lunes, 6 de abril de 2009

Andábata XXIII: La luz y yo.



Siempre estaba sentado en la mesa de al lado. Yo elegía la más apartada y solitaria porque la mesa de un bar sólo es mi territorio perfecto si me separa del mundo con esas normas no escritas que tienen los lugares públicos. Bares llenos de gente, vida alrededor, pero nadie que se crea con derecho a molestarme. Yo me atrinchero en mis pensamientos y en el papel. Escribo mejor que en casa. Recuerdo a mi hermana, diciéndome con un cierto rencor: “Quieres que estemos, pero en otra habitación”. Es cierto.

Él me miraba con atención y sin descaro. Yo podía ignorarle. Pero un día cometí el error de sostener esa mirada un segundo de más, y ya está, sonrisa inmaculada. Entonces me dijo cosas en un español medio inventado, me dijo: “Tú escribes mucho, tú fumas mucho”. “Sí”, intenté cortar; pero ya no era posible. “Yo te veo días y días”. (Lo sé). “Tú no enfades, tú ojos de mi hermana”. (Ay). “Oh”. “Muy bonitos”. (Ayayay). “Sí, bonitos”. “Pues no sé”. Y una larga parrafada en árabe con una mirada soñadora y algo como miedo y sabiduría. “¿Tú tienes marido? (Por Dios). “Sí”. “Yo, dos mujeres y cinco niños” (Anda). “¿Tú tienes niños”. “Sí”. “Perdona, hace frío en este país”. No puedo, no puedo con la tristeza de los demás. Mis monosílabos le habían humillado y a mí no me gusta humillar cuando no quiero hacerlo, así que sonreí: “Aquí no se tiene más que una mujer o un marido”. “Es poco”, me dijo muy serio.

Bajé la vista y seguí a mis cosas para no dar más oportunidades a sus preguntas, comencé a decirle por escrito lo que jamás le diría en la vida real. Ay, Alí, si yo fuese otro emigrante, un hombre negro de sonrisa blanquísima y mirada líquida, te contaría mi vida esta mañana, mi vida y algún milagro, te acompañaría en este día helado de mitad de invierno, te haría reír. Te explicaría quién soy yo.

¿Quién soy yo, Alí? ¿Tú lo sabes? Soy la reina de las cicatrices. Un dolor en el costado para siempre, siempre, siempre. Si hubiese muerto, no me dolería. Le pregunté al cirujano, justo antes de dormirme: “Pero si veo la luz, ¿la sigo o no la sigo?” Me di cuenta de que no lo tenía claro, me asaltó aquella duda terrible de repente (y era vital para mi supervivencia); me arrepentí de no haber escuchado a todos los que contaban por la tele sus testimonios al borde de la muerte. Ahora no sabía qué hacer ni hacia dónde iba. Yo estaba rota en manos de otros y eso era nuevo y difícil. No vi la luz, o ya no lo recuerdo. Soñaba al salir del quirófano con sonrisas blanquísimas y campanas muy alegres. Una bandada de palomas asustadas levantó el vuelo delante de mis ojos, una lluvia pacífica me despertó. Creí que viviría de verdad y no he sabido. Vivo igual que antes.

Es porque ya no soy una superviviente sino una loca normal, con mi carpeta, con mis papeles, con mi indiferencia. Disimulando mi locura con todos los detalles de la normalidad. Todos los detalles absolutamente probables con los que se construyen los embustes. Años atrincherada, Alí, tengo que coger del cuello a mi pobre corazón cincuenta veces al día, lo tengo en un puño para que no se me desmande y arrastre con él este orden que ves. Soy la joven funcionaria que sonríe y nada más. Un día el corazón se me asfixiará en la mano y ya verás, aparecerá esa luz y seguiré sin saber si hay que ir tras ella. Entornaré mis párpados árabes para siempre jamás. Te contaré estas cosas. “Tú, ojos de mi hermana”. Sister, sister. Hubieras sonreído a mi dudosa luz.

Ahora no puedo. Tú mismo no entenderías mi cordialidad ni mis cálidas ganas de decirte que estoy triste y qué es lo que me pasa. No creas que lo sé, aunque quisiera sorprender a tus preguntas con un montón de frases perfectamente estructuradas, con todos los sintagmas cordiales de mi lengua. Pero eso no se hace, Alí, no puedo. Tengo que protegerme incluso de mis buenas intenciones. Tú no sabes lo complicado que es ser mujer.

Me instalo en mi correcta soledad. Lo convencional, lleno de conciencia y de desierto. Dignidad. Rodillas juntas. Mi manera de elegir es sincera y, sin embargo, miro atrás cuando parto y mi estatua de sal se queda a escribir otro capítulo de la nostalgia que ahogaré en palabras inventadas.

Hace semanas que no viene a la cafetería, seguramente no volveré a verle nunca más.

Olga Bernad

75 comentarios:

Máster en nubes dijo...

Olga, por Dios, estoy en una cafeteria tras trabajar en el pv (páis vasco), haciendo tiempo para comer con un familiar en Donostia y tengo ¡otro Alí al lado que no habla vasco! ¿o sí?

