Ay, el amor a la Humanidad, qué pocos problemas trae. A mí no me cuesta nada querer a todos esos seres que no conozco y que nunca me molestarán, están ahí, con sus sonrisas y sus lágrimas, con su niebla y su imprecisión, con su manera de ser como yo pero bien lejos. La sensación es tan gratificante y cuesta tan poco esfuerzo que tiene algo de trampa y tentación. Os quiero a todos, tenedlo por seguro. Os quiero y es verdad. No miento y, sin embargo, si deseo pensar en el amor seriamente, no tardarán en llegar fogonazos de odio. El problema es que quienes nos mienten, quienes nos traicionan, quienes nos hacen la vida imposible en el trabajo o quienes, simplemente, nos desagradan, son también Humanidad. Que te digan que los respetes, vaya y pase; pero que, encima, los tengas que querer… Eso es para valientes o para mentirosos (y hablábamos del amor seriamente, hemos quedado).
Pero ese esfuerzo casi inhumano es el único que mejora un poco el mundo, esa es la verdad, lo pone un poco en orden, lo suaviza. Pone a prueba la inmensa carga de nuestra voluntad, la convierte en la joya que brilla sobre el pecho o en el collar de hierro de una esclavitud profunda. Cuando no puedo amar a quien me hace daño, pero no quiero odiarlo (porque el odio es muy impertinente de sentir, como enamorarse pero sin parte bonita) intento comprender. Es lo único que me salva, entender su dolor, meterme un poco en su piel, sentir su frío, compararlo con mi propio corazón helado cuando he devuelto mezquindad por mezquindad, tasada con ojo de amo. Y todos esos pequeños sufrimientos envenenando la vida cotidiana en cada historia de amor y en cada reunión de vecinos de la comunidad. Qué pérdida de tiempo y, en la mayor parte de los casos, qué gran tontería.
A veces, muy adentro, quisiera disculparme por ser tan débil, por haberme sentido herida, por no entender a los demás o no intentarlo. Casi nunca lo hago. Pero, mientras pienso en ello, hago algo parecido a rezar, imploro una compasión por mí y por todos que sólo ante Dios dejaría de resultar absurda, si es cierto que nos mira y nos escucha. Y el auténtico compromiso – y en muchos casos auténtica penitencia, seamos sinceros- es dejar de hacer lo que no debemos y punto. Sin excusas y sin autocomplacencias. Yo no sé qué pensará Dios de nosotros. A mí me cuesta creer que existe, pero me resulta casi imposible creer que no existe. En cualquier caso, si no volviese a nacer cada invierno, se aburriría de mirar y mirar con ojos viejos los gestos repetidos de los hombres, siempre intentando lavarse esas manos de barro sobre las que sopló la gracia.
En fin, pido un poco de belleza y compasión en estas fechas y les deseo a todos una feliz Navidad.
Pero ese esfuerzo casi inhumano es el único que mejora un poco el mundo, esa es la verdad, lo pone un poco en orden, lo suaviza. Pone a prueba la inmensa carga de nuestra voluntad, la convierte en la joya que brilla sobre el pecho o en el collar de hierro de una esclavitud profunda. Cuando no puedo amar a quien me hace daño, pero no quiero odiarlo (porque el odio es muy impertinente de sentir, como enamorarse pero sin parte bonita) intento comprender. Es lo único que me salva, entender su dolor, meterme un poco en su piel, sentir su frío, compararlo con mi propio corazón helado cuando he devuelto mezquindad por mezquindad, tasada con ojo de amo. Y todos esos pequeños sufrimientos envenenando la vida cotidiana en cada historia de amor y en cada reunión de vecinos de la comunidad. Qué pérdida de tiempo y, en la mayor parte de los casos, qué gran tontería.
