viernes, 4 de julio de 2008

Un poco de felicidad

Dicen que la felicidad no es un buen tema literario, y es cierto. Pero qué importa, alguna vez hay que dejar constancia de ese pellizco dulce en el corazón: el roce de una pluma blanquísima sobre la piel del alma, y la marea alegre que despierta en la sangre; ese vértigo exacto con su rumor de cascabel que va arrastrando, conforme pasa, la orgullosa tormenta de la mente. Y deja un poco de paz con chispas de colores. Un poco de paz con chispas de colores. Un poco de felicidad. Ojalá nombrándola se quede conmigo toda la tarde, se quede aquí y me cambie, mientras flamea su espíritu, la luz de la mirada, la que voy a guardar, la que recordaré cuando esté triste.

Olga Bernad

24 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien por esa felicidad. Yo sí creo que es buen asunto literario. O filosófico. Sobre todo porque no sabemos qué hacer sin ella; ya sea porque es tenida, ya porque es esperada; ya, porque añorada; ya, porque presumida. Me atrevo incluso a hacer una definición (que seguro que han hecho mil almas antes que yo): el hombre es una animal para la felicidad; los demás lo son para la satisfacción.

Enhorabuena por la felicidad y la entrada.

Un beso.

Olga Bernad dijo...

Muchas gracias, Antonio. Yo casi nunca escribo sobre la felicidad. La siento alguna vez, sí, procuro saludarla, sentirla, celebrarla, seducirla, disfrutarla, retenerla… ella hace lo que quiere, se va o se queda un rato. Bienvenido sea. Luego, a recordar y a esperar. A dejar la puerta abierta y la luz encendida, que no se nos pierda.
Un beso.

Juan Manuel Macías dijo...

Yo también creo, con Antonio, que la felicidad da para muchísima literatura. Nunca hay que pedir disculpas por ser feliz, si se tiene derecho a serlo. El texto es precioso, Olga. Podría decir que me da pena que se acabe, sí, pero se mitiga porque a mí también me queda "un poco de paz con chispas de colores".
Besos

Olga Bernad dijo...

No sé si da para mucha literatura, Juan Manuel, pero, desde luego, no pienso pedir disculpas por mis once líneas de felicidad. Es un derecho natural y un deber bastante humilde, y sería un pecado de complicada penitencia no reconocer esas chispas de colores. Me alegro mucho de que te gusten y te lleguen. Me encanta que brillen y se extiendan.
Besos.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Precioso texto. "La que recordaré cuando esté triste..." La felicidad es eso: lo que queda en el alma cuando ya han pasado los fogonazos. Como la cultura es el poso que queda cuando se ha olvidado lo que se aprendió. Feliz fin de semana.

Olga Bernad dijo...

Gracias, Antonio. Vivir las cosas suele ser un asunto demasiado corto para mi gusto. Menos mal que está el recuerdo, que no sé si tiene algo de mago, o de tirano o de intelectual. Pero te aseguro que esa definición de cultura es un auténtico consuelo para mí:-)
Muy feliz fin de semana.

Anónimo dijo...

Qué paz y qué felicidad leer tu entrada, venía yo, con un poco de nervios y prisas,(esta mala costumbre de llegar tarde a todas partes, no hay quien me la quite), pero me quedo mucho mejor despues de verte tan feliz, que se quede y que dure el recuerdo, que no me gusta verte triste.
Muchas felicidades por tu feliz texto. Y anda, sigue escribiendo temas no literarios, que en este eterno Otoño de Edinburgo se necesitan muchas chispas de colores, y se te da muy bien.
Happy bye byes.

Olga Bernad dijo...

Gracias, guapa. Se te ve echando de menos el calor total de la cruel Zaragoza, pero me temo que es una experiencia más agradable de recordar que de vivir, lo que pasa es que la costumbre nos hace radicales:-) Disfruta esa temperatura suave y todo lo que te encuentres ( pero con formalidad:-)
Ayer, por un momento, me sentí superfeliz.
Te mando un montón de chispas y besos.

Hernán Díaz de Leyre dijo...

