martes, 1 de julio de 2008

Tatuaje

Me gustan los hombres con cicatrices. Siempre me han gustado las cicatrices. Como las marcas de un accidente sobre el asfalto de las carreteras, me hacen preguntarme qué pasó. Jeroglíficos en el cuerpo, letras de alfabetos personales que quieren contar su historia; me parecen tatuajes que el dolor ha hecho en la piel, recuerdos físicos de su posesión momentánea y también el hierro que la realidad deja sobre sus esclavos, la certeza de que ya no estamos en el territorio virgen de los sueños.

Frente a los sueños y frente a la belleza perfecta del moderno anuncio publicitario, mis ojos se van hacia la ruta natural que la piel ha dibujado sobre sí misma con sus propias manos, intentando recomponer la antigua perfección ya imposible, una perfección original a la que le faltaba ese arte del dolor y la sensualidad de las cosas de la vida.

Me gusta verlas adornar los músculos y tocarlas, pasar la yema de los dedos sobre su rugosa escritura y leer así, en sus recorridos, la posible reparación de nuestra existencia y la tenaz sumisión a un orden que el albedrío de la sangre parece recordar. Me gusta que encierren la humildad del reconocimiento de la herida, la fuerza para curarla sin olvidarla y, sobre todo, la dignidad del que está dispuesto a dejarse hacer más. Me gusta que me las enseñen.

Olga Bernad

19 comentarios:

Juan Manuel Macías dijo...

Me temo que hemos heredado de los griegos un concepto erróneo y malsano de "belleza". La simetría, la isocronía... Todo eso no es más que una forma de totalitarismo. La realidad no es así. La vida no es asi y el arte tampoco debe ser así. Creo que es un deber unificar el caos y el orden. Me gusta la belleza de lo imperfecto, el verso liberado y juguetón (el soneto también es una forma liberada si no la entendemos como una imposición formal sino una elección), las melodías a veces deformes de mi bienamada Kate Bush, la huella que la vida deja sobre las piel... y me gusta mucho tu entrada, como de costumbre. Creo que vuelvo a ser el primero en comentar. El burro delante para que no se espante :-)
Besos

Olga Bernad dijo...

Bien mirado, esos griegos tienen la culpa de bastantes cosas, también de que prácticamente no pueda existir una conversación nueva sobre la faz de la tierra, porque de todo escribieron y de todo hay una historia que saberse (yo me redimo de esto a través la libertad que te da la ignorancia, pero no totalmente, pues intuyo una gran laguna con mucha claridad:-) También son responsables de unos parámetros de belleza tan superiores que hacen parecer imperfecta la vida misma. Pero, en nuestro tiempo cotidiano, los ojos se te van detrás de lo que verdaderamente eligen y las reflexiones sobre belleza y verdad son para después. Uno sabe lo que le gusta y, si uno no lo sabe, lo reconoce su voluntad, la reparadora de heridas.
A mí me gustan las cicatrices, las encuentro muy sensuales y muy espirituales; de todo tienen, igual que las personas y el arte.
Muchas gracias, Juan Manuel, me encanta que vengas, como de costumbre. Besos.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Esta vez, querida Betty, te escribo para discrepar de tu gusto por las cicatrices o, en todo caso, por la generalización que haces. Tú pareces referirte a todas, sin excepción, pero hay diferencias, subjetivas si quieres, creadas por nosotros mismos en función de la "nobleza" o no de la circunstancia que las originó. Porque a mí no me producen el mismo efecto una cicatriz por una cesárea, o por la extirpación de una excrecencia benigna, o la huella de una travesura dolorosa en la infancia, que las cicatrices de un quemado, de la amputación de una pierna por gangrena, de la mordedura de un perro o las que señalan el aplanamiento de una masectomía. Poca sensualidad, poca espiritualidad pueden sugerir éstas. Hay cicatrices y cicatrices, y sí es cierto que algunas (depende de quién y en qué circunstancias las acariciemos) pueden ser incluso objeto de deseo sexual. Saludos.

Olga Bernad dijo...

Se agradece la lectura, la visita y la discrepancia, Antonio. No es exactamente una discrepancia, mi generalización estética no pensaba en todas las cicatrices. Indudablemente tú has metido la realidad de lleno en esta entrada. La brutalidad de la vida deja rastros muy difíciles de adorar, en el cuerpo y también en el alma (pero de esa brutalidad ya hablamos en otros cielos). Quizá en estos casos amar a esa persona o a nosotros mismos sería lo hermoso y estoy convencida de que también es posible. Pero es verdad que el texto no pensaba en la tragedia sino en la experiencia, en la ocupación de lo perfecto y lo virginal; la cicatriz sobre el músculo todavía bello, como un tatuaje, la herida cerrada y el dolor vencido, el cuerpo aún entero y con fuerzas para mucho más. Sí, sólo en esos casos las cicatrices pueden añadir una sensualidad muy real al cuerpo amado (o simplemente admirado). A mí es que me gustan.
Saludos, Antonio, muchas gracias por venir.

samsa777 dijo...

Presagios del pasado en la piel. Hermosa visión.

A mí, sin embargo, me producen el efecto contrario: me inquietan, y rezo por tener las menos posibles. Y lo mismo me sucede con los tatuajes. Cuestión de perspectiva...

