lunes, 15 de septiembre de 2008

Ejercicio literario nº 29

Cuando alguien me cuenta una tontería y no sé qué decirle, acabo sugiriéndole que la escriba. Es una de las muchas vilezas que cometo. No he encontrado persona que no crea que la actividad continuada e insignificante de su memoria atribulada, o de su corazón, o de su metafórica conciencia, merece la verdadera pena de ser puesta por escrito. Me incluyo en la fiesta de la confusión con el agravante de que a mí no hace falta que me lo sugiera nadie. Con el tiempo he intentado que en el ejercicio de la escritura haya un entendimiento más o menos cordial entre el vómito y la belleza. Es lo único que puedo decir en mi favor, aunque no sé si es mucho.

Pero a veces hay sucesos (o incluso textos) con los que nos topamos y nos obligan a ir más allá, o tal vez a pararnos. Pararse a pensar sobre la palabra, como haríamos en una iglesia silenciosa y vacía, a solas con la luz, apoyados en la sombra de los muros, es un acto de honestidad y valentía. Mantener el valor es otra cosa. Apenas salimos al ruido y al frío, los mismos vicios amables nos circundan. Siempre vuelvo a fumar, siempre quiero dejarlo. Y siempre vuelvo a escribir. Pero no he conseguido ir más allá de lo evidente, me da mucho miedo que no haya final ni caminos de vuelta ni entendimientos cordiales con los que consolarse.

Me da pánico andar por la llanura helada de la estepa que tengo en la cabeza, totalmente visible y expuesta, sin abrigo, sin carpeta a la que agarrarme, sin amores que sonrían, sin tabaco.

Olga Bernad

22 comentarios:

Juan Manuel Macías dijo...

Casi preferiría quedarme sin tabaco a quedarme sin prosas como ésta. Son una fiesta, y no precisamente de la confusión. Al contrario: precisión, claridad, límites, belleza... Es lo que se suele llamar el placer literario. "Pararse a pensar sobre la palabra, como haríamos en una iglesia silenciosa y vacía..." Qué hermosa imagen y qué cierta. Se puede escribir sobre todo, incluso sobre el misterio de por qué se escribe. El título es acertadísimo, además. Porque sólo la literatura puede hablar se sí misma, usando sus mismas máscaras, con lo cual el misterio se reinicia y continúan, por suerte, las perplejidades. Hermoso texto, Olga, y ya estoy deseando que llegue en nº 30.
Besos

Olga Bernad dijo...

Se puede escribir sobre cualquier cosa, sí, pero ¿se debe? Lo que me pregunto realmente es si hace maldita la falta. Con la cantidad de prosas y versos que hay ya, tan bien perpetrados, igual es un poco pretencioso intentar colaborar con uno más, no lo sé. Y la actitud del que escribe, madre mía, a veces no tiene perdón. La condición de lector es más feliz, desde luego, y da mucho menos la tabarra. Y luego ese intento lamentable y a veces conmovedor de huir de unos pecados que sólo el talento puede evitar. Y eso no siempre depende de nosotros. Me recuerda a un largo poema (éste, imprescindible) que te sonará: “Evitar el pecado conduce al vicio cuando falta el arte”. “Nos confunde la imagen del bien”, etc. Horacio dixit. “El espíritu sopla donde quiere”, Borges dixit. ¿Eso nos libra de culpa o sólo de esperanza?
Pero bueno, dudas aparte, yo te agradezco mucho tus palabras: “precisión, claridad, límites, belleza”. Ojalá.
Besos, Juan Manuel.

MªTeresa Gómez Puertas dijo...

Yo ya no podria vivir sin tu prosa y sin tus versos...ni se te ocurra dejar de escribir,es más no deberias de hacer otra cosa.
Me veo dentro de poco teniendo el placer de hacer fila para que me firmes un libro tuyo y pueda susurrarte un elogio a tus oidos ya acostubrados a ellos.

