lunes, 23 de marzo de 2009

Sedeisken

Honrar a los que murieron
tal vez porque nunca me podrán
juzgar por el hambre que siento ahora.

Agustín Calvo Galán, Magisterio (Poemas en el entreacto)



Hoy he estado en Azaila. Sentada sobre una piedra del yacimiento íbero, desde la elevación que te permite, como si fueses un soldado vigilante aburrido por la ausencia de enemigos, vislumbrar treinta kilómetros de llano imperturbable, he pensado esta entrada. Tantas cosas pensaba que no sé cómo empezar a contárselas.

Tal vez por el principio: lo que roza la mano que luego excavará, porque excavar es preguntarse y encontrar lo que fuimos mirando hacia nosotros, dar permiso a lo escondido para que aparezca, ponerlo delante de nuestros ojos y dejar que nos los abra. Mis dedos tocan la muesca en la piedra dura. Una inscripción de la guerra. 1937. “Viva la C.N.T.” Veo tropas republicanas oteando la misma tierra que tengo junto a mí. El frente del Ebro y su carga de angustia. Nunca he podido pensar en Belchite con tranquilidad. Esa manera de pelear las guerras, que siempre son derrotas, casa por casa, habitación por habitación, vida por vida, donde se mezclan en un caldo oscuro el heroísmo y la crueldad hasta límites insospechados. Me asusta llevarlo dentro, es el fundido en negro que a veces intuyo en mi propio corazón, contra el que muchas veces vivo. Esa imaginaria de mi propia oscuridad me lleva hacia la otra ciudad, la destruida por segunda vez y para siempre sobre el año 75 antes de Cristo, porque la tropa que labró esa piedra estaba ya instalada sobre ruinas que dominaban un paisaje y sólo repetían la historia sin cesar.

La Hispania Citerior fue testigo en aquel tiempo de las guerras civiles romanas. Sertorio fue nombrado gobernador por el senado de Roma, pero se rebeló contra ella. Casi todo el Valle del Ebro tomó partido por Sertorio, y la ira terrible de la madre romana cayó sobre sus pueblos. Esta ciudad no pensaba rendirse. Fortificada alrededor de su muro y su foso, alta como una torre sobre el llano, resistió un primer asalto. Pero a los que resisten no sólo se les vence, se les destruye por completo. Y Roma trajo toda su tormenta, la palabra que designa -tan poéticamente- la maquinaria romana de guerra usada en los asedios: las catapultas inventadas por los cartagineses y perfeccionadas por los macedonios; y también ballistas, scorpios, onagros, arietes, torres de asalto.

El foso y la muralla eran seguros; la fuerza romana, sin embargo, no sólo residía en sus armas. Numerosos soldados levantaron una lengua de tierra, la arquitectura de la rampa de asalto que después fue encontrada por las excavaciones. Muy cerca, se halló también el hueco en la muralla derrumbada, el resquicio por el que entraría la segura derrota.

Pero los tercos habitantes de esta tierra no se preparaban para rendirse: se dispusieron a la lucha sin cuartel. Levantaron las piedras de su propia calzada, eso explica los campos de lajas hincadas bajo esa rampa de asalto, en un intento por entorpecer las maniobras del enemigo; eso explica la catapulta de torsión en el interior del templo, ya no enfocando el llano, sino la puerta de su propia ciudad; explica los restos de barricadas en sus calles, cada vez más interiores y más desesperadas, explica por qué fueron salvajemente aniquilados, tanto, que una ciudad que había tenido vida casi ininterrumpida durante más de mil años no volvió a habitarse nunca más, a pesar de su perfecto emplazamiento.

Inútiles para siempre se volvieron su dos torres cuadradas, el molino, el templo in antis de cuyas figuras principales sólo los pies quedaron anclados al suelo, los pies del hombre y los cascos del caballo. La hermosa victoria que lo coronaba voló en mil pedazos, su orgullosa cabeza apareció entre los restos del naufragio, destronada por la historia y envilecida por la caliza del beso largo y lento del suelo y la derrota. Inútil el foro y el único túmulo que llegó hasta nosotros; inútil el arrabal, las termas más antiguas de la península y el gran aljibe; inútiles las perfectas calles empedradas donde aún pueden notarse las obstinadas entallas de las rodadas de sus carros.

Dos mil años después la ciudad fue rescatada por la arqueología, y desde ella avistaron este paisaje los republicanos que labraron sobre la piedra del templo la inscripción a la que me refería al principio. Todo eso explica también mi escalofrío, explica las palabras de Pompeyo al senado de Roma en el año 74 antes de Cristo: “La Hispania Citerior que no está en poder del enemigo, o nosotros o Sertorio la hemos devastado hasta el exterminio”.

Pero tenemos que excavar un poco más, ésta no es toda la historia. Aquella ciudad romana y rebelde ya se había asentado sobre otra destrucción de la que casi nada queda. El poblado tuvo su origen en el siglo IX antes de Cristo, en la Edad del Bronce final, y no parece caber duda de que fueron íberos, con su misterio lingüístico y tenaz que pervive en alguna parte de nosotros mezclado con una amable música celta y otras muchas aportaciones de la aventura del devenir. Posiblemente se llamó Sedeisken y estuvo habitada por sedetanos, pueblo ibérico también presente en otras localidades del Valle Medio del Ebro: Damaniu, Lakine o ese Alaun ahora convertido en nuestro Alagón cercano.

