Alguno de ustedes recordará a Lucrecia Panciatichi, helada dentro de su ardiente vestido rojo, con esa rara calidez distante, atrapada en su cuadro, llevando con dignidad su condena y su reino. La sucia piel de la maldad y su variante sosa, el sentimentalismo, no rozan nunca esa mirada consciente, aunque pueden estropearla buscándole adjetivos. Pero ella no está sola. Bronzino murió hace tiempo y ahora sus ojos ya no sienten la imagen del pintor que la adoraba; sin embargo, ayer volví a buscar en el centro de esas pupilas y en ellas se asomaba el cuadro de la pared de enfrente. Mi habitación destartalada acoge, como la memoria, cuadros que se dibujan con exactitud y más tarde se velan, y un día vuelven a su sitio para quedarse.
Ella, la otra, había vuelto después de muchos años a pesar perlas blancas, tan concentrada y triste, igual que una virgen dócil y precisa pesaría nuestras almas: delicadeza y paz, justicia inamovible en la balanza que pende de sus dedos, la luz casi divina que prefiere su rostro concentrado y deja al fondo el Juicio Universal, el oscuro tapiz que enmarca su carita inmaculada.
Esa dulzura está llena de poder e inteligencia, ella está ensimismada pero ausente, lejos de sí misma y de las cosas. No juega con las perlas. Con la vida en su vientre, la balanza en su mano, la lucidez se entrega a su misterio. Y Lucrecia comprende. Lucrecia nunca teme, es joven para siempre y el miedo es imposible durante tanto tiempo. También yo entiendo que el juicio final tal vez sea dulce, pero será preciso, justo y necesario. Y será inevitable.
Todo es exacto. Vermeer no retocaba. Solidez inamovible, algo tan contundente y tan lleno de razones y, al mismo tiempo, la delicada luz y el frágil equilibrio, el peso de cada pequeña perla iridiscente, estremece el momento que ha parado como quien entrega una verdad y conmueve, fijando para siempre un instante privilegiado que ya no volverá.
Las tengo frente a frente en mi memoria, la habitación imposible donde aún elijo los motivos de mi complacencia. Las acuno con versos de mi gusto y acaso ellas vigilan mientras duermo. Me dejan muy adentro el recuerdo o el eco de lo lejano o alto, tres segundos de gracia en mis pulmones.
Y luego el mundo, que es mi territorio. Expulso el humo, apago el cigarrillo, cierro la puerta y cumplo la jornada.
Ella, la otra, había vuelto después de muchos años a pesar perlas blancas, tan concentrada y triste, igual que una virgen dócil y precisa pesaría nuestras almas: delicadeza y paz, justicia inamovible en la balanza que pende de sus dedos, la luz casi divina que prefiere su rostro concentrado y deja al fondo el Juicio Universal, el oscuro tapiz que enmarca su carita inmaculada.
Esa dulzura está llena de poder e inteligencia, ella está ensimismada pero ausente, lejos de sí misma y de las cosas. No juega con las perlas. Con la vida en su vientre, la balanza en su mano, la lucidez se entrega a su misterio. Y Lucrecia comprende. Lucrecia nunca teme, es joven para siempre y el miedo es imposible durante tanto tiempo. También yo entiendo que el juicio final tal vez sea dulce, pero será preciso, justo y necesario. Y será inevitable.
Todo es exacto. Vermeer no retocaba. Solidez inamovible, algo tan contundente y tan lleno de razones y, al mismo tiempo, la delicada luz y el frágil equilibrio, el peso de cada pequeña perla iridiscente, estremece el momento que ha parado como quien entrega una verdad y conmueve, fijando para siempre un instante privilegiado que ya no volverá.
Las tengo frente a frente en mi memoria, la habitación imposible donde aún elijo los motivos de mi complacencia. Las acuno con versos de mi gusto y acaso ellas vigilan mientras duermo. Me dejan muy adentro el recuerdo o el eco de lo lejano o alto, tres segundos de gracia en mis pulmones.
Y luego el mundo, que es mi territorio. Expulso el humo, apago el cigarrillo, cierro la puerta y cumplo la jornada.
Olga Bernad
43 comentarios:
Bellísima entrada y bello cuadro.
Olga, me gusta Vermeer, y mucho.
Y has sabido plasmar en tu post su lírica y su pintura.
Un fuerte abrazo, y un placer.
