sábado, 28 de junio de 2008

Otros cielos

Hoy me he acordado de Nieves a través de un libro, estaba leyendo y he pensado “cómo me gustaría comentar esto con ella”, y esa intención hecha pensamiento me ha traído a la memoria aquellas larguísimas tardes de verano, cuando daba tiempo para aburrirse de todo, sentadas en los bordillos de las calles del barrio, aprendiendo sin acabar de saberlo el maravilloso arte de la conversación. Especialmente los dos últimos veranos, cuando teníamos doce y trece años, y hablar se fue convirtiendo sin darnos cuenta en un fin en sí mismo: quedábamos para hablar, no para jugar a baloncesto o para hacer ninguna otra cosa, sólo para hablar. Y estaba la confianza de toda la vida y también el hecho de que esa vida era tan joven que aún no habíamos aprendido el pudor ni los recursos para dosificarnos, sólo las ganas de disfrutar esa especie de chapoteo en la mente del otro, tan alegre y tan serio, que supone darte un enorme permiso para decir lo que piensas y otro permiso igual de grande para escuchar; y tampoco había recursos para evitar que el chapoteo se convirtiera en zambullida y la zambullida en la mejor de las aventuras estivales, abandonadas de horarios y obligaciones en la ciudad medio ausente que era Zaragoza en agosto, convirtiendo el aburrimiento en experiencia. Sin mar pero con tiempo, libertad y compañía, y con todas las novedades de la edad por compartir, ahora lo recuerdo como un paraíso perdido que nunca volveré a encontrar porque no forma parte de ninguna promesa, sino que era ella, el momento, el pequeño espacio del mundo tan nuevo que habitábamos, yo misma irrepetible y todo lo que ya no está en ningún lugar.

Acordarme de ella es algo que hago con frecuencia y, durante mucho tiempo después de su muerte, lo hice con dedicación, pero a veces pensar es abrir el frasco del perfume más potente hecho de tiempo. El recuerdo te llega al alma con la rapidez y la fuerza de un puñetazo a traición. Y el alma no sabe qué hacer, como ante la noticia de su repentina muerte, cuando todo se paró por un momento y seguramente hasta los insectos fingían morir para librarse de aquello oscuro que flotaba, que emergía del impacto brutalmente absurdo y de la acera manchada y trivial en la que se quedó. En mi corazón había una resta, la primera de mi existencia, y un latido perdido se fue corriendo al país de Nunca Jamás.

No se acaba del todo la tristeza, pero tampoco las ganas de hablar, y aún busco la amistad y la complicidad por la sencilla razón de que es lo que más me gusta, con la blancura de entonces y los dudosos rincones que el afecto esconde en la confusa mujer que soy ahora, con su mezcla de salvación y peligro, me sigue pareciendo lo mejor que me puede suceder. Cada vez es más complicado. Pero en esas ganas está el reflejo de aquella luz y su recuerdo y espero que no me abandonen nunca.

Olga Bernad

19 comentarios:

Juan Manuel Macías dijo...

El tesoro impagable de tener un amigo... Y es verdad. A veces señalamos los párrafos que leemos de un libro y pensamos en otra persona. Y nos damos cuenta de que esa persona ya no está para contestarnos, rebatirnos o asentirnos. Y, sin embargo, abrimos un libro nuevo o sabido y notamos que hay otros ojos leyendo con nosotros. Pero es el premio de haber merecido en este mundo un amigo: saber mirar a las cosas con más ojos que los pobres dos ojos nuestros, eternamente incompletos. Y es el deber de los amigos que se quedan en vela mantener esa mirada múltiple. Y por eso no te abandonará nunca mientras sigas en vela. Un texto hermosísimo, Olga. Besos.

Olga Bernad dijo...

Sí que es un tesoro. Y una alegría, aunque se pierdan o se vayan, la amistad es una cosa más alegre que triste. Aquello fue una tragedia horrible, y yo aún estoy con la boca abierta, pero también creo que tuve suerte por estrenar la verdadera amistad de esa forma y aquel tiempo que se ha quedado ahí como encantado, me parece impagable. Creo que la amistad de las chicas a esa edad es una cosa irrepetible, a veces las veo en grupos por la calle riéndose y me pararía a avisarles de la suerte que tienen, porque entonces crees que todo va a seguir así por mucho tiempo y parece que seas inmortal. En fin, tu atención también es impagable, Juan Manuel. Eres la primera mirada múltiple de las caricias, un poco el maestre de jarcia de este buque:-) Besos.