Lo íbero mantiene su secreto, cerrado y contundente, pero de sus usos y costumbres sociales nos ha llegado lo que se llama el culto al jefe, una manera de ser que cartagineses y romanos aprovecharon en su beneficio. Los romanos lo nombraron con el término devotio, y con ello intentaban atrapar en una palabra la fidelidad de vida y muerte al líder. Sus hombres vivían por él y morían por él y con él. Si llegaba el caso, se inmolaban. Es una constancia en la lealtad que roza la demencia. Y tal vez una decisión tomada por su sangre: la de no querer contemplar nunca la derrota desde el lugar del esclavo.

La bella, tosca y antigua Sedeisken acabó quedando en zona cartaginesa, cuando Cartago y Roma usaron el Ebro como frontera para intentar repartirse una paz que jamás pensó ser cierta. La margen izquierda, influencia romana; la derecha, para Cartago. Ese tratado se firmó en el 226 antes de Cristo y nació muerto. Durante la segunda guerra púnica, Roma se apropió de la ciudad, pero para eso tuvo que devastar aquel primer pueblo misterioso que estaba en ese momento bajo influencia cartaginesa y del que apenas quedan restos que nos sirvan de testigos. Tan sólo una necrópolis cercana, situada a favor del viento dominante, ese Cierzo que se empeña en llevarse lejos hasta el olor a muerte; un cementerio que el tiempo humilló partiéndolo por la mitad con una carretera. Quedan noventa y un túmulos, un campo de urnas que la cultura hallstática sembró de ceniza y huesos y ajuares funerarios.

Hoy, con la calma de un sol tibio sobre la frente y las risas y las quejas de mis hijos, tan sinceramente dispuestos a aburrirse pronto de piedras y pensamientos, he sentido que el sumario de la historia suele ser simple y cíclico igual que mi tristeza. No me he hecho preguntas que ya están contestadas: “Aquí pasó lo de siempre. Han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses”. Pero, a pesar de todo, el sentimiento que he encontrado al final de mi conciencia, de pie sobre esta tierra, se parecía al amor.

No quiero excavar más.


Zaragoza, 21 de marzo de 2009.

Olga Bernad

Nota:
La Villa de Azaila se encuentra a unos cincuenta kilómetros de Zaragoza, en la margen derecha del río Aguasvivas y dentro de la Comarca del Bajo Martín. Pertenece a la provincia de Teruel. Los primeros asentamientos se localizan en el Cabezo de Alcalá, junto al río Aguasvivas y en dirección a Vinaceite.

54 comentarios:

Juan Manuel Macías dijo...

"porque excavar es preguntarse y encontrar lo que fuimos mirando hacia nosotros": fíjate que tengo la sensación de haber estado allí leyéndote y excavando. Qué poderosa metáfora del tiempo acumulado. Es como si se pudiera contemplar la sucesión lineal de los acontecimientos de una vez, en un perfecto edificio con muchos estratos. La arqueología me recuerda a la etimología (que es, como sabes, mi pasatiempo para llenar ciertos insomnios). La etimología creó el concepto tranquilizador de raíz, que es el lugar donde la palabra está desnuda de metáforas y nombra directamente las cosas. Sería el lugar donde ya no es posible excavar más. ¿Pero es posible seguir bajando, hasta el infinito? ¿Hay un fondo? ¿O se suceden eternamente las peleas de romanos y cartagineses? Veo que tú has decidido no seguir excavando, porque has encontrado lo que querías, como Schliemann sus tesoros y su Troya.
Es un texto realmente bellísimo, Olga. Me dejas el día perdido entre "piedras y pensamientos". Gracias por encontrar el nombre perdido de la ciudad.
Besos admirados.

José Luis Garrido Peña dijo...

El tema de las ruinas, qué buena literatura ha dado. Encontrar las voces de la historia y sus ausencias, quizás nuestra propia voz e historia. De niño solía visitar todos los domingos las ruinas de Itálica, en Santiponce, la patria de Trajano y Adriano. Aprovechando tu texto y la cita a mis ilustres paisanos, te dejo el famoso poema de Adriano, con el que M. Yourcenar abrió su gran libro y Cernuda tituló uno de sus mas intensos poemas.

Animula, vagula, blandula,
Hospes comesque corporis,
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut solis, dabis iocos



Un beso y felicidades

Olga Bernad dijo...

Juan Manuel, cómo me gusta que tengas la sensación de haber estado allí. Yo he ido varias veces, pero en esta ocasión tenía todo el rato en el pensamiento escribir algo para el blog. No sabía cómo contarlo todo, la historia, lo que yo sentía, y no hacer una entrada muy larga. En seguida pensé en los versos de Lorca, en acabar citándolos, pero para eso tenía que contar la historia hacia atrás. Como cuando excavamos. Me acordé de tu Ciudades perdidas (¡sí, otra vez!) y de ese nombre olvidado. Eso me dio el título y me emociona que lo hayas relacionado. También pensé en otro texto. Pensé muchas cosas. Y, sí, la etimología y la arqueología se parecen. Si al final puedes encontrar algo parecido al amor, creo que es suficiente.
Gracias por tu comentario, he intentado tratar bien el tema, y nunca sé hasta qué punto darme permiso para hablar de amor, pero la verdad es que quiero a esta tierra y me gustaría que la vierais con mis ojos. Es especial aunque, en el fondo, se trata siempre de la misma historia.
Besos.