Hola, Javier, acabo prácticamente de llegar, llevo varios días desconectada. En el pueblo de mi madre ha nevado, así que me he dedicado a escribir y mirar las cosas que me gustan: Lucrecia, esta curiosa pesadora de perlas, alguna procesión y los almendros en flor (los pobres), en medio de la nieve.
Me encantan los comentarios nocturnos.
Mañana vuelta a empezar.
Sólo me queda un cigarro, así que me rindo.
Muchas gracias;-)
Vermeer, Vermeer, su luz, sus gestos, sus detalles, su elegancia para convertir lo común en extraordinario, lo cotidiano en grandioso… Cómo amo a Vermeer… Ya lo sabes.
Y tú, hoy, te alías con él. ¡Cómo se puede afrontar esa alianza sin responder con un aplauso!
Y luego, Lucrecia… No, la “distancia” no puede con la metafísica dedicación de esta mujer de Vermeer.
“Tres segundos de gracia en tus pulmones” dejan mucho en nosotros, Olga. Bellísimo texto, bellísimo cuadro de palabras para un cuadro en que la luz adorna vida en su origen, vida en su final apocalíptico y quehacer intermedio, humano y resignado, de… pesar perlas. O cumplir “la jornada”.
Hermoso.
Un beso.
"tan concentrada y triste, igual que una virgen dócil y precisa pesaría nuestras almas...". Y es que hay una curiosa melancolía a la hora de juzgar y medir y pesar, cuando la mirada está limpia. Sólo desde esa mirada cabe un juicio justo, tan justo como el stoicheion griego que marcaba el mediodía. Con la mirada limpia las cosas hablan dsde su misterio. Tú tienes una mirada limpia y recta como un medidía, y por eso el cuadro habla (nos habla) en tus palabras. Gracias por volver.
Besos, Olga. Admirados, como siempre.
Bueno, me quedo a contestarte aunque sea sin tabaco;-)
Cuando la estuve mirando, recordé tu astrónomo, una de mis entradas preferidas.
Yo cumplo la jornada, Antonio, no le debo nada a nadie. Pero hay parcelas en las que elijo, como aquí. Encontrar vuestros comentarios tiene algo de vuelta a casa, una casa propia donde entra lo que quieres, algo abierto y a la vez a salvo de demasiadas cosas tal vez inevitables en el “mundo real”. A mí me gusta la batalla, lo reconozco;-) pero no siempre ni en todas partes. Es esa habitación destartalada sólo entra lo que yo quiero.
Y me encanta que vengas a mirar… y que te guste lo que ves.
Un beso, Antonio. Gracias siempre.
Pues la mirada recta cuesta sangre, sudor y lágrimas, Juan Manuel. Pero mira ella, cómo pesa sin avaricia, sin miedo a equivocarse, sin esfuerzo. Tocada por la luz de Vermeer y resaltada por la idea del fondo, una verdad esperando o algo así.
Es un cuadro precioso, merece la pena perderse unos minutos dentro. Te aclara un poco la mirada. Y qué pocas concesiones sentimentales, qué equivocación incidir excesivamente en lo que vale con plasmar. Eso sería un poco mentir, lo diga Agamenón o su porquero;-) o no saber ver, o pintar para ciegos.
Gracias por mirar con generosidad (sobre todo al texto;-)
Y ahora sí que me voy a dormir, que estas no son horas decentes para levantarse a las siete;-)
Besos.
Ay, Olga, qué gusto tenerte de vuelta. Y con esta entrada más.
¿Por qué será que nos gusta tanto Vermeer? A mí me da sensación de tranquilidad doméstica, y junto a las personas, esos vestidos siempre como con peso, me encantan los muebles, los suelos, las paredes, la luz, la atmósfera.
Cuadro precioso este ¿dónde está? Creo que le he visto no sólo en internet pero no sé ahora...
Y ese otro de una mujer mirando a un soldado de la Frick Collection, por Dios échale un vistazo a la expresión...http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Jan_Vermeer_van_Delft_023.jpg
Voy a ver si compro cera... para una mesa que tengo que llamo de Vermeer precisamente. Un abrazo y feliz Pascua (florida y ligeramente fría)
Aurora
Siempre he sentido debilidad por la pintura holandesa. Al igual que inspira a los que manejáis la pluma con tanta maestría, para los que hacemos fotografía es una fuente inagotable del estudio de la luz. No obstante creo que es muy difícil superar la plasmación de estas sublimes escenas costumbristas tal como lo lograron estos maestros de la pintura.