A veces, muy adentro, quisiera disculparme por ser tan débil, por haberme sentido herida, por no entender a los demás o no intentarlo. Casi nunca lo hago. Pero, mientras pienso en ello, hago algo parecido a rezar, imploro una compasión por mí y por todos que sólo ante Dios dejaría de resultar absurda, si es cierto que nos mira y nos escucha. Y el auténtico compromiso – y en muchos casos auténtica penitencia, seamos sinceros- es dejar de hacer lo que no debemos y punto. Sin excusas y sin autocomplacencias. Yo no sé qué pensará Dios de nosotros. A mí me cuesta creer que existe, pero me resulta casi imposible creer que no existe. En cualquier caso, si no volviese a nacer cada invierno, se aburriría de mirar y mirar con ojos viejos los gestos repetidos de los hombres, siempre intentando lavarse esas manos de barro sobre las que sopló la gracia.
En fin, pido un poco de belleza y compasión en estas fechas y les deseo a todos una feliz Navidad.
Olga Bernad
Actualización del 24 de diciembre:
Para completar esta entrada, pasen y vean la web de DVD Ediciones, donde encontrarán felicitaciones de muy diversa índole (incluida la de una servidora) durante estos días navideños junto a sus otras habituales e interesantes secciones. No se las pierdan. Gracias al coordinador de la página, el simpar Juan Manuel Macías, por su amable invitación.
32 comentarios:
Difícil, sí, el amor a la humanidad, porque es muy difícil amar una abstracción. Me contento con los vecinos, la gente con nombre o sin nombre que se nos cruza en lo que lleva una vida. Las personas singulares tomadas de una en una (odio los colectivos). Comprenderlos puede ser tan difícil como comprendernos a nosotros mismos. Supongo que se ha de empezar por tolerarlos/tolerarnos, y aceptarlos como se acepta, sí, nuestra propia debilidad. Precioso texto y hermoso, políticamente incorrecto, final. Y, hablando de vecindario, es todo un lujo tenerte de vecina, Olga. Larga vida a estas caricias perplejas. Te deseo una feliz Navidad a ti y a los tuyos, y también al resto de tus lectores y comentaristas. Besos.
Pues sí, las personas concretas son las únicas que nos dan auténticas alegrías y auténticos disgustos. La historia de los encuentros y desencuentros es la de la vida, lo demás sólo son palabras más o menos hermosas. La tolerancia es civilizada, pero no te creas, a veces el mejor favor que podemos hacernos es no tolerarnos lo que está mal. Tiene algo de cómodo “me da igual”; la aceptación y la compasión sí tienen que ver con eso que llamamos amor. Quizá la compasión no sea políticamente correcta, está muy devaluada en el “ranking” sentimental, pero a mí me parece de lo más puro que puede sentirse. La reconozcamos o no, si la sentimos, nos acerca a los demás. En fin, qué bonito todo, oye, estoy contenta con estos temas navideños (y eso que casi no me decido a atacarlos.-). Besos, Juan Manuel, mil gracias como siempre.
Necesaria tu reflexión querida amiga en estos días de Navidad.
Es cierto que estamos un poco dejados de la mano de Dios, pero si no fuera así a muchos les molestaría y como niños pequeños se soltarían de la mano de su Padre.
Tenemos que hacer un esfuerzo y estar en predisposición a no turbarnos estos días ¿no te parece?.
Un fuerte abrazo para toda esta otra comunidad que vas formando con tus palabras que nos hacen reflexionar.
Siempre hace falta pensar un poco en estas cosas, pero quizá estos días todos lo hacemos un poco más. Cuestan más esfuerzo las cosas concretas que las ideas generales. Estoy convencida de que se pierde mucho más tiempo y energía de la necesaria en pequeños conflictos evitables o, al menos, poco importantes. Lo bueno es que siempre se puede volver a intentar ser un poco mejor. Como dejar de fumar o ponerse a régimen. Cada año completamente en serio. Y alguna vez nos sale.-)
Muchas gracias, Ignacio, es un placer cotar contigo en esta “comunidad de vecinos” bastante bien avenida.
Un fuerte abrazo.
Ay cariño, amar a la humanidad o al vecindario que dificil, yo me esfuerzo en prolongar esos momentos en los que me tolero y me quiero a mi misma y en los que parece que el mundo se arregla de repente. Desgraciadamente no pasa siempre que quiero aunque sea navidad. Pero tengo que decir que desde que estas fechas para mi se han convertido en una celebracion para ninos me resulta mas facil sentirme feliz, contenta y cantar villancicos!!. Asi que ¡Felices fiestas para todos!, de corazón.