Dame más de esta Andábata, ¿está en alguna parte toda-toda-toda? ¡Me gusta mucho!

Y una suerte ser una joven funcionaria

¿Has hablado con los de La Indiscreta? Se me ocurre que podría interesarles Andábsta...

Qué razón lo de la loca normal. Y lo de protegerte de tus buenas intenciones, ay, resuena todo esto.

Un abrazo semanasantero (ha sonado fatal, suena a sesentayochero o sesentero, no sé), bueno, eso, desde un Rioja y el lunes santo trabajando... (se nota el Rioja, lo sé, no desayuné, uf, escribo a trompicones).

Un abrazo fuerte, ay cómo me gusta lo que escribes y como se identifica una a pesar de los 30 años que te llevo :-( y que tu seas funcionara joven y yo (free lance madura ...

Aurora

Antonio Azuaga dijo...

Siempre estamos a tientas, Olga, siempre. La luz hay que trabajársela desde las oscuridades de cada uno. No está ahí, simplemente, como el punto de fuga de una perspectiva que hemos de seguir. Sólo nos seguimos a nosotros mismos; a veces con más cansancio, a veces con menos. A veces, incluso, escribimos. A veces, eso que escribimos se llena de una luz inexplicable que nosotros no vemos, que ven los otros. Y nos lo tienen que decir para que nos demos cuenta de que la luz es nuestra tarea. Y en ella, por ella, desde ella, tras ella tenemos que seguir. Entonces sí, entonces tenemos que hacerlo.

Como tú, Olga, en éstas y en todas tus palabras. Como tú.

Un beso.

Pepa dijo...

Me encuentro totalmente identificada con esta normalidad (o anormalidad) que todos intentamos representar a lo largo de los días... Y esa situación en que te aislas en un bar lleno de gente, los días en que intentarías ver la luz para seguirla y olvidarte de todos los problemas que de un modo u otro te agobian (es verdad que unos días más que otros, ¡malditas hormonas!).
Pero, ¡hija, que quieres! no te vamos a dejar la gente que te queremos. Así que sigue prescindiendo de esa luz.
Me encanta ese inicio de Moustaki, que me hace recordar ese bar en el que, no con Alí sino conmigo, conversábamos antes de mis clases de francés.¡Que marcha! No me callaban ni debajo del agua.

Ah! Espero que este comentario largo compese las broncas que he soportado.
Besos

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Decirle, decirle, decirle. Alí solo es la excusa para mirarte dentro y preguntarte quién, qué, para qué, dónde... Si Alí no existiese (¿existe?), lo inventarías, porque él canaliza todas tus inquietudes existenciales. Cuando uno es funcionario, está casado, tiene hijos y ha pasado (o está próximo) de los cuarenta, se amontonan las preguntas y duele la ausencia de respuestas. Porque la vida es demasiado poliédrica para verla en blanco y negro. Un beso para ti y un abrazo para tu Alí.

Olga Bernad dijo...

Aurora, cada día andas por un lugar del mundo. Qué ciudad la de hoy, una de mis preferidas. Saluda de mi parte a la tramontana y al tal Alí, aunque crea que estás loca; tú explícale que eres una loca normal, a ver qué te dice;-)
Bueno, Andábata sólo está entera en mi carpeta, y ni aún así. Estamos trabajando en ella, pero no como los políticos. No sé lo que es La Indiscreta, ya me contarás.
Yo también trabajo en lunes santo, e incluso en martes santo y miércoles santo. Luego me voy a ver las procesiones al pueblo de mi madre, que no tiene tanto encanto como San Sebastián ni tiene mar ni nada, pero tiene su propia manera de hacer sonar los tambores.
Eso de que me llevas treinta años… diez y poco más, guapa, que soy joven pero mayor.-)))) Free lance sí que eres, eso sí, cómo te pega…
Besazos.

Olga Bernad dijo...

Querido, querido Antonio. Es una anécdota cierta la de la luz. De repente me di cuenta de que no sabía si para no morirte había que seguir la famosa luz al final del túnel o alejarte de ella. No la vi (creo) Luego no he querido averiguarlo. La luz de la que tú hablas no tiene que ver con la muerte, sino con la vida, está limpia de supersticiones. Sí, siempre estamos a tientas, mucho más lo está un andábata, más que otros gladiadores, más que los soldados, más que los generales. Cada salida a la arena debía ser un momento de miedo profundo sin nada, nada de luz y con pocas posibilidades de salir vivo del asunto.
Gracias por lo que dices y por lo que ves. A veces pienso que hay luces que sólo ves tú.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

¡Pepa! Incrédibol.
La luz como tentación. Un ahí os quedáis todos, que me voy a iluminar. No, no es tiempo.
Seguiremos atrincheradas en los bares o en donde toque, malbaratando los dones unas veces y haciéndolos brillar otras. Como en esas treguas de antes de tus cursos de francés y mis oposiciones, o mis cursos de inglés y tus oposiciones, o nuestros cursos de informática y nuestras oposiciones. En fuán or in the end, la vida moderna está llena de cosas imprescindibles por aprender, imprescindibles. Todo es búsqueda de más luz o algo así:-) Luz y taquígrafos.
Abrazos sin bronca;-)

Olga Bernad dijo...

