Aunque la compasión goce de mala prensa, esté reñida con la altivez y todos los parapetos que ponemos ante el mundo y aunque siempre digamos “no quiero que me compadezcas”, yo creo que cada vez que hablamos pedimos compasión. Está en nuestras plegarias y en todos los deseos.
Hacemos mil cosas para sobrevivir y proteger nuestra débil presencia entre los otros, algunas muy raras. Pensamos mentiras, cuentos, dioses, ciudades y normas, historias de amor. Muchos dioses inventados son crueles y hermosos, indiferentes, tal vez porque fuera del sentimiento puede comprenderse mejor la pureza, algo sin mancha que se mantiene a salvo de la vulgaridad, algo más alto que nuestra miseria, ajeno a nosotros y, sin embargo, algo que llena ese frío espacio de nuestra imaginación en el que parece resguardarse una cierta belleza, altiva y solemne, inaprensible pero viva.
También el Dios que nos alumbra fue imaginado a veces como un dios terrible y solamente perfecto, desdibujado por el tiempo en su mandorla, el pantocrátor lejano e inaccesible que señalaba la justicia con su dedo vengador y misterioso. La bendición del poder. Necesitamos la justicia tanto como la belleza, pero el miedo de los hombres tiene límites hechos de tedio e inconstancia y, sólo vestido de justicia y castigo, sólo lejanamente bello y terrible, sólo poderoso, le hubiéramos olvidado o convertido en literatura.
Creo que Dios sobrevive porque está cerca y se compadece, y porque en todo momento puede haber alguien que lo sienta así, tan cerca que se mete en el corazón.
Olga Bernad
Hacemos mil cosas para sobrevivir y proteger nuestra débil presencia entre los otros, algunas muy raras. Pensamos mentiras, cuentos, dioses, ciudades y normas, historias de amor. Muchos dioses inventados son crueles y hermosos, indiferentes, tal vez porque fuera del sentimiento puede comprenderse mejor la pureza, algo sin mancha que se mantiene a salvo de la vulgaridad, algo más alto que nuestra miseria, ajeno a nosotros y, sin embargo, algo que llena ese frío espacio de nuestra imaginación en el que parece resguardarse una cierta belleza, altiva y solemne, inaprensible pero viva.
También el Dios que nos alumbra fue imaginado a veces como un dios terrible y solamente perfecto, desdibujado por el tiempo en su mandorla, el pantocrátor lejano e inaccesible que señalaba la justicia con su dedo vengador y misterioso. La bendición del poder. Necesitamos la justicia tanto como la belleza, pero el miedo de los hombres tiene límites hechos de tedio e inconstancia y, sólo vestido de justicia y castigo, sólo lejanamente bello y terrible, sólo poderoso, le hubiéramos olvidado o convertido en literatura.
Creo que Dios sobrevive porque está cerca y se compadece, y porque en todo momento puede haber alguien que lo sienta así, tan cerca que se mete en el corazón.
Olga Bernad
32 comentarios:
Al margen de la fe o la falta de fe, que eso ya es cosa de cada cual, es un texto tan bello como cierto. Todo un regalo. Y qué bueno eso de "Hacemos mil cosas para sobrevivir y proteger nuestra débil presencia entre los otros, algunas muy raras". Algunas, como tú dices, tan raras como los dioses. Suscribo todo. Me acuerdo de una frase que decía Chesterton, muy en su tono, que afirmaba que Zeus sería a ojos griegos antiguos tan divino como Pulgarcito para los lectores de cuentos de hadas. Los dioses, como sugieres, son poesía, recogen lo más bello que podamos tener y también nuestras oscuridades. En tu texto los perdonas porque no existieron, porque eran sólo símbolos. La poesía, en el fondo, siempre es pagana e inocente. Me gusta mucho esa visión. Al margen de la fe, insisto, es ciertísimo también que Dios como idea sobrevive porque no es litaratura. Lucidez, claridad, precisión, y, como de costumbre, buenísima literatura la que aquí nos dejas, para deleitarse y para pensar.
Besos, Olga
Ay, gracias, da un poco de miedo escribir sobre Dios, fíjate todo lo que he tenido que decir para llegar a las tres líneas simples del final.-) Supongo que me voy dando permisos poco a poco y que algún día hablaré de las cosas que me importan con el mismo respeto pero con menos miedo, ya veremos. Oye, estoy tan harta del tal Chesterton que lo voy a solucionar por la tremenda: me lo voy a leer. Ayer cogí de la biblioteca “El candor del padre Brown” y mañana me lo empiezo. Ya te contaré.