La felicidad, me temo, no existe. Sólo puede ser un tema literario. Simple y gozoso deseo proyectado en la imaginación.

Un saludo y gracias por visitarme,

Hernán

Olga Bernad dijo...

La felicidad como estado general es una superstición, supongo que sólo se puede aspirar a estar más o menos contento con (o no demasiado arrepentido de) lo que uno es. Pero sí hay momentos felices, Hernán, yo los he sentido sin necesidad de inventármelos o proyectarlos (aunque luego hago con ellos de todo, que para eso son míos). Son regalos sorprendentes que necesitan, para llegar, que bajemos la guardia y subamos la capacidad de asombro. En definitiva, una cierta humildad. ¿Usted no lo ha sentido nunca? No me lo puedo creer, es inhumano. Lo lamento mucho, y le deseo un poco de felicidad.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Perdona, Olga, que intervenga de nuevo. Sólo quiero apuntar un par de cosas, consecuencia de los últimos comentarios.
Con la felicidad nos pasa lo que con la libertad: es fácil hallar opiniones que niegan la existencia de una y otra. Y es fácil porque, vaya usted a saber la razón, nos cuesta trabajo pensar en ellas sin el trampolín del absoluto. Quiero decir que lo que nos cruza por la cabeza cuando las negamos es que las pretendemos con una totalidad desmesurada e irreal. Es curioso que no nos suceda lo mismo con la inteligencia. Todos conocemos a gente inteligente, muy inteligente, inteligentísima, pero nadie conoce a un inteligente “absoluto”; sin embargo, no por eso negamos la existencia de aquélla.
Exigimos de la felicidad una “acreditación” excesiva que no exigimos a casi nada. A la desgracia y al dolor, por ejemplo, enseguida les asignamos un rincón de realidad. Nos basta un roce tangencial con ellos. Hagamos otro tanto con la felicidad, como hace tu entrada, aunque no sea más que por justicia semántica. Y moral.
Un beso, y perdón por la injerencia.

Olga Bernad dijo...

Ay, Antonio, es que a veces me entiendes mejor que yo, sí, eso he querido decirle a Hernán: buscar la felicidad absoluta es absurdo (tiene hasta un toque simplón), pero nadie te puede negar la realidad de lo que sientes a veces, ni yo quiero negarlo, “un roce tangencial”, pues muy bien: un roce tangencial.
Muchísimas gracias, nada de injerencia, siempre eres muy bienvenido.
Buenas noches y un beso.

Hernán Díaz de Leyre dijo...

Sí, de acuerdo en todo. Pero, ¿y si no postuláramos lo absoluto? ¿Por qué es más consolador estar consolado que estar lúcido? Ver con claridad, como diría aquel, es siempre una bendición.
Estirando tu ejemplo, querido Antonio: todos hablamos de buenas personas, de personas bonísimas, pero no por ello hemos de postular, necesariamente, que haya ningún ser por completo bueno. Todas esas cualidades no tienen por qué provenir de una Ley Absoluta Originaria o Natural. Si me lo permites, yo seguiré interpretándolas como proyecciones del deseo y la frustración sobre el lienzo de la fantasía personal.
Disculpa Betty B., por la libertad que me tomo para debatir en tu espacio. Un placer siempre.

Hernán

Olga Bernad dijo...

Postular lo absoluto para negarlo no tiene nada que ver con la lucidez. Es otro tipo de consuelo, el consuelo de los tristes. Las bendiciones se reciben, como la felicidad, no se "deciden": que uno decida que ve con claridad no significa que lo haga.
De todas formas, yo en mi entrada no hablaba de su felicidad, sino de la mía. Es difícil que yo vea eso como objeto de debate.
Siempre un placer, Hernán.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Betty, me sorprendes con tu precioso texto sobre la felicidad.
Ya sabes que se dice que la felicidad es poco literaria y, en cambio, la infelicidad produce una ingente cantidad de obras. Parece que los poetas sólo escriben sobre la felicidad refiriéndose a un tiempo pasado y añorado, desde un presente sombrío y triste.

