Quizá por eso también las sobrellevamos con menos úlceras e infartos, no lo sé.
Ay, yo a mi madre la tengo todavía. No soy de abrazos ni de dejarme acunar, pero su ayuda con los críos es un auténtico paracaídas para esta vida absurda que llevamos. No podría sin ella, eso lo tengo claro. Es un abrazo permanente y real.
Un beso, querida Mery.

Fernando Gonzalez Seral. fgseral dijo...

...¡MADRE MIA!.

Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

Seral,Seral, si yo te contara;-)
Tengo algunos sueños de padre y muy señor mío... y algunas vigilias incluso peores.
Seguro qué tú sueñas con cielos inmensos.
Abrazos, maestro.

Angós dijo...

Fue de las primeras cosas que leí de ti. Empujabas el carrito del niño y llevabas esos cuadernos de colegio.
Me gustan los capítulos pero prefiero la historia seguida. Me emocionaba y me hacía reir.
Pero me gusta leerlos aquí.

Olga Bernad dijo...

Sí. Uno de mis diez lectores;-)
Escribía en cuanto el niño se quedaba dormido, en los parques, en los bares, en la mesa de la cocina... pasé unos seis meses completamente absorbida por esta Andábata. Luego la abandoné y la he retomado por etapas. Pero lo fundamental estaba ahí, hace ocho o nueve años. Increíble.
Gracias, Angós, el de la paciencia infinita;-)

Pepe López dijo...

Buenos dias, Olga. He buscdo en mi diccionario de términos literarios pero no encuentro Andábata. ¿Qué significa? ¿solo ficción?
Saludos mañaneros

Olga Bernad dijo...

Disculpas, no he hecho referencia al tema porque creo que ya lo había explicado alguna vez. Lamento la falta de cortesía con los nuevos;-)
Un andábata era uno de los nueve o diez tipos de gladiadores romanos que llegaron a existir. Si el "retiario" iba prácticamente desnudo y portaba red, tridente y puñal, y el "tracio" una larga espada, un escudo cuadrado pero jamás casco, el "andábata" era el gladiador que luchaba a ciegas, con armas muy contundentes pero con un casco sin aberturas para los ojos.
Saludos mañaneros, Pepe.

Pepe López dijo...

Gracias. Suena tan bien la palabra como el significado. Si no supiéramos escrbir a ciegas, muchos nos quedaríamos en la prímera línea de cualquier escrito, acabando éste en la papelera.

José Miguel Ridao dijo...

Pues sí, trepidante, ésa es la palabra. Nos llevas de la mano en tu relato, he sentido el acelerón del avión, el salto en paracaídas y el chapuzón en la piscina. Temo encontrarme esta noche un racimo de uvas bajo la almohada. Un abrazo, olga.

Olga Bernad dijo...

Pepe, yo creo que en toda vida hay un alto grado de inconsciencia o ceguera. Incluso en aquellos que se creen más a salvo, el dinero, la cultura, la supuesta libertad, y yo diría que hasta el amor, tienen algo de arma o escudo. Maneras de "defenderse" y "atacar". Al menos el andábata sabe que no ve, que la luz no le está permitida. Agudiza los instintos e intenta salir vivo del asunto. Es imposible, claro;-)
Y la palabra es preciosa, me gusta mucho.

Olga Bernad dijo...

Je,je, Ridao, me alegro de que me acompañes en mi sueños. Si te encuentras esta noche un racimo de uvas bajo la almohada, guárdamelo, recuerda que es mío:-) (Y no te lo comas, que es literatura, hombre:-)
Un abrazo y muchas gracias por seguir a esta Andábata. Creo que te di el carnet de habitual en una de sus entregas. Y es que estas entradas largas... En fin, que me hace mucha ilusión tu compañía.
Un abrazo.

entrenomadas dijo...

A mí me parece que todo esto va a terminar en un estupendo día y en un estupendo libro. Lo que describes es genial, es pura vida, es transito, es belleza.

Besos,

M


PD: Ando de viaje y algo pachucha, pero te sigo, hermosa.

Olga Bernad dijo...

Vi que estabas descansando un poco de blog. Lo de andar de viaje y pachucha no debería estar permitido a la vez ¡a mejorarse, es una orden!
De momento, con el libro de poesía, la plaquette y las lecturas pendientes, tengo bastantes motivos de alegría y nerviosismo. Esta Andábata seguirá su ritmo de pelea, como todo.
Pero mil gracias, Marta, me encanta que te guste.

Un besazo.

Pepe López dijo...

El que sabe sus límites tiene mucho camino recorrido, tanto para hallar la paz y la felicidad como para preparase para la batalla.
Que la palabra sea esdrújula es lo mejor de ella, para mí.

Olga Bernad dijo...

Qué cierto, Pepe. Lo malo es que para conocer los propios límites hay que acercarse mucho a ellos, con todos los riesgos que implica. Pero al menos el andábata cuenta con una certeza y una verdad: estará ciego en esa batalla y en cualquier otra.