Tu comentario, como siempre, mejor que la entrada, Juan Manuel. Y mira que me esfuerzo.
Besos.
Olga,tu como siempre tan modesta...es indudable que Juan Manuel escribe bien...pero tus textos son encaje de bolillos y estas siempre tan acertada en lo que dices,que me extraña que un comentario pueda ser mejor que una entrada tuya...
Yo creo que hemos conocido un genio vivo...y esta vez no me llames generosa porque no lo soy...aunque si intento ser justa.
Jo, muchas gracias, MªTeresa. Es curioso que veas un encaje de bolillos porque la verdad es que lo he pensado después de leer cuatro cosas distintas en sitios muy diferentes y todas se han juntado en este texto. Mira, yo creo que tengo que aprovechar que me mires con tan buenos ojos y que seas fotógrafa: me tienes que hacer una foto, MªTeresa, a ver si tú eres capaz de sacarme bien guapa.-)
Saludos, buen domingo.
Hay bellezas que no se ven y no se pueden sacar en una foto...y creo que tu tienes muchas bellezas que no se ven.Aunque para mi sera un honor fotografiarte,ya lo creo.
Bueno, seguro que tú haces lo imposible con lo que se ve y me sacas estupenda.Es que soy muy coqueta, no estoy todo el día pensando frases, qué va:-) Maquillarme me gusta (casi) tanto como leer.
El honor será mío.
Amables palabras para hablar de un Dios amable, cercano, comprensivo; probablemente también, más comprensible. No será coincidencia que esas palabras sean palabras de mujer; como en Teresa de Jesús. Un Dios que se deja de pendencias, rencores, “justicias” (¿qué será la justicia?) y venganzas, y “anda entre pucheros”, entre las cosas de cada día y los quehaceres de la insignificancia (que, en el fondo, son los quehaceres de la grandeza). Nos recuerdas, Olga, que el sistema métrico de Dios mide en unidades de corazón, no de poder y lejanía intratables. Apostaría que esta última medida es cosa de hombres, de varones quiero decir, porque es lo único en que, al parecer, somos capaces de creer. No sé si aún estaremos a tiempo de enmendarnos.
Gracias por el texto.
Besos
Siempre te sale el caballero, pero no tengo yo tan claro que esa amable distinción esté tan a favor de las mujeres en este caso. Yo pienso que Dios, para los creyentes - o su difusa idea para los que no saben, no contestan- sobrevive porque no podemos olvidarlo, porque está entre las cosas y puede meterse en las personas. Si no está en su credo, está en su confusa esperanza, o al menos en su misteriosa intuición. En todo lo que hagan, sea insignificante o importante. Pero no sé si el hecho de ser mujer me ayuda a llegar a esa conclusión. Si es así, estupendo. No deja de ser justiciero y poderoso (yo creo en la justicia como creo en la belleza: la necesito) pero, si algo nos salva, me parece que será la compasión.
Muchas gracias a ti por la visita, Antonio. Un beso.
gracias a tí,Betty.Esperemos que Juan Manuel (Romero) lo lea y se sienta feliz.
Felicidades por tu entrada.
Pues esperemos:-)Me encanta que todo el mundo sea feliz.
Yo me alegro mucho de volver a verte por aquí y de que te haya gustado la entrada, Ana.
Un saludo.
Por fin he podido sentarme un rato y disfrutar tranquilamente de tu texto.Compadecerse es un hermoso étimo. Padecer con alguien, acompañarlo en su dolor, hacerlo un poco nuestro. La compasión no es sólo patrimonio de las religiones. Cualquier ser humano, "sentimental, sensible y sensitivo" que diría R. Darío debe tender a la compasión como algo natural.Creo que cuanto más se acerca uno a la filantropía más compasivo es, apesar de la crueldad de los antiguos dioses y de muchos de nuestros congéneres.No me considero "rousseauniana", pero me niego a perder la fe en el hombre y en su capacidad de padecer con otros para aprender a compadecerse de sí mismo.
Una bella reflexión que nos conmueve y nos emociona. Enhorabuena, "para no hacer mudanza en la costumbre".
Un abrazo.
