Tengo que empezar hablando de la voz que no es pronunciada delante de la cámara pero nos deja oír al narrador, quizá desde un lugar distinto al mostrado, quizá desde otro tiempo: esa voz que cuenta y envuelve, la voz en off del cine. Me gusta escuchar el principio de Rebeca y dejar que la deliciosa protagonista femenina sin nombre me lleve volando hasta sus sueños: “Anoche soñé que volvía a Manderley…” Ya me sé la historia y en su niebla flota el miedo a otra mujer terrible contra la que es imposible luchar porque no tiene corazón, pues está muerta. En Rebeca triunfa el amor tras las dificultades: todo como Dios manda. Ese principio, o más bien el hechizo que causó en mí, es otro curioso objeto de mi colección, está junto a Lucrecia Panciatichi en el cuarto destartalado que tal vez algún lector ya me habrá oído nombrar y en el que guardo todo lo que elijo. Desde seres humanos vivos a bajorrelieves de Nimrud, lo que sea. Las piezas originales de esa confusión de preferencias exigen nuevas compañías, y no es fácil. Pero escucho cada voz en off con el esmero del coleccionista que valora una adquisición, y con mi capacidad de asombro lo más limpia posible, a estas alturas.
No hace mucho, en uno de esos desmantelamientos del VHS que hacen los videoclubs cada tanto desde que el DVD llegó a nuestras vidas, me compré por un euro una película de precioso título, La Noche y el Momento, porque me gustó el título (precioso). Está ambientada en la Francia del siglo XVIII y es bastante aburrida; abunda en aristocracias, palacios, sensualidades y encantos de aroma decadente sin llegar a ofender pero tampoco a interesar. La luna es testigo: demasiada conversación. Se basa en la novela homónima de Crébillon Fils y está dirigida por una tal Anna María Tato a la que no tengo el gusto de conocer, pero mi incultura cinematográfica es amplia, tal vez Anna sea conocida. La protagonizan Willem Dafoe y Lena Olin. A él sí lo conozco y ella me sonaba cuando la vi.
Sin embargo, el comienzo de esta película me parece de una belleza, aunque feroz, poco habitual. Se trata de un breve pensamiento pronunciado por una voz masculina, la del doblaje en español, a la que no hace falta ponerle más adjetivos para que resulte trascendentalmente conmovedora, dados los tiempos que corren. Con esto último sólo quiero decir que me gusta el sonido de la voz masculina, nada más. Será física y química; será culteranismo (porque para mí pocas cosas intensifican los elementos sensoriales como la voz de un hombre) o incluso conceptismo (porque me gusta también que entrelacen conceptos y a veces prefiero que en el juego verbal se escuche el sonido de la testosterona) o será cualquier otra cosa que ustedes piensen, pero no hay mala intención sino unos tiempos salvajes.
Bien, a lo que iba: un coche de caballos viene hacia nosotros atravesando un bosque, lleva de pasajero a un hombre que piensa y mira hacia ese bosque, mientras el cielo se vuelve oscuro entre los árboles. Con el ruido del galope como banda sonora, nosotros le oímos pronunciar sus pensamientos. Al final, la imagen de una perfecta luna llena es el telón de fondo de su cruel carcajada. Mi inquietud revolotea ante esa luna que podía haber sido tan hermosa.
“Siempre estamos seguros de que el día acabará, pero nuestra certeza es menor respecto a si acabará la noche y el sol volverá a aparecer. En algunos países cada noche arrancan corazones de mujer para ayudar a que amanezca. Por lo visto, es eficaz. O al menos lo será mientras las mujeres tengan corazón”.
Olga Bernad
No hace mucho, en uno de esos desmantelamientos del VHS que hacen los videoclubs cada tanto desde que el DVD llegó a nuestras vidas, me compré por un euro una película de precioso título, La Noche y el Momento, porque me gustó el título (precioso). Está ambientada en la Francia del siglo XVIII y es bastante aburrida; abunda en aristocracias, palacios, sensualidades y encantos de aroma decadente sin llegar a ofender pero tampoco a interesar. La luna es testigo: demasiada conversación. Se basa en la novela homónima de Crébillon Fils y está dirigida por una tal Anna María Tato a la que no tengo el gusto de conocer, pero mi incultura cinematográfica es amplia, tal vez Anna sea conocida. La protagonizan Willem Dafoe y Lena Olin. A él sí lo conozco y ella me sonaba cuando la vi.
