martes, 9 de septiembre de 2008

Apuesta



Cuando ellos empezaron a tocar, yo tenía 15 años. Con el tiempo me fueron gustando aquellos rockers sin complejos a pesar de que mi novio hablaba muy mal de ellos, porque mi novio era mod. Pero, entre Quadrophenia y Quadrophenia, sus canciones se metieron en mi memoria y yo me las guardé en el corazón porque tenían la misma tristeza y la misma rabia que siempre me acompañaban; también la dulzura y un desencanto que a veces era amable y hasta gracioso y, otras, sólo absurdamente desolador. Sin demasiadas pretensiones pero con más seriedad de la previsible, esas canciones comenzaron a crecer e incluso flirtearon con el éxito. Aquélla era una época falsamente inofensiva, y la libertad y el placer que parecían infinitos y nos condenaban a vivir, como la primera juventud, como el mareo agradable de una borrachera, acabaron por convertir en verdad los peores presagios. Tal vez perdieron su apuesta, no lo sé. Tal vez no iban a ningún sitio.

Cuando leí en el periódico la noticia de la muerte de Mauricio Aznar, comenzaba el otoño del año 2000, aquel año que apenas meses antes sonaba a futuro impredecible y pasó a ser historia melancólica con la misma normalidad de cualquier otro. Me sorprendió lo triste que me puse, me entristecí como si se me hubiese muerto alguien conocido. Me pareció que todas las calles del barrio envejecían y mostraban la verdad: que el tiempo y la ciudad eran asuntos sucios y yo una mujer de treinta años que empujaba por primera vez un carrito de bebé. Definitivamente, las cosas eran como eran y en cada paseo iba dejando atrás la juventud inmortal e interminable y las canciones que habían sido la banda sonora de una especie de adolescencia inacabada.

Pero se había acabado mucho tiempo atrás y ya nunca iría solamente donde quisieran mis botas, ya nunca escaparía de la vida: estaba atrapada por el amor más tierno y más real que existe. Sin embargo, una chica morena y furiosa, infinitamente sola y confundida, me miró con rabia y con desprecio, con el gesto beligerante de su elegida vuelta atrás. Y no la he vuelto a ver. Se largó hacia el mar, seguro, porque al Este del Moncayo sólo hay sed y el desierto para correr. A veces quisiera mandarle violetas a alguna dirección inventada.

Hacía demasiado tiempo que todas las advertencias iban en serio: nosotros también nos moríamos y yo acunaba a mi hijo; y ya no estaba hecha sólo de futuro y ganas, tendría que haber un sitio para el deber, las renuncias y las despedidas. Y para tragarse la tristeza que no se puede confesar. En aquel momento seguí tomándome el café como si nada. Mi madre nunca supo quién era ese chico, todas mis amigas estaban trabajando y mi hermana se había marchado ya. Luego fui caminando hacia el parque de La Granja, me senté en un banco a esperar que Víctor se durmiera y estuve un rato llorando tranquilamente, pensando apuestas que ganarle al porvenir.

Olga Bernad

Nota: Más birras fue un grupo de rock zaragozano que existió de 1985 a 1993, liderado por Mauricio Aznar. La canción Apuesta por el rock and roll fue incluida en su mini LP Al Este del Moncayo.

18 comentarios:

Marisa Peña dijo...

Querida Olga: ¡Te entiendo tan bien y me identifico tanto con tu experiencia! Renunciar definitivamente a lo que quisimos ser y no fuimos, junto con la sensación de que no queremos renunciar por nada del mundo a lo que ahora somos. Esa joven rebelde y pasional que nos mira desde lejos y no entiende en qué nos hemos convertido, nos acompaña siempre aunque ella ya no quiera.
Yo sé bien de renuncias y de despedidas, y de reencuentros fugaces con la maldita nostalgia.
Gracias, porque hoy, leyendo tu texto, me he sentido menos sola...
Porque hay veces que una no puede evitar sentirse sola rodeada de pañales y toallitas perfumadas al filo de una inevitable madurez.

Olga Bernad dijo...

Bueno, la madurez es una bendición si piensas cuál es la otra alternativa. El tiempo es así de insensible: o te hace mayor o te mata. No sé si ser un adulto es un mérito o qué. Pero sí, a veces la maldita nostalgia trae un aire de traición que tal vez sea cierta. No sé, Marisa.
Pero muchas gracias por tus palabras. Y me alegro de que el texto te haya servido para sentirte menos sola.
Un saludo.

Juan Manuel Macías dijo...

