Me he dado cuenta de que voy a cumplir un año de blog y he publicado treinta poemas, muchas prosas, cinco capítulos de una desordenada novelita llamada Andábata y, sin embargo, ningún relato. Es precisamente lo único que he escrito durante toda mi vida con una cierta constancia, lo que ha quedado olvidado aquí. Tal vez dos folios sean una extensión excesiva para este formato que se quiere ágil, pero como –afortunadamente– no hay más reglas que las que nosotros vayamos inventando, me he decidido a soltar aquí estos leones, fruto de un sueño que tuve cuando acababa el invierno del año pasado.
Debería dejarlos morir. No tengo por qué aceptar esta pesada carga. Hoy apenas imaginaba de dónde sacar comida y sólo Dios sabe lo que me cuesta disimular. Una funcionaria hurgando en la basura, merodeando por los restaurantes, deseando que lleguen las fechas de comunión. Ahora mismo tropezando por estos andurriales, estos bosques que desconozco, sufriendo por si alguien los ha encontrado mientras yo dormía, mientras estaba trabajando, mientras no podía venir. Imagínate que los han matado o que han llamado a la Guardia Civil y ahora están presos sin remedio en alguna institución para animales, rodeados de veterinarios, saliendo en la parte final de las noticias, con sus marcas de grilletes, con sus ganas de zamparse a un notario, con su mirada atroz, con su humillada manera de demostrar la furia.
Debería dejarlos morir. No tengo por qué aceptar esta pesada carga. Hoy apenas imaginaba de dónde sacar comida y sólo Dios sabe lo que me cuesta disimular. Una funcionaria hurgando en la basura, merodeando por los restaurantes, deseando que lleguen las fechas de comunión. Ahora mismo tropezando por estos andurriales, estos bosques que desconozco, sufriendo por si alguien los ha encontrado mientras yo dormía, mientras estaba trabajando, mientras no podía venir. Imagínate que los han matado o que han llamado a la Guardia Civil y ahora están presos sin remedio en alguna institución para animales, rodeados de veterinarios, saliendo en la parte final de las noticias, con sus marcas de grilletes, con sus ganas de zamparse a un notario, con su mirada atroz, con su humillada manera de demostrar la furia.
Ayer fue casi imposible, tras salir de trabajar, después de ir a buscar a los críos al colegio, sólo pude colocar a Víctor y tuve que llevarme a Adrián conmigo. Es muy pequeño y no entiende pero no quiero que los vea, no quiero que los huela, incluso a mí podrían hacerme daño aunque es verdad que yo sé que les tengo extrañamente domesticados, que soy su dueña de una manera ilógica y segura, sin embargo temo por Adrián cuando me acompaña. Mis hijos son mi vida pero yo no puedo abandonar a los leones y dejarlos morir. Siento su hambre y su corazón latiendo y tengo que ir, no queda más remedio. Si tocan a Adrián los mataré, lo saben (lo creo) pero que me sienta capaz de defenderlo no me evita el sufrimiento de pensar en ello.
No es sólo la comida o el temor, es sobre todo el tiempo. Una vez cada día, una vez cada noche, venir hasta aquí, generalmente sola (peor si acompañada) resolviendo por pocas horas este absurdo y salvaje asunto mío.
Al principio eran menos y simplemente no quise abandonarlos, pensé que encontraría un final concertado, que envejecerían pronto, que tal vez otros pudieran ocuparse, que no sabrían vivir atados y morirían de muerte natural. Qué sé yo lo que pensé. Pero son resistentes, agradecidos y fértiles, me llenan de cansancio y de una insólita clase de amor, tan nueva y desconocida, tan lentamente. Los reconozco míos. Quién va a comprender esto, quién va a ocuparse de ellos, quién más va a mantenerlos vivos si incluso yo (que creo entenderlos) sueño con que no están y siento una especie de descanso. Pero tan triste.