Olga Bernad dijo...

Es cierto, Luis, las ruinas son perfectas para la literatura. Te invitan a ir hacia atrás, a buscar el mundo del que vienes, o algo más. Yo me acuerdo de Yeats, el "...I'm looking for the face I had, before the world was made..." que Borges utilizó como cita en uno de sus relatos (aunque ahora no recuerdo cuál, para variar:-).
Qué ruinas dejaremos nosotros para el futuro, para que otros se busquen ¿seguirán siendo hermosas como las de Itálica?, ¿contarán lo mismo?
Jugar entre esas ruinas tiene que imprimir carácter, Luis, cómo me gustaría ir allí (ya no a jugar, claro;-) Casi puedo oírte pensar “Animula, vagula, blandula…"
Un beso y muchas gracias.

Modestino dijo...

Que magnífico relato¡;recuerdo que la visita a Azaila fue una de las asignaturas pendientes de mi infancia, varias veces hubo intnción de organizar una excursión en el colegio y nunca se consumó. Trs muchos año fuera de Aragón, aún sigue pendiente acudir ... tal vez mi primera entrada en tu blog pueda llevarme a saldar mi deuda con Azaila.

Olga Bernad dijo...

Pues si mi entrada te lleva a visitar por fin los restos del poblado ibero-romano, la daré por bien empleada;-)
No olvides acercarte también al Centro de Interpretación, en el propio Azaila, te tratan con muchísima amabilidad y merece la pena: hay algunas maquetas buenísimas de la maquinaria bélica romana, muestras de cerámicas y unas reproducciones perfectas tanto de la cabeza de la figura principal del templo como de la victoria que lo coronaba. Las auténticas se encuentran en... no me acuerdo ahora del museo, lo miraré.
Bienvenido por aquí, y espero que vuelvas.
Muchas gracias por lo que dices del texto.
Un saludo.

Carlos dijo...

Además de tu poesía y prosa, tu Historia, de la mano con ellas, se hace solemne y presente como los vientos que portan lo que se lamentó y se maldijo en los cerros de todas las batallas. Como los recuerdos de un misterioso viajante, narrados a la luz del fuego.

Olga Bernad dijo...

Esta historia es de verdad solemne y triste, pero quisiera que quedase una mirada amable, porque eso también es verdad. Da gusto estar de pie en ese cabezo, mirando el horizonte y hablando del pasado. Y acercándolo. Mucha gente tuvo que ser feliz allí porque es un buen sitio para vivir.
Me gusta haberme disfrazado de misterioso viajante que narra los recuerdos de lo que no vivió.

MªTeresa Gómez Puertas dijo...

Innumerables veces he estado alli...pero si vuelvo la mirare a traves de tus letras...otra forma de verla.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Siempre nos hemos olvidado de los iberos que fuimos. Hay en español palabras prerromanas como cama, perro, barro, carrasca, palabras fuertes y recias. Los romanos se portaron mal con ellos, pero nosotros nos sentimos más romanos que iberos, quizá porque no sabemos mucho de ellos. Es ésta una entrada misteriosa y recia, como esas piedras.

Antonio Azuaga dijo...

Una perfecta y bellísima lección de Historia, Olga; una severa y contundente reflexión moral… Una dolorosa y deudora conclusión: somos los hijos y la consecuencia de innumerables dolores enterrados.

Gracias hoy por este silogismo tan triste y profundamente humano.

Un beso.

Máster en nubes dijo...

Muy interesante, Olga, a ver si voy. Y tus hijos se acordarán de mayores de lo que vieron contigo, pese a las quejas (y las risas). Las últimas ruinas que he visitado son de Puras, romanas, en Valladolid. Y lo del culto al jefe, qué resonancias tiene a veces.

Saludos y, desde luego, buen plan para el sábado ;-)

Aurora

Mery dijo...

Al leerte ha venido a mi memoria mi cuarto curso de carrera, donde estudiábamos estas culturas antiguas de pe a pa (y ahora qué porquito recuerdo de todo ello, con los quebraderos de cabeza que nos daba la escritura en concreto).

Hay que ver qué repaso comparativo tan profundo has hecho de una sociedad y otra, tantos siglos de por medio y el ser humano mantiene sus pasiones intactas.

Al menos tu corazón es lo suficientemente sensible como para analizar el meollo de la Historia.

Gracias por estas entradas tan interesantes. Un beso

Olga Bernad dijo...

Tere, la próxima vez la mirarás a través de tus ojos y de tu cámara, como siempre;-) Pero me encantará que te acuerdes de mis palabras. La memoria es el premio, ¿recuerdas?
Un beso, compa.

Olga Bernad dijo...