Estoy completamente de acuerdo con Mª Teresa y, sin que sirva de precedente, en desacuerdo contigo :-) Es que necesitaba decirlo, mil rayos. Aprovecho también para felicitar a Mª teresa por su bitácora y sus fotografías. y ya que estoy, por qué no decir lo valiente que es tu texto. Parece que la postmodernidad nos ha quitado a todos las ganas de hablar de lo que siempre ha merecido la pena hablar, sea o no cierto. Siento la tibieza de mi primer comentario. Dejo de ser absolutamente postmoderno para decir que yo también creo en Dios, y que sí es verdad que tiene que ser tan compasivo, cuando nos lo haces ver con los ojos de tu literatura. Por lo demás, me da mucha envidia sana que Antonio Azuaga te compare con Teresa de Ávila, con muy buen tino y gran ojo crítico. Yo siempre he querido ser Teresa de Ávila, y Safo, y Homero, y Virgilio y tantos otros. Pero me contento con que hayan existido :-) No dejes de escribir así, ya sea de Dios, de Mauricio Aznar, de los jazmines en el mar o de lo que sea. Tus lectores estaremos muy agradecidos. Besos.
Marisa, es verdad, la etimología siempre tan elocuente. La compasión y los buenos sentimientos no son patrimonio de nadie, eso está claro. La compasión reconoce al otro, le da un lugar; la crueldad desconoce y borra, el dolor del otro no existe porque no importa. Pero yo quería hablar de Dios, de su compasión. Por si no importamos. Algo así.
Tu comentario, tan generoso conmigo como siempre. Mil gracias y un abrazo
Pero si Dios y el hombre son una misma cosa, si la ,llamemosla, "esencia divina" que todo ser lleva consigo no es sino el propio Dios... Siendo nosotros más compasivos Dios no tendrá más remedio que serlo, y viceversa. Me gusta que reflexionemos sobre como decía Machado:
El Dios que todos llevamos,
el Dios que todos hacemos,
el Dios que todos buscamos
y que nunca encontraremos.
Tres dioses o tres personas
del solo Dios verdadero.
Un abrazo y gracias por dejar que las palabras nos lleven.
Bueno, yo también estoy de acuerdo con MªTeresa en que escribes muy bien. Y, sí, sus fotos son estupendas, por eso voy a intentar que haga algo provechoso conmigo.-) Pero no creo que tu primer comentario fuese tibio, supongo que cada uno puede decir hasta donde quiera o pueda. No sé quién dijo (para variar, nunca puedo lucirme) que la fe es la capacidad de resistir dudar. Pues ya está.
No me extraña nada que envidies esas comparaciones que hace Antonio. A mí me hacen muchísima gracia. Sabía que Haddock era el hombre que siempre habías querido ser, pero lo de Santa Teresa te lo tenías muy callado. Tampoco podrás ser Safo, pero te la has traído desde esas letras griegas, tan bonitas e incomprensibles. No es poco.
A mí la postmodernidad no me ha quitado las ganas de nada, pero tengo un cierto temor (no sé si santo) a tocar ciertos temas, y acepto las reservas de los demás. Hago lo que puedo y punto.
Gracias, Juan Manuel. Besos de vuelta.
No lo sé, Marisa, lo llevamos y lo buscamos, como dice el poema de Machado. Puede estar dentro y está también por encima. Tenemos helenistas y a veces latinistas en la sala, pero me temo que no tenemos teólogos.-) Yo sólo puedo hablar de cómo lo siento, no puedo razonarlo, como no puedo razonar la poesía o la belleza y sin embargo me siguen pareciendo verdad.
Con el hombre hay que tener mucho cuidado, a veces también parece que el hombre y el diablo sean la misma cosa y no debe ser verdad.
Un abrazo y gracias a ti, Marisa, ojalá pudiésemos hablar de esto y de otras cosas fuera de esta cosa rara de los blogs, que cruza los intentos de conversación.-)
Com-Padecer es Padecer-Con. Todos necesitamos la Com-Pasión, que padezcan con nosotros nuestros problemas y sufrimientos, que nos alivien un poco nuestra carga; al igual que nosotros deberíamos com-padecer a aquellos cuya suerte es mucho peor que la nuestra, (el mundo lo agradecerá).
La com-pasión no es lástima (lo que rechazan los compadecidos), es cercanía, amistad, solidaridad y hasta rabia y revuelta cuando la causa es la falta de justicia.
Sí, yo también creo en el Dios que está "entre los pucheros" en lo más sencillo e insignificante, que se revela en la compasión, en el corazón de la gente de la calle cuando echa una mano y en su santa indignación al contemplar esta cueva de ladrones.
Gracias Betty por no seguir modas y hablar de lo que quieres.
Pero si está, estará en todo, en lo pequeño y en lo grande. Oye, muchas gracias por venir, no te veía en esto, ni a otros (mujer de poca fe). Pues estoy muy contenta.