Y muchos besitos para ti, me ha encantado tu texto.
En algunos casos, dificilísimo; en otros, lo más natural del mundo. Que haya niños en una casa sí hace distinta la Navidad. Ves su ilusión y recuerdas la tuya. Un tiempo encantado que, con el paso de los años, se ve cada vez con más nostalgia. Pero ellos no saben de nostalgia. Yo también me he visto cantando villancicos como una posesa. Te parece increíble que a alguien le suene nuevo el “campana sobre campana”, pero así es..:-)
Te voy a echar mucho de menos este año.
Un montón de besos, Gema. Feliz Navidad.
La secuencia evolutiva en el ser vivo es más o menos así: primero “siente”, luego “manifiesta”, más adelante “intercambia”, finalmente, “piensa”. Es una jerarquía cuyo final depende de su principio, pero además es una ordenación cronológica. Un perro siente y expresa su tristeza, su dolor, su alegría, de modo espontáneo; a veces, muy parecido a como lo hacemos nosotros. Pero no lo intercambia porque, simplemente, no puede ponerse en lugar del “otro”. Lo del ser humano empieza a partir de aquí. De ahí la conocida regla de oro de la moralidad y el imperativo kantiano y el mandamiento crucial del cristiano de “amar al prójimo” como a uno mismo. Este elemento de comparación presupone que somos capaces de sumergir ese “uno mismo” bajo la piel del otro, de sentir desde él, de ponernos en su lugar, de compadecerlo (en el sentido primero de padecer con él conjuntamente, que es al que tú te refieres, no en el espurio segundón de sentir pena o lástima: la devaluación de este concepto es una vez más hija de la imprecisión semántica de nuestros días). Dices bien que cuando esto “se piensa” (pensar algo supone distanciarse de ello para tener un punto de vista; quiero decir, salirse del bosque para poder verlo) las cosas son más fáciles. Pero esto es consecuencia de una falacia, probablemente intencionada, de nuestro egoísmo: trastocamos el orden que decía al principio, reemplazamos el “intercambio” del sentimiento por su “pensarlo” aséptico y final. Y aquí es donde empieza todo el artificio de la “doble moral”.
Resumiendo: lo que propones es el camino justo. Hay que bajar un escalón para que el amor a los demás sea real, hay que dejar a las ideas en la ética, que es lo propio (como se sabe, la ética es la reflexión filosófica sobre la moral), y hay que recolocar los actos en la moral, que es lo suyo. Y los “actos” se refieren siempre a personas concretas, a la vecindad más inmediata de nuestra vida.
Perdóname el abuso. Te reitero el deseo “concreto y personal” de felicidad que ya te he dicho en otra parte.
Un beso.
Ay, Antonio, no sólo te perdono sino que te lo agradezco. Estoy muy melancólica estos días (como debe ser.-) y me recuerda al primer día que entré en tu blog. Qué amable eres. “Amable”, otra preciosa palabra.
La devaluación de la palabra compasión no agota lo que ella guarda; esté o no de moda. Y sí, la doble moral es pensar y hablar sobre el amor a la humanidad y ser incapaz de portarte decentemente con tu vecino.
Quiero agradecerte que formes parte de este “vecindario”. Encontrarte por sus calles fue una suerte. Y que vengas a esta casa, siempre una alegría.
Un beso y mis mejores deseos.
Feliz Navidad para ti también y los tuyos. Un beso.
Gracias, Antonio, que disfrutes muchísimo estos días. Nos vemos a la vuelta:-)
Un beso.
“Uno no siempre hace lo que quiere…uno no siempre puede, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”…..Mario Benedetti.
Me lo ha recordado este texto tuyo, que como siempre mueve conciencias……
Feliz Navidad, compañera.
Lo que no quiere y lo que no debe. "Pa qué tanta maldá", decía mi abuela, que no era Mario Benedetti pero tenía las cosas muy claras:-)
Feliz Navidad, compañera.
P.S.:Ay, si tuviera tiempo estos días para lo de la foto (pero no, que en estas fechas salgo más gorda, para San Valero Rosconero...)