Sin embargo, el comienzo de esta película me parece de una belleza, aunque feroz, poco habitual. Se trata de un breve pensamiento pronunciado por una voz masculina, la del doblaje en español, a la que no hace falta ponerle más adjetivos para que resulte trascendentalmente conmovedora, dados los tiempos que corren. Con esto último sólo quiero decir que me gusta el sonido de la voz masculina, nada más. Será física y química; será culteranismo (porque para mí pocas cosas intensifican los elementos sensoriales como la voz de un hombre) o incluso conceptismo (porque me gusta también que entrelacen conceptos y a veces prefiero que en el juego verbal se escuche el sonido de la testosterona) o será cualquier otra cosa que ustedes piensen, pero no hay mala intención sino unos tiempos salvajes.
Bien, a lo que iba: un coche de caballos viene hacia nosotros atravesando un bosque, lleva de pasajero a un hombre que piensa y mira hacia ese bosque, mientras el cielo se vuelve oscuro entre los árboles. Con el ruido del galope como banda sonora, nosotros le oímos pronunciar sus pensamientos. Al final, la imagen de una perfecta luna llena es el telón de fondo de su cruel carcajada. Mi inquietud revolotea ante esa luna que podía haber sido tan hermosa.
“Siempre estamos seguros de que el día acabará, pero nuestra certeza es menor respecto a si acabará la noche y el sol volverá a aparecer. En algunos países cada noche arrancan corazones de mujer para ayudar a que amanezca. Por lo visto, es eficaz. O al menos lo será mientras las mujeres tengan corazón”.
Olga Bernad
18 comentarios:
Ojalá muchos artículos que hablan de cine se parecieran a éste. Y qué bien hilado el principio con el final. Me encanta Rebeca y también esa frase “Anoche soñé que volvía a Manderley…”. Y me encantan tus apreciaciones "andro-acústicas" de culteranismo y modernismo. La película que citas tampoco la conozco, y mi VHS hace tiempo que fue ajusticiado :-) En fin, un texto precioso y me encanta leerlo de amanecida, a costa de tu corazón (y de blogger). Pero sé que tu corazón sigue en pie. Besos y buenos días, Olga.
De Rebeca me gusta el principio y todo lo demás. Con La Noche y el Momento no me pasa lo mismo. Pero ese comienzo es bellísimo y es también un ejemplo inquietante. Todo tiene un seductor aire masculino: esos caballos por el bosque y esa voz al anochecer. Cualquier mujer pensaría “cómo me gusta este hombre”, pero si pudiera oír sus pensamientos (y en este casos se puede) debería ponerse a temblar. No tener corazón parece la única defensa posible. Terrible. Y, sobre todo, una verdadera pena, un desperdicio de luna.
Menos mal que no siempre es así. Aunque parece que a veces la realidad supera la ficción. Mi corazón está como el de casi todos, haciendo lo que puede, no hay que quejarse:-)
Buen día, Juan Manuel. Besos.
Fe de erratas: "culeranismo y CONCEPTISMO", quise decir, evidentemente. Y qué amable has sido conmigo, que me lo has pasado por alto :-). No sé por qué diablos se me coló el modernismo. Tengo que investigar :-) Ay, los ismos, que siempre nos pueden. O tal vez es que a la luz del sol soy muy poquita cosa.
Prefiero un corazón que sigue en pie a no tenerlo, ¿no? El corazón, como última plaza fuerte. La entrada, insisto, preciosa. Besos.
Gracias, Juan Manuel. No te preocupes, me hago cargo de que, entre el teclado, los ismos y el subconsciente, estamos a merced de los elementos.
Desde luego, mejor un corazón en pie: nada de hoplitas ajusticiados, como tu VHS:-)
Me alegro de que te guste la entrada. Comprensivos besos de vuelta.