Seis leones hambrientos ocultos en el bosque, disparándome con su mirada famélica cuando los recuerdo, presentes tantas veces en mi vida cotidiana, extraviada su rabia de lobo en libertad ladrándole a la luna, de águila cazando, de león dominando, claro, de león.
A las dos semanas pensé seriamente en soltarlos. Que se coman a quien quieran, que utilicen su dignidad aunque luego los acaben, que los entierren hondo, que los conviertan en pienso para ovejas (¡madre de Dios!), que hagan lo que sepan con ellos. Yo no podía más. Ahora tampoco puedo más pero me voy como acostumbrando a esta desgracia, a cargar con mi cruz, a hacer los deberes.
Todo se vuelve confusamente habitual desde que empieza el día: suena el despertador, levántate, arréglate, viste a los niños, quiérelos, llévalos al colegio, ve a trabajar, busca comida (mi mochila ya llama la atención, lo sé, el verano pasado fue terrible porque el olor es otra cosa que hay que esconder y así hasta infinitas complicaciones que no pienso exponer) busca tiempo e ingenio para excusas, vete al bosque en algún momento de ese día febril, vuelve al colegio, haz la compra, la casa, explica matemáticas, piensa en la ropa del día siguiente, prepara algo de cena, espera a tu marido, cena con él, cuéntale que estás triste, que no se lo merece, que le quieres pero te vas, aprovechando que los niños se han dormido, porque los leones están cada día más delgados y hambrientos, no encuentras suficiente alimento para ellos, ya no sabes a dónde vas a ir a buscar... No te puede entender. Te dice que les dejes morir y es ya imposible. Calcula otra vez los caminos en la oscuridad, discurre nuevos escondrijos que pronto te parecerán inseguros (¿será este bosque suficientemente espeso para nosotros?, ¿por cuánto tiempo?), tropieza con las piedras, óyeles respirar, siente cómo te reconocen, imagina la sangre acelerada en sus venas, mira cómo te observan acercarte, cómo devoran todo en un momento, con qué sincera bestialidad comen lo que les das y siempre, siempre, esa mirada de hambre, esos grilletes haciéndoles daño, esas ganas de pedirles perdón.
Y por debajo de la tristeza y las preguntas, por encima de la degradación, mucho más allá de las heridas de los cepos y del ruido roñoso de las cadenas, nada hay tan auténtico y hermoso como su mirada viva, donde admiro un orgullo que nada ha destruido, una chispa de pura luz sin esperanza, un poco de agua fresca saliendo de un pozo oscuro, una fuerza tan huérfana y tan cierta, una inmensa aceptación de la soledad y las cosas, un inquietante pedazo de verdad y de misterio, un no te descuides conmigo, un soplo de obstinada libertad de ser lo que se es que puede con todo, que sobrevive como hacen esos hierbajos cuando rompen el cemento brutal y el mármol pretencioso. No sé cómo, pero ahí está, la vida dando por el culo y riéndose de todos nosotros, zombis medio asfixiados en una comodidad tóxica más mortal que sus mordiscos, pelagatos organizadores de horarios, delimitadores de espacios, soñadores de seguridades mucho más imposibles que el hecho de que existan leones en el bosque, contadores de monedas, pagadores de nichos por si nos morimos, previsores de todo, perdedores de tiempo sin causas gloriosas, inventadores de pactos con un diablo al que ya no nos queda pureza que venderle, seres, en fin, más subyugados que ellos y completamente dejados de la mano de Dios.