Pepe López dijo...

nada mejor que un leon hambriento para conocer los límites.

Olga Bernad dijo...

Eso habría que pensarlo:-)
Desde luego, dicen el hambre aviva el ingenio pero también apremia más de la cuenta...
Un beso, Pepe.

Pepe López dijo...

otro para ti, Olga

Gemma dijo...

Estupenda Andábata desaforada (y desatada). ;-P

Me gustó mucho ese ir y venir de una vigilia ansiosa a un sueño intranquilo por igual (el verdadero hilo conductor de la historia, me parece a mí).

¿35 capítulos, dices? ¿Está terminada, entonces? Yo podría leer muchos más sin cansarme. ;-P

Besos gordos

Olga Bernad dijo...

Desatada muchas veces, sí, la pobre;-)
Yo creo que los sueños repiten su ansiosa vigilancia en un juego de espejos que le niega lo que más necesita para ver con claridad: el descanso. Pero eso la mantiene viva incluso cuando duerme. De alguna manera, no se da tregua.
35, nada más:-) Y sí, salvo detalles, está terminada. A ver si este verano hago los deberes y la saco de un Mac de pantalla temblequeante...
Cuando la tenga, te la paso.
Un beso, guapa.

Isabel Barceló Chico dijo...

Así, como la has descrito, es la vida para algunos. Una narración preciosa, con un ritmo increíble y maravillosamente bien escrita. Eres un genio de la poesía y de la prosa. Besos, querida amiga.

Olga Bernad dijo...

Hija, no sé cómo contestar con naturalidad. Me alegro de verdad de que te guste, le tengo cariño a esta Andábata;-)
Muchísimas gracias, Isabel, eres supergenerosa conmigo.
Besos.

Iseo dijo...

Guau! Vaya mezcla de realidad, ficción y sueño. Te veo en tu séptimo examen de conducir. Me he reido (mucho) con lo que se puede comer uno cuando tiene hambre. He sentido el vértigo de la caida, la intriga de seguir leyendo a ver qué pasa... Chica, felicidades. Me alegro de haberme metido hoy a tu blog.

Olga Bernad dijo...

¡Iseo! Yo también me alegro de que te hayas metido, desde que estamos lejos nunca sé cuándo vas a aparecer, ay, te tengo que llamar.
Es una mezcla my normal, no me digas, ya dejó claro el maestro que toda la vida es sueño y los sueños...sueños son.
Gracias:-)

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

De vez en cuando aflora Olga con sus desvelos cotidianos. Coincido con el respetable en lo trepidante del relato y en lo imbricado que están sueño y vigilia. Seduce desde el principio. Un beso.

Olga Bernad dijo...

Ay, los desvelos cotidianos, cómo tejen la vida, esa manera de enredarte con las cosas, de tropezar con ellas, por mucho que uno tenga tendencia a lo trascendente (o precisamente por eso) e intente ser sublime sin interrupción, jeje.
Cuando escribo, me gusta mucho seducir desde el principio y, si es posible, hasta el final.
Gracias mil y un beso, Antonio.

Granito dijo...

Que bien (nos) conduces Olga, asi da gusto que le lleven a uno.

Olga Bernad dijo...

Espero conducir mejor con la palabra que con el volante. Esto sí es verídico: fui la peor pesadilla de mi profesor (dicho por él mismo:-)
Hecha la salvedad, si te atreves, te llevo...

Maria Luisa dijo...

Querida Olga-
Cuando terminas de leer tu precioso y angustioso texto, acabas extenuada, rota, que ritmo, que velocidad, que sueños, cuanto hay de verdad, cuanto de mentira.

Genial. Trepidante.
¡Que maestría...!

Un beso.

Olga Bernad dijo...

Bueno, Reina, como ya es de noche, repara ese cansancio con un buen sueño (de los buenos de verdad:-) Éste tampoco es un mal sueño, muestra su verdad. Creo que los sueños rara vez nos mienten, pero sí nos cuentan las cosas de otra manera. Como los libros: a veces la ficción es la única manera de mostrar una verdad más profundamente. Nunca son simples crónicas, objetivas sólo de una manera aparente (para eso ya está el telediario y los "te voy a ser sincero" que tenemos que oír durante el día:-).
Me alegro de que te haya gustado.
Mil gracias y un besazo.

Blackbird dijo...

Estás al volante del coche con el examinador detrás, vas a cruzar el paso de cebra y, ¡oh no! ¿de dónde ha salido ese dichoso peatón? –piensas- Me va a suspender, seguro.
Y entonces te despiertas y te encuentras cayendo con tus uvas y tu puñal, pierdes otra vez el puñal y las uvas; y mientras te cruzas con un conejo blanco que dice que llega tarde, muy tarde, piensas: ¡qué sueño más tonto he tenido!

Besicos.

Olga Bernad dijo...