Marisa Peña dijo...

Perderse en tus versos y tus prosas es un placer. No puedo por más que agradeceros a ti y a Juan Manuel los buenos momentos literarios que paso en vuestros blogs, y el aire fresco que ha llenado mis pulmones desde que os leo... Participar del hecho literario en cualquiera de sus fases ( creación, lectura, estudio posterior, charla y debate en torno a él) es un lujo que hoy en día es difícil de encontrar. Poder recibir el afecto y la emoción de los que nos leen es gratificante, y poder transmitírselo a quien nos ha hecho disfrutar lo es aún más.
Un abrazo y mil gracias...

Olga Bernad dijo...

No sé qué decirte, Mª Teresa, es que disparas lo que piensas y punto, no me extraña que te salgan tan buenas fotos. Tengo que hacer muchas otras cosas, te lo aseguro, supongo que como tú, pero casi siempre acabo el día escribiendo. Tus fotos de ayer, desde la Terraza de la Torre del Agua, disparando sobre los fuegos artificiales de la clausura de la Expo son un lujo. Creo que de momento será más fácil que nos conozcamos en alguna de tus exposiciones, a las que iré encantada. Muchísimas gracias (por las fotos y por las palabras.-)

Olga Bernad dijo...

Marisa, tus comentarios son también siempre muy generosos conmigo, yo te lo agradezco de verdad, y siempre me animan mucho. Ya sabes que las dudas sobre lo que uno escribe son imposibles de parar, pero bueno, es cierto que es agradable mostrar algo de lo que sentimos y recibirlo también. Para mí también es un placer leer a los demás, pero lo escrito (y leído) tiene sus riesgos. Juan Manuel no ha traído el Loch Lomond, y no sé cómo piensa traerlo. No te puedes fiar-)
Un abrazo y mil gracias a ti.

Juan Manuel Macías dijo...

Las dudas son siempre saludables al escribir, denotan inteligencia y sentido. Y, sobre todo, una cosa esencial: que se escribe como un lector. Pero yo tengo una certeza fundamental, también de lector (compartida, sin duda, con mis compañeros comentaristas): que ese viento que sopla donde quiere, aquí ha decidido soplar muchísimo y ya no se detendrá. Vamos, que con tanto viento casi no puedo venir con mi caja virtual de Loch Lomond para brindar por la entrada :-).
Más besos

Olga Bernad dijo...

Me alegro mucho, Juan Manuel. De todo. De que las dudas sean saludables, de que el viento sople donde quiere y de que la gente cumpla virtualmente sus promesas. Con esa caja, invitamos a Mª Teresa, a Marisa, a todos los que vengan y a mi hermana (aunque no venga) a brindar por lo que quieran. Pero yo creo que te habías olvidado:-)
Salud a todos, buenas noches.
Besos.

Anónimo dijo...

Contigo aprendo cada día la importancia de las palabras. Cómo con unas palabras sencillas bien tejidas nos confeccionas un hermoso vestido literario, un vestido “prêt-à-porter”, para la gente de la calle. Me gustan por igual tu prosa y tus versos, con ellos podemos disfrutar todos.
Gracias por tus textos y gracias porque sin ti jamás habría escrito una sola línea de bitácora, éste es también el blog literario que nunca tendré.

Y para acabar... lo siento, pero no sé si son Los Monegros o son tus “palabras tan lejanamente idas” pero ahora mismo me zumban en la cabeza sonidos de los hermanos Labordeta:

"Nos enredan en sílabas y en voces
desde el instante mismo en que nacemos
y, a través de los días y los días,
los oídos se llenan de palabras, y palabras.

Palabras para cantar.
Palabras para reír.
Palabras para llorar.
Palabras para vivir.
Palabras para gritar.
Palabras para morir."

Olga Bernad dijo...