Jesús, es verdad, en el léxico de la lengua quedan sustratos, igual que en la tierra, de todo lo que fuimos. Otra manera de excavar, como apuntaba Juan Manuel. A mí me gustan todos: íberos, celtas, cartagineses, romanos, árabes, judíos… Ninguno de ellos dejará de estar por ignorarlo. Y sí, reconozco una atracción un poco oscura por lo íbero, ese origen misterioso y recio, un sustrato lejano y escondido pero cierto. Por esta zona no se olvida, está muy presente.
Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

Antonio, yo también creo que somos “los hijos y la consecuencia de innumerables dolores enterrados”. Pero los dolores no sólo se entierran bajo capas de tierra, desaparecen bajo la voluntad, la de seguir, que nunca falla. A mis hijos no les entristecía nada de esto, aún no, porque para cada generación el mundo es nuevo, incluso cuando la tragedia está muy cerca. Y eso me parece muy sano. Definitivamente, somos un equilibrio entre olvido y memoria.
No quería dejar en el aire sólo un pensamiento triste, sino un sentimiento de aceptación y, vale, sí, amor (no me gusta ponerme en este plan:-) a lo que somos. También de vigilancia, porque volvemos a ser el guerrero a la mínima. Y el guerrero suele ser un muñeco de pimpampum.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Aurora, ¡y yo que tenía pensado un sábado de compras! Pero esas ampollas milagrosas que me aconsejaste… esas, caen. Que no sólo de reflexiones vive el hombre, ni la mujer;-)
Adrián no se enteraba de nada, el pobre; pero, a cambio, casi se me cae por un barranco. Es un sinvivir hacer con él estas cosas;-) A Víctor le encantó. Yo fui la primera vez más o menos con su edad, y recuerdo a mi padre explicándome las cosas como podía, el hombre, porque entonces no había ni guías ni nada. Espero que para él sea un buen recuerdo, sí.
Un besazo.

Olga Bernad dijo...

Ay, Mery, sobre temarios de la carrera olvidados podíamos hacer un día un concurso. Lo gano seguro. No quería agobiar con demasiados datos porque eso no era lo que me importaba, pero sí quería situarlo bien. Lo que ya sabía del asunto, las explicaciones del guía (Álvaro, un chico encantador al que freí a preguntas), la visita al Centro de Interpretación, un libro que me compré, y mi señor marido, que ahora está estudiando Historia por la UNED y sólo habla de civilizaciones antiguas y rugby, me llenaron la cabeza de cosas que no sabía cómo ordenar. Hice una ordenación sentimental y punto, que son las únicas que me salen. Pero de un sentimentalismo recio;-), como decía Jesús (Cotta).
La verdad es que disfruté mucho escribiéndola.
Gracias por hacer una lectura tan cariñosa.
Un beso.

enrique dijo...

Tus hermosas palabras nos salvan de la ruina contemporánea. Muchas veces prefiero las ruinas del pasado, sobre todo si casi se pueden tocar gracias a ti.
Tu texto aporta historia, datos y sensaciones...
SALVE SEAS!!

Los íberos y su "culto al jefe", la devotio romana... qué poco hemos evolucionado!!

Olga Bernad dijo...

Oh, Enrique, ya es la segunda vez que me dices “salve” (yo me acuerdo de todo, menos de los autores de las citas, claro:-) La primera vez tuvo que ver con las medias y creo que también lo relacionaste con la civilización occidental, jeje.
Mil gracias otra vez, me gusta pensar que llevo la mirada y casi la mano hacia esas piedras que guardan tanto. Y si alguien se anima a ir y se acuerda del texto, me daré por satisfecha.
El tema de la devotio es interesantísimo, tengo que leer más sobre él.
Salutem tibi. Omnia bona precor!

ONDA dijo...

Eso es lo que se llama vivir la historia querida amiga; interesante capítulo de un libro de notas de viajes, que deberías pensar en elaborar sobre tu tierra.

Eres todo lo contrario a una turista.

Un beso

Olga Bernad dijo...

Muchas gracias, Ignacio. La verdad es que, de momento, he estrenado etiqueta-"Aragón"-, que guarda los tres textos escritos hasta ahora sobre el tema: Las reglas del desierto, El cierzo y el suicida y el actual.
Tengo pensada alguna otra entrada sobre sitios muy especiales para mí, el Moncayo y el Monasterio de Piedra, Almudévar, algunos rincones del Pirineo, la laguna de Gallocanta, Albarracín y otros lugares muy poco conocidos de Teruel. Iremos viendo.
Ojalá me acompañéis en estos viaje no-turísticos.
Un beso, Ignacio.

Fernando dijo...

el tiempo es tan austero como revelador...sentarse en él y sabernos una hoja más en este ir y venir del calendario es quizás lo que nos hace retornan a la realidad de lo pequeño...besos.

Olga Bernad dijo...

"La humildad del tiempo sucesivo" frente a la grandeza de la Historia con mayúscula. Yo intenté acercarme a la pequeña realidad de esas personas que vivieron lo que hoy llamamos Historia. Eran como nosotros, sufrían igual, íberos, celtas, cartagineses, romanos, combatientes de la última guerra civil. Necesitaban las mismas cosas: calles para transitar, agua cerca, plazas públicas, tiendas, casas. Se necesitaba lo mismo y se moría por lo mismo.
Se siente uno casi nada entre el tiempo, sí.
Un beso, Fernando.