Yo también me alimento de su vida, aunque complique la mía, ensancho mis pulmones al verlos, aprendo de su paciencia exigente, bebo de su brutal dignidad cuando pienso en ellos. Si les abandono se secará esa fuente, se acabará nuestro pequeño mundo; si puedo olvidarles, gusanos asquerosos se cebarán en sus músculos vencidos. Será como si nunca hubieran sido ciertos. Nadie recordará los escondites, las prisas, las miradas, ni podrá imaginarlos perplejos ante el hambre cuando tardo en llegar. Nadie comprenderá qué es lo que añoro. La única verdad que quedará de ellos será mi íntima traición a su existencia, una culpa (por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa) no por secreta y disimulable menos definitiva. La parte más valiente y generosa de mi alma se morirá juiciosamente de pena y todo, todo seguirá igual. Tranquilo y cómodo, de muchas maneras falso (ni siquiera inventado), rutinario hasta llegar a ser pecado. Y mezquino, estrecho, cicatero, cobarde, flotando para siempre en una suerte de elegida promiscuidad con lo imperfecto. Yo sé que si me rindo estaré perdida. Lo que me angustia es no saber hasta cuándo, lo que me apena es no poder ser más que su entristecida carcelera, lo que no permitiré es que se me escapen.
Ya está, ya está por hoy. Volveré a casa limpia de restos de comida, libre por un tiempo (pero pobres, no han quedado satisfechos), tranquila por el deber cumplido (pero mañana les llevaré más cosas), absolutamente dispuesta a descansar (¿pero estarán ahí cuando regrese?).
Seis horas preocupantes como seis leones desatados y empezaré de nuevo. Dios mío, Dios mío, toda una vida de sensatez para esto. Al final qué tengo: siete leones hambrientos en mi corazón.
Olga BernadNota: Marta M. López ha colgado el relato en el desván de los libros. Yo se lo agradezco infinitamente, pero ustedes aprovechen para curiosear por allí: merece la pena.
Actualización del 15 de mayo: este sueño, uno más en la memoria de Gemma Pellicer. Danke schön.
47 comentarios:
espero que que todo vaya estupendo...a ver si me mandas algún relato para el blog de Babel...besos.
¡Ya has venido de París! (Mira, como los niños;-)Todo ha ido estupendo en tu ausencia, aunque se te echó de menos el sábado.
Ay, esa es una de las cosas que tengo pendientes, igual que contestar a alguna que otra colaboración que me han pedido... si es que no tengo tiempo ni para mi propio blog.
Pero iré a Babel, que me hace mucha ilusión.
Un beso.
"Si les abandono se secará esa fuente, se acabará nuestro pequeño mundo; si puedo olvidarles, gusanos asquerosos se cebarán en sus músculos vencidos. Será como si nunca hubieran sido ciertos. Nadie recordará los escondites, las prisas, las miradas, ni podrá imaginarlos perplejos ante el hambre cuando tardo en llegar. Nadie comprenderá qué es lo que añoro".
Menos mal que el blog los ha ido alimentando como es debido (y con ellos, a nosotros). Aunque yo creo que hoy esos seis leones se han convertido en manada. Bueno, eso te pasa por alimentarlos tan bien. ;-P
Besos
Qué gracia, Mega, cuando lo escribí no tenía blog, pero quizá haya sido una forma de alimentarlos. Aunque me temo que siempre, siempre estarán hambrientos. Hay algo insaciable en en ese pequeño mundo:-)
Un besazo.
Lo he leído de un tirón, Olga, tu relato es trepidante, y genera una especie de ansiedad. Es curioso, que ya escribas versos, prosa poética o relatos tu sello se mantiene. Vamos, que tienes personalidad escribiendo; seguro que ya lo sabías, pero te gustará que te lo digan:-)
Y no tropieces tanto por los andurriales, mujer...
Anda, machote, que a ti igual te da entradas largas que cortas:-))) No hay andurriales que puedan contigo. Gracias. Quería expresar la ansiedad con la que desperté, esas comas que nunca descansan porque siempre hay algo más que nombrar, esas listas interminables como las caminatas nocturnas y desesperadas por el bosque.
Cómo no tropezar. Pero eso da lo mismo.