Yo te dejo el blog, aquí puedes decir lo que quieras, como todos los demás (puedo decir lo que quiera incluso yo.-)
Me gusta que te acuerdes de la entrada de los Monegros, fue difícil para mí porque son ellos y porque son desierto. Me parecía importante hacerla bien. Lo que me pregunto es si verdaderamente tiene alguna importancia, y si nosotros tenemos tanto mérito como creemos cuando la cosa sale más o menos bien.
Conocía ese poema, me impresiona. Es verdad que todo son palabras, nos enredan desde que nacemos y enredamos con ellas. Reflejan todo, a veces sustituyen la realidad; con muy pocos días de vida ya buscamos códigos a través de los cuales interpretamos y expresamos. Demasiadas palabras, y hay que elegir. Dejar la cabeza lo más limpia posible (imposible.-) para darles su sitio justo a las necesarias. Sin trampas ni nada, que de las trampas sí somos culpables. Estoy un poco pesimista al respecto, pero muchas gracias por todo lo que dices, Black.

fa mayor dijo...

Animada ayer por tu entrada 29, decidí escribir cualquier cosita y dejarme de pretensiones. Me empezaba a resultar necesario publicar algo. Llámalo X.
NO te puedes imaginar lo que supone querer escribir algo maravilloso, y después tener la objetividad de reconocer que no lo es, aunque te has dejado un montón de horas. Así de triste, hija.
Me encanta escribir y me encanta leer a los que lo hacéis como los ángeles.
La verdad es que estoy de acuerdo con quien te comentaba que tenías que publicar a otros niveles, alguna otra manera de divulgar tu blog...
Es muy agradable pasear por esas sensaciones que describes tan bellamente, que comunican además realismo, honestidad, franqueza de espíritu. Dolor, placer, vicios y virtudes. Conciliación con lo que uno es, en definitiva. No sé. Eso se me ocurre hoy de tu prosa, con tu permiso. (qué osadía)
En fin, Betty. Un placer leerte, como siempre.
Manoli.

Olga Bernad dijo...

“No te puedes imaginar lo que supone…” No me lo tengo que imaginar, mujer, me pasa constantemente. Yo tengo muy poco de ángel (aunque procuro no ser mala persona.-)
Ya vi que estabas callada y como pensativa. Siempre me alegro de tus vueltas y de tus idas y venidas; es como ir a una casa que conoces, aunque sea virtualmente. Me gusta que hables de realismo, si es que eso es posible. Pero buscar la realidad, reconocer los vicios, no debería ser un acto tan conciliador, o no sólo conciliador. Siempre que veo a alguien entonando el “mea culpa” demasiadas veces seguidas, me da por pensar que, más que reconocer la culpa, que no está nada mal, habría que dejar de tenerla. Cuando me veo a mí misma reconociendo mis errores pero cometiéndolos una y otra vez, me desespero un poco. Y eso es así, a pesar de esas palabras que te agradezco de corazón, Manoli.
No me pidas permisos, ni siquiera retóricos. Ya sabes que tú aquí tienes barra libre y siempre me alegro de que vengas.

Antonio Azuaga dijo...

¡Qué bien escribes, Olga!, pero no voy a insistir en ello porque, frente a la famosa monstruosidad de Goebbels sobre la “mentira repetida”, una verdad que se repite mil veces, no acrece la verdad de su edificio, sino que parece cuestionar los cimientos de su certidumbre. No necesitas, pues, que te lo repita.

No es ninguna vileza recomendar a nadie que escriba sus insignificancias. Al contrario, es un aliento de cariño hacia los demás. Lo humano es la palabra; lo divino, su posible belleza. Poder disfrutar de ésta por aquélla es la felicidad del lector, para la que todos (con algún entrenamiento, claro) estamos dotados; poder conducir la primera por los caminos de la segunda es un privilegio del que sólo algunos (tú, por ejemplo) son poseedores. Pero eso no quita para que la palabra, torpe o inteligente, acertada o errónea, hermosa o vulgar, sea nuestro universal patrimonio. Hay quien tiene una casa; quien, una mansión; quien, un castillo; o un reino… Pero también los hay que no tienen nada. Alentarles a tener unas cuantas palabras escritas es sugerirles que levanten una choza que les proteja de sus tormentas. Me parece justo. Y profundamente humano.
Un beso

Fernando Gonzalez Seral. fgseral dijo...