Feliz Navidad a ti y a todos los demás.
Que bien escribes.
Guapa!
Angós, tú tampoco lo haces mal; tienes tendencia a la frase corta, eso sí, pero la última es muy buena:-)
Muchísimas gracias.
Ah, la Humanidad. Puro concepto. Quien ama a la Humanidad, ama una entelequia, una utopía. Ni una sola persona en el mundo encarna el ideal; y la suma de individuos a todas luces lo desmorona. Desde mi punto de vista, la humanidad (con minúscula se me hace más próxima) es más que nada un objetivo.
Y, aunque pueda parecer una contradicción, no entiendo que el odio sea tan tan malo como se suele pintar. El odio es una pasión como muchas otras. Y tiene algo de fiebre: se me antoja un indicador. Preferiríamos no tener fiebre ni odios, pero si no nos dieran esas dentelladas de alarma, tan útiles para la supervivencia, tal vez estaríamos vegetando camino del cementerio, físico y moral.
Yo odio a Bush y a todos los napoleones que hay y ha habido en el mundo. A todos los hítleres, a todos los mobutus, al Cheney de turno que se permite impunemente defender la tortura como una positiva opción frente al MAL (¡ja!, valiente sarcasmo). Odio toda inhumanidad en su justa proporción y medida.
Y mi odio me impele a la acción: no a tomar una ametralladora y acometer un magnicidio(lo que me convertiría a pequeña escala en uno de esos dictadorzuelos que detesto), sino a poner granitos de arena para que este mundo absurdo y demencial lo sea un poco menos.
Hagámonos felices.
Aniga Olga, hay palabras que llenan los textos, palabras de extraña intensidad, compasión, gracia, lo que Steiner llamó las vibraciones de lo originario. Te felicito por tus palabras y te deseo lo mejor para ti y los tuyos en estas fiestas
Un fuerte abrazo.
“Ni una sola persona en el mundo encarna el ideal; y la suma de individuos a todas luces lo desmorona”. Qué cierto, Julio. Y sí, no tolerar lo que está mal es una forma de amar al otro. Dentelladas de alarma a veces, una pasión que también hay que escuchar.
Tu comentario es un lujo y un regalo de navidad para mí. Estoy segura de que la gente es feliz a tu lado. Yo lo soy por tenerte en este vecindario.
Que sigas siendo así.
Muchísimas gracias por esa felicitación, Luis, aquí sólo tenemos palabras, es lo único que damos y recibimos. Cuando tú las recibes así, les das sentido. Steiner y vos:-)
Yo también te deseo lo mejor, para estos días y para el nuevo año.
Un fuerte abrazo.
Creo que no se puede amar (ni odiar) a quien no se conoce. Siempre hay que desconfiar de cuantos construyeron su filosofía en el amor a la Humanidad (véase modestamente mis "Páginas escogidas" comentando el libro "Intelectuales"). Supongo que Dios siempre está atento, siempre dispuesto a ofrecer cuanto pidamos. Feliz Navidad.
Muy feliz Navidad para Vos.
No sólo ese artículo, sino todo tu blog, que yo descubrí gracias a tu inesperada visita, me parece muy interesante y lo recomiendo a todos. No hay que renunciar a las grandes palabras, pero es fácil perderse en su grandeza. No puedo entender el amor sino de una manera personal, lo demás son buenos sentimientos que están muy bien pero no exigen nada de nosotros. Tocar y nombrar.
Ojalá Dios esté atento, sí.
Felices días para ti y los tuyos, Arsenio.
Y muy feliz Navidad también para vos, querido Enrique. Que los caminos sigan siendo grandes:-)
Muy interesante reflexión, Olga, como todo lo que escribes. Mis felicitaciones por ello y, por supuesto, por esta Navidad que nos une hoy a todos los que escribimos blogs. Un abrazo.
Qué alegría, Juan Antonio. Es como dar la bienvenida a un viejo amigo. Tu "Ah de la vida", junto con la Imaginaria y Los silenos era de los pocos blogs que conocía y seguía incluso antes de tener yo uno. Mis inseguridades y la falta de tiempo hacen que no siempre quede constancia de eso. Me anima mucho tu comentario (otro regalo de Navidad:-) y espero que vuelvas por este "barrio".