Isabel Barceló Chico dijo...

He sentido contigo la desazón de estar contemplando esas ruinas y, sobre todo, ese paisaje que tantos ojos habrán contemplado antes con amor, sintiéndose en su casa. La capacidad destructiva del hombre es inmensa. Quizá por eso me gusta más mirar el mundo a través de los ojos de las mujeres. También nosotras sabemos destruir, desde luego, pero ni amamos las guerras ni ambicionamos tanto los territorios ni estamos dispuestas a pasar por encima de todos y de todo para conseguir nuestros deseos. Sin duda esta puede ser una opinión polémica, pero en cualquier caso, es la mía. El mundo está construido sobre ruinas y fundado sobre el crimen, o al menos eso nos dicen las fábulas antiguas: Osiris muerto y desperdigado, Caín matando a Abel, Rómulo asesinando a Remo, Saturno devorando a sus hijos... Palabras y reflexiones como las tuyas nos hacen bien. Aunque nos entristezcan. Besos, querida Olga.

Olga Bernad dijo...

Es un tema difícil, sí. Para la mayoría de la gente digamos “común”, y supongo que más en el pasado, seguramente la guerra era algo con lo que se encontraban enfrente y punto. No sé si las mujeres del cabezo de Alcalá sabrían mucho sobre Sertorio y Pompeyo y las razones últimas de las guerras civiles romanas, pero cuando las tropas sitian tu ciudad, lo que está claro es que vienen a por ti. Una defensa como esa tuvo que contar con todos, seguramente, aunque los hombres formasen el grueso de la tropa. Una vez empezada, los motivos para odiar al enemigo se multiplican y continuan vivos años después de que las guerras terminen, como hogueras que no se apagan. Fíjate en nuestra reciente guerra civil. Ser capaz de verlo no te evita estar dentro de la rueda, pero supongo que es algo. No lo sé.
Pero de verdad me gustaría que el texto no acabase dejando sólo el poso triste de la guerra, sino la sensación de acercamiento a lo que fuimos, un poco de compresión (ese sentimiento parecido al amor.-)
Besos, Isabel. Muchas gracias.

José Miguel Ridao dijo...

Es una entrada magnífica, Olga. Siempre me ha fascinado la historia remota de nuestra península, esos pueblos iberos y celtas que se pierden en las brumas del tiempo. De hecho llevo unas semanas dando vueltas a una entrada sobre el asunto. Imagínate cómo sería tu entorno cercano hace 2500 años, qué pueblos lo habitarían, cómo sería su cultura, sus bosques, su fauna... Siento vértigo sólo de pensarlo. Un abrazo y enhorabuena por lo bien que lo has contado.

Olga Bernad dijo...

Muchas gracias, José Miguel, me dejé todas las ganas en este texto, y me encanta ver que os ha gustado. A mí también me fascinan las mismas cosas. Yo ya lo he intentado. El primer asentamiento, la Sedeisken primera, en la que hemos dejado de excavar, data posiblemente del siglo IX antes de Cristo. Ahora te toca a ti.
Nada de vértigo, machote, que se te va a rebelar el sustrato ibérico;-)
Bueno, yo creo que un padre de cuatro hijos tiene la valentía demostrada, pero la entrada ya la has comprometido. Y nobleza obliga.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Es una maravilla.
Todo lo haces nuevo.

Olga Bernad dijo...

Pues esta vez lo tenía bien difícil;-)
Gracias, Angós.

Anónimo dijo...

Sólo soy una lectora reciente, de tu blog.
Me parecen preciosas las entradas (todavía no las he leído todas)
Te ruego me incluyas en tu lista de admiradores, y así vamos equilibrando la paridad.
Angeles

Olga Bernad dijo...

Te incluyo en la tertulia encantada, Ángeles. Me gusta mucho que venga gente nueva.
Muchas gracias por leerte las entradas que han quedado atrás, yo también hago eso cuando descubro un blog nuevo que me interesa.
Bienvenida.

Anónimo dijo...

Querida Olga!

Es todo un orgullo para mí que cites un poema mío en tu entrada... guau! muchas gracias.

Por cierto que, además, has dado en el clavo, justo hablando de un yacimiento arquelógico, porque yo estudié en mis años universitarios la especialidad de Historia Antigua y Arqueología... así que me apunto el nombre de Azaila para ir a visitarlo en cuanto pueda.

Salud y gracias

Agustín

Olga Bernad dijo...

Bueno, aunque la entrada ya estaba colgada, cuando recibí el libro y lo leí, me pareció que lo habías escrito para la ocasión:-)
Me alegro de que te guste verlo aquí, a mí me encanta.
Sí, tienes que darte una vuelta por Sekeisden, Agustín.
Muchas gracias por acercarte, de momento, a su historia.

Gemma dijo...

Logras que el tiempo se vuelva tan denso y palpable como las sucesivas capas de derrota que lo erosionan. Bellísimo recorrido temporal e histórico por unas ruinas pobladas de ecos y de tristeza, pero también de ese amor que has sabido recoger y levantar en nombre de todos y cada uno de sus pobladores vencidos.