Antonio Serrano, la vida está llena de Alís, cosas a las que debes renunciar incluso despreciándolas aunque en el fondo no las desprecies. No suele hacer falta inventarlas, al contrario, hay que ignorarlas. Elegir constantemente. ¿Libertad o esclavitud? Pero mis preguntas son viejas, las recuerdo de hace mucho, antes de asustarme con la cercanía de los cuarenta. El trabajo sólo es otro escudo razonable ante la miseria, que me da pánico. Yo no tengo vocación salvo de escribir y admirar. Soy bastante simplona, supongo;-)
Duele la ausencia de respuestas, eso es verdad. Se conoce que la luz no es tan generosa como la pintan:-)
Un beso de mi parte y un abrazo de mi Alí, que está guapísimo ahí al fondo.

José Miguel Ridao dijo...

¡Qué relato más auténtico, Olga! Creo que todos disimulamos o hemos disimulado alguna vez la locura... Y es curioso que para decir cosas a un emigrante hay que ser otro emigrante. Curioso, pero bien cierto. En nuestro país hace frío para ellos, y nosotros no es que estemos demasiado calentitos.

Un abrazo, Olga.

Olga Bernad dijo...

Lo que yo le hice a Alí (lo que el yo del relato le hizo a ese muchacho, claro:-), nos lo hacemos continuamente unos a otros. Nos sobran los motivos. Piensa en la última vez que te lo hicieron a ti, seguro que no hace tanto. Se supone que hacemos lo que debemos, porque saltarse las reglas es incómodo. Las reglas suelen tener sentido, aunque no esté de moda decir una cosa así. Y, sin embargo, dejan cadáveres exquisitos por el camino. Tienen su parte absurda, esa defensa tenaz no es más que otro tipo de locura. En medio de todo eso, reina más frío que luz.
Un abrazo, José Miguel, y muchísimas gracias;-)

Anónimo dijo...

Como siempre magnífico. Espero no asustarte si te encuentro en alguna cafetería y me acerco para decirte que me encanta como y lo que escribes y que hay vida despúes de los 40 y también de los 50 (al menos eso espero)
Ángeles

Olga Bernad dijo...

Claro que no me asustaré, Ángeles, estaría encantada;-) ¿Eres de Zaragoza? Entonces, no sería tan imposible...
Y sí, mujer, si hay vida hasta después de la muerte, cómo no va a haberla después de los cuarenta, y de los cincuenta y de los que toquen.
Pero que conste que yo tengo treinta y todos;-)
Muchas gracias por ese "como siempre", hay quien no parece necesitarlo. A mí me da una cierta vida, la verdad.

Anónimo dijo...

Excelentes letras. Me gustaron. Y el poema "El fuego que nos mira" tiene buenas imágenes. Te felicito..

Olga Bernad dijo...

Gracias, Salvador.
Siempre me sorprende que se acerque gente nueva a la que no conocía, y siempre me pregunto por qué caminos habrán llegado:-)
Bienvenido por estos lares.

Antonio Azuaga dijo...

Sabía, Olga, a que luz te referías y conocía –alguna vez me has hablado de ello– más o menos su circunstancia. Por eso he dicho lo del “punto de fuga” y que no es por allí por donde debemos seguir: las “ganas de la noche” deben evitarse a toda costa.

Besos.

Juan Manuel Macías dijo...

He comenzado leyendo este texto con una sonrisa y he terminado, sin darme cuenta, con una emoción cercana al llanto. La transición es tan sutil y con tanta maestría. Siempre, claro, el símbolo de las dos máscaras (personae: estos romanos :-) del teatro clásico, sus perfectas simetrías. Todos somos emigrantes, supongo, todos somos perfectos desconocidos, y en cada desconocido hay un espejo. Todos llevamos nuestra biografía a cuestas. Después de leer tu maravilloso texto, me convenzo cada vez más de que los bares y los desiertos son los mejores lugares para conocernos/-se. Coincido, entre otros, con los comentarios de entrambos Antonios (Serrano Cueto y Azuaga). Y, como dice A. Azuaga, la luz es nuestra tarea. Estamos poco acostumbrados a la luz, tenemos que aprenderla día tras día.
Besos admirados, Olga.

Olga Bernad dijo...

Yo nunca tuve ganas, Antonio, tan pocas ganas tenía que pesaba más la tristeza que el miedo. Y esa absurda preocupación por la luz, el último problema que recuerdo antes de dormirme. Me hubiera sabido fatal morirme por equivocación;-) Es un uso ambivalente, el del texto, un juego con el doble filo de la luz, como nuestra educación y nuestras defensas, tan necesarias y tan tristes.
Pero tú tienes algo de taumaturgo, lo recuerdo, y esa luz que tú ves en mis palabras me emociona siempre, un día la vas a volver verdad;-)

Spender dijo...