Un abrazo, y felicidades por tu (nuevo)libro, va, aunque sea de economía:-)
Olga, no sé si te acuerdas pero yo recuerdo perfectamente el día que leí esto y me contaste tu sueño. Quién iba a pensar entonces que los leones hambrientos que tu sueño produjo esa noche estarían hoy en este blog (al que pronto cantaremos el cumpleaños feliz). Ahora ya no le falta de nada, tiene prosa, poemas, trocitos de novela, relatos, y muchísimos lectores encantados. Besos.
Ay, esa antigua oficina, cómo no me voy a acordar. Se lo conté a Miguel y a MD, te lo enseñé a ti. Fue el último relato; luego llegó la poesía, el blog, todo esto.
Para el blog quizá vayan mejor los llamados microrrelatos; pero es que a mí, como dice la etiqueta, se me alargan:-))
Besos, guapa.
Muchas gracias.
Por Dios Olga ahora a la ansiedad y la taquicardia se le llaman siete leones hambrientos...que genial,es más cuando alguien tenga taquicardia le diré:"Ud lo que tiene son siete leones hambrientos en el corazón"....
Bromas aparte....un relato magnifico que te mantiene en vilo...pon más porfa.
Un abrazo
Tere
Ten cuidado con lo que dices en el hospital, Teresa (qué bonito, Teresa:-), ¿y ese cambio?) que te pueden ingresar directamente en saludo mental.
Gracias, Tere, me alegro de que te guste. Es complicado lo de los relatos, los míos son muy largos y exigen mucho esfuerzo de una visita de blog; y tampoco me parece conveniente partirlo dada la frecuencia semanal con la que escribo.
De momento, dejamos que estos leones se den una vuelta:-)
Un abrazo, compa.
Querida Olga, no sé qué decirte. Lo primero: gracias por dedicarme este relato. Lo segundo: me gustas más como narradora aún que como poeta. Y eso es decir muchísimo. Las metáforas, cada imagen, el ritmo del relato que te lleva de la mano hacia el final, la voz del narrador es estupenda. Yo no sé cómo es lo tuyo, ni qué te dan de desayunar por la mañana, Olga. No sé cómo lo haces para sorprender siempre. Estos días estoy muy tontorrona y me emociono mucho por las cosas y este relato es hermoso y me he emocionado. Gracias por compartirlo.
Marta, me da un cierto corte dedicar entradas. Muchas veces pienso en personas concretas y al final no lo hago, o lo hago tarde: en el caso de Angós y las veintisiete horas de vuelo sobre el mar, ya llevaba la entrada varios días colgada; en el caso de Azuaga y la visita a la ciudad fantasma, meses. Tengo un poema para otro amigo que nunca me decido a sacar. Es una pena, entre ir haciendo homenajes a tutiplén y no hacer nunca lo que quieres por pudor, debe haber un término medio que a mí me cuadre y que tendré que encontrar.
Estoy muy contenta de haberlo hecho. Siempre estás ahí en todo lo importante, y eres de mis primeras comentaristas. Admiro tus relatos, tienes mucha experiencia con ellos y a mí me apetece retomarlos. Tenemos que hablar más del tema.
Un beso.
Me ha sorprendido, y me gusta.
Como dice Ridao, se lee de un tirón, a pesar de su "aparente" complejidad. Sólo aparente.
Te felicito Olga.
Recibe un fuerte abrazo.
Javier, me encanta que te guste;-) Es, como he dicho, un género menos cómodo, especialmente si el lector suele visitar varias bitácoras porque exige más tiempo y sé lo que eso significa.
Gracias por dármelo, no hay nada más valioso.
Un fuerte abrazo también para ti.
Que quede constancia de que a mí también me ha encantado. Me queda la duda, no sé si fundada o no, de cuál será el septimo león, pues en el último parrafo se citan primero seis. A mí me ha dado por pensar que es el propio león interior de la narradora, su propia sed de libertad, la obstinada naturaleza animal que todos llevamos dentro. Qué cosas. Yo me conformaría con tener un gato dentro. Pero uno de esos muy negros y elegantes... casi como el de Baudelaire, me sigue? Bueno, lo dicho, que me ha encantado... ;-)
Saludos
D.