Anónimo dijo...

Te entiendo perfectamente, Olga: la pérdida de quienes queremos, la desaparición de un amigo, sobre todo si ocurre en edades tempranas, es no sólo un aula de dolorosa docencia, sino una auténtica amputación del alma. En gran medida, somos un mosaico de encuentros fundamentales. Pero la amistad no es una muchedumbre. La amistad, la verdadera amistad, que en esto se parece mucho al amor, es la selección de un “tú” imprescindible, un “tú” sin el que uno no habría sido jamás el "yo" que es. Creo que ése es el caso de Nieves, tan emotivamente evocado por ti para nosotros.
Besos.

Olga Bernad dijo...

No una muchedumbre, es difícil que sea ni siquiera un grupo numeroso, pero tampoco me gusta la mentalidad de club elitista incluso para esto. No sé, yo me refiero siempre a no cerrar demasiadas puertas tontamente, sobre todo cuando ves en la gente cosas que te gustan. Con el tiempo es cada vez más difícil y, precisamente por eso, más valioso. Cada “tú” difícil de encontrar te ha dado algo que no podría darte nadie más, despreciar a los demás es una tontería (hasta que no se demuestra lo contrario). La amistad se parece al amor pero el amor lo supera todo, aunque a veces los límites haya que estudiarlos sobre un mapa poco claro. Lo de Nieves fue un hachazo que me dejó tambaleante, eso sí lo tengo claro.
Un beso, Antonio, gracias por venir.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

"Amigo, la mitad de mi alma", escribió Horacio.

Olga Bernad dijo...

Antonio, es que Horacio resumía mucho mejor que yo:-) Y para qué escribir algo si se puede escribir su resumen. Eso también lo dijo alguien, pero no recuerdo quién.
La mitad de mi alma y vale, así es.
Un saludo.

Anónimo dijo...

En el mundo no sobran las amistades con las que zambullirse a compartir tus problemas y sentimientos. Las personas nos estamos separando en universos ínfimos hasta el extremo y compartimos la superficialidad y las convenciones sin querer mojarnos demasiado en la relación con el otro.

Cuando se logra la verdadera amistad se tiene el mundo. El que no tiene amigos no sufrirá nunca pero tampoco ha gozado nunca.

En esos momentos de recuerdo, si lo deseas, puedo ofrecerte: un poco de complicidad, un café caliente, una charrada sincera o quizás un comentario amigo más o menos acertado.

Olga Bernad dijo...

Exacto, las convenciones mandan incluso cuando hay sinceridad de fondo (que tampoco es tantas veces), y nos arriesgamos lo justo para que que el otro suponga, como mucho, un placer en nuestra vida, no la aventura real que podría ser, y damos excusas de lo más variopintas. No sobran.
Agradezco el comentario, acepto el café (pero con hielo, por el amor de Dios). Ya tendrá que ser para el miércoles, con el recreo y todo eso. Concretaremos.
Un saludo, Blackbird.

Anónimo dijo...

Cuando escribí el comentario había puesto "un café caliente o frío", pero suprimí lo de frío porque podías entender algo distinto de lo que quería decir, que por una vez, era el estado de la materia pura y dura.
Hasta el miércoles

Olga Bernad dijo...

Bueno, Blackbird, no te preocupes tanto,si no entiendo algo aplico el "in dubio pro reo",a veces con muchísima razón y, otras, a mí qué me importa, no va conmigo (salvo que yo sienta que vaya, claro). Pero siempre se agradece la claridad, esa bonita manera de ejercer la cortesía.
Saludos.

Anónimo dijo...

Qué veranos,qué recuerdos... y qué Zaragoza "sin mar pero con tiempo...".
Qué nudo en la garganta Olga, Betty B. Leer tu texto es como, saltar en el tiempo, volver de repente y echar de menos más, si cabe,a mi querida hermanita mayor(menos mal que ya no escribimos con pluma y papel,esto sería un autentico borrón).
Me ha encantado cariño.Muchos besitos.

Olga Bernad dijo...