Cómo dueles a veces. Pero lo cuentas tan bonito que no me voy a enfadar. Besos.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Es una historia emotiva. Yo he sentido a veces lo mismo, pero sin la complicación que va de un hombre a una mujer, sino de un hombre de un país y con unas expectativas y otro hombre de otro país y con otras expectativas. Lo tuyo es siempre más difícil, más confuso, más tentador. Si yo fuera Alí, me habría sentido halagadísimo de saber que se ha originado un texto tan bello por mi causa. En el cielo algún día lo celebrarán sus dos mujeres y las huríes. Por lo pronto, nuestra Olga sigue siendo un enigma para él y está bien que así sea. Por cierto, qué piropazo ese de tú ojos de mi hermana.

Eduardo dijo...

"El corazón es como una hucha,/
hay que romperlo para ver lo que hay dentro". G. Moustaki
¿Se referirá a la luz?
Sigue iluminando. Besos.

Olga Bernad dijo...

Tenía que trenzar los dos temas, Juan Manuel, esto es un texto. Por eso uno lleva al otro y el otro lo sostiene y ella está sola en el centro de no sé qué. A un lado, el otro, que es a la vez amenaza, enemigo y lo único a lo que unirnos; al otro lado, esa luz, la promesa de un orden, tal vez la muerte sin más.
Y nosotros siendo el emigrante tantas veces, en tantas otras situaciones. Y todos, sin duda, con nuestra biografía a cuestas. No sé cómo puedes entenderme tan bien, cuando a mí me acaban saliendo las cosas no sé muy bien cómo.
Pero me gusta llevarte de la mano a la emoción, como a las piedras de Sedeisken o a “un supermercado-purgatorio con su luz (in)moral”.
Gracias por esa admiración que da luz. Besos.
¡Y felicidades por tu cumple, capitán! Voy por el whisky;-)

Olga Bernad dijo...

Lo intuía hace un tiempo, Spender. A veces noto el daño ajeno igual que el propio, pero no puedo dejar de ser yo. No te me enfades. Si puedes, explícamelo. (Y que conste que no suele importarme: me autodisculpo con mi propio dolor;-).
Un beso un poco triste, en serio.

MªTeresa Gómez Puertas dijo...

Es magnifico que una simple encuentro lo conviertas en un relato tan bueno....y no estes triste Olga es la primavera que nos hace ser más complicadas a las mujeres.....ya pasara y vendra ese verano que a mi en particular me deja como un platano maduro.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Sí, Jesús, entre hombre y mujer siempre está la tensión sexual, tan grata literariamente, pero no es más que un "cebo" del texto, una sugerencia más, (“más difícil, más confuso, más tentador”). El fondo es el que has visto o, al menos, es el que más se acerca a mi intención, que siempre se me acaba desparramando un poco, lo reconozco. Y tampoco sé si es lo que más importa.
Tu comentario, desde “Si yo fuera Alí…” hasta el final, me hace sentir orgullosa de haber originado un texto tan bello a partir de algo mío. Y sí, que ternura y qué pasión en los ojos de su hermana, su explicación era tan hechizante que la puse en árabe, para no distraerme más de la cuenta;-) Orden en la sala.
Mil gracias, Jesús.

Olga Bernad dijo...

Eduardo, qué cosas dice la gente;-) Pues igual se refería a la luz. Pero yo creo que el corazón no hace falta romperlo, ya nos lo rompen gratis. Hace falta controlarlo. O cada uno sabrá, que luego me llaman totalitaria;-)
Seguiremos por aquí, no sé si iluminando. En cualquier caso, usted que lo vea.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

Cada cosa es convertible en un relato, Tere. Igual que tú paras un momento en una fotografía, yo monto un relato con una mirada. Lo escribí o reescribí en primavera, es verdad, no había caído, aunque hable del invierno.
No puedo estar triste con visitas como éstas (pero si el otro día, pásmate, vino hasta el Seral, una raya en la pared tengo hecha en su honor;-)
Un besazo, y nada de plátanos maduros. Frutas en sazón, a ver si aprendemos a tratarnos bien;-)
Besazos, compa.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Es una historia completamente real Olga, muy real y verdadera.

Somos así. No podemos olvidarnos de nuestros instintos, de nuestras miradas, de nuestros errores.

Me ha encantado, "la reina de las cicatrices".

Un abrazo y gracias.

Olga Bernad dijo...

Bueno, parece que el texto ha resuelto el problema de la verosimilitud, que no es poco. Hay que suspender la incredulidad (somos así;-).
Ay, la reina de las cicatrices, cómo me gusta que hayas reparado en ella;-)
Por cierto, no he podido dejar comentario en ese cigarro enamorado de ti. ¿Qué hago mal? Yo hago lo de siempre;-(
Gracias a ti, Javier. Un abrazo.

Carlos dijo...

Muy hermoso, sabe a dientes apretados. Besos.

Gemma dijo...

"Me instalo en mi correcta soledad. Lo convencional, lleno de conciencia y de desierto. Dignidad. Rodillas juntas. Mi manera de elegir es sincera y, sin embargo, miro atrás cuando parto y mi estatua de sal se queda a escribir otro capítulo de la nostalgia que ahogaré en palabras inventadas".

