domingo, 13 de julio de 2008

De Profundis

Creo en los hombres desesperados, no encuentro otra manera decente de estar en el mundo. Y me parece admirable que la misma lucidez que les lleva sin remedio a la desesperación, no les lleve también a una impaciencia más simple, y ésta no los venza, y no todos escojan una metralleta y una secta entre la variada oferta del mercado para ahogar su angustia solos o en compañía de otros, sino que algunos todavía hagan poemas, crucigramas, juegos de salón, malabarismos o se aventuren a tener descendencia. Y hasta de vez en cuando sonrían. Y a veces amen y anhelen, como yo, las cosas más peregrinas. Encuentro una cierta grandeza en esa resistencia entre pueril y heroica a caer totalmente en el error, a emborracharse de miseria y olvidar, a entregarse por completo a una maldad más fácil que la nada. Sí, creo que puede ser más sencillo matar que amar, y puede salir menos caro. Pero una profunda e innegable querencia por el bien aún nos sostiene, tira a veces de un hilo muy largo, invisible, que nos ata a la luz y no hemos roto. Desde el principio de los tiempos y en toda la tierra, esa querencia se ocupó de la invención o la intuición de Dios. Finalmente, creyó reconocerlo.

Borges, en Una vindicación del falso Basilides, nos muestra un fragmento precioso en el que la imaginación más brillante del hombre intenta explicar su propio origen: “…la tiniebla y la luz habían coexistido siempre, ignorándose, y cuando se vieron al fin, la luz apenas miró y se dio la vuelta, pero la enamorada oscuridad se apoderó de su reflejo o recuerdo, y ese fue el principio del hombre.”

No hay amor más hondo y sencillo que ese encandilamiento con la luz, ese redundante e inevitable misterio tan fácil de entender. Pero la enamorada oscuridad no quiere nada fácil: no es dejarse deslumbrar, que sólo ciega; ni dejarse enfocar por un instante, que inmoviliza el momento y esa luz; es seguirla con los ojos exactamente así, encandilados, sentirla posible, hacerla suya, quedársela también. Desearlo profundamente.

Me gusta ser parte de esos hombres, me gusta esa imagen del hombre enamorado de la luz, aun cuando ésta le da la espalda, y me gusta el amor humilde e inevitable por una salvación que parece escaparse cada día entre las rendijas tristes de la vida, los huecos de la equivocación y la ignorancia. Porque los rescatados por una fe cierta, sabia, solvente y sin fisuras ya tienen esperándoles todo su inmenso mar, el cielo de los justos, y sé que yo nunca tendré el consuelo de poder llorar junto a ellos ni por ellos desde la oscuridad visible de mis dudas.

Olga Bernad

14 comentarios:

Juan Manuel Macías dijo...

Me gusta esa variación donde la oscuridad no es mera ausencia de luz, sino búsqueda, anhelo y, sí, enamoramiento de la siempre esquiva luz. Y qué bellamente gira tu texto en torno a ese mito. Y luego rematada, billantemente, con la imagen de la oscuridad como desesperada esperanza. Y me gusta lo del "el amor humilde". Creo que el amor siempre es humilde porque lo quiere todo :-) Sí, yo me quedo también en esa oscuridad que busca siempre ser llenada de asombro y luz, más que tener la cabeza llena de luces. Un texto precioso, precioso y luminoso. Besos, Olga.

Olga Bernad dijo...

Siempre me gustó esa imagen de la luz dando la espalda a la enamorada oscuridad, creo que es de una genialidad sencilla e increíble, y considerar su solo reflejo, el roce leve, como el principio del hombre es lo realmente brillante. Sí, aunque la desesperación parezca la única actitud “decente” en este mundo cruel, ese recuerdo de la luz y también ese amor humilde pero ambicioso, no dejan de ser una esperanza, no siempre convencida pero siempre anhelante. Lo de tener la cabeza llena de luces es para iluminados: muy pocos elegidos y mucha gente que no vio bien la escena y creyó que la luz no tenía espalda. Algo así debió pasar:-)
Muchas gracias, Juan Manuel. Buenas tardes y besos de vuelta.

Marta dijo...

Búsqueda humilde de la luz, sí, aunque todo nos empuje hacia la oscuridad. Bonito texto.

Olga Bernad dijo...

Gracias, Marta, me alegro de que te guste.
Qué otra cosa podemos hacer con toda esa luz por ahí suelta:-)

Anónimo dijo...

“Porque los rescatados por una fe cierta, sabia, solvente y sin fisuras ya tienen esperándoles todo su inmenso mar, el cielo de los justos…”

¿Quiénes son esos “rescatados”, Olga? Nada hay humano, sino la desazón, la inquietud, la incertidumbre. No existen los rescatados, sino los empecinados, los que extienden la sombra de su voluntad por encima de las otras sombras. El texto es bellísimo. Y no te preocupes: somos legión los que no tendremos “el consuelo de poder llorar junto a ellos ni por ellos desde la oscuridad…” Aunque la oscuridad es condición de la luz: si no existiera aquélla, ésta sería inexplicable.

Besos y enhorabuena, una vez más.

Olga Bernad dijo...