No, la moda no me sale. Fumo y hablo de Dios y tengo una habitación barroca.-). Os echo mucho, mucho de menos a Iseo y a ti y a la cafetería solitaria. La entrada, por supuesto, escrita con vuestra estilográfica. Muerta de miedo estoy con tanto cambio y me temo que voy a empezar antes de lo que pensaba en nuevo destino, igual por eso me acuerdo de Dios, fíjate qué sencillo.-) En fin, es una alegría que vengas. Un abrazo.
Estoy de acuerdo, Betty, que Dios se ha mantenido en el pensamiento del hombre gracias a eso, a humanizarse, a compadecerse, a salir de la línea terrible que separa el bien y el mal, esa donde el hombre no puede entrar sin perder la razón. Y es precisamente cuando se compadece que se eleva por encima de la justicia, y no atiende si el dolor es justo o inmerecido. (Qué cruel ese pensamiento de "cada uno tiene lo que se merece"...)
Uff... qué temprano es para estos asuntos! ¿verdad?
Un abrazo Betty. Y gracias por hacernos pensar.
Sí, nuestra compasión suele clasificar el dolor ajeno en merecido o inmerecido, y esas categorías están sujetas a opinión, con lo cual ya tenemos el lío armado. Y la disculpa moral para no compadecer. A veces la compasión humana se funde y se confunde también con la capacidad de perdón, limitada. Muchas veces perdonar nos parece una traición, una injusticia. Cuando se trata de cuestiones personales, si no perdonas, es muy difícil compadecer. Es más fácil alegrarse del mal ajeno que sentirlo, sobre todo si decidimos que “se lo merece”. Como en ocasiones seguramente lo merecemos, necesitamos algo por encima de nuestras capacidades y limites, una compasión que siempre espera dejarse sentir. Supongo que todo esto tiene que ver con el amor. Pero cualquiera se pone a hablar de amor a estas horas…
Un abrazo, Fa.
Como siempre llego tarde, pero llego. No creas que me he olvidado de tí tan pronto, no. De hecho me acuerdo de tí cada día. Nuestra cafetería ya no es lo mismo sin tí. Aunque nos pongamos en el mismo rincón le falta el alma (que eras tú). Ya perdonarás que no haya hecho acto de presencia en tu blog pero es que últimamente sólo tengo tiempo de escribir Pliegos de Técnicas. Eso sí, no he dejado de leerlo y como siempre me parece preciosa la forma en que hablas de Dios. Me gusta tu forma de ver las cosas y estoy de acuerdo contigo en que "...Dios sobrevive porque está cerca y se compadece...". Lo que no tengo tan claro es que del mismo modo, le habríamos olvidado "vestido de justicia y castigo".
Bueno, ya me dirás si hay novedades respecto a tu nuevo destino y vente a tomar un café antes de que empieces. Hoy podría ser un buen día. Muchos muchos besos.
Iseo, qué rabia, he leído tu comentario demasiado tarde, sorry, y hoy ya no me podré acercar. Si me dejan, voy el lunes. Pliegos de Técnicas… me pongo melancólica, anda, avales, concursos…ay. Seis años son mucho. Estoy muy liada con papeleos variados y desesperantes. Viene bien estar del otro lado de la ventanilla. Para aprender algo sobre la compasión.-) Bueno, y yo procuro no olvidar al Dios justiciero, el que puede castigar. Es esperanza y temor. Pero creo que el hombre es perezoso y el miedo cansa. El territorio en el que vence y convence, su territorio más natural, me parece otro.
Muchos besos, guapa.
“Hacemos mil cosas para sobrevivir y proteger nuestra débil presencia entre los otros, algunas muy raras. “, AMÉN.
Pero últimamente “Belleza y compasión", me suenan a mundo perfecto, como tu texto. Belleza deseada y compasión NECESITADA, ruego de todos los días desde que mis dos "angelitos" llegaron a este mundo. Por primera vez me acuerdo, demasiado amenudo, de ese Dios justiciero al que nombras y que como muy bien dices ahora debe estar más cerca de nosotros porque creo que me compadece. Consuelo de tontos o no, ayuda de vez en cuando.
En fin,cariño,otro texto divino. Y compasión por tu hermana qué siempre llega la última. Aunque ya sabes; "un día los últimos...", no sé yo, mucha fe hay que tener.
Besazos.
La compasión no es consuelo para tontos, aunque sea necesaria para todos. Yo también me siento muy poca cosa y haber traído a este mundo imperfecto a dos angelitos, como tú, me hace intentar ser al menos lo suficiente para ellos, y desearles un mundo un poco más compasivo, no sé. Guardar algo de fe no es una opción, es un regalo.