Pues me parece una buena interpretación. A mí no se me había ocurrido;-) La intención era acabar con un interrogante, y en la intención estaba sugerir la idea de que los leones, que en un principio parecían estériles y luego se dice que “son resistentes, agradecidos y fértiles”, no van a parar de crecer. “Me llenan de cansancio y de una especie de amor”. Sugiere un futuro insostenible, algo así. No lo sé.
En cuanto a tu gato, sería toda una variación. el gato es también lo oculto, pero tiene esa doble vertiente casera, un animal que puede ser doméstico, y un cierto encanto burgués y refinado. El león no puede domesticarse, si lo tienes en casa, hay que atarlo;-) Es el felino brutal, no puede cambiarse.
Muchas gracias, D.
“…En cuanto a los leones, no me parece mal la alternativa; todo depende, claro está, de que fueran hostiles o emblemáticos.”
Así es: mejor los leones que el “zumo de naranjas”; mejor el zumo de leones, o cualquier cosa, que las “hienas”. Mejor, así, Olga. Mejor que escribas -¡espléndido relato!- para que ajenas inquietudes zozobren. Mejor ignorar la "selva de las hienas".
Mejor así.
Un beso.
No sé qué es lo mejor, sólo sé lo que puedo hacer. Y puedo escribir.
Y eso siempre, siempre es una alegría, incluso escribiendo sobre lo más agobiante, incluso así, no me cambio por nadie en esos ratos: todas las palabras del diccionario para mí, todas.
Recuerdo muy bien ese diálogo, he vuelto a leerlo unas cuantas veces.
Sí, fue exactamente ese día;-))))
Un beso, Antonio, y gracias de corazón.
Y menudo "zumo de leones". Fíjate, recuerdo uno de esos aforismos de Juan Ramón, lúcidos y tremebundos, como todos los suyos, que venía a decir algo así que un poeta (un gran poeta, se entiende), da la talla siempre en sus prosas. ¿Paradoja? En fin, yo ya sabes que no creo en géneros literarios. Eso mejor dejarlo para los libros de texto de bachilleres. Frente a la poesía está lo prosaico no la prosa. Un gran poeta, sí, se ve que es grande escriba relatos, novelas, ensayos o lo que le venga en gana. Incluso poemas :-). Se le reconoce siempre. No porque se ponga poético. Los malos poetas son los únicos que "se ponen poéticos" a todas horas, y cansan. Cansan por falsos como las hienas que cita nuestro querido amigo Azuaga. A un gran poeta, en fin, se le reconoce que es grande por su manera de tocar las palabras y tocarnos. Qué mueve esa mano, no lo sabemos, por fortuna. El ejemplo clarísimo es este relato. Inmenso, sin más. Y que corran las hienas. Ea.
Besos, Olga.
Ah, y que se me olvidaba. Un abrazo a Marta, por su merecida dedicatoria. Aún me acuerdo de ese "Cajón de opiniones". ¿Volverá alguna vez?
Y más besos a la dueña del blog.
Es cierto que lo contrario de la poesía no es la prosa, es lo prosaico; y lo prosaico es hablar de hienas cuando hemos dejado siete leones hambrientos en el bosque.
El cajón de opiniones de Marta y tu antigua bitácora forman parte de la mitología;-)
Yo ya conocí a marta en tu nuevo blog, justo cuando comencé el mío y ha sido un placer contar con los dos todo este tiempo. Es demasiado buena y lo pasó muy mal con sus propias "hienas"; nunca se le ha ocurrido confundir la mala leche con la inteligencia por sistema, que es una confusión muy propia de mediocres.
Muchas gracias, capitán (me enrollo así porque no sé qué decir;-).