He llegado tarde a la sesión, que no ha sido “de tarde” ni “de noche”, sino “de mañana”. Y no tengo más remedio que empezar aplaudiendo. Y seguir aplaudiendo. ¡Y terminar aplaudiendo! Es una delicia leerte y, además, tienes un comentarista de lujo: qué duda cabe de que Juan Manuel es hombre de exquisito gusto y de también certera palabra.
Olga, tu artículo (porque “entrada” se queda corto y me suena a croquetas y empanadillas y aquí lo que hay es un “plato fuerte”) es extraordinario. Hay una expresión, bastante vulgar por cierto, que lo define: tienes la cabeza muy bien amueblada. El texto, para mí, tiene por lo menos tres lecturas: estética, porque es bello; emocional, porque, es íntimo y filosófico-moral porque de él salimos con una visión crítica de cómo se las ingenia el hombre (dicho sea por “varón” en este caso y referido sólo a una subclase de la clase universal), para sostenerse en sus precarios equilibrios.
Mis rendidas felicitaciones.
Un beso
¿Por qué crees, Olga, que el fin del día es certeza y el de la noche, incertidumbre? Esto es cierto, pero no lo había leído en palabras de otro. Quizás porque la noche, si es dolorosa, se hace eterna. Quizás porque creemos que es más verosímil la muerte (de la luz/sol) que su nacimiento. Quizás porque la noche encierra sus misterios y ella misma es misterio. Quizás...
Más que sobre cine, tu entrada me ha hecho pensar en la pequeñez del ser humano frente a la inmensidad de la noche.
Muchísimas gracias, Antonio Azuaga, por lo que dices de mi entrada y por tus tres lecturas. También por tu opinión a propósito de “mi cabeza”, creo que se nota mucho que eres amigo mío, pero te diré, en confianza, que sólo me gustan dos tipos de cabezas: las bien cuidadas o las muy bien estropeadas. Siempre opté por el tipo para el que estaba más dotada. No debemos ir en contra de la naturaleza: -)
Los precarios equilibrios son universales, nos afectan a todos, pero la manera de sostenernos nos define, a veces como subclase y siempre como individuos. Y también la manera de sostener a los demás, Antonio, en fin.
Gracias también por los aplausos, ya sabes que tu opinión me da confianza. Un beso.
Antonio Serrano, claro que lo habías leído, si lo había leído incluso yo:
“Soles occidere et redire possunt:
nobis, cum semel occidit brevis lux,
nox est perpetua una dormienda »
La pequeñez del ser humano frente a la inmensidad de su seguro sueño eterno da miedo, y lo que el más fuerte hace para vencer ese miedo puede convertir la noche en algo más llevadero, o en algo hermoso o en algo aún más terrible. El cine es lo de menos en la entrada (aunque he hecho lo que he podido). La innecesaria y torpe crueldad del hombre me asusta de verdad. Y se contagia.
Un saludo.
P.S.: Me haces recordar cosas muy bonitas, me viene muy bien.-)
Pero Catulo, al no dudar del nacimiento del día ("soles... reddire possunt"), no duda del fin o muerte de la noche. Sin embargo, tu entrada me había llevado a mí por otros derroteros: mientras que no dudamos del ocaso del día, sí dudamos del ocaso de la noche (como tal, no como metáfora de la muerte). En fin, lo importante es que una entrada despierte la reflexión, y las tuyas suelen hacerlo.
No lo sé explicar muy bien, Antonio, pero me parece que es todo el rato el mismo miedo a la propia muerte: sabes que el día se tendrá que acabar, pero el fin de la noche, si tú no lo ves, es como si nunca llegase. Y te da miedo estar en esa perpetua noche. No es sólo una metáfora, se siente físicamente así. Una amiga que trabaja en el Hospital General me comentó que los enfermos graves o terminales suelen morir al amanecer, la noche les da tanto miedo que están como en guardia, y al amanecer se creen a salvo y se abandonan. Son cosas muy curiosas. Y tristes.
Pero la noche es también muy hermosa, a mí me gusta mucho. Igual que no todos los hombres son solamente crueles ni todas las mujeres solamente víctimas, no es bueno ponerse más melodramáticos de la cuenta.