Mis rescatados son tus empecinados cuando lo consiguen, los que no tienen dudas, o las soportan como si no las tuvieran y nunca parecen a oscuras. Esos que tienen la cabeza llena de luces y no están locos, los que tienen de verdad toda esa fe. No me pueden consolar de nada, Antonio, me ponen triste porque yo nunca podré estar ahí, y nunca lloraré junto a ellos ni por ellos, pero eso no era lo que más me importaba del texto, sino mi especie de fe en el hombre más desesperado y menos luminoso que no pierde las ganas de mirar ni tampoco las de llorar. Da igual.
Me alegro de que el texto te parezca bello y gracias por tu enhorabuena.
Un beso.

Anónimo dijo...

Un texto precioso, Olga. Me encanta la belleza de tus palabras sencillas.

Yo digo, ¿por qué no actuar buscando la luz, aunque siempre dudemos de ella? No porque esperemos la recompensa de los “rescatados”, la que han ganado reuniendo pacientemente todos los puntos del Avecrem; sino porque un toque de luz adecenta y humaniza este mundo nuestro convertido desde siempre en “cueva de ladrones”.

Los desesperados también tienen derecho a alguna esperanza, no les dejemos en manos de los que les proponen salidas desesperadas y atroces.

Olga Bernad dijo...

Ay, gracias, Blackbird, me gusta que mis palabras te parezcan sencillas y también bellas, me preocupa eso, sobre todo para hablar de Borges. Pero creo que es mejor hablar de aquello en lo que piensas, aunque tengas que cargas con las dudas y el respeto (nunca excesivo) y con una cierta turbación.
Me hace gracia tu visión de los rescatados: los que han conseguido rellenar el cupón del Avecrem. Pues muy bien, ellos tendrán su justo premio, la batería de cocina inalcanzable, o el sueldo de Nescafé para toda la vida (eterna). Sí, pero los demás, desde la cueva, nos podemos enamorar de ese toque de luz que adecenta y humaniza, como dices, este mundo nuestro, y nos aleja de soluciones desesperadas, no sólo atroces sino generalmente inútiles.
Buen lunes, Black.

fa mayor dijo...

Betty, es un consuelo leer tus entradas después de dejar hermosos espacios lejanos para encarar la rutina de nuevo (aún me reservo unos días)Te percibo cada vez más audaz en tus escritos, más segura, más atrevida, y perdóname la retahíla de etiquetas. Creo que te vas creciendo y soltando a medida de publicas, más y más.
Y no solo es un placer leerte a ti, también a los que te comentan, desde luego que sí.

Yo creo que uno se detiene por un tiempo en las certezas, cansado de buscar, desesperado de la oscuridad, y enciende candiles de llamas fluctuantes, danzarinas, inquietas, que sabe que no durarán para siempre... que la oscuridad volverá tarde o temprano, aunque no sea la misma. Aunque se trate de una sucesión de oscuridades que se van venciendo, así como vamos venciendo también esas luces cegadoras, abriéndoles una puerta al cuestionamiento, otorgándoles la sabia duda que nos mantiene en el camino del aprendizaje y del crecimiento.
Y qué hermoso es coincidir a veces con los otros en el camino, en la duda, en las sombras y en las luces que no enceguecen

Un abrazo, Betty.

Olga Bernad dijo...

Bienvenida, Fa Mayor, te echaba de menos. Aunque siento que se vayan terminando tus vacaciones. Espero que hayas disfrutado mucho, seguro que sí. Gracias por lo que dices de mis escritos; sobre los que comentan opino lo mismo que tú (y te incluyo, tú aquí tienes tu sitio), siento que no lo agradezco lo suficiente porque parece que dar las gracias sea un asunto formal y no es cierto. Es un lujo para mí. No sé si la oscuridad vuelve siempre y se llama cada vez de una forma distinta o es siempre la misma niebla negra, pero sí, coincidir con otros en las luces y en las sombras es casi el único consuelo posible.
No estoy en uno de mis mejores momentos, así que tu comentario me ha alegrado mucho, de verdad, gracias.

Víctor González dijo...

Buscar, mirar encontrar o no, buscar más, buscar la luz titilante de una estrella que nos conduzca.
Beso.

Olga Bernad dijo...

Ay, Víctor, a veces no la buscas, a veces te chocas con ella, te la encuentras casualmente como en el texto de Borges. Y qué podemos hacer con la luz, si la reconocemos, salvo quererla y mirarla. Aunque sea mirarla alejarse.
Beso.

Anónimo dijo...

Qué preciosa entrada, mi querida Betty b. y, como de costumbre, me uno a tu oscuridad visible de dudas, porque ni lloro, ni lloraré junto a los rescatados por una fe cierta, qué es eso?!, viva la luz y la incertidumbre de encontrarla, aunque nos dé algún que otro dolor de cabeza o la espalda.

Muchos besazos y disculpitas por las horas.

Olga Bernad dijo...

Sister, sister, la fe es cierta, ya lo creo. Yo no lloraré por ellos porque no lo necesitan, pero no lloraré junto a ellos porque nunca podré, no porque no quiera.
No es desprecio, es tristeza lo que siento. Nunca tendré ese consuelo.
Pero te tengo a ti, por ejemplo, absolutamente imparcial siempre juzgando mis entradas. Sigue así, con objetividad.-)
Gracias y mil besazos.
Y, desde luego, éstas no son horas.