Siempre he pensado que el tiempo y la memoria son la verdadera materia prima de la literatura. Y, en el fondo, es de lo que estamos hechos nosotros también. Abolir el tiempo es imposible, pero siempre nos quedará el consuelo de entablar con él una querella, con el solo argumento de encontrar las palabras precisas y su música. Ahí está la magia, y qué clara se ve en estas líneas tuyas. Y qué fácil lo haces, una vez más. Es una magia profundamente humana, porque la literatura no es cosa de dioses sino de hombres, que acaso alguna vez pensaron que tenían derecho a la misma felicidad de los dioses. Es un texto muy hermoso, Olga. Partes de una historia particular para convertirla en universal, y ahí está la literatura de verdad, la que nos toca y emociona. Al margen de rockers y de mods (y de culteranistas, conceptistas y modernistas :-), es imposible que cualquiera que te lea no sienta que algo suyo también se haya largado hacia el mar, como aquella chica, y también esgrimiendo ese "gesto beligerante de su elegida vuelta atrás". En tu texto, de alguna forma, ya está ganada la querella con el tiempo, y también la apuesta, porque las palabras que tocas pueden regresar la vida, la de todos, por un momento, en lo que dura una canción. Un texto, insisto, hermoso, sutilmente conmovedor, verdadero.
Besos y admiración

Anónimo dijo...

¡¡Ay, por Dios!! esto no se le hace a la melancólica de tu hermana, (la próxima vez vengo preparada con el "paquetico" de pañuelos).
Cariño, pues sí yo también sigo recuperándome, unos dias mejor que otros, del "shock" de saber que "esa adolescencia inacabada" se acabó hace tanto, tanto tiempo. ¿Quién me lo iba ha decir a mí?, la "hermana pequeña" de por vida y ya tan madurita.
En fin,supongo que de puro inconformismo con lo que pudo ser y no fue, y lo que somos, seguiremos "apostando mientras podamos y latá el corazón".
A pesar de todo, me apuesto lo que quieras a que las mejores apuestas por ganar al porvenir estan por llegar.

Muchos besos y felicitaciones por otra impresionante entrada.

Olga Bernad dijo...

No sé si acaba siendo un consuelo o es peor, pero en el fondo yo creo que sí, que entablar esa querella con el tiempo, con el recuerdo y con los sentimientos puede ser un raro consuelo. Aunque sólo sea el de entender y compartir, o intentarlo. Y sí, supongo que a todos nos pasan cosas muy parecidas (no somos dioses) y los temas son tres o cuatro. Tampoco sé si en un texto puede haber una apuesta ganada, pero tu comentario es, como siempre, mejor que la entrada. Y ni siquiera tiene fallos de teclado.-) Me lo pones difícil, pero volveré a apostar, qué te crees.-)
Muchas gracias, Juan Manuel, y besos.

Olga Bernad dijo...

Pues sí, chica, estoy muy melancólica, para qué te voy a decir otra cosa. Y es que hasta mi hermana pequeña es mayor, jeje. Hasta mi hijo mayor es mayor, y tiene deberes. ¿Te acuerdas de ellos, cuando los veíamos por ahí, tan guapos y tan todo? Ay, empecé a escribir la entrada en el recreo, mientras me tomaba un café, y me faltó un tris para llorar. Menos mal que pronto voy a cambiar de cafetería, porque ya me da vergüenza… No he podido colgar mi favorita, “Vuelta atrás”, no la he encontrado. Pero llevo dos días sin parar de oírla en el vinilo. Es que entonces contaba una historia futura, y el futuro ya está aquí. En fin, pero que sí, que el porvenir sigue estando por venir, tiene esa manía.
Muchos besos, hermana.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Los años desdibujan muchas certezas (creíamos que era fácil...), a la vez que perfilan una que ya siempre será la misma. A veces a mí también me visita esa melancolía con sabor a otras músicas, otros besos... Y miro a mi hija y pienso que para ella ahora es tan fácil...
Saludos
(Siempre un placer leerte).

Olga Bernad dijo...

Ay, Antonio, yo pienso de todo cuando miro a mis dos hijos. Sólo sé que no quiero certezas que se desdibujen, quiero perder el tiempo lo menos posible. Pero aún no sé cómo acertar. Quizá dejarse atrapar por esas visitas de la melancolía no sea más que otra manera de perderlo, yo qué sé. A mí me da una cierta vergüenza escribir sobre estas cosas, tengo que hacer mucho esfuerzo para no desbordarme y tampoco quiero controlarme del todo.
Lo que es un placer es saludarte
Un beso.

Antonio Azuaga dijo...