Besos.
Hola Olga, me encanta el ritmo, es tan tuyo, y me gustan estos leones que pueden ser tantas cosas, y que tu los cuides buscando escondrijos, pero me gustarían más libres y sin grilletes.
Un beso
Ángeles, digamos que hay tres opciones: soltarlos y que sea lo que Dios quiera (y entonces quién sabe lo que puede hacer un león en nuestras calles, además de que acabarían matándolos), dejarlos morir (no), o mantenerlos vivos y controlados (a fuerza de grillete). Ellos no negocian. Son lo que son.
Si te importan, la situación es Xodida, no me digas:-)
En fin, gracias por tus palabras, guapa.
Yo no se lo que se puede hacer, ni se lo que me gusta más, poesías o cuentos. Tú me gustas.
Gracias, Angós.
Yo tampoco sé lo que se puede hacer. Ni la narradora, ni los leones, ni nadie. No se puede hacer nada, supongo. Sólo seguir.
Olga, vuelvo contigo al mundo de los sueños. Me puedo permitir esta ensoñación contigo, sin viso de realidad ni sensatez, porque el relato es tan explícito, que ya has despertado dentro del sueño... "ni temeré las fieras..." Estamos presos aún cuando cruzamos fronteras. ¿Por qué iba a ser sólo una apreciación nocturna y no un sueño de día? Te ocupas de una dignidad emblemática de la gran poesía: leones, y leones hambrientos. No lo lamentes, no hay nada que hacer...has escrito un relato precioso...
Querida Olga:
Que maravilla, este relato de intriga, de verdad...
Me gusta, como escribes, todo lo haces bien, prosa, poesía, relatos.
¿Cuantos Leones guardamos dentro de nosotros?
Un besico
Felicidades por el año que pronto cumplirá tu maravilloso blog.
Qué bonito, Miguel. Y es cierto, puede ser un sueño de día;-)
“Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas
ni cogeré las flores
ni temeré las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras”.
Pensando me dejas.
Gracias.
Relato de intriga.
María Luisa, eres una reina generosa que usa su propio código de interpretación. No sé cuántos leones guardamos dentro de nosotros, pero son una responsabilidad nuestra. Me acuerdo de una canción que seguramente no conoces y decía “Yo canto esta canción/ ¿qué puedes hacer tú?/ Mira hacia dentro/… y carga con tu cruz”.
Un besico.
Llego tarde a esta lectura, pero me alegro de que no se me haya escapado. Es muy bueno, de ritmo apresurado, como las preocupaciones que se agolpan en esa especie de Ángel Cristo de buen corazón. No sólo sorprendes con la poesía.
Besos.
(Y dales algo de comer, no sea que, como mi Ventura, quieran salirse de los márgenes de tus Caricias Perplejas y provoquen el pánico en la blogosfera).
Estos leones son una mezcla de problema y bendición, es como alimentar las pasiones para que no mueran pero controlarlas para que no se desboquen. En el fondo, es una cuestión de madurez plantearse estas cosas (triste, sí;-). Como dijo no sé quién, sólo se controlan bien las pasiones que no se sienten...
Muchas gracias, Antonio, me encanta sorprenderte;-)
Desenganchado de internet, de las pocas cosas que echaba realmente de menos era leerte.
¡Julio! Gracias.
Espero que tu retiro haya sido por tan buenos motivos, por lo menos, como los de Samsa:-)
Me alegro un montón de que vuelvas por aquí a leer.
Este relato tiene los rasgos de originalidad que tiene tu poesía. Y ese mismo sabor a angustia. Precioso, olga, te felicito. ¡Es que lo haces todo bién! Besos.
Querida mañica: esta media docena de leones es un sorprendente relato que revuelve las entrañas de nuestro yo mas íntimo. Lo has dejado cuajado de frases gloriosas, tantas, que he de volver a leerlo para sacarle todo su jugo.