Despues de leer todos estos comentarios, la verdad que no sé que decir. Me parece una prosa maravillosa.
Como dice Tere: ni se te ocurra dejar de escribir.

Olga Bernad dijo...

Antonio, las primeras líneas dejaron de gustarme. Las escribí y después pensé que me había dejado llevar por ese cinismo que tanto critico. Hay una cierta amargura y una debilidad en las dudas sobre lo “oportuno” de los escritos propios, y también crueldad en las certezas sobre los escritos de los demás, para bien o para mal. Tal vez sea imposible ser sincera y amable a la vez en todo momento. Pero introduces una visión que me gusta: justicia y humanidad. Pocas cosas hay más humanas que intentar comunicarse, y tal vez sea justo dar su importancia a las insignificancias propias y ajenas. Eso tiene que ver con el amor. Pero si íntimamente se persigue algo que no se sabe lo que es, no vale con desahogarse y resguardarse y que los demás nos feliciten, no puede ser tan fácil. Aunque salga bien. Si es que sale bien, que no siempre es el caso.Lo que dices sobre mí me parece producto de una lectura muy muy generosa. Te lo agradezco muchísimo.
Un beso

Olga Bernad dijo...

Ay, Fernando, qué alegría. El fotógrafo “oficial” de esta bitácora. Muchas gracias por venir. Y por esa mirada constante sobre los Monegros que tanto me ayudó sin saberlo (y por los mares de metal del otro lado:-) Mª Teresa y tú sois dos descubrimientos juntos.

Anónimo dijo...

A mi me parece que tu intento de entendimiento cordial entre el vómito y la belleza es de admirar, aplaudir y cómo no digno del mejor brindis. Por eso me gustan tanto tu prosa y tu poesía. Supongo que tu cinismo, no acabar de creerte del todo, todos los halagos sinceros de tus comentaristas te ayuda a seguir escribiendo tan bien como lo haces. Sigue así, por favor, pero no sufras más de la cuenta, cariño, que tienes mucho por lo que celebrar.

Besitos a mi hermana la VALIENTE.

Olga Bernad dijo...

Sister, sister, te esperaba para el brindis...:-) Muchas gracias, guapa, como siempre.
Hay que procurar celebrar cosas, claro, pero también ser más o menos sincero con uno mismo. Cuesta.
Pero celebro tu visita y todas las demás, eso es muy cierto.
Besos.

Víctor González dijo...

Que te arrope la palabra siempre
y las bolutas del humo te distraigan,
de decir aquello que no quieres.

Beso creativo.

Olga Bernad dijo...

Gracias, Víctor. Ni decir lo que no queremos, ni dejar de decir lo que queremos. Y todo bien. Eso serviría, sí:-)
Beso.

Maria Luisa dijo...

Mi querida Betty, Tienes razón que escribir cuando se tiene la memoria y el corazón ·atribulado" quizá no se debía hacer, habría que sopesar lo que sientes.
Sin embargo cuando escribes pones sentimientos, trozos de tu vida, sueltas lastre y eso te relaja.
No podrá ser la prosa delicada, perfecta, pero alivia.
No me canso de leer tu blog.
Encantador. Precioso.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Pues muchas gracias por tus palabras, Maria Luisa. Lo que se debería o no se debería hacer es mucho decir, no me atrevo . A veces escribir es sólo vomitar (belleza o cosas peores). Quería ser un simple reflexión sobre eso y nuestro grado de autoexigencia, nada más. Bienvenida. Espero que vuelvas.