La juventud siempre se vive como un zarpazo onírico, como un delirio atemporal que acaba convertido en vigilia de relojes habituales. Cuando estamos en ella, la vivimos y no la pensamos. Luego, nos pasa lo contrario: llega a nuestro “conocimiento” tan tarde como la lechuza de Minerva de que hablaba Hegel, esa que “inicia el vuelo al anochecer”. Pero eso es la filosofía: una larga mirada sobre el quehacer inacabado de la vida irrecuperable, de la historia irreversible. Tu texto honra al siempre majestuoso vuelo de la reflexión, por más que tu anochecer quede aún bastante lejos.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Antonio, qué hermosa manera de decirlo. Pero nunca se vive del todo sin pensar, ni siquiera cuando se es muy joven. Desde muy pronto, sabemos que el tiempo se escapa y punto. El sí que sabe poner los puntos. Yo creo que el anochecer está un poco más lejos que el amanecer. ¿Qué hacía la lechuza de Minerva al mediodía? Si Hegel dijo algo al respecto, ya me lo harás saber.-) Siempre te agradezco que vengas, pero ahora que sé que estás muy ocupado, mucho más. Me alegro mucho de poder darte las buenas noches.
Un beso.

Anónimo dijo...

Otro tema de la época que me viene ahora es “Rompeolas” de Loquillo, ya sabes: “No hables de futuro, es una ilusión, cuando el rockandroll conquistó mi corazón". Una canción que por lo demás seguro que en los conciertos recientes ha sido tarareada por muchos padres y madres de familia, sólo por el romanticismo, por el tiempo ya pasado, porque la margarita ya fue deshojada, la gente ya hizo su elección (o la vida lo hizo por ellos) y algunos siguieron como Loquillo “siempre libres”, pero muchos otros no. Coincido en todo con Juan Manuel, tu texto empieza por tu vivencia personal y acaba siendo universal y me parece magnífico.

El tiempo que no se detiene, las necesidades vitales que mudan. Sobre el tema del paso a la madurez, la dialéctica entre libertad y afectividad/compromiso; me gustó bastante el libro “El Cielo de Madrid” de Julio Llamazares, autor obsesionado permanentemente con el paso del tiempo.

Besicos

PD. Cuando volvía de la playa ¡qué pequeña ironia! cayo una ligera llovizna sobre Los Monegros; lo justo para pegar un par de sellos de Correos.

Olga Bernad dijo...

La margarita se sigue deshojando siempre, queramos o no, nunca está todo decidido (supongo que afortunadamente) y además no todas las cosas son como las decidimos.
Tampoco entonces éramos libres, pero sí, parecía más fácil creérselo. No he leído el libro que nombras, pero esa charla entre la libertad y el compromiso tiene algo de falso, me parece, aunque a estas horas no sé cómo explicarlo.
Me acuerdo de ese “rompeolas” y de “siempre libres” (“cogí la guitarra como quien podía haber cogido un revolver de tener más valor o simplemente menos sentido del humor”, algo así) y de otras muchas.
Esa llovizna sobre los Monegros habrá sido una (pequeña) bendición.
Besicos, Black.

Anónimo dijo...

Leyéndolo me he trasladado a los años ochenta. Sin duda; toda aquella generación zaragozana que llenaba el Pabellón Francés en cada concierto, mmurió un poco el día en que murió Mauricio.
Olga, tú mejor que nadie sabes lo mucho que sentí su muerte, pues era yo aquel mod del que hablabas en el texto.

Olga Bernad dijo...

Bueno, basta, piedad con mi pobre corazón.

Anónimo dijo...

Estos tres últimos años, esa adolescencia que acabó hace tiempo, de repente se ha alejado mucho más. No sé si serán los 30, los hijos, la montaña de obligaciones y responsabilidades que no te deja opción a nada o el deseo de intentar evitar lo inevitable, pero he sentido que la margarita estaba deshojada por completo. Pero tienes razón, Olga, la margarita se sigue deshojando siempre. Recuerdo con cariño y un poco de nostalgia esa época pero no he vuelto a poner una cinta de Los Suaves o Medina Azahara, ni creo que lo haga. Yo sigo pensando cada día “apuestas que ganarle al porvenir”. Quizás deberíamos pensar un poco más en todo lo que ya le hemos ganado, que no es poco. Muchos besos y alégrate por eso.

Olga Bernad dijo...

Amén, Iseo.

fa mayor dijo...

Betty, estos días tengo la neurona ocupada así que no soy capaz de tocar otro teclado que aquél con el que me gano las habichuelas.
Tu entrada, como siempre, nos remueve en lo humano, en lo adolescente, en lo pasado, en lo dejado atrás para seguir adelante.
Es un placer leerte, Betty. Una invitación a "introverterse" y quedarse con un regusto amable de cociliación con el fluir de la vida. Gracias, siempre.
Un abrazo.
Manoli.

Olga Bernad dijo...

Gracias a ti, Manoli, desde luego a veces viene bien alejarse un poco del teclado, aunque se te echa de menos. Si no un regusto amable, al menos habrá que intentar mirar el paso del tiempo con el menor rencor posible, sin negar todo lo que nos quita y el daño que nos hace. Que la nostalgia nos traiga algo de lucidez y no sólo amargura. Yo creo que recordar es bueno.
Besos, guapa.