Un abrazo

Olga Bernad dijo...

Hola, primero, felicidades otra vez por la publicación del “Curso de Iniciación a la Escritura Poética” (Servicio de Publicaciones de la UAH, Alcalá de Henares). Me lo tengo que aprender.
En cuanto al tema de la entrada,no sé si resulta fácil de aceptar, imaginaba que no; a mí tampoco me gusta la moda actual del tatuaje ni el piercing, pero sí las cicatrices, he intentado explicarlo y explicármelo con sinceridad aunque no sé si con éxito. A mí también me inquietan, es en parte esa inquietud lo que me gusta, no sé, es un asunto un poco raro. De todas formas, si a ti no te gustan, espero que no te “salga” ninguna, ya estás muy guapo así.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Mira qué eres curiosa!.
Cariño, al margen de que me gusten o no las cicatrizes,despues de leer tu entrada, casi se me apetece tener una para ir envejeciendo mas bellamente.
Mucho arte, hasta para hablar de cicatrices.
Besitos

Anónimo dijo...

Pues a mí el texto me parece, primero, bellamente escrito; luego, perfectamente válido (quito también el tatuaje que sólo es consecuencia de un capricho, una moda, un lujo o como se lo quiera llamar). Hay una belleza “estética” (sensorial al cabo) que exige pulcritud, armonía, equilibro, corrección, gratitud de su recuerdo… Pero hay una belleza “intelectual” (y no es muy adecuado el adjetivo) que exige comprensión, o desaprobación, o ternura, o admiración, o aplauso incluso, no por erótica de su grandeza, sino por grandeza de su autoafirmación. El dolor y el rastro del dolor en el cuerpo son renglones escritos por la vida en su discurso, una biografía epidérmica para mí siempre bella; aunque sea en la piel de un criminal porque entonces será su memoria moral; probablemente, su remordimiento.
Besos.

Olga Bernad dijo...

Gracias, guapa, cuando a tu hermanita le pareces “curiosa”, no sé lo que les puedes parecer a los demás, pero qué le vamos a hacer. No, tú tampoco necesitas cicatriz alguna, corazón, déjalas para ellos, seamos generosas:-)
Besitos.

Olga Bernad dijo...

Muchísimas gracias, Antonio, es que tú lo dices mucho mejor que yo, algo así es lo que pienso, pero es verdad que el adjetivo para acompañar esa belleza no es exactamente “intelectual”, aunque tiene mucho de mirada pensativa sobre un hecho físico: somos nosotros y nuestra mirada de aprobación, ternura, admiración, los que ponemos la belleza sobre la cicatriz al mirarla (pero ella afirma la vida). Me temo que es así en otros muchos casos y, sin embargo, esto es especial para mí, quizá porque ni yo misma lo entiendo muy bien. Bueno, me alegro de que tú lo entiendas casi un poco más y de que el texto te parezca bellamente escrito, nunca deja de preocuparme.
Un beso.

Anónimo dijo...

Creo que lo que encuentras atractivo de las cicatrices es que esa persona no ha pasado por la vida envuelta en algodones y en una perfecta asepsia a salvo del mundo exterior; que prueban que esa persona ha vivido realmente... y por tanto que vive mientras muchos otros son clones andantes.

Olga Bernad dijo...

Pues es otra manera de decirlo,sí. Debería encargar mis entradas en vez de escribirlas y todos saldríamos ganando. Algo de lo que dices hay, salvo que a mí nadie me parece un clon andante, aunque no me guste (y mira que algunos ponen todo su empeño en serlo). Las cicatrices nos individualizan aún más, cada cual tiene las suyas. Buenas noches, Black, muchas gracias.

Marta dijo...

Tienes una forma de contar las cosas que emociona Betty. A mí también me gustan las cicatrices y sus historias.

Olga Bernad dijo...

Cómo me gusta que me digas eso (no sé si estará mal reconocerlo, pero es que intento que sea así).
En cuanto a las cicatrices y sus historias, sí, algunas son realmente hermosas (e inquietantes), lo son de verdad.
Muchas gracias, Marta.

Esther dijo...

Las cicatrices cuentan mejores historias que los tatuajes.

Olga Bernad dijo...

Ya lo creo, Esther. Bienvenida.

lolo dijo...

El "arte del dolor y la sensualidad de las cosas de la vida" Esa es la belleza de la madurez, yo creo.
No estática, sino viva.

Olga Bernad dijo...

Lolo, he caído en esta entrada por casualidad y he visto este comentario tuyo ¡desde octubre del 2009! No lo recordaba, y me extraña porque no contestar no forma parte de la política de estas Caricias. No sé si volverás ya a leerlo, pero eso es lo que quería expresar. La cicatriz nos muestra que la belleza en la vida no es estática, no es una foto fija en el momento de esplendor sino un viaje que a veces deja marcas. Y eso tiene su hermosura, sí.

lolo dijo...

Lo que pasó es que otro día, no sé cuál, hablábamos de cicatrices y me remitiste a esta entrada y a otra que no recuerdo. Es un tema precioso el de las heridas y cómo van curándose... Encuentro perfectamente cercana la "política" de tu blog. Gracias, Olga.
Buen verano, DESCANSA.