domingo, 7 de septiembre de 2014

Borrascosa Institutriz bucea en las redes

Atrapados por lo que vemos (o podríamos ver) con una simple búsqueda, nos hemos convertido en ruedas de molino, estrellitas de un universo en expansión o deshechos planetarios atraídos por la inmensa fuerza de un potente agujero negro, soportando esta presión maravillosamente activa al borde de un inesperado horizonte de sucesos.

Era fácil ir cayendo.  Nunca pasaba nada.  Necesitamos la cercanía de los otros como siempre, a la clásica manera de la noche de los tiempos, mas le fuimos encontrando ventajas al hecho cierto de que también pudiese ser falsa o lejana. Así fueron surgiendo textos, textos y textos; imágenes, películas y atajos hacia miles de datos sorprendentes. Pero no nos tocamos, y así fuimos también inalcanzables. 

A salvo de todo contacto humano, miles de ojos comenzaron a actuar, acompañados de una confusa sensación de perdurabilidad, provisionalidad y descuido, como si escribiésemos sobre la arena pero alguien nos tomase una foto que pensara guardar en un armario mágico. Entre el conocimiento más especializado, una marea negra de erratas que jamás corregiremos, la crueldad del que se considera impune, el atrevimiento del cobarde junto a las más altas cimas de la ternura, la inseguridad, la pérdida del tiempo, la compasión y el talento compartido.  Generosidad que no espera nada a cambio, amistad, anoréxicas, góticos, escritores, políticos, periodistas, viciosos, lobos, planetas, versos, autobombo, belleza, una historia de amor, cien mil envidias.  Vida. Tristes suicidas de ojos limpios.  Piratas. Listos. Tontos.  Publicidad.  Política.  Profundos lagos oscuros.  Deep web. Fotos de amaneceres. Sabiduría… Y tú. Tal vez porque tu primer comentario fue como pisar una pequeña parcela de la luna que pudiste habitar.  Y te gustaba.

Por eso te quedaste y participas de este vals donde se mezclan  apellidos y pseudónimos, aparente anonimato y firmas estelares, caldo oscuro en el que alguien puede encontrar tu DNI si sabe buscarlo, puede encontrar tu casa, tu trabajo, tu mirada. Qué extraña y peligrosa inmunidad, qué gran ruleta rusa de intenciones.  En alguna de las vueltas del vals mi vestido rozó el perfil de alquien.  También hubiera podido chocar conmigo misma y no reconocerme.

En cualquier caso –creo-  esto es literatura y, de una extraña forma, todo es normal. Los tiempos.  Nunca pasará nada. 


2 comentarios:

Dyhego dijo...

Es lo que tiene lanzar una botella al mar del ciberespacio. Esa botella, multiplicada, llega a muchas playas.
Salu2, Olga.

Olga Bernad dijo...

A veces es sorprendente, sí. Y también nosotros recibimos tantas cosas. Somos a la vez el mar, la playa, el mensaje y la botella.
Salu2, Diego. ¡Buen viaje!