(Bellísimo de veras.)

Olga Bernad dijo...

Muchísimas gracias, Mega. Yo creo que la derrota erosiona mucho más que la victoria pero el tiempo convierte todas las victorias en provisionales y todo acaba como formando parte del mismo caldo espeso donde se mezclan la grandeza y la miseria. Cuentan que Escipión Emiliano lloró sobre las ruinas de Cartago recordando un verso de La Ilíada: "Llegará también un día en que perecerá Troya, la santa", sabiendo que también un día Roma moriría.
Quizá por eso soy fan de Arquíloco, poeta y mercenario ilustre, hoplita dispuesto a volver sin su escudo:
"Alma, alma agitada en penas sin remedio,
levántate y rechaza al enemigo;
oponle el pecho y firme aguanta su emboscada.
Y ni, al vencer, presumas largamente,
ni, vencida, te hundas en tu casa quejándote.
Ríe las dichas, llora los males, sin excesos:
comprende el ritmo que sujeta al hombre".
La traducción es de J.M.Macías(que, si no, se enfada y no traduce;-)

Juan Manuel Macías dijo...

Yo creo que a Arquíloco le encantaría estar aquí comentándote, estoy segurísimo. El gran poeta de Paros se encontraría como en casa. El que suscribe es un mero transmisor (aunque no tenga antenas, todavía :-)
Besos, Olga, y gracias.

P.D.: Estoy de acuerdo con lo que comenta Mega: manejas admirablemente el tiempo, igual que las palabras.

Olga Bernad dijo...

Pues no será por los comentarios, que son una muestra de cómo no se debe escribir (salvamos tu poema:-)
Arquíloco bastante tenía con guerrear más o menos y hacer poesía. ¿Hubiese pasado de blogs?, ¿guardaría lo mejor para "mejores" foros?, ¿pervivirá internet a nuestra civilización y estas conversaciones se quedarán flotando en la red para siempre? Me imagino a un marciano confuso leyendo sobre los íberos... Es que es muy tarde, no se me pueden decir cosas;-)
Besos, Juan Manuel, gracias por estar siempre atento.

Alfaraz dijo...

Primero los iberos, luego los cartagineses, los romanos...y los cenetistas.
Yo veo en este palimsepsto que nos describes la degeneración de la especie.
Será que estoy pesimista, Olga.

.

Olga Bernad dijo...

El palimpsesto no dejará de borrarse para volver a escribirse; si se trata de avance, degeneración o simple reescritura, es difícil de discernir. Los cenetistas fueron expulsados por los franquistas… y finalmente, el sábado pasado estuve yo. Al menos, llegados a ese punto, si partimos del sábado, cualquiera de vuestras visitas aliviará la historia de esas piedras.
Yo a veces estoy directamente triste, Alfaraz, pero da igual.

Anónimo dijo...

Tu texto a borrado de un plumazo todos esos recuerdos aburridos relacionados con los interminables libros de historia. Estoy segura de que esta nueva y cálida mirada histórica a La Villa de Azaila ha traído mucho más que alivio a la historia de sus piedras.
Precioso texto. Da gusto leer historia cuando está tan bien contada.

Muchos besos

Olga Bernad dijo...

Gemuchi, en la primera visita tú debías ser más o menos como Adrián. ¿Tú la recuerdas?
Cuando vengas ahora en primavera,nos acercaremos, que no cuesta nada. Pasamos una mañana y nos llevamos a toda la retahíla de críos para desesperación de los guías. Ya verás qué manera de revitalizar el poblado:-) Y, como ya tengo hecha la entrada, no andaré pensando frases, sólo disfrutaré.
Muchos besos para todas.

Andrei Rublev dijo...

Me gustaría creer que a los que resisten no se les acaba por destruir por completo. Su recuerdo, no obstante, perdura, como el ejemplo de una dignidad que, en último término, puede no desembocar en nada. Bien sé que vivimos los peores tiempos posibles en los que a dignidad u honor se refiere. Hoy todo resulta ser una pasta indigerible y uniforme en la que malamente resbalamos sin que nos importe demasiado ni la materia de la que está hecha ni que se pueda cargar con algo tan pesado como el pasado (perdón por el juego idiota de palabras). La dignidad, como la belleza, como... es una cosa de otras épocas. Si algún filósofo clásico se dolía por los años que vivimos de más una vez pasada la primera juventud, todos nos podíamos compadecer por este tiempo histórico-basura, repelente como ningún otro, aciago, infernal... que nos ha tocado desde 1914.
Por cierto, me gusta el comienzo de tu texto. Me sugiere nada menos que al magnífico Giovanni Drogo, protagonista de una de las novelas que más se me han grabado: "El desierto de los tártaros". Seré un loco, pero incluso en la espera angustiosa de Drogo hallo alguna clase de verdad conmovedora. No sé.
Besos.

Olga Bernad dijo...

