jueves, 9 de octubre de 2008

De la tristeza

No quiero que mi tristeza sea la conversación inútil con esa hermana tonta de la felicidad con la que casi todos jugamos cada día. Ni el mentiroso espejismo de lucidez de algunos sabios, cuya sabiduría me importa tanto ahora como que una pequeña mariposa mueva las alas en Nueva York y se desate la tormenta en otro mundo. No quiero saber cosas ni entenderlas, quiero montarme en un tren lento y marchar hacia un país maldito o bendecido donde me espere un poco de belleza. Y no quiero dejar la misma estela de amargura y renuncia vista tantas veces; no quiero que al final los sueños no cumplidos se conviertan en hambre amarga y atrasada, ni la vida en un lobo cruel y cansado que acecha presas fáciles. Si pudiese elegir, preferiría matarla con mis propias manos. Quiero mirarla flotando sobre el agua, sin ninguna impaciencia, como una dama blanca muriendo para siempre sobre un río. Sin nada que la dote de contenido preciso; sin nada que la atrape. Quiero guardarla así. Quisiera protegerla.

Olga Bernad

20 comentarios:

Marisa Peña dijo...

"Sonreir con la alegre tristeza del olivo"... Tal vez en ese verso de Miguel Hernández se condense la frágil dualidad de esos dos contrarios que nos alimentan cada día. La tristeza tiene algo de decadente, de morbosa atracción que nos obliga a mirarnos en sus cenagosas aguas aun cuando no queremos hacerlo, la tristeza nos hace vulnerables. Es importante "defender la alegría" y sonreir a la adversidad pero no podemos darle la espalda sino , como tú dices "protegerla", aunque sea de sí misma.
Como siempre un bello texto lleno de referencias que nos hace pensar.
Un abrazo desde la "triste alegría" (o la "alegre tristeza") en la que ahora habito.

Juan Manuel Macías dijo...

Inevitable tristeza, que siempre nos está dando lecciones. Pero yo también quisiera matarla con mis propias manos. Preciosas imágenes, potentes, sobre todo ésa de dama blanca, eternamente ahogándose, sin nombres y sin fechas (ojalá se pudiera conjurar así, pero con sólo ver la imagen uno siente algo de paz). Si me permites que dispense los géneros con alegría, te diré que es un muy, muy bello poema en prosa. Inconfundible la voz, como siempre.
Besos admirados, Olga.

Anónimo dijo...

La tristeza.. son recuerdos añorados, cosas si hacer, ausencias que se presentan cada dia sin mas invitación que un portazo en los morros, la tristeza..¿que hacemos con ella?, yo no la quiero.
Yo protejo mi felicidad que tanto me costó encontrar, esa felicidad sin nombre, que llega sola, por sorpresa, una felicidad limpia, que no añora, simplemente recuerda.

Marta
http://luzysaudades.blogspot.com/

Olga Bernad dijo...

Pero yo también defiendo la tristeza, Marisa. En sus aguas, no siempre cenagosas, flotan también la razón, la impotencia, la honestidad. A veces estar triste es lo único que puede hacer una persona decente. Pero quisiera mantenerla limpia, lejos del barro de la amargura y la frustración, que producen una tristeza muy soberbia, muy de estar de vuelta.
“Sonreír con la alegre tristeza del olivo”, como te sonreiría un andaluz serio, sí. Sin aspavientos.
Un abrazo, Marisa, desde el mismo sitio. Y gracias como siempre por lo que dices.

Olga Bernad dijo...

Tan inevitable como la luna, Juan Manuel. Si pudiera elegir (que no podré) la mataría con mis propias manos, sí, antes de permitir que se convierta en otra cosa. La dama blanca y limpia necesita mucha protección. Demasiada para ser posible, creo yo.
Qué puedo decirte, salvo “Sofonisba”:-) Pero gracias por tus besos admirados, te los mando de vuelta en ese tren lento, y añado uno.

Olga Bernad dijo...

¿Qué hacemos con ella, Marta? Pues cuidarla o matarla. Olvidarla para defender sólo la alegría la convierte en un monstruo, te lo juro, lo he visto.
Tu felicidad limpia es una joya, pero no puede ser lo único que defendamos. Es un engaño, estoy convencida.
Saludos, fotógrafa:-)

Maria Luisa dijo...

¿Por que nos gusta la tristeza?
¿Por que sentimos ese regusto amargo?
¿Por que nos obsesionamos con los sueños perdidos?
¿Por que no olvidarla y vivir?
¿Por que no decirle?: ¡Adios, tristeza, adios!
(Creo que es el titulo de una pelíula)
Todo lo que escribes es para pensar, para sentir.
¡GENIAL!¡GENIAL!
GRACIAS. UN BESO

Olga Bernad dijo...

Puede que nos guste la melancolía, pero la tristeza de verdad tiene muy mala prensa, nadie quiere sentirla ni la quiere al lado y, sin embargo, estar triste es lo más sensato que se puede hacer en muchos casos. El problema suele ser mantenerla a salvo; la tristeza, su regusto amargo, tiene cerca el miedo, puede convertirse en resentimiento e incluso en odio con bastante facilidad.
Gracias, María Luisa.
Un beso.

carmen jiménez dijo...

Preciosa reflexión llena de ímagenes. La tristeza puede mirarse en muchas aguas. Puede ser el reflejo de una alegría perdida o casi olvidada que vuelve despacito a acariciarnos el recuerdo, o el reflejo de algo que vuelve para arañarnos el alma. En cualquier caso, la tristeza es una sensación, que debemos mantener a salvo de sí misma y rescatar lo mejor que nos ofrece.
Como siempre es sólo un comentario de las muchas sensaciones que producen tus palabras.
Un placer compartir contigo a la dama blanca.