Acaso debamos de agradecer a tu elección convencional el que podamos leer textos como éste. Pura epifanía literaria (y vital). Yo creo que ese extranjero que nos mira porque nos reconoce, al que debemos rechazar aun cuando nos interese, se sabe asimilado para siempre por la nostalgia a nuestras vidas sin retorno. Con estos maravillosos frutos. ;-)

Besos, Olga

Olga Bernad dijo...

Loky, es verdad. O tal vez cada uno encuentra sabores que conoce;-) No lo sé, me lo pregunto.
Muchas gracias, Blade Runner.
Un beso.

Olga Bernad dijo...

La conciencia de los personajes a los que nunca vamos a poder preguntarles es un misterio. Hemos renunciado a ellos incluso en la ficción del texto. Pero es bonito pensarlo así. De hecho, tu comentario es muy bonito. Creo que hoy estáis mejorando todos la entrada;-)
Besos, Mega, y mil gracias, como siempre.

Cuando repites mi texto me parece mucho mejor, no es broma.

Jesús dijo...

Pedazo de escritora...
Ex corde (se lo tomo prestado a nuestro común amigo Jesús Cotta, porque es hermoso).

Jesús dijo...

¡Ah, se me olvidaba! George Bernanos, el escritor francés, sólo podía escribir en cafeterías. Necesitaba ver rostros humanos. Odiaba la soledad del escritor en su habitación.

Olga Bernad dijo...

Pues no conocía a George Bernanos, pero me he ido a mirar y al menos coincido con él en dos cosas: en que, como en las cafeterías, en ninguna parte; y en que el mal no es una abstracción. Me has despertado otra curiosidad.
Lo malo de estar en una cafetería viene cuando me emociono escribiendo... deben creer que tengo un novio lejano y cruel en alguna parte. No, eso lo pensaría yo. La verdad es que la gente pasa de todo.

Muchas gracias, Suso. Bienvenido.
(Qué alegría decirlo;-)

Juan Antonio González Romano dijo...

Reina de las cicatrices, planteas una situación en el filo de la navaja; de un lado, un mundo nuevo, de otra, "la conciencia y el desierto." De alguna manera, todos podemos sentirnos reflejados en tes relato, porque tocas un tema que a todos nos atañe y en el que hemos pensado alguna vez, con ese deseo irracional de abandonar lo desértico y convencional. Algo nos dice que no debemos hacerlo, y algo nos dice también que nos estamos cerrando una puerta apasionante y nos grita "decídete".
Pasa la oportunidad y sólo nos queda grabarla con palabras para que no pase del todo.

Un beso, Olga, y mi más sincera enhorabuena por el relato.

fa mayor dijo...

Querida Olga:
Te leo siempre, siempre.
Hay que ver cómo recalienta las sienes buscar la luz. Construirla, mejor dicho.
Te deseo mucha suerte en el empeño, que fuerza no te falta.
Y qué arte tienes para traducirla en belleza.
Me faltan palabras, Olga.
Un abrazo.
Manoli.

Anónimo dijo...

Hay que lanzarse, Olga, hay que lanzarse. Es cierto que nos perderíamos relatos maravillosos como este, pero hay qu lanzarse. La vida es para los atre-vidos.
Precioso texto, amiga. Un beso marbellí.

Fernando dijo...

querida Olga...un beso.

Maria Luisa dijo...

Es verdad lo que escribes querida Olga.
En la pequeña mesa de un bar o en el autobús te atrincheras con el periódico o un libro, de vez en cuando alzas la mirada y la cruzas con los ojos de cualquier Ali, miras y te mira.
Te apetece charlar pero por pudor no lo haces.
Sin embargo recuerdas esa mirada que cruzaste y sonríes y sueñas...
La música preciosa.

Un besazo.

Olga Bernad dijo...

Juan Antonio, qué reinado el mío;-)
En fin, a lo que íbamos: Sí, esa lucha es interior. Mirar con auténtico desprecio sería una forma de solucionar el conflicto. Creo que a veces se hace. Pero yo no busco “enemigos” para afianzarme, me da pereza y no los necesito. Bastante faena tengo conmigo misma. La conciencia y el desierto no están tratados como conceptos sólo negativos. Creo que tú también lo has entendido así. Algo nos dice que estamos cerrando una puerta apasionante, eso es un reconocimiento del otro. Lo único que no estaba en mi intención era el “decídete”, no era mi moraleja. Me detenía en la nostalgia de lo que no has llegado a hacer y nunca harás. Y a partir de ahí, que cada cual escuche sus vocecitas (pero creo que tú has hecho oír la tuya;-)
Muchas gracias, Juan Antonio, a seguir disfrutando de esa maravillosa Semana Santa sevillana.

Olga Bernad dijo...

¡¡Fa Mayor!! Mi primera comentarista aparecida de la nada. Desde el año pasado, Manoli, qué alegría. Sé que siempre lees, a ver si te animas a actualizar. Suerte también para ti y todas tus cosas, y toda, toda la luz para ir acertando. Sí que recalienta un poco las sienes, igual es que no penetra del todo en nosotras, pobres;-)
Un besazo y muchas gracias.

Olga Bernad dijo...