Olga, te sigo y me gustan tus relatos. A veces me vendría bien tu pluma para iluminar alguna de mis fotografías.
Arte era una de mis asignaturas favoritas. Recuerdo los exámenes en los que había que comentar pinturas, la luz, el color, la textura... Me pregunto qué hubiese pensado el profe, al que todavía recuerdo con cariño, si se hubiese encontrado al corregir uno de esos exámenes un texto como el tuyo, o como el de Lucrecia, que recuerdo pefectamente. Eres capaz de ver en las obras mucho más y contarnoslo de una forma divina.
Gracias, por compartir las perlas de tu cuarto destartalado.
Soy una antigua y aunque me encanta esto de la inmediatez del blog, me gusta el papel, así que espero que tu poemario vea pronto la luz.
Ángeles
No sé si te contesté, si que soy de Zaragoza, también soy funcionaria.
Vermeer no retocaba...
Querida Olga en tu maravilloso texto no hay palabras que retocar, nos dejan al leerlas como tu dices: "El recuerdo, el eco de lo lejano".
¡La magia!
Precioso.
Un beso.
Precioso texto, acudí al de Lucrecia, pero estaba sin ilustrar.
Este es astupendo y muy bello el comentario a tan excepcional cuadro, que he asociado enseguida con aquellos de Alfonso Grosso pintor sevillano llamado también el pintor de las monjas de clausura.
Esos interiores tan difíciles...
Gracias por tu texto querida amiga.
Vermeer es también uno de mis pintores favoritos, así que esta entrada me viene que ni pintada (vaya juego de palabras me ha salido).
Coincido con Juan Manuel al elegir la frase de la virgen dócil y precisa que pesaría nuestras almas. Me parece exquisita la imagen. También la vida en el vientre de Lucrecia, joven eterna, exultante.
Gracias por esta bella composición, de verdad.
Comentar un cuadro con esa capacidad de ver tiene el efecto de recrearlo, señalando los detalles que hacen la imagen tan especial y entremezclando impresiones que pertenecen al observador pero que de igual manera contribuyen a hacerla más viva y disfrutarla más. Tanto en una labor como en la otra te has apañado bien. Gracias por este texto de análisis y contemplación.
Aurora, coincido contigo en esa sensación de tranquilidad doméstica en los cuadros de Vermeer, el peso casi material de las telas y esos muebles tan burgueses, tan racionales como el espacio y seguramente la vida de esa gente serena. Y, sin embargo, junto al peso de lo material, qué espiritualidad transmite en cada ocupación: la luz, la mirada de la mujer al soldado, la mano y su gesto de caricia en el astrónomo, el delicado equilibrio de una pequeña balanza en la pesadora de perlas, el blanco chorro de leche en la lechera, la perla en el rostro de la niña… el no sé qué que quedamos balbuciendo;-)
Creo que este cuadro está en la Galería Nacional de Washington, así que nos conformaremos con mirar reproducciones (de momento.-)
Manuel, Vermeer era un pintor muy especial. No sólo no retoca sino que casi no hay evolución en sus cuadros. Lo hacía así de bien desde el principio. Se conoce que no se decidió a pintar hasta que no lo tuvo clarísimo. Y no buscaba una absurda variación sin sentido: parece que sabía lo que quería hacer. Tampoco hay demasiados cuadros. Pensaba antes de “hablar”, eso está claro.
Me alegra que te guste el texto, a mí me encantan tus fotos. Me encanta mirar fotos, aunque ya sabes que no entiendo nada de técnica. Intentamos algo juntos cuando quieras;-)
Iseo, tienes que retomar esa afición por la pintura. Me consta que lo hacías muy bien. Yo recuerdo muy poca teoría sobre arte, me pasa con todo igual. Vomitaba lo aprendido en los exámenes y al final lo que más me ha quedado en la memoria han sido las tardes mirando la encicopedia Salvat con la única guía que me gusta: la apetencia;-) Estoy segura de que más de un examen rellené con reflexiones de este tipo. Recuerdo un parcial de COU en el que cayó Sisley, así, de repente, sin haberlo tocado… pero la diapositiva era tan bonita que cualquiera se iba sin decir nada;-) Menos mal que no era la única pregunta. Yo disfruté mucho. Al profe no le pregunté. No suelo relacionarme con al autoridad competente (y menos entonces;-) .