Venga, tonta, ya entonces nos resultabas bastante pelma, la verdad, y nos gustaba mucho más fumar a solas que son la "enana" mirando y escuchando. Ay, mañana me voy a comprar un Ducados de los que le quitábamos a papá, qué fuerte, cómo nos los fumábamos (era una cuestión de dignidad porque yo no podía con ellos). Y qué tragedia cuando nos pilló su madre, ¿te acuerdas?... En fin, cariño, besitos, no te pongas muy triste, que estás muy lejos. Y no fumes ni bebas ni nada de nada. Cuídate, de verdad.

fa mayor dijo...

Qué bonitos recuerdos de la infancia y de la adolescencia. Y qué duro el devenir de las circunstancias, pues. Ya vamos teniendo historia ¿Eh, Betty?
Me parece muy valiente eso que decís de vincularse en profundidad... con sus riesgos, fracasos y victorias, desde luego que sí. Ese temprano transitar por lo desconocido del otro, cuando aún no tenemos garantías sobre lo que hay en su intención, en su pensamiento (¿llega a haberlo alguna vez?) y ese pudor a la comunicación franca y sincera y a mostrar nuestras entradas a la vulnerabilidad.
Qué gran fe requiere el amor al otro.
Comparto tu ambición sobre las relaciones. Yo también pretendo eso, aunque no sé... supongo que el mayor reto es respetar lo que el otro puede o quiere dar.

Un abrazo, Betty.

Olga Bernad dijo...

Ya lo creo que vamos teniendo historia, y no toda es bonita, pero procuraremos dar la murga lo menos posible. No sé si es valentía o inconsciencia lo de tener fe, de todo un poco, me da igual. Y, claro, hay que respetar el sí, el no y hasta el liante a medias de los otros, igual que hay que hacer respetar nuestro no. Pero puedes tener una opinión al respecto. Muy difícil todo, muy entretenido y, sin embargo, a veces, qué fácil y qué bien sale todo. Ay, algunas veces…
Abrazos, buen día, Fa.

Pepe López dijo...

NO quiero repetirme en el halago, pero alegro de que Miguel me enseñara el camino a tu blog. Que bien me llegas!

Yo tuve que vivir con 21 años la muerte de mi tío preferido y la de mi madre. Aún hoy, 8 años después, cuando me preguntan cómo se lleva eso, digo que eso no se asume, que cuando alguien dice "mamá" mi alma sufre un puñetazo y que, aunque parezca un sinsentido, a veces pienso que ella volverá.

Has sido fuerte escribiendo sobre la muerte. Gracias por compartirlo.

Olga Bernad dijo...

Y yo también me alegro, Pepe,de que Miguel te trajese hasta aquí. Un año después de escribir el texto, recuerdo perfectamente cómo me atrapó la melancolía y se me llevó con ella, pero también la sensación de paz después de haber escrito el texto.
Contar las cosas, aunque sea tímidamente, aunque sea sólo la punta de une enorme iceberg.
Es precioso lo que dices sobre tu madre. Ese puñetazo en el alma casi duele cuando lo nombras. Está claro que ella nunca se ha ido de ti.
Gracias por venir.
Un beso.

Pepe López dijo...

Antonio Rivero Taravillo, en el taller de poesía del año pasado, nos propuso que escribiéramos una elegía. Aquí te pongo el enlace por si quieres verlo. http://cyranoxxi.blogspot.com/2008/03/elega.html

Se me nota que no sé poner un enlace dentro de un comentario.

Un BESO

Unknown dijo...

Volví anoche, después de la presentación de tu nuevo libro, a abrir el frágil frasco de los recuerdos, de la mano de Susana que me ha enseñado el camino hasta tu blog.
Hermosas tus palabras hacia Manini, hacia la amistad, hacia la adolescencia. Has conseguido arrastrarme hasta los primeros años de la añorada y dolorosa década de los 80.

Olga Bernad dijo...

Muchas gracias, Ana. Qué bonito es recibir este comentario cuando ya ha pasado tanto tiempo de todo (incluso de la entrada). Pero su recuerdo sigue ahí. Me encantó conocerte ayer en la presentación y saber que habías compartido aula con ella, y también que otra amiga común te haya traído hasta aquí.
Un abrazo y bienvenida.