Se podrían sacar tantas interpretaciones a esa dependencia dolorosa y tan necesaria para vivir, a veces para ser mas humanos. Cada uno tenemos nuestra propia jauría interna, pero desde luego, tu, la has descrito de forma magistral.
Un beso
Será porque sale del mismo sitio que la poesía, Isabel, escribir se parece a soñar.
Gracias, Romana;-)
Sí que podría ser interpretable de maneras distintas, así que es mejor que cada cual lea su propio relato. Para mí podrían simbolizar nuestras pasiones, esa parte un poco salvaje, insobornable de puro irracional, verdadera, que debemos mantener viva si la tenemos. De lo contrario, una parte de nosotros se ahoga. Pero también debemos controlarla, aunque duela, porque podría arrasar lo visible y lo invisible. No lo sé muy bien.
Un beso de buenas noches, querida Mery, me rindo por hoy;-)
Tú siempre has tenido leones que alimentar. Como Iseo sé que los rugidos de tus leones son anteriores al blog, pero también creo que has dejado unos cuantos paseándose por aquí, y con bastante certeza... el séptimo león.
Besicos
Fue un sueño muy analizado;-) recuerdo que otro compañero me buscó un interpretación de símbolos y todas esas cosas. Ya no recuerdo exactamente, pero era muy bueno, por lo visto. Fíjate;-)))
Creo que los sueños pueden ser un buen punto de partida para los relatos. Yo sueño mucho, un montón.
Besicos, Black.
Reconozco haberme saltado partes por la ansidad de llegar al final.
Me ha llenado mucho esa conjunción de sueño y realidad.
Nunca había pensado hacer de un sueño un relato, así que también he aprendido algo nuevo. Gracias
Tiene gracia, nunca lo había hecho y hará una semana soñé con un león que me mantenía encerrado en una habitación sin puerta pero con un montón de ventanas pequeñas por las que trataba de entrar y que yo ténía que ir cerrando una y otra vez aterrado. Y ahora te leo esto y creo que voy perdiendo el miedo a mi león. Por cierto, no conté las ventanas pero quizá eran seis...
Gracias Olga "as always" por tu "inquietante pedazo de verdad".
Transmitir esa ansiedad era una de las intenciones del relato, en ese sentido me alegro de haber sido eficaz; pero vuelve a leértelo entero, hombre, no seas así:-)
Intenta soñar este finde...
Muchas gracias y buenos sueños.
Vaya con tu león, Granito, igual es que no era tuyo... es complicado esto, no te creas;-)
En serio, aunque aquí es un punto de partida y una sensación lo que se toma, creo que posiblemente todos los sueños nos muestren, de alguna manera, eso mismo que son estos leones, un "inquietante pedazo de verdad y misterio".
Gracias a ti, como siempre, por tus palabras. Muy buen finde.
Ahora ya he podido acariciar con suavidad los leones y notar algún lametazo que otro sin el miedo a lo desconocido, y reafirmando el placer de compartir tu sueño.
Buen finde!
Me alegro... pero sin descuidarse, que los leones son lo que son:-)
En serio, gracias, y muy buen fin de semana para ti también, Pepe.
¡Un año!. Hace un año ya que leí tu sueño, que abriste tu blog y que no te veo!!, menos mal que ya queda poco.
Cariño, el corazón se me acelera cada vez que leo este relato, angustiosamente maravilloso. Ni te rindas ni permitas que se te escapen tus leones.
Tú, tus sueños y tu grabadora, te acuerdas?, no dabas abasto con el papel.
Muchos besitos.
Bueno, alabados sean los ojos;-)
Ni te veo in person ni te pasas por el blog, descastada.
Ay, sí, la manía de grabar los sueños, todas esas cintas llenas de disparates:-))))
Bueno, haremos lo que podamos, sister.
De momento, tengo muy buenas noticias...
Kisses
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