Ángeles, encantada de que te guste y de tenerte por aquí. Oye, si quieres decirme dónde estás y prefieres no decirlo en público, puedes usar la dirección email que aparece en mi perfil. Igual somos compañeras;-)
Muchas gracias por tus palabras. No sé dónde acabará mi poemario. Veremos.
María Luisa, tú siempre estás dispuesta a ver lo bueno. Creo que lo ves incluso cuando no lo hay. Miras con tus ojos, no lo puedes evitar.
Que Dios te conserve esa mirada, Reina;-)
Un beso y mil gracias.
Ignacio, cuando colgué la entrada de Lucrecia ni siquiera sabía ponerle foto a una entrada. No era lo más importante. Luego, ya no quise añadirla. Al principio, quería publicar sólo textos pero conocer a Fernando y Tere, a Manuel y a los del Círculo Fotográfico de Aragón me hizo cambiar eso en algunas ocaciones, sobre todo cuando me planteé escribir una entrada sobre los Monegros.
Gracias siempre por tu visita y tu delicadeza.
¡Mery! No me embaraces a Lucrecia, que eso no está bien, ya sabes lo que pasa con los chismes;-)))) La pesadora de perlas sí parece estar embarazada, pero Lucrecia es la otra, la primera, la de la entrada de junio.
Me gusta mucho que coincidas con Juan Manuel y que elijas esa frase. Si vosotros lo decís, me empieza a gustar, es matemático;-)
Un besazo y buena vuelta al trabajo, morena (Dios, lo que nos queda hasta el verano;-(. Mucho cuadro vamos a tener que mirar…
Eduardo, hablar de una manera personal de las cosas tiene sus riesgos. Pero tal vez para detalles técnicos ya está cualquier enciclopedia. Hablo de lo que veo, de lo que pienso mientras lo veo, del eco que me deja. Es difícil. Análisis y contemplación. Ni siquiera me planteaba tanto. Un rato de tregua, un cigarrillo mirando lo que me gusta antes de la batalla. Me ha hecho gracia ese “te has apañado bien”. Yo soy bastante apañada, dice mi madre;-)
Muchísimas gracias por tu visita.
Pobre Lucrecia, ya la estaba yo endosando una criatura.
Se me han cruzado los cables ¡¡lo siento!!
Un abrazo y si, a esperar los buenos tiempos
Tu texto es magnífico, Olga, como de costumbre. Me ha gustado especialmente la "luz casi divina que prefiere su rostro concentrado". Los cuadros de Vermeer son especiales, no sabía que no retocaba, pero ahora que lo dices es lo lógico, esa perfección plena de sencillez debe nacer al instante, no se puede elaborar con trabajo. No entiendo apenas de pintura, de música algo más, pero veo que hay artistas tocados por la mano de Dios, Bach en la música, Vermeer en la pintura.
Un abrazo.
Bueno, Mery, don,t worry, acostumbrada está mi Lucrecia a chismes, mentiras y verdades. Dicen, dicen que fue su rostro (y no el de la feísima Eleonora de Toledo) el que inspiró también el Venus y Cupido de Bronzino.
Se casó con el señor Panciatichi, no sé si tuvo hijos pero, a cambio, me parece recordar que acabó torturada por la Inquisición. Algo tuvo que ver con ello su afición a los libros. En el retrato sostiene el Libro de las Horas.
Para siempre.
Muchas gracias, José Miguel (y vuelvo a ser Olga, ;-)
Yo te llevo muchísima ventaja: ni entiendo de pintura ni entiendo de música, así que me libro de todas las sospechas de equivocación que los conocimientos traen a nuestra pusilánime conciencia. Yo también veo un toque incuestionable de gracia, creo que ahí tenemos razón;-) Creo que no retocar puede responder a un decidido (y acertado) deseo de perfección, a no mover el pincel si no sabes para qué, a no forzar las cosas. No lo sé. Creo que el podía escribir Laus Deo al final casi sin remordimientos.
Aprovecho para felicitarte otra vez por tu cumple, que un día es un día. No recuerdo cuántos cumplías… qué curioso;-)
Un abrazo, youngchap.
Olga querida- Si he salido a disfrutar de estas mini-vacaciones pasadas por agua, frío, un poco de todo, pero a pesar del tiempo lo he pasado bien.