A mí también me gustaría creerlo, pero es así. No interesan vencidos problemáticos, gente que no sirve para converso ni para esclavo. La dignidad no desemboca en nada, salvo en la muerte. Y el ejemplo suele servir para escarmentar, mucho más que para inspirar. Al menos en la vida. En la literatura, no lo sé, tal vez los héroes tengan salvación, como los enamorados.
Puede que la Primera Guerra Mundial le quitara la inocencia al mundo de una manera global, ya nunca más se pudo pensar en la guerra como aventura ni en ningún campo de batalla como un lugar de honor. Perdida la inocencia, el mundo es viejo, viviría esos lamentables años de más por los que se dolía el clásico refiriéndose al hombre.
Pero éste es el turno que nos toca. Seguramente, no es el peor de todos: nos da tiempo a pensar, Arsenio, y a quejarnos. Y a buscarle un sentido a todo esto. Y la belleza sigue estando ahí, no me digas que no.
No he leído esa novela, la que te recuerda el principio del texto. Lo tomaré como una recomendación.-)
Un beso, Arsenio, y no me deprima usted más de la cuenta, que ya me las apaño bastante bien yo sola;-)

Andrei Rublev dijo...

Si añoro la DIGNIDAD, el HONOR, es porque siempre estarán ahí. En realidad hago apología. Soy un antiguo, lo reconozco. No se deprima usted a sí misma. Lo triste, sin embargo, es que tengamos tanto tiempo para pensar, es decir, para no saber qué hacer con él, con el tiempo: perfecta radiografía de la modernidad.
Por mi parte, nunca me deprimiré leyendo sus versos, regodeándome con su fotografía (la de su propio paisaje, me refiero; puestos a hablar de belleza, me lo ha puesto usted chupado ;-).
No deje de leer la novela de Buzzatti. Hágalo esta semana santa. Se lo prescribo. Ojo con los efectos secundarios. ; )

Juan Manuel Macías dijo...

Fíjate, Olga, que releyendo tu texto y con el pario Arquíloco de por medio, me viene a la mente una frase de tu paisano Manuel Vilas en nuestra web, con motivo de la presentación de España: "Creo que la Historia es un género de ficción muy bien documentada. Creo que la Historia es la ficción suprema. Heródoto —con la ayuda inestimable de Tucídides— fundó el gran dogma de la Historia". Me acuerdo también del gran Tito Livio y del refugio moral que encontraba en la historia de Roma. Sigo pensando que el gran hallazgo de tu texto es ver la historia (a través de la arqueología, otra ficción :-) como una acumulación de presentes. Creo que no celebré suficientemente en mi primer comentario esa magistral glosa que haces de Lorca y de su (a menudo tan mal leído) Romancero gitano. Recuerdo ahora a D. manuel Fernández Galiano (a propósito del "otra vez" con que Afrodita reprendía a Safo en el famoso himno), cuando hablaba de sustituir volúmenes de intensidad por acumulación de superficies, esa ley vital y ese ritmo que sujeta a los hombres de Arquíloco. La gran enseñanza de los líricos griegos arcaicos, que vivían el presente, amargo y francamente mejorable, como todos los presentes, y por eso son tan actuales, porque el presente es lo único que tenemos. Y cómo no recordar a Homero citado por Semónides: «cual la generación de las hojas, así es la de los hombres». En fin, estaba pensando en voz alta y casi te dejo el B.O.E. Mil perdones. Es que tus textos me suscitan todos estos nombres y todos estos estados de ánimo y todos estos vértigos :-)
Besos.

Olga Bernad dijo...

Arsenio, la dignidad y el honor siempre existen como posibilidad, si se está dispuesto a aceptar las consecuencias. Siempre estarán ahí, tienes razón. Pero no por eso eres un antiguo, el presente escurridizo es nuestra vida y nuestra responsabilidad. Se tiene en parte razón añorando el pasado, pero el canto a la historia idealizada sólo es poesía. Yo he intentado, con el texto, meterme en el presente que se fue, tocar lo que quedaba, pero no por nostalgia, sino para entender y, si es posible, para querer mejor. Ni siquiera me veo en condiciones de juzgar demasiado, para qué.
Me alegro de que disfrutes con mis poemas y mis paisajes, y apuntaré la novela. Aunque a veces los libros me hacen mucho daño;-) Te lo digo en serio.

Olga Bernad dijo...

Juan Manuel, es verdad, te me has adelantado y yo no lo hubiera llenado de nombres, pero frente a esa ficción bien documentada que te habla de la historia como un pasado y un dogma que nunca está libre de la tentación de una tendencia, puedes intentar sentarte a ver una acumulación de presentes escondidos y sentir que, cuando te acercas a tocarlos -no a leerlos como una novela o un libro de leyes-, cuando excavas, te acercan a la gente. La que fatigó esas calles y colocó la catapulta en el interior del templo, la que se replegó trinchera tras trinchera, la que escribió sobre la piedra y la que vino después. No son cuentos, son tristes guerras. Y sí, aquí pasó lo de siempre, siempre mueren más de unos que de otros, siempre hay vencedores y vencidos, que no es lo mismo, pero cuanto más excavas más se diluyen esas cosas. Y, sin embargo, siguen en el corazón, que puede sentir algo parecido al amor y también desatarse de odio. Ellos lo hicieron, lo haríamos nosotros. Esa es la tristeza: que siempre estamos atrapados, no hay nadie libre.
Pero el presente es el único sitio en que se puede respirar, el único sitio que tienen las risas de mis hijos y todos nosotros. De todas formas, vamos a quedarnos:-)
Besos.