Ummm. Octavio, no sé si hay que lanzarse. Lo que no hay es que despreciar cuanto ignoramos. Pero lanzarse, no lo tengo tan claro. Y no por una cuestión de valentía. Muchas veces lanzarse sólo es dejarse llevar, dejarse arrastrar. Aguantar es apretar los dientes. No sé si merece la pena; yo tengo mis dudas, como bien puede verse. En cualquier caso, siempre hay que elegir.
Muchísimas gracias por lo que dices del relato. Un besazo desde Zaragoza a esa Marbella preciosa. Estuve allí con quince añitos, en el viaje de estudios de 3º de B.U.P. Me lo pasé en grande;-)

Olga Bernad dijo...

Fernando. El primero o el último, tú aciertas siempre;-)
Un beso hacia tu barrio, sea cual sea.

Olga Bernad dijo...

Me gusta que te veas reflejada, María Luisa, sencillamente. Eso pasa, es verdad. No entiendo lo que dice ese extranjero de la canción, algo de una eternité de amour... ay, cómo son:-)
Besos, Reina (mira, esta vez de una reina a otra:-)

Maria Luisa dijo...

Querida Olga, la letra de la canción no la entiendo. Mi francés del bachillerato (así se llamaba entonces) casi no lo recuerdo.
En mi juventud Georges Moustaki era muy famoso.
Sin embargo su música me ha traído a la memoria las verbenas de verano.

Más besos. Gracias por los recuerdos.

Granito dijo...

Bonito texto, y refleja una situación que creo que todos vivimos a menudo, aunque entiendo que siendo mujer un "Ali" complica algo el ausnto. Yo siempre me quedó, a veces muchas horas o días, pensando en esos seres con los que cruzo miradas o sonrisas y hace ya mucho que decidí que de vez en cuando, sin previo aviso y cuando tuviera tiempo dedicaría un rato a un café con un desconocido. Lo suelo hacer cada dos o tres meses, quizá ahora ya necesito hacerlo, son ellos los que me hace un favor. Casi siempre son ancianos o ancianas y siempre aprendo un montón y no dejo de sorprenderme. Nunca había pensado que se pudiera escribir algo tan bello de todos esos otros con los que como bien explicas no se puede.
Gracias Olga.

Mery dijo...

Bueno, querida Olga, has puesto tantos puntos sobre las íes que no sé por dónde empezar.
En una frase ya defines mucho: qué complicado es ser mujer. Habrá hombres que protesten ante ésto, pero nosotras sabemos muy bien de lo que hablas.
Y eso de que le contarías tu vida y algún milagro, es genial. Y tu corazón apretado en el puño para que no se desmande...magistral, Olga.
Este relato, tenga de autobiográfico lo que tenga, suena auténtico, porque araña el alma humana (sobre todo, femenina).
Abogo , de paso, por el comentario de Octavio: hay que atreverse, la vida merece la pena.
Un abrazo muy fuerte

Olga Bernad dijo...

Maria Luisa, ayer se me colgó el ordenador y no pude contestar por la noche. A mí no me importa no entender la canción, pero qué sugerente es, tiritiritiri tiri ti titiritiritiriti… Me gusta haberte traído la memoria de las verbenas de verano. Por aquí hay firmes detractores, pero a mí me gustan-.)

Olga Bernad dijo...

Hola, Granito. Siendo mujer, Alí complica el asunto, sí. O hace más visible una complicación que existe siempre. Esas charlas con desconocidos marcan una curiosidad más amable, menos conflictiva. Yo también pienso mucho en los desconocidos con los que coincido por casualidad. De hecho, en las paradas del autobús o en cualquier otra situación propicia, la gente mayor y los más raros personajes tienden a contarme su vida. Mi marido me dice que notan que les voy a hacer caso y eso no puede ser. Puede ser;-)
Gracias por tus palabras sobre el texto.

Olga Bernad dijo...

Mery, mil gracias. Siento que lo comprendes perfectamente, y eso es muy grato.
Eres muy generosa conmigo. ¿Autobiográfico? Bueno, el texto está bajo la etiqueta de “microrrelatos largos y cuentos normales”, es la etiqueta donde estoy paseando a esta Andábata, que tiene mucho de mí.
Pero yo no abogo con fe por lo del atrevimiento, si la moraleja fuese ésa (mis cuentos no suelen tenerla), la melancolía que sostiene el relato quedaría asfixiada por la llamada a la acción, y la soledad desde la que está escrito dejaría de ser visible.
Un fuerte abrazo, guapa.

Mery dijo...

Ah, me parece estupendo que el relato no tenga la intención de aleccionar con moralejas (que los humanos somos muy dados a interpretar lo que se nos pone por delante, y resulta agotador).
Me gusta Andábata, sin lugar a dudas; su alma femenina parece llevar todo el peso del mundo.

Lo del atrevimiento de Octavio estaría bien aplicárnoslo a nuestra propia vida, o a mi vida, para no generalizar.
Otro abrazo.

Olga Bernad dijo...