Reivindiquemos como tú la felicidad aquí y ahora, aunque sólo sea un miserable pedacito y no el estado perfecto del alma.

Olga Bernad dijo...

La cuestión es que yo tampoco quería reivindicar nada, me limité a dejar constancia de ella en presente. Literariamente me parece un reto; es difícil, como al hablar de cualquier sentimiento, encontrar el punto de contención. Personalmente, no sé, supongo que igual que aceptas y asumes el dolor, hay que sentir la felicidad. Bueno, no, igual, no, con más ganas. Pero dije que no iba a pedir disculpas… y me voy a encontrar pidiéndolas. Y no.
Muchas gracias, Blackbird, encantada de haberte sorprendido.
Buen lunes.

Hernán Díaz de Leyre dijo...

¡Espero no haber sido inoportuno con mi vehemencia! Disculpas a ti y a los demás lectores, en tal caso. Lo siento.

Hernán

Olga Bernad dijo...

No pienses eso. Yo no creo que una cierta vehemencia sea mala. Es inevitable a veces. A mí me sale siempre cuando los demás proyectan sus fantasmas sobre mí. Yo procuro ocuparme de los míos y contestar con la sinceridad que esté a mi alcance. Me parece la mejor manera de respetar al otro. Gracias por tus visitas y comentarios.
Un saludo, Hernán.

Isabel Barceló Chico dijo...

No sé si mi comentario ha quedado recogido o no. A veces ocurre que voy tan rápido que no me doy cuenta de si acerté con las letritas o no.
Decía que la felicidad sí es literaria, a condición de que se acabe, claro está. Me gustó mucho tu texto.
Saludos cordiales.

Olga Bernad dijo...

Acertaste, Isabel, al final llegaron los dos. No sé quién se inventó lo de las letritas. Un misterio (más) para mí en este mundo virtual.
Me alegro mucho de que te guste el texto.
Conozco tu blog por los Silenos de Antonio. Soy bastante nueva en esto, como ves, y a veces me cuesta decidirme a participar, pero lo leo muy a menudo y me parece buenísimo.
Encantada, Isabel, bienvenida.

Víctor González dijo...

Ojalá y te acompañe siempre así, de esa misma forma que la pintas.
Beso.

Olga Bernad dijo...

Gracias, Víctor, qué majo eres. Me has hecho volver a estas once líneas de felicidad unas dos semanas después, y eso nunca viene mal. Es difícil que nos acompañe siempre, pero en fin, también hay que saber disfrutar.
Beso.

Anónimo dijo...

Mientras hablabais de felicidad yo la sentía disfrutando de mis vacaciones cerca del mar. Supongo que nunca es tarde para hablar de ella así que me permito dar mi opinión. Estoy de acuerdo contigo Olga en lo que dices. Yo también he sentido ese "pellizco dulce en el corazón" muchas veces, pero también creo que esa puerta que hay que dejar abierta para que nos visite de nuevo la cerramos sin querer, por lo que no se hasta qué punto ella hace lo que quiere como apuntabas en uno de tus comentarios. En cierta manera está en nuestras manos el dejar que nos toque. Procuraré tener la puerta abierta y no cerrarla con excusas estúpidas, que es lo que he hecho últimamente. Porque yo, sí creo en la felicidad (lo de absoluta es otro tema). Por cierto, no sé si es un buen tema literario, pero me gusta haberle dedicado un espacio en tu blog. Muchos besos.

Olga Bernad dijo...

¡Iseo! Qué sorpresas me da esta entrada. Es rara, como la felicidad. Ya hace casi dos meses, pero recuerdo perfectamente qué me produjo aquella felicidad y aquella necesidad de escribir sobre ella. Sí, hay que “dejarse”, de lo contrario, es imposible. Parece que estás haciendo deberes, leyendo las entradas que escribí mientras tú estabas de vacaciones. Espero que te gusten. Ahora se han acabado tus vacaciones y casi casi las mías. Habrá que buscar motivos:-). Habrá que inventársela. Lo que toque.
Muchos besos, guapa.