Olga Bernad dijo...

Igual lo que pasa es que la tristeza es nueva en cada persona, o incluso cada vez que la sentimos. Tal vez por eso hablar de ella nos produzca muchas sensaciones diferentes. Puede ser bastante elástica, y es un juguete para los poetas. También se utiliza con mucha perversidad y, a veces, con poco estilo. Pero es una verdad como un templo y yo le tengo respeto, no la quiero prostituir.
Muchísimas gracias, Medialuna.

MªTeresa Gómez Puertas dijo...

La tristeza es la antesala de la alegría. ¿Quien conoce realmente la alegría sin haber sentido la tristeza antes?...
Como siempre Olga un magnifico texto, qué como dicen en algún comentario anterior hace pensar.

Olga Bernad dijo...

Pues mira, es una buena forma de verla, como la antesala de la alegría. Desde luego, nadie puede estar triste para siempre, supongo, no lo sé. A no ser que sea cierto eso de que "la esperanza es lo último que se perdió". Je, je.
Besos, MªTeresa.

Anónimo dijo...

Hola de nuevo, concretare mas con mis razonamientos..jajaj
Ante la tristeza y la felicidad, apuesto por esta última, pero aunque no quiera la tristeza, tampoco la puedo olvidar, sólo puedo utilizarla lo mejor que se, sólo puedo ir a visitarla, tenerla en cuenta, saber que existe, y acompañarla al médico,pero lo que no quiero es vivir por ella o para ella, esta ahi y la acepto, forma parte de mí aunque me pido la felicidad.
Marta

Olga Bernad dijo...

Pues haces muy bien, Marta. Si aquí cada cual hace lo que puede y, desde luego, puestos a apostar, hay que apostar por algo bueno. La gente más triste no es siempre la que tiene más motivos para serlo. Y está bien eso de acompañar a la tristeza al médico pero no vivir para ella. A veces se vuelve un vampiro, hay que mantenerla también a raya.
Feliz fin de semana:-)

Antonio Azuaga dijo...

La tristeza es un signo, una señal que nos queda cuando hemos sido capaces de amar y hemos perdido lo que amábamos. Si no estamos preparados para la tristeza, nunca podremos amar. Esto es una lección que sólo se aprende con los años. Ni la queremos ni la dejamos de querer, la asumimos; porque si no lo hiciéramos, nunca amaríamos nada. Me parece natural que quieras “protegerla”.
Brillante el texto (como siempre, claro), digas luego lo que digas.
Besos.

Olga Bernad dijo...

Lo de que el texto sea brillante, "como siempre", me ha hecho sonreír; pero el "digas luego lo que digas", mucho más. Luego digo lo que quiero (y en el texto, también)y eso me pierde, me pierde, me pierde... y lo que te rondaré, morena.
Me voy a quedar un rato con la alegría de tu visita, porque prepararse para la tristeza es una cosa muy dura. Como amar.
Un beso, Antonio.

Julio Castelló dijo...

Quiero. Quisiera. Y la tristeza sigue ahí, con su aliento acezante. Tan nuestra como esos milagros de belleza que por unos instantes nos sorprenden y nos sacan de su pesado sueño. Milagros de belleza como su texto.

Olga Bernad dijo...

Yo suelo empezar teniendo claro lo que no quiero, intento afinar puntería con lo que quiero… y acabo en un “quisiera”. Con la tristeza y con muchas otras cosas que nos rodean y tal vez quisiéramos mantener a raya, uno al final sólo baraja su propia impotencia. Pero tu visita me hace sonreír, el texto me parece un poco menos inútil.
Gracias, Julio.

fa mayor dijo...

Me encanta este texto, con ese tufillo (con perdón) a honestidad que siento percibir habitualmente por este lugar de letras.
Además, me recuerda a una hermosísima exposición que vi de pintores prerrafaelitas donde aparecía un maravilloso cuadro inspirado en esa moribunda "Ofelia"

A veces me reconforta la tristeza, y me ayuda a equilibrar el desgaste de sostener la alegría viendo el mundo y a sus habitantes, (y mirando dentro también, claro)¿Para qué nos vamos a engañar?
A veces siento que mantener la alegría es un ejercicio costoso de voluntad, y entonces, de vez en cuando, me doy un poquito de cuartel, y me permito la tristeza, aunque para no abandonarme del todo procuro que no se convierta en amargura. En fin. Seamos generosos, permitámonos sentir. Después de todo, aún con tristeza, es posible apreciar la belleza.
¿Para qué disimular, cuando se presenta, nuestra realidad de melancolía?

La mentira, nunca. ¿A quien se le ocurriría asociar la piedad a semejante cosa?
¿Qué me dices de la mentira, Betty?
Saludos.

Olga Bernad dijo...

Pensé en el cuadro de Millais y en esa Ofelia vista mil veces en mi museo particular, ya sabes, la Historia del Arte de Salvat:-) Es una de las compañeras de Lucrecia. La dama blanca tiene el rostro de Lizzie Siddal, sí.
La conveniencia de entregarnos a la tristeza y mostrarla, o resistir un poco y disimular, será discutible. Si se hace por escrito, agradezco como lectora que se haga bien. La frontera entre el pudor, la simulación y la mentira es delicada.
Las puestas en escena (un cuadro lo es, también un texto, incluso una conversación) tienen, digamos, su parte “metafórica”, su invención y su propia realidad .
“La mentira, nunca”, dices. Pues no lo sé. La piedad, en cambio, la veo muy necesaria.
Saludos, Fa.