“Su alma femenina parece llevar todo el peso del mundo”. Alguna vez he sentido exactamente eso, un peso en el alma, el peso de vivir, la tentación de aligerarlo:

“la vida que te llama y que te nombra.
Me nombra a mí, arena en la mirada
y seguir y salir y hablar con gente
y soportar el peso de mi alma”.

Es un trocito de Agosto espera.

Nuestro amigo Octavio es un maestro en decidir con rapidez, todo un personaje. Y cada uno sabe muy bien lo que debe hacer y cuál es su reto. Ánimo con el tuyo, sea cual sea.

ONDA dijo...

Ese encuentro te hizo reflexionar.

Y fue la excusa de tu interesante relato que nos hace también reflexionar a los demas.

Olga Bernad dijo...

Reflexionar y sentir.
Ése podría ser un buen plan para estos días.
Muchas gracias, Ignacio.

José Luis Garrido Peña dijo...

Siempre lo repito cuando me preguntan por los destinos literarios, a un escritor debemos de juzgarlo fundamentalmente por lo escribe, no debe de tener otra. Es su ofcio lo que le diferencia, si no, todos los aventureros o diplomáticos serían excelentes escritores. Ante cualquier hecho vital nunca hay dos miradas iguales, de ahí el inmenso destino y libertad de la literatura. Pero nunca debemos de confundir pedantería y respeto, tenemos que hablar y escuchar a nuestros semejantes, conozco narradores orales (acuérdate del origen de la gran literatura y el equívoco concepto de veracidad) magníficos que apenas han salido de su pueblo y han leído muy poco, ya quisieran muchos de los “temidamente profesionales”, contar tan magistralmente las historias. Kafka, Holt, Borges, claustrofóbicos, crearon universos, ahí está el meollo de la cuestión. Tu mantienes un pulso magnífico en tus textos, fijas lo que llamo kart, el ánimo narrativo. El adanismo, el crear desde la nada, no es posible, vivimos en diálogo o en disputa con los desconocidos que nos habitan.


Un beso y felicidades.

Olga Bernad dijo...

Glups.
Cuando sepa qué decirte, te contesto.
Mil gracias, querido Luis, eso sí.

José Luis Garrido Peña dijo...

Olga, se me ha olvidado decirte que cuentas con magníficos comentaristas a los que quiero felicitar, a todos, en especial a Juan Manuel Macías o Antonio Azuaya, a quien le debo visita y cortesía a su muy interesante blog.

Txe Peligro dijo...

hola olga, te descubrí en Las Afinidades Electivas. Me gustan tus poemas. No tienes librito?

José Luis Garrido Peña dijo...

Azuaga, con esto del dichoso formato y que uno ve poco…

Olga Bernad dijo...

Bueno, Luis, ya, después de un montón de problemas con mi ordenador por fin parece que voy a poder contestar. Lo hago en dos veces, porque no puedo enviar comentarios largos. Es un lujo contar siempre con Juan Manuel y Antonio, ya lo creo (al principio casi sólo contaba con ellos;-). Y un placer aprender de ellos y de los demás.
Al asunto: lo de que un escritor debiera ser juzgado fundamentalmente por lo que escribe es tan cierto como imposible. Se juzgan otras muchas cosas, me temo. Sin embargo, es totalmente verdad que escribir no es tanto vivir la aventura como saber mirar y, sobre todo, saber tocar las palabras.

Olga Bernad dijo...

No por beber como Bukowski escribiremos como él. No por enamorarnos nos convertiremos en Garcilaso ni por ser de izquierdas seremos Miguel Hernández. Y, a veces, al lado del fuego, mi tía y mi abuela se revelaban como las mejores contadoras de historias del mundo, sin saber escribir pero haciéndome vivir lo que contaban. Mantenían el pulso de su narración, volvían vivos los muertos recordados en vez de volverlos a matar.
Hay que hablar y escuchar, pero no siempre es gratis, a veces no se puede. Y una se queda en su mesa, en diálogo con sus fantasmas, tarareando su canción, guardando sus fronteras y volcando después el mapa sobre un cuento.
Un beso y muchísimas gracias, Luis.

Olga Bernad dijo...

Bienvenido, Txe. Cuánto me alegro de que te gusten los poemas. La verdad es que abrí el blog por ellos. No, no tengo “librito”. Tengo un poemario creo que acabado, pero no sé qué va a pasar con él.
Me pasaré a conocerte.

Blackbird dijo...

Curioso, muy curioso, que últimamente nos veamos en “La Librería” cafetería que en el pasado (muy pasado) intentó aunar cafés con la lectura de sus fondos. Pero, como todo lo que tiene que ver con la literatura, no resultó rentable. Así que ahora nada más sirven cafés, maltas y espirituosos, Literatura sólo en las zonas expresamente autorizadas; salvo Olga, que escribe lírica pareciendo redactar cartas a lejanos novios, porque ¿quién escribiría hoy en día poemas en un café?

¿Cómo pueden estar tan cerca la cotidianeidad y la excepcionalidad literaria? la proba funcionaria y el alejandrino, las miserias de la vida y los relatos universales…

Quizás la operación no pareció ser un punto de inflexión en tu vida, pero puede que en esos días estuvieras con el rum-rum de tus escritos y puede que eso tuviera algo que ver con que tú un día abrieras este blog.