Qué euro tan bien invertido, cariño,ha dado mucho de si, sobre todo para deleite de tus lectores.
Me encanta el final.
"Ghost dog:the way of the samurai", nada que ver con tu maravillosa Rebeca, pero; será por la masculina voz en off(comparto tu pasión), será por la noche, será por la violencia, o por la soledad, tu artículo me ha recordado esta película. Quizás la encuentres por otro pound, es del "siglo pasado", 1999.
Muchos besitos, de corazón.
Sí, hay que invertir bien el dinerito, euros o pounds. Cuando vengas a casa (pronto, espero) nos veremos juntas ese final que te ha gustado (que es el principio de la peli). Pero sólo el principio, lo demás ya te lo resumiré. Yo no he visto al samurai, hermana, habrá que echarle un vistazo. Del milenio pasado, qué fuerte.
Yo también te mando besitos con el corazón bastante entero.
A veces también la noche puede ser eterna porque el alma está desconsolada y tiene miedo de enfrentarse al día siguiente y lidia toda la noche con sus fantasmas personales en una vela angustiosa y agotadora. Y, por una parte, no desea que llega el alba para no afrontar los problemas que ya estaban ayer ahí, y por otra, tiene el miedo atroz de que la noche sea perpetua en una suerte de eterna tortura que sea peor que la realidad misma (“muero porque no muero”).
Las noches son polivalentes según la persona y el estado de ánimo, los días son más planos.
Y tanto, Blackbird, dentro de la oscuridad y las sensaciones compartidas, hay tantas noches distintas como personas que las temen. Y respuestas distintas, también: mientras a Catulo (tan jaranero) le da por el “da mi basia mille”, a otros les da por arrancar corazones. Claro que dar besos también puede ser malo para el corazón, no sé, yo creo que todas las soluciones son, en el fondo, igual de inútiles:al final nuestro miedo acertará y una de las noches no terminará nunca. Mientras tanto, mientras no acertemos, es mejor optar por costumbres que ayuden a combatir el miedo y no a multiplicarlo, creo yo. Es una cuestión moral:-)
Deberías escribir más acerca de películas. Aparte de que para aproximarse al cine a través de la palabra hay vías infinitas, basta con tener sensibilidad para poder adentrarse en él y compartir con otros la búsqueda de la mirada propia, como bien tú haces.
De la lectura de tu entrada uno sale enriquecido, con ganas de ver o de reencontrarse, según los casos, con la película comentada. Y apuntas algo fundamental: el cine —como la música, como las canciones— tiene un componente abstracto, intangible, por el que debemos dejarnos arrastrar porque sí, sin falta de explicaciones, así sin más, pues forma parte de la ensoñación cinematográfica misma.
Enhorabuena por esta caricia perpleja de película.
Un saludo.
José Havel
Muchísimas gracias, José. A veces he pensado abrir una etiqueta dedicada al cine, pero la prudencia me lo ha impedido;-) Es cierto que al cine, como a casi todas partes, lo único que debemos llevar es nuestra mirada y nuestra sensibilidad, pero le tengo demasiado respeto como para pensar que mis disquisiciones puedan tener algún interés para alguien. Y no es por falta de pasión y ganas de comentar la peli cuando salgo, pero lo hago, digamos, en petit comite.
Este caso fue una excepción porque el principio de esa película es un momento precioso, vale por toda ella. Quizá me anime en el futuro.
Un abrazo y gracias por tu lectura de especialista (y tu generosidad al juzgar esta entrada tan antigua;-)
Desde luego el principio que comentas es hermoso e inquietante a partes iguales.
Los buenos principios tienen el riesgo de desmejorar el resto de la película/novela si está a la altura. Supongo que es lo que le ha pasado a la que tú comentas, la cual desconozco.
Grato leerte, hables de lo que hables.
Besos,
Anabel
No fue una experiencia inolvidable... aunque lo parecía. En fin, con las pelis pasa como con la vida.
Y, sin embargo, mejor quedarse con algún buen momento que sin corazón. O no, qué sé yo.
Gracias por leerme siempre con la misma generosidad.
Un besazo.
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