Un abrazo.
Bella entrada, Olga. Comprender a los demás, hasta cierto punto, es lo mejor que se puede hacer.
Felices fiestas con retraso.
Abrazos.
Muchas gracias, Sergio.
"Hasta cierto punto", esa reserva sirve lo mismo para un roto que para un descosido-:) Intentar comprender, tener al menos la intención y el interés, yo creo que es bueno, sí.
Nada de retraso, que quedan muchos días de fiesta (aunque yo mañana trabajo, agggg).
Abrazos.
Querida Olga: Te leo y releo que "bonito" lo dices todo.
Dices bien, a veces nos querríamos disculpar por ser débiles, nos enfadamos con nosotros mismos.
La pregunta: ¿ Por qué no lo dije?
¿Por qué no le contesté?
Me quedo con tu final lleno de esperanza.
" Un poco de belleza y compasión en estas fechas y SIEMPRE".
Un beso
(reina madre)
Desde luego, a veces hay que pararle los pies a la gente, no hay que tolerar lo que no está bien o lo que no nos gusta, pero la debilidad a la que yo me refería era otra. Creo que en ocasiones nos sentimos heridos con demasiada facilidad, por muy poca cosa, casi por la sospecha, y eso nos da excusa para devolver no ojo por ojo sino ciento por uno. No medimos con el mismo rasero nuestro dolor que el que provocamos en los demás. En el fondo, es una muestra de debilidad. “Dios nos libre de los débiles”, decía la filósofa de la familia (my grandmother.-) Para sentir compasión hay que ser fuerte y, a lo mejor, hasta inteligente.
Mil gracias, Reina, y un besazo. Te echaba de menos.
Querida Betty.
Como siempre conmovida por tu texto, te leo en estas fechas que me remueven de una forma que no puedo evitar. Hablas de amor a la humanidad y qué es si no el amor a lo que hay en todos nosotros, a nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Y algunos nos cuesta tanto amarnos...
Sí, es más fácil querer a través de un medio tan aséptico como este, donde todo está más o menos pulcramente dispuesto en caracteres. Pero sí, yo te quiero, a través de tus textos.
Ya ves que no le dedico mucho tiempo, pero hoy desde el cíber quería hacerte sentir que te sigo leyendo, que es muy fácil amar la belleza que creas, y a veces desde lo más oscuro del hombre, de todos los hombres.
Feliz Navidad, BEtty. Y como decía alguien por ahí...¡larga vida a las Caricias Perplejas!!
Un abrazo.
Es verdad que este es un medio donde todo está pulcramente ordenado en caracteres pero, como lo usamos personas con capacidad más o menos dotada para expresar lo que queremos, enseguida se tiñe de todos nuestros fallos (y aciertos): deja pasar la cordialidad, la duda, el desprecio, la verdad y la mentira, lo impostado, lo sincero, lo genial, lo mediocre… todas las cosas que trae consigo la gente en una conversación interminable. A veces deja pasar el amor y la amistad, leemos entre líneas (qué otra cosa es la inteligencia) y contestamos. Creo que te he escuchado y me has escuchado más que mucha gente que tengo alrededor, colocada menos asépticamente en mi vida pero no por ello con más realidad.
Me tocas con tu comentario, eso quería la Betty que empezó esto. Aun cuando he pensado dejarlo, no he sido capaz de cortar el hilo con gente como tú. No sé por qué te cuesta quererte, a mí no me cuesta nada:-)
Un abrazo, montañera.
Y mil gracias por tus palabras.
Bueno Olga, lo de amar al que nos hace la puñeta no es que sea ya de santos -como nos dicen- sino de héroes.
Pero como yo me suelo quedar con lo bueno, te diré que estás muy bien en la foto de tu felicitacion, ala!
.
Jeje, muchas gracias, Alfaraz, usted siempre atento a lo importante:-) Un día haré una entrada contanto la historia de esa foto... es de noviembre del año pasado.
Y sí, es de héroes. ¿Quedarán héroes y santos para el 2009? Nos conformaremos con que quede gente dispuesta al intercambio que propuso D`Ors:-)
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