Un besazo Olga.

PD.¡¡Ay Moustaki!! el primer disco que escuché cuando empezaba a estudiar francés (que no fue hace tanto). Totalmente mestiza e inmigrante la canción, como el mismo Moustaki.

Olga Bernad dijo...

Mejor no dar demasiadas pistas de los lugares de nuestras citas, que pueden venir los admiradores de Iseo;-) Creo que sí, la operación y esos seis larguísimos meses tuvieron algo que ver con retomar la escritura y volver a meterla en mi cotidianeidad. No había estado en un hospital más que para dar a luz, y ni entonces me dejé anestesiar (esa manía de controlarlo todo y siempre;-) y de repente, un día, te vuelves una especie de juguete roto en manos de otros. Toda una cura de humildad. En fin, ya está arreglado y olvidado. Pero no aprendí tanto como yo pensaba. Existe la tendencia al error, como existe la querencia por la luz.
Yo seguiré escribiendo por los cafés de nuestra Zaragoza; en mi casa es imposible, ni me concentro ni me dejan en paz, y siempre tengo demasiadas cosas que hacer… salvo en las madrugadas, pero luego llevo una ojeras que ni la Lirio (la Lirio, la Lirio tiene, tiene una pena la Lirio… la próxima vez pongo ésa, para acompañar a este extranjero tan dulce;-)
Lo universal está en lo cotidiano, mira alrededor…
Un besazo, Black, hasta la semana que viene.

Marta Fernández Olivera dijo...

Genial Olga, como tu dices saltarse las normas es incomodo, aunque hay que reconocer que tener aventurillas( y no hablo en clave sexual), encuentros y cosas varias en un lugar tan comun, normal, habitual de tu vida cotidiana, eso es fantastico. Yo conoci a mi pareja en la panaderia, creo que algun dia lo explicare en papel, porque cuando lo cuento como sucedio la gente dice, ¡Jolin es como de pelicula!, y yo digo que la realidad supera la ficción y cuando se puede hay que dejarse ir, no quiero tener en un puño a mi corazón, ya le hice daño...
Un abrazo enoorme.

Olga Bernad dijo...

Supongo que hay que estar dispuesto a hacer lo que toque: desatar el corazón, atarlo... hasta pararlo.
El tuyo me suena a cascabel, fotógrafa;-)
Otro abrazo enorme para ti.

Julio Castelló dijo...

Me esconderé a llorar por los Alí que soy o alguna vez he sido y viven tronchados en las sombras de un café, porque una vida es, sola, insuficiente.

Olga Bernad dijo...

Todos somos Alí en algún momento, el desconocido del que desconfiamos, o al que nos es imposible dejar pasar. Ambos personajes llevan su propia tristeza, inevitablemente cargan con su cruz.
Pero no te escondas para llorar, que yo llevo así una semana...

gbp dijo...

Ay cariño, me gustaría que la "otra habitación" siguiera estando tan cerca como antes. Sister, sister I miss you soooooo much!!
En cuanto al texto, ya sabes lo que pienso de tu Andabata.

Mil besos.

Olga Bernad dijo...

Anda, anda, que llevas un mes viajando y sin dar señales, no te enteraste ni del "medio cierre" del blog. Ya te vale.
Menos mal que, al menos , siempre acabas volviendo por aquí. Es una habitación donde vernos;-)
Me encantaba enviarte a mano cada capítulo nuevo... I miss you too, sister.
Kisses.

serizar dijo...

Me he propuesto ir recuperando, cuando pueda, ya lo sabes, el tiempo perdido y leer todo, todo, todo, como te he prometido tantas veces. Dame tiempo y me pongo al día, aprovechando tu... ¿descanso veraniego?. Creo que ahora, después de lo último que estás viviendo, ese tiempo de hospital, miedo, pruebas, ha quedado muy atrás, aunque creo que debes seguir teniéndolo muy presente y cuidarte porque eres una joyica y no se puede perder.
Un abrazo

Olga Bernad dijo...

A tu ritmo. Aquí está cada entrada esperándote. Algo descansaremos este verano, o por lo menos ralentizaremos el blog. Una de las cosas a las que quiero dedicarme es precisamente la puesta a punto de esta Andábata, que está un poco despendolada;-)
El hospital está olvidado. NO me sentía enferma ni cuando lo estaba, odiaba la sensación. Creo que me hicieron todas las pruebas que existen, algunas bastante atentatorias contra la dignidad de las personas, pero en fin;-)
Por eso me gusta tanto disfrutar lo bueno... porque lo demás llega cuando menos te lo esperas.
Gracias por ese repaso, guapa.
Espero que lo disfrutes.

lolo dijo...

Precioso, precioso; Alí, su mirada líquida, tus ojos, las rodillas juntas y escribir Andábata contándolo.
Y Moustaki, que es mis 16 y mis 20 y sigue.
Gracias por guiarme en la visita de las heridas. He disfrutado. Masoka que es una.

Olga Bernad dijo...

Lolo, gracias (un poco tarde;-)