Mucha o poca, con la que tengamos hay que ir tirando, sin fe se me desmorona el mundo.
Besazos, hermana.
Mi Dios es apasionado. Mi Dios no es a-pático. Mi Dios está donde la gente lucha y sufre, y ríe y llora.
Como tú, Olga.
No dejes nunca de apasionarte.
¡Eduardo! Me encanta que esta entrada siga viva y que te estrenes en ella, aun con tres meses de retraso.
Es la única en la que me he atrevido con este tema, pero ojalá te interese alguna otra. Quédate a leer, por favor, por favor:-)
Tu Dios es el mío, el que me presentaste.
Un honor tenerte por aquí.
Mantengamos esta entrada "viva"... con comentarios 4 meses después ;-)
He entrado en ésta a través de otra tuya de diciembre, sobre el amor al prójimo que también me ha encantado.
Yo creo que con los años te haces menos justiciera y más compasiva. Casi que porque te miras a ti y desearías mejor que te compadecieran y no te hicieran justicia, porque como te la hagan una sale fatal;-)
En cualquier caso, y como dices en diciembre, cuidado con cierta compasión y los débiles (supuestos). Hay gente que esgrime su debilidad tan hábilmente, que es tan manipulasora, que hace palanca con la compasión que otros sentimos para hacer su santa voluntad. Bueno, de santa nada.
Yo me fío instintivamente de la gente que naturalmente muestra sus miedos y sus seguridades, su debilidad y su fortaleza, también sus convicciones y sus dudas. Como tú. Como Antonio (Azuaga), otro que tal. Pero desconfío, de una manera casi instintiva también, del que tiene la queja como retórica y en cuanto no lo acunas protesta. Y más del personaje completo, cerrado, prototipo. La encarnación de algo. Es que no me lo creo. Ni en literatura ni en la vida.
Un placer leerte Olga en esta mañana de nieve.
Aurora
Eso le da una vida de regalo a esta entrada antigua:-)
Totalmente de acuerdo: con el tiempo se vuelve uno menos justiciero y más compasivo, quizá porque si nos hicieran justicia a todos...
Pero lo que me gusta es tu cuarto párrafo. No sabes hasta qué punto me siento identificada con lo que dices: "desconfío, de una manera casi instintiva también, del que tiene la queja como retórica y en cuanto no lo acunas protesta".
Sí, cuando en una persona se ve más el prototipo que la persona... y sobre todo, si reacciona mal a la simple indiferencia, como si no tuvieses derecho a decirle "no". Cuidado con ésos o ésas... que la compasión bienentendida empieza por uno mismo.
Besos, Aurora, muchas gracias por la lectura a "toro pasado", me encanta.
Mi querida Olga, yo siempre he pensado que la compasión embelleza a quien la siente. No hay cosa que me parezca más fea que un corazón duro y seco, propio de quien se cree perfecto y exige la perfección a los demás. Tu texto me abre los ojos a la posibilidad de que sin compasión no se puede uno abrir camino en la belleza. Un beso.
No es la primera vez que siento que te has planteado exactamente el mismo asunto que yo: tú pensando en la parábola del hijo pródigo, yo mirando un pantocrátor. Pero era exactamente la misma cuestión y casi la misma conclusión. La compasión no siempre es fácil de sentir, a veces nos sobran los motivos para no sentirla; pero yo, sí, creo que en la compasión hay una belleza superior.
Un beso.
Desde luego que la compasión embellece, aunque a veces sea realmente difícil sentirla. Pero es que una cosa no tiene por qué quitar a la otra. Las mejores cosas de la vida (y la belleza es una de ellas, evidentemente) no se compran con dinero, pero tampoco son gratuitas. Todo lo contrario, cuestan mucho.
La compasión habla de la grandeza de quien la siente, no sólo embellece: es bella. Por eso es un sentimiento que nos acerca a la divinidad. No, hay cosas que no se consiguen con esfuerzo: se dan o no se dan, se tienen o no se tienen. Se es capaz de sentirlas o no. Humanamente, es de lo más difícil que hay. Sólo sentimos compasión por los "nuestros", por nuestro limitado catálogo de cosas que podemos entender. Quizá por eso rezo porque exista Dios, porque necesito pensar que hay algo realmente grande y generoso en medio de esta vida pequeña llena de sentimientos pequeños.
Bienvenido por aquí, Jaime.
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