Tengo una entrada para escribir, de estas vacaciones.
Aquí en Monzón es fiesta, se celebra el día de la Virgen de la Alegría se sube a su ermita, es costumbre ir a comer al campo con la familia y amigos.
Yo me he quedado en casa.
Gracias por visitarme.
Un besazo Reina mía.
Me gusta mucho visitarte, María Luisa,no me lo agradezcas, aunque no siempre me da tiempo a ir a todos los sitios.
No hay nadie menos pretencioso que tú; no basta con decirlo, tiene que ser verdad.
Besazo de vuelta para Monzón.
Una interpretación muy bellla de este cuadro, igual que la que hiciste de Lucrecia. A pesar de un mundo regido por los machos, nos gusta mirarnos en otras mujeres, intentar ver(nos) a través de ellas. No quiero caer en los lugares comunes, pero tengo la impresión de que hay más complejidad y misterio en los retratos femeninos que en los masculinos. ¿Por qué será? Un abrazo muy fuerte.
Curiosamente los dos retratos son femeninos. Sí, a mí me gusta mirarme en otras mujeres, se ve muy claro lo que quieres ser y lo que no. Los dos retratos tienen, sin embargo, autoría masculina. La mujer vista por el hombre. Recuerdo un libro que se titulaba así, y hacía un repaso de retratos femeninos a lo largo de la historia. Creo que ninguno de estos dos estaba entre ellos. Lo buscaré en casa de mis padres. Pero la visión de la mujer sobre la mujer es también necesaria. A ver si aprendemos a mirarnos bien. Bien, con justicia, no con condescendencia.
También recuerdo que mi primer premio por una redacción en el cole, era la descripción de una compañera. Qué cosas.
Tal vez algo así te llevó a titular tu blog “Mujeres de Roma”;-)
Un abrazo, Isabel.
¿Como es posible que te puedas asomar al alma del cuadro y hacerlo tuyo?
¿Tambien ella lleva un cigarro en la mano?....Un besito y perdona que estoy preguntona.
No, ellas no fuman, están libres de pecado;-) Tere, me haces siempre sonreír. Me viene bien a estas horas. Me alegro de verte. Ojalá pudiésemos quedarnos de verdad lo que amamos. Me temo que no es así en el fondo. Se puede escribir, eso sí; a veces se deja fotografiar.
Un beso.
Qué bien escribes, joder.
Con todo lo que te conozco y me sorprendes.
Fúmate los cigarrillos que quieras y abre la puerta.
Tú también me sorprendes, y siempre cuando más me hace falta.
Gracias.
Querida Olga entro en tu blog, y leo.
"Las caricias descansan"
Espero que vuelvas pronto, necesitamos como los niños pequeños y mayores;
¡TUS CARICIAS!
Un beso querida Olga.
Gracias por todo tu cariño.
Un poquito, María Luisa, hasta que vuelva a estar bien. Estaba un poco al límite y hay cosas que te dan la puntilla. Antes de manchar el blog (que le tengo cariño:-) mejor darse un respiro. Me gusta escribir aquí con la cabeza en su sitio.
Aprovecho para agradecer también a todos los que se han interesado en privado, creo que he contestado a todos aunque he estado un poco despistada y revisaré.
Muchísimas gracias.
Olga, en primer lugar y antes que se me olvide, descansa tus caricias y carga energias. De este texto me quedo con el final, a partir de "las tengo frente a frente"...hasta "la jornada".
Creo que tus recuerdos mezclados con estas pinturas hacen una combinacion muy buena para tus escrituras que se hidratan de lo lindo con tu cabecita + corazón.
Hasta la vuelta, un beso.
Los finales son muy importantes.
A ver si cargo o descargo cabecita y corazón.
Un beso, guapa, y mil gracias, como siempre.
Vuelve pronto, Olga. Por favor.
Spender, he tenido que parar.
Pero gracias, de verdad. Siempre has traído un poco de lluvia fresca a estas caricias de secano. No sabes lo que nos gusta eso por aquí:-)
He enlazado mi blog con el tuyo para poder entrar más facil y visitarte de vez en cuando.
Me gusta tu escritura.
Un saludo.
Pues muchas gracias, Lola, sólo se trata de eso por aquí, de escribir y de que lo disfrute quien le guste.
Me pasaré a conocer tu blog.
Un saludo.
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