Blackbird dijo...

Del cabezo de Alcalá en Azaila tengo recuerdos ventosos como aquellos del puente de piedra en otra entrada tuya. Un viento fiero y atroz que se negó a dejarme ver nada con tranquilidad. Los fundadores de Azaila y de Caesaraugusta (y su antecesora íbera Salduie) debieron ser gente recia desde luego. También he visitado otras ruinas íberas (o celtíberas), peor conservadas y poco conocidas, en Oliete (Teruel); poblado también arrasado por entonces.

Resulta difícil asumir que las ruinas no lo son sólo por el paso del tiempo, que también, sino por toda la destrucción que el ser humano ha sido capaz de generar. Tu relato me arrastra al recuerdo de paisajes áridos que he contemplado dónde cualquiera pensaría que nunca pasó nada, pero inscripciones como las que viste en Azaila me lo desmienten: “CNT-FAI” en la cima del Monte Oscuro y por toda la Sierra de Alcubierre, “Comité Local de la FAI” en una puerta descolorida de Angüés (Huesca), supongo que ya repintada. Por cierto, un topónimo que suena prerromano.

Muchas gracias Olga por sumergirme en la nebulosa del tiempo, los lugares y los sentimientos, una de las virtudes de la buena escritura.

Olga Bernad dijo...

El viento se desliza por el llano sin nada que le estorbe, el cabezo de Alcalá es una torre sobre la que el cierzo pega con fuerza y los fundadores de Sedeisken tuvieron que ser gente recia, ya lo creo. Hubo momentos en que los reyes ofrecieron favores a los que poblaran parte del territorio aragonés, tan duro era y por tan variadas causas que no se podía vivir y se estaba despoblando.
La ruta de los íberos en el Bajo Aragón cuenta con varios puntos importantes además de Azaila y Oliete: Alcañiz, Alcorisa, Calaceite, Caspe, Cretas, Mazaleón, Foz Calanda, Valdeltormo… y alguno más.
Las ruinas las hacen conjuntamente el tiempo y los hombres, de eso no cabe duda. Las inscripciones de la última guerra llenan los paisajes y los pueblos y ocupan todavía mi desconcierto. Me gustaría dedicarles una entrada. Nieta de falangista y republicano, estoy curada de unas cuantas cosas, pero no de todas. Por eso, para sumergir a los demás en la nebulosa del tiempo y los sentimientos, prefiero los datos claros y la mente limpia. Cuando tenga las dos cosas, lo intentaré. No quiero jugar con esas cosas ni a dar pena ni a todo lo contrario, por una simple cuestión de respeto a propios y ajenos.
Gracias por tu lectura, Black.

Juan Antonio González Romano dijo...

Mis exámenes no me han dejado hasta hoy (en una nueva pausa de correcciones) para dedicarle el tiempo que merece a esta entrada y degustarla párrafo por párrafo. La lección de historia es estupenda, pero más aún el despliegue de sentimientos, y más aún si cabe, tu prosa, que maneja los resortes de la verdad y la emoción y nos llega hasta el corazón.
El párrafo final es soberbio, amiga Olga. Enhorabuena.

Olga Bernad dijo...

Lo sé, Juan Antonio, ya ves que sigo tu periplo con los exámenes. Por eso te agradezco aún más el tiempo que le has dedicado a esta entrada tan larga. Sé que no es lo más adecuado para este formato, pero quería decir tantas cosas... (yo hubiese escrito un par de folios más;-) La verdad es que, para mi sorpresa, los lectores responden igual de bien a estas entradas largas.
Yo también lucho contra el tiempo para escribirlas, atender los comentarios y leer a otros. Eso limita un poco el número de entradas, pero procuro compensar poniendo lo mejor en cada una.
Muchísimas gracias por apreciarlo, para mí esto está siendo toda una experiencia.
La próxima la cuelgo el día de mi cumple, el 31, y le estoy dando más vueltas que a un tiovivo:-)
Un beso.

Marta Fernández Olivera dijo...

http://www.tonifotografia.com/toni/belchite.htm
Para empezar te paso este link de un amigo fotografo que nos muestra Belchite.
A sido un placer viajar contigo a epocas que jamas viví, has hecho un cortometraje en mi cabeza mientras leia tu texto y te imaginaba sentada en la piedra mirando lo mismo que en la foto y de repente empiezas a ver como si tu fueras un espectro que viaja al pasado, todas aquellas batallas, pudiendo tu, ver, oler, oir, sentir todo tu alrededor sin ser vista.
Un petonas!

Olga Bernad dijo...

Impresionante Belchite, como siempre. Demasiado. Me ha encantado el enlace.
El placer ha sido mío, Marta. Esa cabecita tuya, que funciona a fotogramas, seguro que ha montado perfectamente su propia película. Sí, pude verles sin ser vista, completamente a salvo; yo no soy nada para ellos, pero ellos son parte de lo que soy.
Mil gracias por la compañía.
Un petonás! (Qué gracia, es completamente onomatopéyico, y muy explosivo:-)