A mí en realidad no se me aparecieron conejos blancos, pero casí fue lo único que faltó a mis muchas citas de exámenes de conducir suspendidos. Tuve peatón, señora dubitativa con carro, mala persona que me quitaba el sitio grande para aparcar, perro que me ladraba, charangas de fiestas de barrio que me cortaban repentinamente los trayectos conocidos... Te aseguro que a veces la realidad supera la ficción sin ni siquiera tener la magia de los sueños, del otro lado del espejo ni del inquietante racimo de uvas que hay que procurar no romper.
En fin.
Besicos, Black.
Buen finde.

Juan Manuel Macías dijo...

Bueno, ya llego otra vez tarde (nada acelerado), y por fin me puedo sentar a comentarte con tranquilidad y decirte que esta Andábata que aquí nos ofreces por entregas cada vez me gusta más. Me gusta cómo mezclas la realidad y el sueño, la acción y el pensamiento, un lenguaje calculadamente coloquial (allí donde es preciso) con pinceladas de extremo lirismo que en absoluto desentonan. Aquí hay unos engranajes muchísimo más sólidos y, en cierto sentido, más "arriesgados" que muchos textos que ahora van de modernos e innovadores. Brilla la verdad literaria en cada línea. Poliédrica Andábata, que nos arranca siempre una sonrisa en sus reflexiones interminables y luego nos deja al borde de la melancolía y el desasosiego cuando menos lo esperamos. Todo un placer, como siempre. Sigue acelerando :-)
Besos, Olga. Y disculpa una vez más mi tardanza, a ver si acabo tocando tierra, ay. Veo que has dejado unos latines a la puerta de tu casa :-)

Olga Bernad dijo...

Latines, sí. Qué observador, me gusta:-))) “Dies irae”, sólo uno más de los de Andábata. Tiene de todos los tipos.
Bueno, me alegro muchísimo de verte, te creía muerto en combate contra el pesado de Demóstenes (con perdón). Cada día me cae mejor Filipo, eso es un hecho. Lo que me ha encantado es la nueva firma invitada en la página de DVD, así que, como ves, te he seguido leyendo a pesar del parón del blog. Pero es un placer que llegues a esta entrada y leer tu comentario. El lenguaje pretende mantenerse en un tono coloquial porque creo que es el que se ajusta al de un monólogo interior (aunque no sé muy bien cuál es el tono que usa cada cual para hablar consigo mismo) que es a la vez narrador omnisciente para un interlocutor imaginado, el hipotético lector - siempre un misterio- pero al que sólo puede hablarle como a un extraño amigo. Es muy fácil. Tal vez te deja al borde de la melancolía porque ella siempre está allí.
Besos, Juan Manuel, ánimo con todo el trabajo y con tus cosas… pero egoístamente te pido un esfuerzo y que esas Diosas vuelvan pronto por sus nubes.

Antonio Azuaga dijo...

Decía Azorín que el estilo “…no es sino la reacción del escritor ante las cosas.” Es evidente que tus “cosas”, tu “circunstancia”, orteguianamente hablando, corre con un demás de aceleración. Es normal: lo tuyo se parece al estallido de una supernova; y ahí, probablemente, el corazón se aproxima a la velocidad de la luz. Lo mejor es que consigues que el lector acabe también sintiendo el pulso como un río desbordado en la mirada. Mérito de tu destreza y tu narrar excelente, sin duda.

Un beso.

Olga Bernad dijo...

Buenos días, querido Antonio. Me encanta esa definición de estilo, me hace pensar en las razones últimas por las que hay gente a la que no soporto ni por el forro y no tiene nada que ver con lo que dicen. Y al revés;-). Claro, es porque su estilo, su “manera de reaccionar ante las cosas” me da más información de la que aparece codificada. Claro. El estilo es importante en casi todas las cosas; si hablamos de literatura, debe ser fundamental. Lo que a uno le queda bien, a otro le sienta como a un santo dos pistolas. Misterios. Debe tener que ver con una especie de verdad y con la gracia. De la segunda no somos responsables; de la primera, sí.
El estallido de una supernova me preocupa (no entiendo de estrellas, sólo de mirarlas). Espero que sea algo bueno;-) Lo que es bueno es tenerte por aquí, todavía, un año después de Lucrecia y casi dos del día más triste de mi vida.
Un beso y mil gracias.

Marta Fernández Olivera dijo...

Olga, por fin vuelvo y me encuentro con este genial texto, me he partido de risa, genial la parte de los ataques de comida...
muy bueno

un abrazo

Olga Bernad dijo...

Me alegro de que te haya gustado, Marta, hay que reírse un poco de las cosas, sin dejar de tomarlas en serio. De lo contrario, podemos caer en la tentación de darnos más importancia de la que tenemos. No tenemos ninguna, y nuestros problemas se repiten en cada casa y cada corazón. Quizá sólo nos diferencia (y no es poco)la forma de contarlo.
Abrazos.